Phillip Roth ha sabido combinar un estilo narrativo propio con un puñado de temas que, pese a aparecer recurrentemente a lo largo de toda su obra, se turnan a la hora de figurar como principal motivo de cada una de sus novelas.
Los temas que Roth aborda van desde el judaísmo en sus múltiples facetas (la posición actual de los judíos, su papel social, la tensión entre tradición y modernidad, los traumas derivados de la "asimilación", etc), hasta la historia de su país, Estados Unidos, que aborda desde una perspectiva de historia-ficción (La conjura contra América) o desde la posición de un cronista riguroso (Pastoral americana).
Me casé con un comunista se considera incluida en la denominada "trilogía americana" del autor (junto a Pastoral americana y La mancha humana) y repasa los orígenes y consecuencias del macartismo en la vida americana, no desde un punto de vista general, sino como suele hacer Roth, a través de la vida del protagonista de su libro.
No es éste sin embargo el único tema que aflora en sus páginas. El compromiso y coherencia personales, la manipulación de la opinión pública, la maleabilidad de la conciencia ideológica en los jóvenes de vida acomodada, el complicado equilibrio en las relaciones matrimoniales en las que los extremos aparentemente más irreconciliables parecen encajar por motivos diversos, o incluso el papel del Arte como intrumento para acercar la Revolución o para crear la Belleza.
Como en otras ocasiones, el narrados es Nathan Zuckerman, alter ego del autor que, como él, es un escritor maduro de cierto prestigio que coincide con Murray, un profesor de su juventud, quien con su entusiasmo y pasión le transmitió el amor por la literatura. Sin embargo, el joven Zuckerman, más que por Murray, siente admiración por el hermano menor de aquél, Ira Ringold, en ese momento célebre actor de un programa radiofónico, casado con una estrella del cine mudo de los años veinte y también actriz radiofónica.
Ira transmite a Zuckerman su pasión política, sus ideas progresistas, sus valores morales, y todo ello cae sobre tierra fértil, un joven que sueña con la libertad, la igualdad, el cambio social y cuya máxima aspiración es parecerse a Thomas Paine. La amistad entre ambos se estrecha, lo que acarrea problemas familiares en la casa de los Zuckerman y una creciente radicalidad en el joven pupilo lo que tensa las siempre complejas relaciones padre-hijo.
Finalmente, la Universidad y otras influencias alejan ideológicamente a Nathan de Ira, comenzando una nueva etapa en la vida de Zuckerman. Poco después, Ira Ringold es despedido de su programa radiofónico tras aparecer en varias listas de sospechosos de pertenecer al Partido Comunista y de la publicación de un libro, supuestamente escrito por la mujer de Ringold, que lleva por esclarecedor título "Me casé con un comunista".
El lector asiste a la reconstrucción completa de la vida de Ira Ringold a través de dos fuentes combinanadas. De una parte, Zuckerman narra su perspectiva, describe la influencia de Ringold en sus años de juventud y los motivos de la misma; de otra, Murray -el hermano mayor de Ringold- completa los espacios en blanco (por ejemplo la infancia o su vida tras la caída en desgracia) y aclara y matiza los hechos ya conocidos por Zuckerman (conoceremos así porqué Ira adoptó a Zuckerman o porqué se casó con una mujer tan alejada de sus presupuestos ideológicos).
De este modo participamos en un interesante juego en el que el lector conoce primero unos hechos de una fuente y luego ve cómo estos van siendo corregidos, debiendo hacer un continuo esfuerzo por readaptar la visión que sobre Ira Ringold se ha ido haciendo.
En este proceso contemplamos, como telón de fondo, la vida americana. Sus contradicciones, segregación racial durante la Segunda Guerra Mundial, las bandas organizadas de delincuentes, la miseria de la Depresión, pero también la alta sociedad de la Costa Este, sus lujos o sus intrigas políticas y, en medio, la vida de una inmensidad de americanos que no sabe cuál es la naturaleza verdadesra de su país, la de unos o la de otros y que sólo desea vivir en paz y liberarse del miedo y la angustia que les ocasiona el bombardeo continuo de ese miedo difuso, sea a una guerra con los rusos o al derrumbamiento del capitalismo, que con tanto éxito se emplea para anestesiar a una sociedad.
Como ya he comentado, la perspectiva de Roth parte siempre del individuo y es a través de sus protagonistas como conocemos el contexto histórico o social. Esta interesante aproximación tan frecuente en sus obras se adapta perfectamente a su estilo narrativo, denso en ocasiones, mesurado y preciso. A diferencia de los autores que nos describen una sociedad para encajar luego en ella a sus personajes de manera que el lector conozca sus condicionantes, Roth prefiere mostrarnos a las personas de modo que nosotros comprendamos cómo, de la suma de dichos individuos, se ha amalgamado la sociedad que conocemos.
Sin duda, este enfoque no es apto para lectores perezosos, pero todos aquellos que se dejen seducir, verán recompensado su esfuerzo. Si la novela debe ser algo diferente a otras ramas del conocimiento, si debe ser algo más que la reformulación de hechos ya sabidos, si realmente pretende ofrecer un conocimiento original, Roth es un gran novelista.