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20 de enero de 2024

Indestructibles (Xavier Aldekoa)

 


 

La vida es aquello que nos ocurre mientras estamos ocupados haciendo otras cosas, como dijo John Lennon. En algunos casos, esas otras cosas pueden ser hornear pan o elegir esmalte de uñas, en África suele ser tratar de sobrevivir, de salir adelante frente a las circunstancias y el entorno.


En su contacto con el continente, Xavier Aldekoa ha tenido la oportunidad de conocer a infinidad de africanos que hacen bandera de esa fuerza interior que les lleva a convertirse en referencia para su comunidad, en pequeños héroes que se imponen frente a todo tipo de dificultades, pero también a muchos otros que, pese a estar dotados de la misma fuerza e impulso, no logran salir adelante, fracasan y pierden aunque vuelven a intentarlo, a erguirse una y otra vez. También ha conocido muchos otros casos de quienes matan y violan sin apenas conocer el motivo, solo por hacerlo, por pasar el tiempo, porque saben que sus actos no tendrán consecuencias, personas que se enriquecen con la miseria de sus vecinos, con la trata de humanos, con viajes por el desierto en busca de un futuro que normalmente termina mal. Y de todos ellos nos habla en este su segundo libro sobre África, Indestructibles (Ed. Península).


Indestructibles presenta el mismo esquema que Océano África, si bien se aprecia una mayor soltura de Aldekoa a la hora de unir sus propias experiencias personales con las de las vidas que nos narra. Así, Lena, su primera hija, se convierte en elemento crucial de la narración. Y no solo sirve como medio de conectar esa experiencia personal del autor, más próxima a la que podamos tener como lectores occidentales que las de las vidas que luego nos contará, sino porque evidencia que los niños, africanos, españoles o de cualquier parte del mundo, comparten prácticamente los mismos rasgos, una capacidad para el juego, la sorpresa, la inocencia y ese punto de ingenuidad que solo se corrompe con el correr de los años o el acumulo de desgracias, guerras, violencia, torturas y abusos.


Pero el proyecto Indestructibles va más allá de este libro. Toda la información se recoge en la página web del proyecto, con un archivo fotográfico memorable y con información sobre el documental que aborda el mismo tema. Visitar esta página nos permite conocer de primera mano las realidades de algunos de los protagonistas de estas historias, ponerles cara y contexto, una lectura, por tanto, obligada tras concluir el libro.


Muchos de los protagonistas de los breves capítulos en que se descompone la obra están protagonizados por niños. Pero no pensemos en esos vientres hinchados o en las caras llenas de moscas. Porque miseria y tristeza sobra en África, sobra en todo el mundo, pero dice Aldekoa con razón que las veces en que se habla de la felicidad al contar África son rarísimas porque se habla demasiado de dolor y poco de seres humanos, y aquí, por encima de todo, tenemos historias de seres humanos.


Aldekoa nos cuenta la historia de la niña que camina horas para poder llegar a su escuela en Madagascar, que sufre cada vez que un corrimiento de tierras fruto de la deforestación, del cambio climático, complica su trayecto, lo impide, le fuerza a hacer un mayor rodeo, pero nada tuerce su férrea voluntad de formarse para devolver a su tierra una dignidad y una esperanza de futuro. Y también conocemos la historia de un joven que camino de Libia para, tal vez, dar el salto a Europa, a esos tristes titulares sobre Lampedusa, decide interrumpir su viaje y ayudar a una joven a la que no conoce, ni siquiera de su propio país, de su misma etnia, a la que solo el destino le ha unido en un jeep de una mafia de tráfico de inmigrantes, y trunca su viaje, su huida, tan solo por una solidaridad que llevará a ambos a una vida mísera, a un retorno vergonzante al pueblo del que partió, sin lograr cumplir las expectativas de familiares, de amigos, sin convertirse en otro que logre llegar a la tan ansiada Europa y a mandar alguna foto por el móvil omnipresente, que acredite un éxito a sus ojos y esconda una realidad casi tan terrible como la que se vive en su interminable periplo de huida de África.


La emigración es un punto importante del libro. Y, sin embargo, aunque de algún modo Europa aparece en ese imaginario colectivo africano como una tierra de promisión, lo cierto es que la mayoría del movimiento migratorio africano se produce dentro del continente, de un país a otro, sea para mejorar la fortuna, sea para salvar la propia vida, huir de la guerra o del hambre y la enfermedad, la sequía o el empeoramiento de las condiciones climáticas.

