27 de marzo de 2007

Mauricio o las elecciones primarias (Eduardo Mendoza)


Mauricio o las elecciones primarias es la última novela de Eduardo Mendoza, el autor que declaró la muerte del género a pesar de ser (o precisamente por serlo) uno de sus exponentes más lúcidos, y con una obra que se aproxima al género desde su perspectiva más clásica.

Según afirma la solapa del libro, y las numerosas críticas y reseñas publicadas en el momento de la aparición de la obra, el texto se centra en la España de los años ochenta y en el papel de la política en aquellos años desde el punto de vista de un profesional que, desde su idealismo, participa en unas elecciones autonómicas en Cataluña

Tras la lectura de la novela, no puedo decir que su contenido se corresponda con dicha temática. Más bien, y desde mi punto de vista, el texto nos habla del compromiso. Mauricio es un dentista (hoy diríamos odontólogo) que disfruta de una relativa prosperidad económica y una vida notablemente aburrida. Carga con un pasado universitario activo políticamente pero del que ya se ha desentendido y su breve intervención en unas elecciones autonómicas catalanas como candidato socialista de relleno no hace otra cosa que confirmar y reforzar su decepción por la política.

Superado el trauma del fin de la Dictadura y del intento de golpe de estado de 1982, el logro de la tan ansiada libertad dejó en la cuneta las ilusiones e ideales de una generación que ansiaba un cambio social y que, una vez logrado superficialmente el cambio democrático, abandonó la gestión de la democracia a una nueva especie de políticos sin alma ni escrúpulos, pendientes tan sólo del juego de poder y de su propia supervivencia.

Una época que, en contraste con los años setenta, se refugió en el hedonismo y la autocomplacencia con el afán de engañar el vacío que la pérdida de los ideales había supuesto, dejando el campo abierto para los medrosos de siempre.

No obstante, Mauricio intenta construir un marco ético sobre el que sustentar su existencia. No sólo se compromete con su profesión, por la que siente una infinita pasión, sino que se hace responsable de sus propios errores, cuidando a una enferma terminal aún poniendo en riesgo la relación con la mujer que ama. Intenta actuar de acuerdo a sus convicciones y, aunque no lucha por ellas, trata de no quebrantarlas.

Por las páginas de la novela aparecen y desaparecen numerosos personajes que dotan de contenido y variedad a la trama. El abogado que emplea a la novia de Mauricio, un detective privado que trabaja para ese bufete, los padres y hermana de Mauricio, un primo de éste que vive en Israel y muchos más. Precisamente esta variedad logra amenizar la insípida vida de Mauricio y el argumento de la obra, a costa de perder coherencia dado que, en muchas ocasiones, la aparición de estos secundarios parece tomada por los pelos y no acaba de entenderse la aportación a la novela que suponen algunas derivaciones del argumento que no acaban por resolverse.

Por ejemplo, no parece excesivamente justificada la peripecia de la novia de Mauricio en Ginebra y sus ambiguos sentimientos hacia un joven abogado al que conoce en ese viaje. Este abogado vuelve a aparecer posteriormente como presunto traidor a la firma barcelonesa para la que supuestamente trabajaba. Y todo ello parece servir como vehículo para poner de manifiesto la contradicción entre los ideales de unos y la venalidad y miserias de otros.

Sin embargo, la maestría de Mendoza contribuye a hacer olvidar esos aspectos y empuja el interés del lector hacia una trama que, en manos de otros, resultaría perfectamente olvidable. La escritura de Mendoza es de apariencia sencilla pero sólo porque en el proceso de escritura depura el estilo y el lenguaje hasta hacer honor a la máxima de la Real Academia (“Limpia, brilla y da esplendor”).

Aunque la fama del autor no se cimentará en esta novela, se puede tener por bien leída dado que supera en concepción y estilo a la mayoría de obras que pueblan las estanterías de superventas en los grandes almacenes y, con mejor o peor fortuna, aborda temas que merecen una reflexión. La voz de Mauricio puede ser la de una parte de la sociedad que no está de acuerdo, ni con lo que hacen sus gobiernos, sus empresarios, sus intelectuales o sus medios de comunicación pero que, hastiados, abandonan la lucha permitiendo la supervivencia de los peores.

