27 de diciembre de 2011

Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin (Vladímir Voinóvich)


Un soldado del Ejército Rojo es destinado a la custodia y vigilancia de un aeroplano accidentado que ha debido tomar tierra en la huerta de una isba de un miserable y remoto koljós. Este soldado se llama Iván Chonkin y es notablemente estúpido, razón que explica el motivo por el que ha resultado elegido de entre todos sus compañeros para ser despachado a tan ingrato destino.

Los días pasan y su regimiento parece haber olvidado al desdichado centinela que, sin relevo ni avituallamiento, deberá apañárselas para sobrevivir y poder llevar a término su misión. Y Chonkin parece no manejarse tan mal dadas las circunstancias, mejor aún, se adapta a las mil maravillas ya que termina por instalarse en la isba en cuyo huerto se encuentra el avión para guarecerse de las inclemencias del tiempo, comer a cuerpo de rey y, principalmente, tomar como compañera a Niura, una atractiva joven que vive sola -junto a un jabalí y una vaca- y a la que Chonkin le parece un regalo caído del cielo.

La llegada de Chonkin no altera sustancialmente la vida del koljós. Los hombres se dedican a labrar la tierra, las mujeres a cocinar sus patatas y los responsables políticos a tratar de falsear los datos de producción de grano para no caer en desgracia con los jefes de la comarca.

Pero pronto las pacíficas vidas de los campesinos y la del propio Chonkin cambiarán radicalmente. La URSS ha sido invadida por los alemanes y todos deben prepararse para la defensa de la Patria. La unidad de Iván Chonkin le olvida definitivamente en su afán por prepararse para partir al lejano frente pero el peligro también se encuentra en el interior. Y así, veremos cómo Chonkin debe afrontar con valor los riesgos a que su puesto expone, logrando algunos éxitos notables.

Ésta es, en definitiva, la peculiar trama de Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin, una novela en la que las situaciones más disparatadas se suceden hasta alcanzar un final apoteósico en el que nada parece ser lo que es y en el que pocos quedan bien parados. Ni los patriotas soviéticos, ni su régimen, ni el Ejército Rojo, ni los funcionarios del koljós, ni tan siquiera los miserables campesinos que en su pobreza y desesperación recelan de toda ideología y poder (fueron explotados por todos los previos, así harán los próximos), parecen capaces de actuar con sentido común, con decencia. Tan solo Chonkin y su compañera, se yerguen con coherencia, alejados de cualquier doblez que les acerque al sistema o les aleje de él según las conveniencias.

No resulta sorprendente que, en un mundo dominado por la burocratización más irracional y estúpida, sea un idiota quien mejor conserve el juicio y sea capaz de atinar en el diagnóstico de lo que le rodea. Más allá, sólo la locura. Informes de cosechas que nada tienen que ver con la realidad, licores fabricados a base de excrementos, aficionados a la botánica empeñados en crear nuevos cultivos, agentes de los servicios de seguridad que se convierten en nazis furibundos a las primeras de cambio, y miedo, mucho miedo. Miedo a que nos oigan hablar de Stalin y puedan interpretar que le faltamos al respeto, o miedo porque no hablar del jefe supremo puede ser considerado prueba de traición. Miedo a la encarcelación por motivos políticos (o por la mera denuncia de vecinos envidiosos) o miedo a ser reclutado por la fuerza.


Y es que el miedo es precisamente el gran protagonista de esta novela, un miedo ajeno que nos hace reír porque vemos las absurdas situaciones a que lleva, lo poco que representamos para un régimen brutal. Pero a veces reímos con la boca pequeña porque todos buscamos nuestros apaños y acomodos y, por tanto, todos somos susceptibles de hacer un ridículo patético similar al que asistimos en esta novela.

Miedo  es también lo que debió sentir el autor de esta novela, Vladímir Voinóvich, cuando en 1969 concluyó el manuscrito de esta novela (aunque su publicación en la URSS debió esperar a los tiempos algo más benignos de la perestroika). Como podemos imaginar, el disfraz de la ironía no logró hacer pasar desapercibida la novela a los ojos de los censores soviéticos. Su autor ya contaba en su haber varios roces con los jerarcas por lo que no se lo pusieron fácil. Pero afortunadamente, en lugar de terminar en la helada Siberia, fue expulsado de su país y pudo seguir escribiendo y describiendo la paranoia en la que vivían sus compatriotas.

Vladímir Voinóvich

Ya hemos hablado muchas veces antes (El maestro y Margarita o Las aventiras del valeroso soldado Schwejk) de cómo el poder prefiere ser criticado pero temido, a ser objeto de mofa y burla puesto que nada erosiona más al poderoso que la irrespetuosidad de sus sometidos. El poder se impone mediante el miedo y lo cómico, la sátira, hace saltar por los aires ese temor, humaniza y acerca a partes iguales.
Esta novela sigue por tanto esa senda para lanzar un ataque feroz al sistema soviético y, para ello, emplea otra táctica muy frecuente en la tradición literaria, la del protagonista algo tonto o loco, pero que por eso mismo, conserva la lucidez suficiente para ver lo que no es evidente para el resto. Sólo los niños (y los borrachos) dicen la verdad, sólo Chonkin lleva a sus últimas consecuencias el cumplimiento de su deber, por absurdas que sean sus órdenes, logrando evidenciar la irracionalidad esquizofrénica que le rodea.

El gran mérito literario de Vladímir Voinóvich es mantener el ritmo narrativo y llevar al lector hasta el punto en el que éste deja de leer una novela realista para adentrarse en una novela rocambolesca -casi surrealista- donde la realidad, la vida bajo el régimen soviético, termina por parecer la más absurda de las ficciones.