 

 

Aquí, la visión humana y próxima de Aldekoa ofrece sus mejores frutos. Aplicando la vista con cuidado y saliendo de las grandes cifras, del horror inmediato, pronto aflora una realidad sensible, humana, un sentimiento con el que nos podemos identificar.Y este libro nos arroja la pregunta eterna de El mercader de Venecia, es que acaso un africano ¿no tiene sentidos, órganos, miembros, deseos? Aldekoa nos contesta con sus historias, algunas hermosas, algunas trágicas, todas válidas para dar cuenta de una realidad multiforme y compleja, como todas las realidades, pero que puede hacerse comprensible con dedicación y esmero, bajando al barro, compartiendo tiempo, hablando de fútbol, enseñando fotos, simplemente acompañando en silencio, hasta que la coraza se resquebraja y la comunicación se establece en términos de igualdad.


Sin duda, Indestructibles sigue los pasos de Océano África y funciona como perfecta continuación, en una lectura absorbente, a ratos culpable, a ratos divertida, siempre invitando a la reflexión y logrando que uno quiera saber más, investigar ya por su cuenta, sea en la página del proyecto, sea por otros medios, conocer mejor esa realidad, tan próxima, pero tan desconocida.


Al igual que ocurre en el libro anterior, el autor demuestra un talento natural para recoger en breves frases conceptos completos que te sacuden y dejan poso. Aquí van algunos ejemplos.

 

 

Si más allá de contar el sufrimiento, las conversaciones giran también alrededor de la vida, algo mágico ocurre: la superviviente se convierte en una niña que odia las espinacas, que baila y canta y que hace trampas al parchís cuando su hermana no mira. Que tiene problemas, miedos y dudas, por supuesto, pero también sueños. Como nosotros.


Pero también ésta otra, tan aplicable a todo lo que nos rodea: La inteligencia es un don pero la generosidad es una opción.


Aldekoa aprendió una bonita historia sobre cómo en África todo sirve para algo, incluso un árbol carcomido por un rayo que lo secó sigue teniendo utilidad y permite que los pájaros se posen en sus ramas muertas. Así también son todas estas historias, todas útiles, todas necesarias, todas incluso hermosas e indestructibles.






 

2 de enero de 2024

Civilizaciones (Laurent Binet)


 

 

Civilizaciones es la última novela de Binet Laurent  (Seix Barral, 2020), completando un arco que va desde la pura narración basada en hechos reales (AHHhH) y la mezcla de realidad y ficción (La séptima función del lenguaje), hasta lanzarse a la pura invención torciendo el brazo a toda la Historia de la Edad Moderna.

 

En el mundo imaginario de Civilizaciones, los pueblos amerindios han sido previamente visitados por los feroces vikingos que, al margen de unos cuantos mitos, les han dejado importantes avances como la rueda, los caballos y mejoras metalúrgicas.

 

Así, cuando Colón se asoma al Caribe en 1492, encontrará unos pueblos algo más avezados que los pacíficos taínos prendidos de sus espejitos y cuentas que nos resultan tan familiares. Por el contrario, la ferocidad y determinación de estos pueblos frustra su regreso a Castilla y, por tanto, para la Europa de la época, su viaje será tan solo un fracaso más del que no se tiene noticia, tan solo la intuición de que, como todos venían sospechando, los cálculos del marino estaban errados.

 

Así que los europeos se vuelcan, abandonando para siempre la vía atlántica, en doblar el Cabo de Buena Esperanza para llegar al comercio con las Indias Orientales y romper así el monopolio árabe de la Ruta de la Seda. Pero, entre tanto, una guerra civil desangra el país de los Incas. En esta lucha, Atahualpa sale el peor parado y debe huir hacia el norte, a través de la espina dorsal de los Andes, perseguido por su hermano en una lucha a muerte. Atahualpa llega al Golfo de México y, tratando de zafarse definitivamente de su hermano, cruza a Cuba en pequeñas barcas con todo su séquito y el ejército que le acompaña.

 

En Cuba será bien recibido, pero poco durará su dicha puesto que las tropas de su hermano están asaltando todas las pequeñas islas caribeñas y no resta demasiado para que la batalla final tenga lugar, con la segura extinción de la estirpe atahualpeña.

 

En este trance, las carabelas varadas y los recuerdos de lo que los viajeros castellanos contaron de su patria a los cubanos comienzan a dar forma a una suerte de escapatoria definitiva, un salto al vacío desapareciendo del mundo conocido, del Viejo Mundo, para cruzar el Atlántico y llegar así a un Nuevo Mundo en el que poder asentarse, ya se verá cómo y qué relación se establecerá con sus habitantes.  

 

Los bravos incas cruzan el mar y llegan a una asolada Lisboa, destruida por un reciente terremoto, lo que pone de manifiesto la debilidad en que se encuentra el reino, permitiendo que Atahualpa y sus generales conozcan las peculiaridades de estos habitantes del Nuevo Mundo, sus costumbres, religión, gobierno y cuanto es necesario para trabar un conocimiento que pronto les será de gran utilidad.

