Marco Aurelio. Una vida contenida es el provocador título del último libro publicado hasta la fecha por Fernando R. Genovés (editorial Evohé) en el que reflexiona sobre el pensamiento de este filósofo emperador y, por extensión, sobre la filosofía estoica y su vigencia.
Decimos
provocador por diversos motivos, no siendo el menor el de que nuestros tiempos sean
más proclives al impulso y la espontaneidad que a la contención. Someterse
a límites autoimpuestos por la razón parece tan anticuado como arriesgado para
el equilibrio de nuestro espíritu. Todo debe ser probado y nada se ha de callar
para sentirnos felices y así, evitar reprimirnos, ese concepto tan reciente
pero tan asimilado, culpable de la mayor parte de los males reales o ficticios
que nos acechan.
Provocador
también porque aunque el cine y la literatura parecen frecuentar la Antigüedad
como reclamo para un público ávido de evadirse, no estamos ni ante un personaje
heroico (tal y como se interpreta actualmente este término) ni ante un déspota
sanguinario que permita el libre vuelo de la imaginación de un guionista.
¿Quién
era Marco Aurelio? Nacido en Roma en el año 121, su padre era un respetado
político cuya familia estaba emparentada con el emperador Antonino Pío. A la
muerte de su padre, Marco Aurelio logró el cariño del emperador quien le nombró
sucesor alcanzando el poder a los cuarenta años, edad ya avanzada para la
época.
Durante los años anteriores a ejercer la magistratura suprema de Roma, Marco Aurelio cultivó el estudio de la filosofía estoica, muchas de cuyas enseñanzas plasmaría en sus célebres Meditaciones, pero también se esforzó por llevar a la práctica sus creencias y vivir como filósofo.
Filosofía
y Poder forman los dos ejes, tanto en lo biográfico como en lo espiritual, en
los que se desarrolla la vida de Marco Aurelio ofreciéndole la posibilidad de
asumir las enseñanzas estoicas y contrastarlas con su propia experiencia, con
el ejercicio del imperium y sus riesgos inherentes, con la necesidad de
compaginar su vida pública con su deseo de seguir siendo humilde. En
definitiva, su pensamiento debe tanto a sus enseñanzas teóricas, como al
contraste de éstas con sus circunstancias vitales, combinación sobre la que
supo reflexionar y legar a la posteridad unos pensamientos plenamente vigentes
como acierta a acreditar Genovés en esta obra.
Marco
Aurelio. Una vida contenida
es un libro rico en ideas y reflexiones por lo que elegiremos tan solo algunas
para compartirlas y anticipar así parte del contenido que el lector podrá
encontrar en sus páginas.
Fernando R. Genovés |
Los
Antiguos no pretendían, por regla general, elaborar normas de conducta
generales aplicables a cualquier hombre y circunstancia, sino más bien explorar
modos de reflexión que permitieran discernir cómo proceder en cada
circunstancia.
¿Es
deber del hombre anteponer su propia felicidad y contento al bien común?
¿Debemos acaso servir al otro y alejarnos así de nuestros impulsos egoístas?
Genovés hace un repaso al modo en que los filósofos, tanto Antiguos como modernos
se han enfrentado a esta cuestión. En el pensamiento moderno amarse a uno mismo
tiene una connotación “inmoral”; es preciso luchar e imponerse una obligación
de servicio para elevarse. Para un estoico, la polémica parece más bien
inexistente. Se admite que todo hombre debe amarse a sí mismo sin olvidar el
bien y contento de otros, no hay contraposición (o no debe haberla si uno
procura conducirse del modo adecuado).
Parecer
semejante expresaría, en otro contexto y referido a una cuestión más práctica,
Adam Smith quien se esforzó en demostrar que la persecución del beneficio
individual no suponía el empobrecimiento ajeno sino el aumento de la riqueza de
la nación, fundando así las bases del primer capitalismo.
La
segunda parte del libro se centra en el pensamiento de Marco Aurelio,
preocupado por estas cuestiones filosóficas y en cómo supo compaginar su
carácter humilde y austero con su condición de emperador, que le exigía actuar
como garante de una tradición, un ornato y un poder que asumió como un deber.
Porque
Marco Aurelio supo ejercer como emperador con todas sus cargas, pero sin renunciar
a su pensamiento ni al cuidado de sí mismo. Buena prueba de ello es que sus
Meditaciones fueron compuestas precisamente durante sus años de emperador y,
muy posiblemente, de no haber ocupado tal posición, nunca las hubiera escrito o habrían tenido menor alcance y
profundidad.
Séneca
había advertido sobre la necesidad de ser mejor que la gente vulgar (aunque no
opuestos a ellos). La traducción que de tal pensamiento hace Marco Aurelio en
una de sus meditaciones es que “la mejor manera de defenderte de ellos consiste
en no ser como ellos”. Esta autoexigencia es una de las claves del pensamiento
del filósofo. El esfuerzo por perseverar en el estudio y la reflexión, por
dirigir la propia vida conforme a unos fines elegidos libremente es lo que nos
hace diferentes, mejores.
Esta
exigencia y esfuerzo no excluyen la noción de contento, antes bien, la
realza dado que sirve para encontrar los verdaderos fines que dignifican la
vida. Precisamente esta vocación le empujó a la defensa de las fronteras de un
Imperio amenazado por pueblos que trataban de transgredir la marca de
civilización que suponía Roma. Ese impulso por perpetuar un lugar en el que Ley
y Razón (con todos los límites que ambos conceptos tenían en esa época)
tuvieran preeminencia, es el punto en el que se dan la mano el emperador y el filósofo.
Y
luchando contra ellos fue como la muerte sorprendió al filósofo emperador, en
un campamento cerca de la actual Viena en el año 180. Más de mil ochocientos
años han transcurrido desde entonces y el mundo ha cambiado mucho. Cayó Roma
como cayeron otros tantos imperios; las fronteras de entonces se han
desfigurado y hoy parecen gobernarnos los que antes acechaban en la Germania
las señales del debilitamiento del poder de Roma. Pero, en otro sentido,
nuestros tiempos plantean problemas parejos a los que fueron objeto de la
reflexión de Marco Aurelio.
La
moralidad de la conducta pública y el deber para con uno mismo y para el
conjunto de los ciudadanos. La importancia de saber gobernarse a sí mismo para
poder hacerlo con otros. La noción de un vivir contento alejada de una mera
satisfacción externa y material. Impedir que el individuo quede sepultado por
intereses que le son ajenos.
Y es
que las meditaciones de un antiguo emperador romano aún pueden ayudarnos a
reflexionar sobre cómo conducirnos en el mundo al modo en el que enseñaban los
Antiguos, sin abstracciones retóricas, apegados a esta realidad en que vivimos
que, como dijo Kafka “no tengo derecho a combatir, pero que en cierta medida
tengo el derecho de representar.”
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