28 de julio de 2006

Crónicas desde Berlín (1930-1936) (Eugenio Xammar)


Hubo un tiempo en que periodismo y literatura podían ir de la mano. Un tiempo en el que una crónica reunía elementos tan variados como la corrección gramatical, la elegancia en el estilo, la descripción e interpretación de los hechos, la complicidad con el lector, etc.

Por contra, hay tiempos en los que leer una columna periodística sin encontrar faltas graves de ortografía supone un alivio para el espíritu.

Xammar, pertenece, sin duda alguna, a la primera categoría. Los artículos que se recogen en este volumen agrupan las crónicas enviadas por el periodista desde su corresponsalía en el Berlín de entreguerras, precisamente durante el periodo en el que el partido nazi está luchando por acceder al poder y la posterior instauración del régimen dictatorial.

Resulta sorprendente la clarividencia de Xammar a la hora de valorar y enjuiciar los acontecimientos. Se acostumbra a decir que para juzgar un periodo histórico es preciso dejar transcurrir un tiempo prudencial para tener una idea equilibrada y ponderada, no sometida a prejuicios o intereses propios de la inmediatez del momento.

Xammar demuestra que esta idea común no es válida en todos los casos. Pese a su clara implicación con los valores de la Segunda República española, y a su defensa de posturas ideológicas totalmente opuestas a las de Hitler, sus opiniones se basan exclusivamente en la valoración de los hechos. Así, no tiene reparos en defender que, en sus inicios, el régimen nazi tiene la legitimidad democrática que otros le negaban.

También sabe discernir claramente entre la palabrería de los discursos de los jerarcas del régimen y sus acciones, entre los discursos dirigidos al resto del mundo y los dirigidos al público doméstico.

Xammar también sabe valorar en su justa medida la incipiente legislación contra las minorías étnicas (judíos), religiosas (católicos) o las referidas a la protección de la raza aria a través de la esterilización de personas con deficiencias.

Entre reflexiones generales sobre la política, la guerra, las consecuencias de la paz, la manipulabilidad de las masas, etc, se nos va desgranando de primera mano la urdimbre terrible que supuso la creación y consolidación del régimen nazi. Asistimos perplejos a la progresiva eliminación de la oposición política sin mayores dificultades, al nacimiento del culto al líder, a la utilización indiscriminada de las técnicas propagandísticas de Goebbels, a las tensiones internacionales ante el rearmen alemán, la ocupación de Renania, el abandono de la Sociedad de Naciones, el acercamiento a la Italia fascista, etc. Y en todos los casos, las crónicas de Xammar tienen la perspectiva suficiente para aparentar estar escritas muchos años después de que ocurrieran estos hechos y no con la urgencia propia de su oficio.

Y ahora, sólo queda mirarnos a nosotros mismo y lamentar que, a diferencia de los lectores en los años 30 del diario "Ahora", no tengamos muchos equivalentes que nos permitan tener una visión más ajustada de un tiempo no menos incierto.




16 de julio de 2006

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Oliver Sacks)




Oliver Sacks es un neurólogo que combina su trabajo clínico con la divulgación del conocimiento de los trastornos neurológicos. A este esfuerzo ha dedicado numerosos libros entre los cuáles destaca precisamente "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero".

Cada capítulo del libro nos presenta un trastorno neurológico más sorprendente si cabe que el anterior, al menos para el lector no familiarizado con esta temática. Desfilan así ante nuestros ojos la afasia, la amnesia retroactiva profunda, el síndrome de Tourette, el retraso mental, etc., todo ello tratado desde la exposición de un caso real y no desde los presupuestos de la ciencia teórica.

Por encima de todo, es de destacar que, pese a que los casos descritos podrían dibujar un panorama desolador y pesimista, el tratamiento que de ellos hace el autor hace que simpaticemos con los protagonistas, no mostrándolos como seres extraños sino como limitados en un determinado aspecto de su vida pero completos en todo el resto. Esta "neurología humanística" que abandera el autor, no busca tanto la "curación" del paciente sino la compresión del mismo en su totalidad. Se trataría no tanto de ver el “déficit” que presenta el sujeto sino de valorar el mejor modo de ayudarlo en función de su completitud.

