3 de julio de 2011

Lluvia Negra (Masuji Ibuse)




Cuando en una película aparecen los títulos de crédito finales solemos obviar que la vida de los protagonistas continuará bajo la discreción y mutismo que nos cobija al resto de mortales. No atendemos a que los amores, incluso aquellos más eternos, rodados en blanco y negro, no siempre resisten el desgaste del roce diario (no siempre el cariño nace de ese roce).

Lo mismo ocurre respecto de hechos reales, de noticias ciertas que ocurren a cientos o miles de kilómetros (o en la puerta de al lado). En nuestro mundo virtual, la televisión nos descubre realidades, centra nuestra atención en hechos espeluznantes, para pasar seguidamente a otros que atraen nuestra atención hasta hacernos olvidar los primeros.

Y quizá así deba ser, quizá el olvido consciente sea una forma de salvaguardar nuestra sesera bombardeada desde cientos de fuentes. Pero a veces también es bueno parar a tomar aliento y mirar el paisaje tras la tormenta. La vida sigue tras un terremoto, una inundación o un tornado. Las mismas personas cuya desgracia nos atenaza un día, pugnan por seguir adelante con sus vidas al día siguiente, ya sin estar bajo nuestra mirada atenta.

Y es allí donde, tras los créditos y los noticiarios, tras las portadas periodísticas donde comienza su periplo la historia que encierra Lluvia Negra, la novela de Masuji Ibuse que publica Libros del Asteroide con traducción de Pedro Tena.

La noticia y la foto son del día seis de agosto de 1945, a las 08:45 por mayor exactitud. Pero, al igual que las sombras en las piedras que dejaron aquellos que fueron borrados por la explosión, la atención del mundo queda congelada en ese momento. Muchas cosas vienen después. La entrada en guerra de Rusia contra Japón, la segunda bomba en Nagasaki, la rendición de Japón, el inicio de la guerra fría, … Demasiada información para atender a la vida de aquellos que lograron sobrevivir al bombardeo, los hibakushas.



Pero sus vidas transcurrían poco a poco, entre ellas la de Yasuko, una joven que vive en Kobatake -pueblo cercano a Hiroshima- y que durante la guerra vivió en Hiroshima trabajando para la Compañía Textil de Japón aunque el 6 de agosto de 1945 no se encontraba en la ciudad. Pero la mera sospecha es suficiente para que, años después, Yasuko aún no haya encontrado pretendiente que la quiera como esposa. Por eso, su tío Shigematsu decide jugar todas sus bazas con el último posible candidato que parece interesarse por la joven. Y para ello, quiere remitirle una copia del diario de Yasuko, referido a los días previos y posteriores al bombardeo.

No satisfecho con eso, transcribe igualmente su diario en el que se recoge su propia experiencia (él sí se vio afectado por el bombardeo). En la misma línea, la novela recoge también pasajes del diario de Shigeko, esposa de Shigematsu y retazos del diario de Iwatake, familiar del médico que trata a la familia y que fue afectado directamente por la bomba pero logró sobrevivir gracias a un tratamiento consistente en transfusiones de sangre e inyecciones de vitamina C.

Gran parte de la novela consiste en la reproducción de estos diarios gracias a los que conocemos de primera mano la impresión de los afectados, la incertidumbre sobre lo sucedido, sus causas y efectos, el creciente odio al ejército que parece querer llevar al país a su destrucción y, en definitiva, el horror vivido por los supervivientes del bombardeo. Que la novela se disgregue en varias fuentes de información, con estilos narrativos diversos, contribuye a enriquecer la experiencia, a graduarla y matizarla haciéndola creíble y veraz.



Tras el bombardeo, la asistencia sanitaria es inexistente, los pocos médicos que han sobrevivido no saben cómo tratar las heridas, ni la enfermedad de la radiación que comienza a manifestarse en muchos pacientes. Todas las infraestructuras están destruidas, por lo que alimentarse o desplazarse se convierte en toda una aventura de resultado incierto.

Escenas del horror se reparten por toda la narración: Hijos quemados y moribundos aferrados a los cuerpos de sus padres fallecidos, padres que deben abandonar a sus hijos atrapados en las ruinas por el avance de los incendios, hojas de aviso clavadas en árboles por supervivientes reclamando el paradero de sus hijos, maridos, …

Pero no se puede decir que el tono general de la novela sea oscuro o deprimente. Junto a estas escenas, hay cabida para el optimismo. Shigematsu observa cómo algunas plantas parecen acelerar el crecimiento tras la explosión, se avecina el fin de la guerra percibido a partes iguales como temible y liberador. La experiencia de aquellos enfermos que, pese a sus terribles heridas, salen adelante y parecen enmendar al destino que les estaba reservado supone también una importante fuente de optimismo.