18 de marzo de 2007

Yo que he servido al Rey de Inglaterra (Bohumil Hrabal)



Este libro narra la vida de un joven camarero que descubre a una temprana edad el poder del dinero y aspira a su disfrute. Observando a los clientes de los diferentes hoteles por los que le lleva su ascendente carrera, comprende cómo el dinero brinda admiración, impunidad, mujeres, elegancia, ...

Pese a la aparente contradicción entre sus aspiraciones y su humilde trabajo, el pequeño protagonista, no cae en ningún momento en el desaliento sino que prospera, de hotel en hotel y de ciudad en ciudad, hasta llegar a uno de los más lujosos establecimientos de Praga. Sin embargo, su carrera no finaliza en este punto, sino que, en sucesivos avatares construye su propio hotel, envidia de todos los hoteleros de Checoslovaquia y media Europa.

El éxito ha llegado a su vida pero no todo parece encajar. Su condición de millonario no le abre las puertas de la gran clase, sus orígenes humildes y el modo en que logra la fortuna le acarrean odios y envidias. La soledad es lo único que el dinero le ha garantizado. Sus intentos por congraciarse con sus colegas durante el periodo comunista no logran el resultado querido y finalmente decide retirase al paisaje más remoto que haya en el país.

Como contexto histórico, se van sucediendo acontecimientos de la historia checa, desde la ocupación nazi y la consiguiente lucha de resistencia, al periodo comunista. Estos hechos tan desgraciados, son narrados por Hrabal con un total desenfado de modo que, sin ocultar los aspectos más trágicos, el tono de la narración nunca se torna pesaroso. Quizá una de las mejores imágenes de toda la novela sea la parábola de la ocupación comunista reflejada en el encarcelamiento de los millonarios y la vida que llevan en prisión, conviviendo con sus guardianes. Escenas como ésta, mezcla de ternura y surrealismo, son las que, a mi entender, dan la medida de la novela y de la riqueza literaria del autor.

Por ello, lo más destacable de la novela es el tono de la misma. El protagonista se ve envuelta en historias totalmente inverosímiles que asume con plena naturalidad. Sea una comida servida para el rey de Abisinia, un concierto a media noche en una aldea perdida o un niño cuya obsesión es martillear clavos, lo absurdo acaba por imponer su fuerza convirtiendo a los personajes en meros actores-títeres.

El protagonista de la novela es un personaje complejo que comienza como una persona de tremendas ambiciones y numerosas tretas para salvar su escasez de recursos, al modo de la tradición picaresca española, y acaba como una mezcla de Sancho Panza y don Quijote, mediando entre los sueños imposibles y el descubrimiento de la realidad velada. Esta tensión se va poniendo de manifiesto de manera gradual a lo largo de las páginas del libro de manera magistral, acabando por cerrar un círculo imposible.

Como no puede ser de otro modo, la escritura de Hrabal, al igual que la de todo autor checo del siglo XX, no escapa de las comparaciones con la obra de Kafka. Buscando paralelismos, es posible relacionar “Yo que he servido al Rey de Inglaterra” con “América”, en su dimensión dickensiana, si bien, ni el tono de ambas novelas es el mismo, ni la intención de los autores es coincidente. Quizá sea en los pequeños cuentos de Kafka, en los que lo imposible es asumido como real, donde podemos encontrar una escritura similar a la de Hrabal (o viceversa). Por ello, y para hacer justicia a ambos, es preferible no tratar de forzar comparaciones.

Bhoumil Hrabal es un autor clave en el mundo centroeuropeo surgido tras la Segunda Guerra Mundial y su modo de escribir nos enseña, desde una perspectiva diferente, cómo afronta el hombre estos nuevos cambios y, por tanto, qué hay de permanente en él, cuál es su esencia. Su humanismo se pone de manifiesto en el cuidado con que trata a sus personajes y el respeto que siente por los mismos. La elección en sus obras de un tono sencillo, humorísticos en algunos casos, no nos debe llevar a engaño sobre la trascendencia de los temas que plantea.