Así, en el caso de unos gemelos deficientes mentales con una gran capacidad para determinadas operaciones matemáticas, se intentó mejorar su integración social separándolos, lo que favoreció que accedieran a un puesto laboral adecuado a sus capacidades pero que les privó de su felicidad y serenidad sacrificadas a las convenciones sociales de que fueron objeto por sus médicos.

Cada uno de los diferentes capítulos que forman el libro podrían ser el punto de partida de una novela o un guión. Tenemos el caso de un marinero que vivía instalado en 1945 después de haber caído en el alcoholismo durante los años sesenta o el del hombre incapaz de reconocer su pierna como suya propia, la mujer que oía realmente como si de una radio se tratara todas las canciones que sus padres le cantaron en sus primeros años de vida en Irlanda y que no había vuelto a escuchar después de la muerte de ambos cuando ella cumplió los cinco años.

Igualmente, Sacks trata a sus personajes con humor, de modo que nos presenta a los afásicos como seres capaces de detectar la vaciedad de los discursos políticos, frente a la credulidad del público "normal" o reconoce las ventajas de sus enfermos, por ejemplo el caso de un afectado por el síndrome de Tourette que abandonaba su medicación los fines de semana para conservar su capacidad de improvisar a la batería en un grupo de jazz.

5 de julio de 2006

Memoria de mis putas tristes (Gabriel García Márquez)


¿Qué hay de García Márquez en la última novela de García Márquez? Sin duda no nos encontramos ante una de sus obras maestras aunque bien pudiera ser que precisamente la maestría de la misma sea la de mantener un estilo y un mundo creativo reconocible e identificable por cada lector. Visto de este modo, la genialidad no es un atributo de una novela o relato concreto sino del conjunto de la obra de su autor.

Y en este campo no hay quien discuta a García Márquez su capacidad para tener una escritura personal (no sólo circunscrita al mundo brumoso de Macondo). Algo hace que tras leer las primeras líneas de Memorias de mis putas tristes sepamos quién es el autor y se agolpe en nuestro inconsciente lector todo un conjunto de imágenes, sentidos y contextos que perfilan lo que leemos, iluminando el texto con un foco del que el autor es, sin lugar a dudas, consciente.

Un hombre en edad de despedirse de la vida decide solicitar los servicios de la regenta de un burdel para obtener los servicios de una virgen menor. El anciano recuerda su vida plagada de aventuras casuales en los prostíbulos del barrio chino, su relación con el periodismo y la música.

Y es después de un viaje tan largo cuando acaba por descubrir en forma de celos aquello que le estuvo vedado el resto de su vida. La reescritura, por tanto, de toda una vida en sus últimos instantes, conforma el hilo narrativo sobre el que se despliegan temas ya visitados por el autor como el amor en la senectud, la relación intergeneracional (la virgen tan solo tienen un papel pasivo dado que no pronuncia palabra en toda la obra). la soledad, una sociedad brutal que ahoga al individuo que busca su propio camino, etc.

Por ello, leer esta breve novela no aportará nada nuevo a quien conozca la obra de su autor, y sin embargo, no leerla nos apartará de esa sensación de frescura que nos deja la visita fugaz de una realidad literaria (realismo mágico dirán algunos) completa y heterónoma. El placer de la lectura, como el de la amistad, muchas veces se cifra en la novedad que se esconde bajo la capa de lo conocido y que el azar deja al descubierto en ciertas ocasiones.

16 de junio de 2006

Brooklyn Follies (Paul Auster)


Paul Auster, pese a su imagen contemporánea, es un novelista clásico. Sus argumentos pueden no asemejarse a la introspección de Henry James o su mundo puede no ser el de Conrad o Hemingway, por poner algún ejemplo, pero, por encima de todo, Auster disfruta escribiendo, no hay duda. Sus libros transmiten esa ilusión por la narración que parece tan olvidada hoy en día.

Sus historias crecen como la levadura, desde un punto de partida casi intrascendente y anodino, enganchando la imaginación del lector hasta que, de pronto, en algún punto intermedio de la lectura, el lector se descubre inmerso en una epopeya en la que se despliegan esos temas tan queridos y constantes en el autor (la soledad, el sentido de la vida y la vida en busca de su sentido, etc) y tan propios de la novela de todos los tiempos.