 

Hasta aquí el destripamiento de la trama. Lo que vendrá a partir de este momento queda para el lector interesado en leer la novela. Baste decir que muchos de los hechos históricos que hoy conocemos se mantendrán, si bien, con importantes alteraciones. La batalla de Lepanto, las guerras de religión, la piratería berberisca, los enfrentamientos entre campesinos y nobles, todo ello tendrá un nuevo cariz con la presencia de estos visitantes para los que nuestro viejo continente es el Nuevo Mundo y del que se sienten extrañados por nuestra fe, nuestra tiranía, afán de riqueza y abuso.

 

Reescribir la Historia nos coloca en una situación de extrañeza que desestabiliza parte de nuestro egoísta eurocentrismo. Nos vemos descritos como bárbaros a los que se debe tutelar, como pequeñas tribus divididas por creencias religiosas, cuestiones de clase, nacionalismos de simples ciudades o comarcas, y un sinfín más de simplezas de las que los incas sabrán tomar partido.

 

La gesta ya no es que un puñado de valientes conquiste un imperio, la gesta es haber sido dominados por una fuerza que, con los presupuestos de Binet, se presenta como una alternativa real y plausible. Estar en el lado perdedor de la Historia puede hacernos replantear muchas cuestiones. Si bien la Edad Moderna es el despertar definitivo de Europa en el concierto mundial, no lo fue con motivo de una superioridad de raza o de valores, tal y como venían a sostener los pensadores del imperialismo del siglo XIX. Al contrario, esta obra pone el acento en unos cuantos hechos alternativos que desencadenan unas consecuencias casi implacables y lógicas, si estas palabras pudieran aplicarse a la Historia.



Es probable que muchos historiadores o aficionados a serlo objeten muchas de las cuestiones que dibuja Binet, que se planteen si realmente era posible que los hechos se desencadenaran del modo en que lo narra. Poco importa de hecho. En el curso de la lectura, obviando nuestro conocimiento de lo que realmente fue, no parecen detectarse excesivas piruetas, al menos, no mayores que las que el descubrimiento real del Nuevo Mundo supuso. Éste es sin duda un logro de la obra que no debe quedar empañado porque nos presente a unos incas menos sanguinarios que los reales, más preocupados por el bienestar de su pueblo que lo que realmente estuvieron, con una religión capaz de ser asumida como un final  lógico de las creencias cristianas y así en adelante. Si el lector se detiene a cuestionar cada afirmación, cada hecho narrado, perderá el hilo del disfrute y de la imaginación que es parte del juego que este tipo de obras requiere. Es como asistir a un espectáculo de magia molesto porque, en realidad, no hay magia sino truco.


Y éste es el principal mérito de la obra, y no es pequeño. Elegir un punto de la Historia y darle una vuelta de tuerca para, a partir de ese cambio, extraer las consecuencias a futuro. Sin embargo, esto puede funcionar como guión de un podcast de historia ficción o similar ahora que están tan de moda este tipo de ucronías que incluso han saltado con éxito al mundo de las series. Pero para una novela, más aún, para un autor como Binet que ha demostrado un elevado arte para combinar una trama novelesca de auténtico interés con un argumento de mayor peso filosófico o histórico, Civilizaciones parece quedarse en una primera escritura de la novela, a falta de añadirle ese argumento, esa subtrama, los personajes que la doten de una vida más allá del mero artificio recreacionista.

 

La inclusión de personajes de ficción tan solo pretende impulsar y completar la trama histórica. Tampoco se explican muy bien las apariciones de Cervantes, Montaigne o Miguel Ángel que más bien vienen a completar pasajes que no aportan excesivo interés. Queda, por tanto, un regusto amargo al sentir que la idea central de la novela es brillante y ofrece innumerables posibilidades que, de algún modo, han quedado en un texto frío por su mecánico discurrir por los principales hechos del siglo XVI y XVII pero que carece de una historia que es lo que, en definitiva, diferencia una novela de un ensayo.

 

Como toda opinión, ésta puede ser tan errada como el viaje de Colón presentado en estas páginas y por tanto, puede ser contradicha. Nada de lo escrito resta mérito a la labor del autor que, no se puede negar, escribe con arte y sabiduría aunque en esta ocasión no llegue a colmarnos. Impecable es también la labor del traductor, Antonio García Ortega, que ha vertido a nuestra lengua las dos novelas anteriores de Binet. Para quienes gusten de este género, pocos libros podrá encontrar mejor escritos entre tanto auge reciente. Para el resto, siempre quedarán las crónicas de los conquistadores, que aúnan ficción y realidad con la misma maestría.