10 de marzo de 2007

Chicago Blues (Roddy Doyle)


Chicago Blues ("Oh Play That Thing!" en su versión original) es una historia trepidante a ritmo de jazz en la que se da continuidad a las peripecias de Henry Smart iniciadas en la primera parte de la trilogía iniciada con su novela “Una estrella llamada Henry”. En esta ocasión, Henry ha huido de Irlanda perseguido por sicarios enviados por sus antigüos compañeros (precisamente su papel en el conflicto irlandés fue el de sicario.

Así, Henry arriba a Nueva York decidido a escapar de su sentencia de muerte, pero también decidido a labrarse un porvenir en la tierra de promisión. Desde lo más bajo, Henry demuestra su talento para sacar partido a su encanto (Smart es su apellido) pero también su tendencia a unirse a personajes poco recomendables.

En esa continua tensión entre prosperidad y muerte nuestro protagonista huye de Nueva York para recalar después de diversas aventuras, en Chicago donde nuevamente se rehace de todos los golpes recibidos y acaba convertido en un ayudante de la estrella naciente del jazz, Louis Amstrong. Los conflictos raciales se entremezclan en la trama de la novela, pero, al igual que en Nueva York, la mafia marca el ritmo al que todos deben danzar, incluido Louis y su protegido. Nuevos problemas hacen renacer el espíritu errabundo del irlandés, que se enfrenta a su destino incierto.

Estos son los detalles generales del argumento, sin entrar en mayores precisiones para evitar desvelar en exceso la trama y restar interés al lector. En cuanto a las virtudes del texto, cabe citar su estilo tremendamente ágil, que remeda los locos años en que se desarrolla la historia, sujeta a tremendos cambios económicos y sociales. A crear este ritmo ayuda enormemente la proliferación del diálogo como gran impulsor de la novela. Igualmente, la estructura temporal de la novela rompe la linealidad mediante imágenes recurrentes que llevan al lector (a través de los vaivenes del subconsciente de Henry) a otros momentos de su pasado que le han dejado una profunda huella aún sin ser consciente de ello.

De todo ello resulta una obra de lectura no exenta de cierta exigencia para el lector, que deberá cubrir numerosas lagunas intencionadas. Así, al igual que el jazz crea una estructura sobre la que el artista desarrolla sus impulsos y creatividad, así el lector tiene la facultad de rellenar y completar una historia, tal y como el autor nos pide en el título original del libro, "Oh Play That Thing!".

6 de febrero de 2007

Travesuras de la niña mala (Mario Vargas Llosa)


Hay vidas que giran en torno a un hecho, una persona o una idea, sometidas en sus vaivenes a decisiones ajenas. La libertad, el libre albedrío parecen desaparecer y desvanecerse. En ocasiones se trata de un sacrificio heroico, el individuo se convierte en instrumento, en medio, pierde sus contornos en favor de una utopía, de su familia, de su patria, etc. En otras ocasiones, la renuncia es por motivos más íntimos, más personales; de dificil expresión, fuero interno del hombre.

"Travesuras de la niña mala" es el relato de la vida de uno de estos hombres, un peruano, del barrio de Miraflores, que de niño se enamora de una jovencita a cuyo destino quedará unido de por vida. Ricardo Somocurcio emigra a París, ciudad a la que siempre ha aspirado y consigue trabajo como traductor e intérprete de convenciones y organismos internacionales (su voz y sus palabras no son otra cosa que la voz y palabras de otros). Su vocación de escritor (nunca puesta de manifiesto expresamente por el protagonista, si bien es insinuada por algunos de los personajes que le rodean), queda anclada en la traducción al español de obras de la literatura rusa del siglo XIX (cediendo esta vez su pluma a la palabra escrita por otros).