En este sentido, Masuji Ibuse es un narrador amable que, sin evitar los aspectos más crueles, sabe reflejar un lado amable, con una atención perspicaz a pequeños detalles que humanizan la novela haciendo de ella un relato sosegado y amable, lo que sin duda, contribuye aún más a dejar una honda impresión en quien la lee. Porque hay libros fríos, libros que aún bien escritos, no parecen tener alma; no es éste el caso. Lluvia negra es un libro hermoso y humano, con alma, que sabe encontrar el detalle que redime la mayor destrucción conocida.


Aunque Masuji Ibuse no vivió en primera persona los efectos del bombardeo ya que trabajaba en Tokio en aquella época (en los servicios de información y propaganda japoneses), era oriundo de un pueblo próximo a Hiroshima por lo que tras la guerra pudo conocer los devastadores efectos de la bomba y seguramente muchas de sus amistades perdieron la vida o sufrieron las consecuencias y, con toda probabilidad, estos testimonios sirvieron como fermento para dotar de verosimilitud a la novela.

Y la pregunta que me hago siempre que leo obras similares es: ¿Dónde queda la rabia? ¿Es posible superar tanto drama? Sigo sin comprender cómo tanto dolor y destrucción, tanto sufrimiento, puede padecerse sin dejar una huella traumática que lleve a los que la sufren a un odio y resentimiento totalmente comprensible. Y sin embargo, lo que aquí se nos ofrece es un sosegado relato, lleno de humildad, sin grandes discursos, plagado de grandes hombres que son aquellos que guardan su ira para seguir viviendo. Una lección más de esta brillante novela.

6 comentarios:

Golem dijo...

Tu crónica empuja a leer el libro. La reflexión final que haces, la de sobrevivir al horror, enlaza con la mejor literatura europea que habla de los campos de concentración. Semprún o el búlgaro Wagenstein, por ejemplo, del que tú has hablado alguna vez.

Por cierto, cada vez más me parece "Libros del Asteroide" una de las mejores editoriales de España.

Saludos

La hierba roja dijo...

Quiero este libro. Lo acabaré comprando (ya estaba convencida antes de leer tu reseña). Y sí, coincido con Golem: Libros del Asteroide es una de las mejores. Tiene libros fantásticos y otros buenos, pero en cualquier caso la media en cuanto a calidad es muchísimo más alta que otras.

Saludos.

P.D. ¡Lo quiero ya!

Teresa dijo...

Preciosa reseña, siempre dan ganas de leer lo que reseñas en tu blog y muchos ya los tengo comprados.
Es cierto lo que dices de cómo se puede escribir sobre esos horrores con distancia.
El libro de Primo Levi "Si esto es un hombre" me impactó por esa forma de escribir, relajada y sin rabia. ¿Será que el sufrimiento te hace ser más tranquilo al haber superado casi todo lo malo?
Un saludo
Teresa

Gonzalo Muro dijo...

Golem, los ejemplos que citas son perfectos y representan lo que pienso. Tal vez no se pueda hacer buena Literatura desde el resentimiento, pero desde luego, lo que es seguro es que no se puede construir una vida en torno a él.

Y sí, el Ateroide es de lo mejorcito. Puede haber títulos mejores o peores pero creo que es más cuestión de gustos personales. Son, por lo general, una apuesta segura.

Hierba Roja, estoy convencido de que te gustará el libro. Y desde luego el Asteroide, comparativamente, tiene pocos rivales.

Teresa, gracias por el elogio. Espero que este libro te guste. El ejemplo de Primo Levi tiene la pega de que su vida no fue precisamente serena tras sobrevivir a los campos. En su caso, la procesión iba por dentro.

Saludos.

RebecaTz dijo...

¡Hola, Gww!! Conocía el título pero no el contenido, en estas latitudes no puedo disponer de todos los títulos de esta editorial, pero en cuento vea este libro me haré con él.
Excelente reseña, yo creo que tanto drama es imposible de superar y que el resentimiento estará ahí por generaciones.
Saludos.

Gonzalo Muro dijo...

¡Hola Andrómeda! Creo también que estas tragedias deben dejar poso, no hay duda, pero no se hace bandera de ello y eso creo que es una lección importante.

Saludos.