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24 de octubre de 2009

Hablemos de langostas (David Foster Wallace)


Hablemos de langostas es una colección de artículos de David Foster Wallace escritos entre los años 1998 y 2005, publicados en diversos medios, desde Rolling Stone a Gourmet. La disparidad de su temática abarca la cobertura de la campaña fallida para la nominación de McCain como candidato republicano en el año 2000, la aparición de un nuevo diccionario de uso del inglés o la experiencia personal del autor el 11 de septiembre.

No conociendo la obra de ficción de David Foster Wallace es difícil conjeturar acerca de sus cualidades literarias pero, precisamente lo heterogéneo del material aquí recogido, permite hacerse una idea aproximada de las principales notas de su estilo.

El primer aspecto que destaca es la ironía como impulsora de su escritura. Esta ironía resulta en principio confusa ya que viene a expresarse mediante paradojas, de modo que inicialmente puede pasar por opinión del autor aquello que no es más que una sutil crítica.

Ejemplos hay varios. Quizá el más delirante sea el reportaje dedicado al festival de la langosta de Maine, escrito para la revista gastronómica Gourmet; desconozco si finalmente el edito de la misma tuvo la osadía de publicar íntegro el texto. Se parte de una breve explicación de la langosta desde un punto de vista zoológico, cultural e histórico y se describen los diversos modos de cocinarla pero, seguidamente, se zambulle en una complicada y extensa reflexión sobre si las langostas sufren cuando son cocidas vivas, si el ruido que emiten es prueba de dolor o la mera evaporación del agua que contiene su caparazón o incluso si es necesaria la existencia de muestras físicas de dolor para que éste exista o no.

Por si el lector de Gourmet, entiendo que más favorable a cuestiones culinarias que a la protección de los animales que degusta, no hubiera tenido suficiente, Wallace continúa explicando los diversos métodos y utensilios empleados para moderar este dolor: decapitación previa a la cocción, calentamiento progresivo del agua con la langosta ya en la cazuela en lugar de introducirlo en el punto de ebullición, golpear con un cuchillo el punto en el que se cree que radica su centro nervioso y así sucesivamente. A continuación se describe la tarea de PETA (organización para la defensa de los derechos de los animales) en este festival de Maine. Todo ello para acabar planteando con total inocencia una serie de preguntas al lector que entremezclan la ética y las delicias gastronómicas de un modo tan inocente y cándido que sólo puede hacer un escritor americano sin parecer hipócrita. Finalmente uno no sabe si está ante un subversivo vegetariano o ante ujn Groucho Marx belicoso..

Como no puede ser menos, el artículo de Rolling Stone dedicado a la campaña para la designacón de McCain como candidato republicano en el año 2000 es otro extraordinario ejemplo. Wallace convierte a su lector potencial, un joven norteamericano con escaso interés por la política y, en especial, por un candidato republicano de avanzada edad y con ideas muy claras sobre algunos asuntos que le atañen de manera directa, en parte integrante del artículo. Se interroga sobre sus dudas e inquietudes respecto de McCain, comenta cotilleos de campaña que capta de los técnicos de sonido y cámaras con quienes mejor congenia y de quien aprende la compleja terminología del ramo burlándose al tiempo de los periodistas más estirados de los medios de comunicación nacionales, con sus portátiles y móviles, con su acceso directo a los portavoces del candidato y su escasa capacidad de integración.

Pero no es sólo superficialidad lo que nos ofrece Wallace, también interesantes reflexiones sobre la imposibilidad de McCain para presentarse como candidato desde “fuera de la política” cuando precisamente aspira a obtener el poder político y para ello debe enfrentarse a un contrincante del “sistema”, en este caso George Bush Jr., con las mismas armas que éste emplea contra él.

No menos interesante resulta la descripción de la gala de entrega de los premios de la industria del cine porno y los actos de los días previos. Como reportero ajeno a este ramo de la industria, Wallace es introducido (e introduce al lector al tiempo) en la terminología de los profesionales del sector, en sus increíbles cifras, en los diversos problemas que preocupan a sus actores (la impotencia no es el más preocupante) y la reivindicación de su papel dentro de la industria del cine norteamericano y de la industria del espectáculo en general.

Pero no veamos en Wallace a un intrépido reportero con afán de notoriedad y protagonismo al estilo de los grandes periodistas al estilo de Tom Wolfe o Hunter S. Thompson. Su papel suele ser más bien el de testigo de las ocurrencias y acciones ajenas, mera pasividad que le aleja realmente de la escuela de ese nuevo periodismo norteamericano en el que el periodista pasaba a ser un elemento más, en ocasiones y en función de su ego, el principal. Wallace en cambio prefiere presentar lo que hoy en día los medios de comunicación denominan con escasa precisión y abundante profusión, un perfil bajo. Sólo más tarde, analizando los hechos, en el momento de la concepción y escritura del artículo es cuando surge realmente la presencia de Wallace. Sólo a posteriori emerge con fuerza y pasa a convertirse en muchos momentos de sus artículos en el verdadero protagonista, aunque de un modo en ocasiones tan ingenuo y cándido que no deja de despertar sospechas.