Auster es un clásico igualmente en el trato a sus personajes. Su mimo es patente ya estemos ante un protagnista o un simple actor circunstancial en la trama lo que siempre los convierte en criaturas creíbles. Y así, este entusiasmo se traslada a estos personajes que pasan interminables horas hablando, narrando su pasado y dibujando su futuro ideal (¿no consiste la literatura precisamente en esto?). Esta comunicación suelda amistades inquebrantables entre seres dispares pero que cuentan con un punto de unión precisamente en ese terreno de la reflexión ante su entorno.

En la última novela de Auster traducida al castellano, tres personajes tratan de reinventar un futuro basado en la esperanza y en el convencimiento de que una nueva vida siempre es posible. Finalmente ese esbozo no llega a cumplirse aunque el boceto final se asemeja de algún modo a la felicidad anhelada.

La ciudad de Nueva York (y la huida de la misma) en los meses previos al 11 de septiembre forman el paisaje de fondo por el que deambulan los protagonistas buscando a tientas el sentido de una vida que les ha apartado del curso principal de los acontecimientos, como un afluente en busca de acomodo. Y sin embargo, la dignidad que aflora en los personajes, les confiere esa grandeza propia de los grandes héroes literarios y les convierte en los grandes protagonistas de un mundo en el que los grandes hombres se descubren como incapaces de servir de referente para una masa confundida.

12 de junio de 2006

Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera (Sam Shepard)



Un grupo de personas (leyendas del rock, jóvenes promesas, cineastas, Allen Ginsberg, el fantasma de Kerouac...) se pasea durante el invierno de 1975 por las frías tierras del noreste de los Estados Unidos dando conciertos en pequeñas salas de ciudades no muy conocidas. Su vida transcurre entre moteles de segunda, tumbas de poetas muertos e incómodos autobuses. En el telón de fondo aparece la sombra de un boxeador negro condenado injustamente por un asesinato en un juicio con suficientes puntos oscuros como para conseguir su salida de prisión y la revisión del juicio.

El autor, un joven escritor teatral, es contratado para escribir sobre la marcha el guión de las escenas de una película que se rodará paralelamente a la gira contando con los músicos como actores y que nunca llegará a pasar de ser otro proyecto cinematográfico inacabado más de Dylan.

Sam Shepard aprovechó la oportunidad de vivir la experiencia de esta gira (Rolling Thunder Revue) para tomar notas que le permitieran escribir este libro, no con la intención de historiar la gira sino con la de transmitir las sensaciones que vivieron durante la misma, según él mismo confiesa en el prólogo del libro.

Lo que el libro transmite es, sin duda, la peripecia de unos músicos que no necesitan del reconocimiento público y que aprovechan la ocasión de tocar juntos sin la presión de los grandes conciertos. Lo que resulta es una fiesta continua con los músicos disfrazados, maquillados, dispuestos a disfrutar de su música. Pero también, nos deja la idea de que estos hombres buscan algo. Un leve tono melancólico y pausado envuelve todo el texto como un velo de irrealidad como la bruma de la América rural. Las referencias a los orígenes de los Estados Unidos y la idea de libertad que en su momento encarnaron, se convierte en un símbolo de la gracia perdida y el anhelo por recuperarla.

No hay un hilo cronológico que hilvane la obra sino que los breves capítulos recogen material tan heterogéneo como escenas de la película frustrada, vestuario de la gira, copia textual de notas de prensa, narraciones sobre el encuentro de Dylan y Allen Ginsberg con el hermano de Kerouac y el posterior homenaje ante su tumba, su recital de poesía y música improvisado en el salón de baile de un hotel repleto de jubilados, etc.

Y finalmente, la bajada del telón tiene lugar en el Madison Square Garden, el concierto final y el único en un local digno del cartel, precedido por un emotivo discurso de Mohamed Alí y el conocimiento de que Carter será liberado próximamente liberado. Aunque el lector quede con la sensación de que le han escamoteado escenas quizá irrepetibles, y que el libro podría haber seguido hasta el infinito, hasta completar la búsqueda y poder así conocer qué se escondía al otro lado.