16 de junio de 2006

Brooklyn Follies (Paul Auster)


Paul Auster, pese a su imagen contemporánea, es un novelista clásico. Sus argumentos pueden no asemejarse a la introspección de Henry James o su mundo puede no ser el de Conrad o Hemingway, por poner algún ejemplo, pero, por encima de todo, Auster disfruta escribiendo, no hay duda. Sus libros transmiten esa ilusión por la narración que parece tan olvidada hoy en día.

Sus historias crecen como la levadura, desde un punto de partida casi intrascendente y anodino, enganchando la imaginación del lector hasta que, de pronto, en algún punto intermedio de la lectura, el lector se descubre inmerso en una epopeya en la que se despliegan esos temas tan queridos y constantes en el autor (la soledad, el sentido de la vida y la vida en busca de su sentido, etc) y tan propios de la novela de todos los tiempos.

Auster es un clásico igualmente en el trato a sus personajes. Su mimo es patente ya estemos ante un protagnista o un simple actor circunstancial en la trama lo que siempre los convierte en criaturas creíbles. Y así, este entusiasmo se traslada a estos personajes que pasan interminables horas hablando, narrando su pasado y dibujando su futuro ideal (¿no consiste la literatura precisamente en esto?). Esta comunicación suelda amistades inquebrantables entre seres dispares pero que cuentan con un punto de unión precisamente en ese terreno de la reflexión ante su entorno.

En la última novela de Auster traducida al castellano, tres personajes tratan de reinventar un futuro basado en la esperanza y en el convencimiento de que una nueva vida siempre es posible. Finalmente ese esbozo no llega a cumplirse aunque el boceto final se asemeja de algún modo a la felicidad anhelada.

La ciudad de Nueva York (y la huida de la misma) en los meses previos al 11 de septiembre forman el paisaje de fondo por el que deambulan los protagonistas buscando a tientas el sentido de una vida que les ha apartado del curso principal de los acontecimientos, como un afluente en busca de acomodo. Y sin embargo, la dignidad que aflora en los personajes, les confiere esa grandeza propia de los grandes héroes literarios y les convierte en los grandes protagonistas de un mundo en el que los grandes hombres se descubren como incapaces de servir de referente para una masa confundida.

12 de junio de 2006

Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera (Sam Shepard)



Un grupo de personas (leyendas del rock, jóvenes promesas, cineastas, Allen Ginsberg, el fantasma de Kerouac...) se pasea durante el invierno de 1975 por las frías tierras del noreste de los Estados Unidos dando conciertos en pequeñas salas de ciudades no muy conocidas. Su vida transcurre entre moteles de segunda, tumbas de poetas muertos e incómodos autobuses. En el telón de fondo aparece la sombra de un boxeador negro condenado injustamente por un asesinato en un juicio con suficientes puntos oscuros como para conseguir su salida de prisión y la revisión del juicio.

El autor, un joven escritor teatral, es contratado para escribir sobre la marcha el guión de las escenas de una película que se rodará paralelamente a la gira contando con los músicos como actores y que nunca llegará a pasar de ser otro proyecto cinematográfico inacabado más de Dylan.

Sam Shepard aprovechó la oportunidad de vivir la experiencia de esta gira (Rolling Thunder Revue) para tomar notas que le permitieran escribir este libro, no con la intención de historiar la gira sino con la de transmitir las sensaciones que vivieron durante la misma, según él mismo confiesa en el prólogo del libro.

Lo que el libro transmite es, sin duda, la peripecia de unos músicos que no necesitan del reconocimiento público y que aprovechan la ocasión de tocar juntos sin la presión de los grandes conciertos. Lo que resulta es una fiesta continua con los músicos disfrazados, maquillados, dispuestos a disfrutar de su música. Pero también, nos deja la idea de que estos hombres buscan algo. Un leve tono melancólico y pausado envuelve todo el texto como un velo de irrealidad como la bruma de la América rural. Las referencias a los orígenes de los Estados Unidos y la idea de libertad que en su momento encarnaron, se convierte en un símbolo de la gracia perdida y el anhelo por recuperarla.