Para paliar estas dudas, y ofrecer una visión menos crítica y más humana de su autor, podemos recurrir al artículo titulado La vista desde la casa de la señora Thompson que describe la vivencia del escritor el terrible 11 de septiembre. Pese a un inicio en el que muestra cierto escepticismo ante las muestras de patriotismo de sus vecinos, centradas en la multiplicación de banderas en jardines, ventanas, garajes y otros lugares verdaderamente insospechados, el texto se centra en los primeros momentos de la tragedia vista ante el televisor del salón de la Sra. Thompson, vecina de Wallace, junto con otros miembros de la comunidad. Las reacciones de cada uno ante el ataque, la impresión que les causa ver cómo se estrella el segundo avión, los roles que asume cada cual asume y el ambiente envuelto en una neblina de inverosimilitud y distancia, sueño e irrealidad propio de aquellos días. Se trata sin duda de uno de los mejores artículos recogidos en este libro que denotan la delicadeza que puede emplear David Foster Wallace.

Y en esta misma tónica vemos el interés de Wallace por la vida de Tracy Austin, campeona de tenis a temprana edad y cuya autobiografía reseña en este artículo. Su admiración como deportista no logra compensar la tormentosa y vergonzante lectura del libro de la tenista cuyos comentarios, simples y carentes de interés, cuya falta de referencia a aspectos clave para comprender su trayectoria, parecen diluirse en una mera sucesión de referencias a los personajes famosos que ha conocido.

La decepción que le causa este libro se ve compensada por sus alabanzas al Diccionario de Uso del inglés americano moderno de Bryan A. Garner en otro ameno artículo en el que da cuenta de su condición de snoot o apasionado enfermizo por las cuestiones gramaticales, ortográficas y lexicográficas desde su infancia (y los problemas que esto le ocasionó con compañeros de pupitre menos refinados lingüísticamente). A partir de ese momento nos introduce de forma sencilla en las diferentes teorías (batallas más bien) entre las diversas escuelas de las que los diccionarios se levantan como estandartes. En un mundo tan académico y alejado de nuestras expectativas vitales, Wallace descubre un panorama belicoso en evolución constante descrito con infinidad de ejemplos y riqueza de detalles.

Otros artículos se dedican a la publicación del cuarto volumen de Joseph Frank dedicado a la vida y obra de Dostoievski, al humor en la escritura de Kafka, a las tertulias radiofónicas neocom o una reseña de Hacia el final del tiempo de John Updike. En todos ellos destaca la minuciosidad del lenguaje, empleado con una precisión que denota esa pasión snoot de Wallace; incluso en dos de los reportajes se incluye un glosario para que el lector comprenda el argot y sentido de las palabras empleadas por los profesionales del cine porno y por los integrantes de la comitiva electoral de McCain. Con el mismo fin didáctico y la necesidad de precisión máxima, el autor multiplica hasta lo patológico notas al pie de página que, en ocasiones,.contienen a su vez sus propias notas al pie. Algunos artículos tienen más texto de este tipo que el dedicado al cuerpo principal del artículo.

Cierta dosis de experimentación no le es ajena, por ejemplo en el caso del artículo dedicado a las tertulias, las notas a pie de página han sido sustituidas por hipertextos que, reconozcámoslo, dificultan notablemente la lectura.

También son abundantes los pasajes dedicados a justificar la opinión del autor sobre un hecho con el fin de no ser malinterpretado, lo que suele llevar a la conclusión de que tampoco él está muy seguro de lo que afirma pero sin que resulte redundante, patético o aburrido. Nos queda la imagen de un David Foster Wallace algo obsesivo y meticuloso, incapaz de alcanzar una certeza absoluta y, por ello, de criticar duramente las ajenas. Quizá el mayor enemigo que encontró en vida David Foster Wallace fue el propio David Foster Wallace.

Hablemos de langostas es una lectura entretenida que nos da algunas claves de este autor y nos abre la puerta a sus obras mayores con la duda (tan propia en él) de cómo se habría desenvuelto su talento literario de no haber decidido dejarnos con esa incertidumbre, otra paradoja más, la última que nos regaló desgraciadamente.

10 comentarios:

  1. NO he leído nada de Foster Wallace, lo tengo pendiente.

    Este comentario es para animarte a que postees un poco más..no te vendas tan caro.