Quien hasta aquí haya leído, no se sorprenderá de que nuevamente Libros del Asteroide sea la editorial que nos ha traído esta novela, en traducción de Antonio Samons García y con un prólogo de Horacio Vázquez-Rial que pone en contexto la obra dentro de la novelística soviética. 
Y llegados a este punto, ¿por qué deberíamos leer Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin? Disfrutar de una buena y entretenida lectura no es el menor de los motivos, para muchos será suficiente y quedarán saciados. Pero no olvidemos lo que esta novela nos enseña. Todo poder absoluto y omnímodo, termina por ahogar a todos por igual, asfixia tanto a los oponentes como a quienes le apoyan (no podemos olvidar las terribles purgas de Stalin) y Voinóvich nos lo muestra cuando precisamente es fusilado el jefe de la policía secreta por traición después de un interrogatorio digno de una película de los hermanos Marx.

Pero no olvidemos que lo que nos hace reír hizo morir a muchos, que lo mismo que pasó en la URSS sigue pasando en otros lugares también en nuestros días y que, por narrarlo, otros tantos ponen en peligro sus vidas. En ocasiones, la realidad supera a la ficción y a nadie sorprenderá que, como ocurre en esta novela, hasta los mismísimos caballos quieran afiliarse al Partido.

14 comentarios:

Vero dijo...

A mí me has convencido, sin duda. Promete mucho. Se me pasan todos los títulos de los Asteroides, qué pasada... tienen muy buen ojo.
Besos Gww.

El niño vampiro dijo...

Una entrada muy interesante.
Cuánta razón tienes al señalar que los tiranos toleran mejor la crítica que la mofa. No olvidemos que Stalin siempre se miró a Bulgákov, por ejemplo, con bastante simpatía (de hecho admiraba varias de sus obras), y lo toleraba como quien tolera a un ratoncito en casa. A Mandelstam, por el contrario, lo persiguió sin piedad por unos versos ofensivos, hasta que fue ejecutado en el gúlag. La farsa y la comedia son siempre el gran temor de los dictadores.
Esta novela, como la del bravo Schwejk, es divertidísima, y me recordó en muchos aspectos de su trama y estilo a otra gran farsa soviética escrita en los años del NEP: Las doce sillas.
Un saludo.

Mannelig dijo...

Aunque personalmente aún no he disfrutado de él, un amigo mío, nacido en Moscú, me dice que este es uno de los mejores libros que ha leído en su vida.

Y tu estupenda reseña viene a corroborármelo. Así que... ¿a qué estoy esperando?

Gonzalo Muro dijo...

Hola Vero, es una novela muy divertida (pero seria a la vez) y merece la pena leerla. ¿Cómo lo hacen? La verdad es que en el Asteroide son maestros en "descubrir" tesoros incomprensiblemente inéditos.

Niño vampiro, no conocía la novela de Las doce sillas, pero últimamente los autores de la URSS (los heterodoxos más bien) están siendo descubiertos y parece una literatura muy interesante.

Mannelig, confía en tu amigo, es muy buena recomendación y, en su caso, imagino que añadirá la implicación personal y emotiva, lo que da la novela un sentido que para nosotros se escapa.

Un abrazo y feliz 2012 a todos.

La hierba roja dijo...

Apuntado de cabeza.

Y como comentáis más arriba, Libros del Asteroide tienen un ojo impresionante para descubrir libros muy buenos que han estado ocultos durante mucho tiempo. ¿Qué hacíamos cuando no teníamos esta editorial? Porque de media, su calidad está muy por encima que otras editoriales... ¿no os parece?

Gonzalo Muro dijo...

Buena pregunta Hierba Roja. Hoy mismo acabo de recibir como regalo navideño dos nuevos títulos del Asteroide.... apuesta segura.

La hierba roja dijo...

Y por curiosidad, ¿cuáles son? Yo tengo también dos en la estantería, dispuestos a ser leídos en breve.

Gonzalo Muro dijo...

Pues son Trifulca a la vista y Martin Dressler, historia de un soñador americano. También tengo pendiente Lejos de Toledo...


¿Cuáles son los tuyos?

La hierba roja dijo...

Leí "Trifulca a la vista" hace poco. No me entusiasmó tanto como aseguran.

Pues los míos son "Mi planta de naranja lima" y "Los amigos de Eddie Coyle".

Me acabas de recordar que tengo "Lejos de Toledo" como pendiente desde hace mucho. Creo que lo voy a comprar que ya va siendo hora (eso si no me lo traen los reyes, claro)

Gonzalo Muro dijo...

A ver si coincidimos con Lejos de Toledo (que la verdad es que tengo pendiente desde hace tiempo y con muchas ganas de leerlo). En cuanto a tus dos "novedades" esperaré a ver tu reseña correspondiente. Ya comentaremos también sobre Trifulca a la vista.

Saludos.

David del Bass dijo...

Esta muy bien el blog, no lo conocía hasta ahora, me pasaré más a menudo a leerlo. Aprovecho para felicitarte el 2012, un saludo!!

Gonzalo Muro dijo...

David, gracias por tu visita y tu comentario, sé bienvenido cuando quieras.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Me he pasado todas las navidades sin poder pasar por aquí y casi por ningún sitio y siempre es muy agradable volver a estas páginas y leer tan preciosa entrada.
Ya tenía este libro visto , me animaré.
He terminado de leer "La carretera" y "El holocausto español" tremendos los dos, creo que ahora debo leer algo más liviano.
Buen año
Teresa

Gonzalo Muro dijo...

Hola Teresa, has debido estar muy ocupada con tu Ipad :)

¿Te gustó La carretera? Me resulto escalofriante porque era, a un tiempo, muy duro pero enormemente tierno. Pero si necesitas algo más ligero, este libro te encantará.

Un abrazo.