No hay un hilo cronológico que hilvane la obra sino que los breves capítulos recogen material tan heterogéneo como escenas de la película frustrada, vestuario de la gira, copia textual de notas de prensa, narraciones sobre el encuentro de Dylan y Allen Ginsberg con el hermano de Kerouac y el posterior homenaje ante su tumba, su recital de poesía y música improvisado en el salón de baile de un hotel repleto de jubilados, etc.

Y finalmente, la bajada del telón tiene lugar en el Madison Square Garden, el concierto final y el único en un local digno del cartel, precedido por un emotivo discurso de Mohamed Alí y el conocimiento de que Carter será liberado próximamente liberado. Aunque el lector quede con la sensación de que le han escamoteado escenas quizá irrepetibles, y que el libro podría haber seguido hasta el infinito, hasta completar la búsqueda y poder así conocer qué se escondía al otro lado.

12 de mayo de 2006

¡Noticia bomba!


La novela de humor no goza en España de fama. Un buen libro debe ser lo más tedioso posible para tener ese aura que le permita distinguir a su lector del resto. Sólo los grandes temas (la muerte, la soledad, la vejez, el sentido de la vida, el desarraigo, ...) parecen dignos de la letra impresa (casi podría decirse lo mismo de las películas). Se considera que el humor es frívolo, ligero, la comedia un género menor frente a lo trágico y dramático.

Y, sin embargo, un recién nacido puede sonreir a las pocas semanas de vida, sin conocer el temor a la muerte, sin la losa pesada del día de mañana. La risa (y por tanto el optimismo y la benevolencia que siempre la acompañan - en otro caso no sería risa sino cinismo) es lo primero que nos separa de los animales (en ocasiones lo único). De ahí que un pueblo civilizado como el británico (entiéndase dicha afirmación como fruto del tono humorístico del que hablo) , con la suficiente confianza en sí mismo, haya configurado un subgénero propio dentro de la novela de humor.

Con el tiempo, las características de este estilo propio e inconfundible se han estandarizado hasta completar una serie de lugares comunes, por lo que, sin ánimo exhaustivo, enumero algunos de sus rasgos característicos: protagonista masculino de mediana edad, preferiblemente rentista y solterón o desposado con una mujer espléndida de la que no es sino un mero apéndice sin apenas personalidad. Escenarios semicampestres, con abundantes referencias a un pasado de dificil incardinación histórica aunque próximo a los tiempos eduardianos y la filosofía que se supone propia de esa época, todo ello narrado con un estilo desenfadado en el que lo humorísiico consiste en la asunción del absurdo como cotidiano.

¡Noticia Bomba! es una de las obras maestras del género. Escrita en los años 30, se burla del periodismo parodiando a los enviados especiales a la guerra de Abisinia, más preocupados por inventar la noticia que por descubrirla. Por una suerte de coincidencias disparatadas, un periódico inglés acaba por enviar al encargado de una columna semanal sobre campo y jardinería. Un completo ignorante del periodismo, de la guerra, de África y del amor, que acabará por descubrir la verdad de todas ellas. Inevitablemente, el pobre hombre acaba por convertirse en el periodista estrella de Fleet Street. Cabal y sencillo, decide retirarse nuevamente a su pequeña y apartada vida doméstica renunciando a un mundo que preferiría no haber tenido que conocer.

Crucero de verano (Truman Capote)


Capote descartó esta novela dejándola en su apartamento de Brooklyn cuando se mudó al centro de Nueva York, dando instrucciones a su portero para que destruyera todos los papeles que encontrara.

Algo debió torcerse en el cumplimiento de la voluntad de Truman y años después de su muerte, el manuscrito fue adquirido por la fundación que dirige los derechos de su obra y finalmente ha aflorado como novela en 2005.

Pese al parecido remoto con la publicación de ciertas obras de Kafka por Max Brod, no nos encontramos ante El Proceso o El Castillo. Si bien la obra se presenta como un todo acabado, el resultado no se acerca a lo mejor de la obra de Capote.

La combinación de mundos (el aristocrático y elegante de la mejor sociedad de la Costa Este y el cotidiano y vulgar de los barrios de inmigrantes de Nueva York) no acaba de resultar. Si bien capta la indiferencia y cansancio de la clase alta, tal y como la reflejará en obras posteriores, los personajes populares son el reflejo de un estereotipo poco logrado.