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  2. Coincido con Molinos. No he leído a Foster Wallace y te animo a que escribas más.

    Saludos cordiales

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  3. Gracias por vuestras palabras. Yo tampoco había leído nada de este autor pero la verdad es que una vez iniciada la tarea continuaré con ella.

    Y a mí también me gustaría prodigarme más con lecturas y reseñas pero el tiempo se ha vuelto últimamente un bien demasiado escaso. Pero todo pasará y me pondré al día. Prometido queda.

    Saludos.

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  4. Hola GWW:Hablemos de langostas es un gran libro. Particularmente me llamó la atención el artículo de la tenista jóven: Tracy Austin y de cómo desnuda la autobiografía pésima escrita en colaboración con una escritora profesional. El otro artículo llamativo es el de la industria porno, un mundo de intensa búsqueda de billetes. En estos dos artículos muestra la esencia mercantilista de ciertos sectores de la sociedad de USA, su desfachatez e hipocresía.
    FW no oculta la innovación en sus notas, como bien vos decís, hay artículos que se tornan incómodos leer por la gran cantidad de hipertextos, natas al pie o como quiera llamárselo.
    me quedo con estas, tus líneas "Nos queda la imagen de un David Foster Wallace algo obsesivo y meticuloso, incapaz de alcanzar una certeza absoluta y, por ello, de criticar duramente las ajenas[...]"

    saludos

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  5. Debo confensar que hasta la muerte de foster wallace , nunca habia escuchado su nombre.
    Es ese tipo de escritores , que de un momento a otro tienes que leer
    saludos

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  6. No he leído al autor, pero voy a buscar esta obra (también tengo anotada La broma infinita).

    Veo que los temas abordados son muy interesantes, pero mi naturaleza estilo "Greenpeace" me detiene obsesivamente en el de las langostas porque siempre he sufrido al pensar en su cocción (y ni hablar de los métodos que se usan en oriente con diversos animales).

    ¡Un saludo!

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  7. mario skan, me alegra que hayas leído el libro y que saquemos parecidas conclusiones. Es totalmente cierto, Foster Wallace es como un extranjero que vive en los Estados Unidos y nos describe con cierta extrañeza e incredulidad la vida de esos vecinos que le rodean y a quienes se esfuera por comprender.

    Leox, creo que leí este libro por el mismo motivo que señalas, parecía necesario haber leído algo de él. La experiencia me ha gustado así que seguiré con algún libro de relatos o con La broma infinita (aunque su extensión me abruma un poco).

    Andrómeda, ya nos contarás qué tal es La broma infinita. Y en cuanto al artículo sobre las langostas, creo que Wallace está más de tu parte que de la de los exquisitos gourmets.

    Saludos¡¡¡

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  8. Pues el tema de las langostas me ha puesto los pelos de punta pues después de estos fiestorros, y siendo vegetariana no dogmática desde ya ni me acuerdo, estoy con las preguntas que se hace el autor sobre la ética de ciertas cosas.
    En general tiene muy buena pinta. Me enteré de la existencia del autor cuando se suicidó, pero su obra, que dicen encubre una amargura profunda, me es ajena porque cada vez me cuesta más meterme en las realidades puras y duras de la vida. Cosas de la edad supongo.
    Por lo que veo en la wiki el mercantilismo de la sociedad estadounidense era su tema favorito pues su gran obra, “La broma infinita”, parece tratar sobre el mismo tema. Igual con el tiempo me lanzo a por ella, aunque tiene pinta de ser de difícil lectura también por el tema de los extensos comentarios y las reflexiones filosóficas.
    Todo se andará.

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  9. Anónimo10:16 p. m.

    Tengo ya una edad, leo todos los días, y Wallace es sin duda uno de los mejores escritores a los que yo he leído. Eso sí, hay que echarle narices con su ficción; mucha gente se habrá rendido demasiado pronto con él con el consabido "Es cuestión de gustos y a mí no me gusta", etc. La primera vez que leí La broma infinita me costó mucho acabarlo, pero al cabo de unos meses me econtré a mí mismo volviendo a leerlo, y luego leyendo todo lo que tuviera David Foster Wallace en la cubierta (y no era cabezonería, sino fascinación pura y dura, no me dedico a contar los libros que leo). Eso sí, los artículos son mucho más legibles y relajados que su ficción, su ficción se desborda por todos lados es inabarcable, y si uno se pone ansioso y quiere encajarlo todo (aunque no haga falta) enseguida, lo odiará. Por lo demás, para mí unos de los mejores escritores americanos de todos los tiempos.

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  10. Jordim, efectivamente se trata de un gran escritor y, probablemente, sus artículos no sean la parte menor de su obra. Su humor e ingenio rebosan en cada página.

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