21 de abril de 2013

La Hermandad de la Nieve (José Vicente Pascual)


Hubo un tiempo en el que una novela histórica era una obra de ficción inserta en un momento de la Historia que se pretendía recrear con cierta exactitud. Pero las cosas cambian y, poco a poco, la novela histórica pareció ir cambiando hasta convertirse en sinónimo de libros voluminosos (en ocasiones, con segundas y terceras partes que jamás fueron buenas) en los que se trataba de escarbar en cualquier anécdota del pasado para arrancar un fantasioso argumento de ocultismo, sectas o misterios, dejando por el camino gran parte de los requisitos mínimos que se esperan de una novela en cuanto a estilo y rigor. Al menos, esto es lo que uno veía y lo que le alejó de este género durante un tiempo.

Pero bajo el fulgor de las listas de éxito, los artesanos han seguido trabajando y honrando un género que ha tenido una notable influencia en el pasado y que debe mantenerla. Entre estos escritores meritorios que han renunciado al camino fácil de las oscuras conspiraciones y otros artificios se encuentra José Vicente Pascual, un autor con una notable y extensa obra a sus espaldas, que ha presentado recientemente su última novela, La hermandad de la nieve.

La Historia acostumbra a exponerse con golpes de luz abruptos que iluminan un determinado lugar y momento para dejarlo, al cabo, sumido en tinieblas volcando la atención en otro punto. La hermandad de la nieve viene a cubrir ese periodo gris que discurre entre la caída del reino nazarí en 1492 y la guerra civil más conocida como la rebelión de las Alpujarras (1568-1571).

En este periodo del que los libros de historia al uso no nos ofrecen apenas información, fabula Pascual sobre la fundación y auge de la Hermandad de la Nieve, una curiosa sociedad que tiene por objeto proveer de nieve a los moradores de Granada que la precisen; en su mayor parte, personas principales y de posibles, que puedan pagar el alto precio que se exige a cambio de este preciado tesoro que ayuda a la conservación de alimentos, fabricación de dulces, alivio de enfermos y un sinfín de otros usos.

El fundador de la Hermandad de la Nieve es don Álvaro de Bayos, oriundo de León en cuyos montes aprendió el duro oficio de nevero. Alistado en el ejercito del Gran Capitán, decide alistarse en Granada tras la rendición de Boabdil aprovechando las especiales condiciones de licencia que se le ofrecen y renunciando a seguir en la milicia tras los espejismos de gloria que se vislumbran en campañas por el norte de África y sur de Italia. La contemplación de las cumbres nevadas a un paso de Granada le recuerda sus primeros años y decide tomar ese regalo caído del cielo para su propio provecho.

Pero él solo no basta para el negocio que tiene pensado. Álvaro de Bayos sabrá rodearse de fieles hombres a los que exige esfuerzo y sacrificio pero, ante todo, lealtad a la Hermandad. Ésta será generosa con todos sus miembros proveyéndolos de cuanto ellos o sus viudas o sus hijos necesiten. Pero la Hermandad también sabrá exigir con celo las obligaciones contraídas. Algunos neveros probarán la dureza de la ley privada que rige sus vidas.

Y es que no hay otro modo de salir adelante cuando las dificultades son muchas. Comenzamos por las trabas burocráticas para dar inicio al negocio y el pago que la regalía conlleva y que les llevará al primer contacto con la Mujer que no Dice su Nombre que actuará como protectora de la Hermandad y, al tiempo, comprometedora de toda su lealtad.


Este misterioso personaje que aparece a intervalos regulares en la novela ofrece un interesante punto de misterio e intriga pero, por encima de todo, pone de manifiesto que la Hermandad es poderosa de puertas adentro, para con sus hermanados, sus cofrades, pero que ésta apenas es un peón en el juego de otros y que, sólo su unidad y férrea disciplina le permitirán sobrevivir a las luchas fratricidas de los poderosos.
Porque por toda la novela se respira, por boca de su narrador, Álvaro de la Santísima Trinidad, nieto de Álvaro de Bayos y tercer patriarca de la Hermandad de la Nieve, la opinión de que los grandes y poderosos tejen el mundo a su medida y que para el resto apenas queda el espacio necesario para respirar, y esto solo siempre que se sepa jugar las cartas con habilidad y fortuna. Las guerras y luchas de estos potentados son ajenas a los intereses de la Hermandad que aprenderá a evitar los peligrosos rápidos entre los que discurrirá su labor, procurando cuando sea posible el beneficio propio y afrontando los embates de quienes tratan de impedir su éxito comercial el resto de las veces.

Y es que pronto el negocio de la nieve se revela como una importante fuente de ingresos que atrae la atención de Enríquez Benazara, un adinerado converso que inicia una aventura empresarial similar. Los métodos que empleará la Hermandad para conservar el monopolio de la nieve revelarán que lo que está en juego es la propia supervivencia. El discurrir histórico oficial se entrevera con la lucha entre la Hermandad y los Benazara y será el estallido de la revuelta de los moriscos lo que permitirá poner el punto y final sangriento al enfrentamiento.

La teoría expuesta por el patriarca de la Hermandad tras la caída del Reino de Granada, corroborada por sus sucesores y confirmada finalmente por los hechos, es que la rendición nazarí no era sino el medio por el que las familias poderosas de Granada pretendían evitar una derrota militar y retener el poder económico a cambio de cambiar nominalmente de religión y vestimentas. Por otro lado, la rendición también es útil a los cristianos que evitan continuar con una guerra costosa y más dura de lo esperado. La disputa por el verdadero poder, la victoria definitiva de unos u otros queda diferida en el tiempo.

De ahí que el verdadero derramamiento de sangre llega con la revuelta de las Alpujarras, una auténtica guerra civil en la que los habitantes del reino se verán obligados a tomar partido, pagando con su vida los errores en la elección. También éste será el momento definitivo en el que la Hermandad logre imponerse a los Benazara, dando fe de que toda guerra civil es campo propicio para la venganza personal. 

Pero odio y sangre no son el único sustento de la Hermandad. También se cruzan por sus sendas historias librescas, como el probable autor de El Lazarillo de Tormes o el origen de los falsos libros de plomo. También es de destacar el papel que las mujeres ocupan en esta Hermandad, tan varonil y ruda según sus estatutos, pero que atesora un contrapeso natural en mujeres de fuerte personalidad.


Si algo debe destacarse en esta novela, más allá de la amenidad del argumento y el modo en que el autor sabe incluir la intriga cuando se precisa, es el lenguaje empleado y la voluntad constante de recrear un modo de expresión propio del tiempo en que Álvaro de la Santísima Trinidad, en su senectud, escribe el manuscrito que leemos. No olvidemos que, a diferencia de su padre y de su abuelo, su formación será elevada entendiendo más de letras y actas que de aperos neveros. Y es esta vocación de estilo lo que atrapa al lector desde las primeras líneas, temeroso de que, como tantas veces suele ocurrir, el autor ceda al esfuerzo a las pocas páginas tornando a una prosa más apropiada para nuestros días. Por fortuna, esto no ocurre haciendo de todas sus páginas un descubrimiento gozoso.

La Hermandad de la Nieve es un logro de José Vicente Pascual, un acierto de la editorial Evohé y un golpe de fortuna para quien no conocía previamente a su autor. Hay quien podrá creer que poco importan las andanzas de una saga de neveros en tiempos remotos. Les doy la razón. Pero sus sufrimientos, sus necesidades, y el modo en que las proveen, reflejan una filosofía vivida tan vigente como las nieves que aún habitan en las cumbres de Sierra Nevada.