Pese a la limitación citada, la novela se desenvuelve con facilidad sobre un romance de verano entre dos protagonistas con objetivos dispares, tratando de dibujarse a sí mismos contra un fondo familiar del que reniegan, pero del que al tiempo son incapaces de prescindir. A diferencia de la obra de Shakespeare, en la que el amor lleva a la muerte a los amantes, en este caso, es su desesperanza lo que impulsa el final, igualmente trágico.

11 de mayo de 2006

Viajando con los Rolling Stones


Mantengo la opinión de que cualquier libro sobre música moderna, con independencia del estilo de la misma, resulta más interesante que la mayoría de las novelas que se agolpan en las secciones de novedades de nuestras librerías.

Me explico. Un libro que narre las andanzas de Charlie Parker, Otis Redding o la Tamla Motown, tiene todos los elementos para ser una novela redonda. Sexo, drogas y rock and roll son elementos omnipresentes como cualquiera podría esperar. Pero siempre hay mucho más que lo obvio.

Este género literario, pues no es otra cosa ante lo que nos encontramos, describe el alma humana con toda su grandeza y miseria. Disfrutamos con el esfuerzo de los grupos por destacar dentro del panorama músical del momento ante la indiferencia y la incomprensión del público, la industria y los medios. Contemplamos el triunfo deseado gracias a una confianza y tesón más allá del desaliento, junto con el inevitable golpe de suerte de la mano de un productor con necesidad de dar un giro a su carrera, de una canción que escala las listas sin apenas promoción...

También asistimos a la inevitable caída, tanto en la estimación del público, como de la calidad creativa, las drogas o desavenencias personales entre los miembros del grupo, los efectos destructivos de la fama, o los esfuerzos por salir a flote entre la locura colectiva.

Espiamos el proceso de creación que ha hecho nacer obras tan imprescindibles para la comprensión de nuestro tiempo como los primeros discos de Elvis Presley, el Pet Sounds de los Beach Boys o el nacimiento del BeBop...

Por último, estos libros suelen estar escritos con un notable pulso narrativo, por periodistas musicales próximos al estilo del Nuevo Periodismo (hoy algo pasado de moda) donde en muchas ocasiones el autor es partícipe de lo que narra y en todas ellas (salvo excepciones como Goldman) apasionado del artista sobre el que escribe.

En el libro de Greenfield se dan muchas de las características citadas. El autor se embarcó como cronista en la gira de los Rolling Stones por Estados Unidos en 1972, gira que marca un cambio radical en el modo de entender la música, los 60 quedaron atrás y la música es un gran negocio. La profesionalización es la clave frente a giras anteriores y todo se intenta tener controlado y previsto. Como es natural, la más famosa banda del mundo no podrá evitar saltarse el itinerario previsto con situaciones tan sorprendentes como la detención de parte del grupo por la policía tras una confusa agresión a un fotógrafo o la estancia en la mansión de Playboy.

La música poco importa dado que escasamente hace su aparición en forma de comentario ocasional. Por contra, la descripción de los entresijos del grupo humano que rodea a los Rolling es impactante. La corte que forma el núcleo duro de la gira vela por los intereses de los Rolling, encargándose de "interpretar" sus deseos de manera que un comentario trivial de Mick Jagger sobre las vistas desde su habitación llevan al cambio de hotel ante la indiferencia del cantante. Dentro del equipo de la gira (que incluye diferentes facciones de intereses contrapuestos) el ascenso o la caída en desgracia se suceden con la misma rapidez que vemos pasar las ciudades y conciertos.

La persecución de las grouppies se entremezcla con la represión policial en los convulsos primeros setenta, las nuevas drogas y las amenazas al grupo por parte de los Ángeles del Infierno buscando su revancha por la negativa de los Rolling a contar con ellos después de los incidentes de Altamont en la gira anterior.

La sensación caótica viene acompañada por el estilo directo del autor que no ahorra detalles a la hora de acompañarnos en este particular descenso a los infiernos. Greenfield ni siquiera se recata a la hora de aclarar cuánto tiempo seguirán actuando y grabando discos los Rolling Stones: mientras sigan necesitando dinero para mantener el nivel de vida al que se han acostumbrado.