En este contexto grisáceo, de pequeña felicidad burguesa, como el propio protagonista reconoce, irrumpe la niña mala para sacar a Ricardo de su acomodaticia vida y llevarlo a los goces de la pasión más exacerbada. Los momentos de dicha son breves pues la niña mala sólo recala en Ricardo como marinero entre escala y escala, de camino a un nuevo amante más rico, más poderoso y más alejado de esa medianía que representa para ella la vida del traductor. No hay pues, personalidades más opuestas que las de los dos protagonistas de esta obra, y esta oposición es la que permite, como en ocasiones ocurre en la vida, un romance encendido y apasionada con fecha de caducidad.

A cada desaparición de la niña mala, Ricardo se hace el firme propósito de no volver a caer en la próxima ocasión, sabiendo, a ciencia cierta, que volverá a ocurrir. Precisamente cada una de sus desapariciones impulsa la novela abriendo espacios para introducir diversos temas y personajes. Así se suceden el París de los años sesenta, el Swinging London, las casas de citas más elegantes de Tokyo o los cambios urbanísticos de Lima en los años 80. Los avatares políticos del Perú ocupan un lugar importante gracias a la correspondencia que Ricardo mantiene con un tío suyo, abogado liberal que representa las buenas intenciones de una clase siempre a la espera de unos cambios políticos y sociales que cada vez parecen más lejanos e improbables. Ricardo comparte experiencias con disidentes políticos peruanos, con un antiguo compañero de infancia reconvertido en artista hippy, conoce a un traductor sefardí apasionado por los idiomas e incluso comparte amor ocasional con una diseñadora de escenarios teatrales italiana.

Cualquier lector conocedor de la vida de Mario Vargas Llosa podrá descubrir pequeños (o grandes) detalles autobiográficos e incluso no faltará quien considere a la niña mala como una versión remozada de la tía Julia de la mocedad y juventud del autor. Estos rastros no son, sin embargo, lo que perdura tras la última página de la novela, cuya lectura se justifica por sí misma. Su texto, en apariencia sencillo y accesible, salpicada de peruanismos, evidencia que la literatura de calidad no precisa de oscuros circunloquios y artificios huecos para ganar altura. Asimismo es una prueba viva de que sencillez no es sinónimo de ramplonería o falta de calidad.

Aunque no estemos ante la mejor obra del autor, tal y como ocurre con las novelas de ciertos escritores de la misma generación de Vargas Llosa, el cuidado en las palabras, el mimo a los personajes y situaciones, la coherencia entre fondo y forma y, por encima de todo, el placer de narrar (que se traduce en el placer de escuchar la narración), son marcas distintivas que hacen de cualquiera de sus novelas una lectura imprescindible.


17 de enero de 2007

Pastoral americana (Philip Roth)



 
Pastoral americana es una historia trágica que refleja el drama de la sociedad americana enfrentada a sus peores pesadillas a través de la vida de un americano medio que representa todos los ideales asociados con los Estados Unidos y que sufre en su piel las contradicciones que les son propias.


El libro parte de la ficción de que un escritor (Zuckerman) relata la vida del "Sueco" (sobrenombre del protagonista), tal y como la imagina a partir de un acontecimiento trágico de su vida que desconocía y del que no desvelaremos detalles para no destapar la trama . El Sueco es el prototipo de héroe al que admiraba toda la comunidad judía de Newark ya que encarnaba la idea de que era posible para un chico judío triunfar en los Estados Unidos pese a su origen humilde y el antisemitismo sutil de la época. El Sueco es honrado, honesto, trabajador y razonable; deportista de éxito, obedece las leyes y respeta las opiniones ajenas por muy opuestas a las suyas que puedan ser. Busca lo mejor para su familia aún a costa de sus propias convicciones personales, siempre aferrándose a un centro de gravedad razonable.


Sin embargo, los cambios sociales y económicos de los años 60 suponen un cambio generacional y de valores que dejan atrás el mundo en el que el Sueco cree y al que se aferra. Todas sus virtudes y esfuerzos concitan el resentimiento y desprecio de aquellos que anteponen su propio interés (su hija, su hermano...) y no le evitan sufrir una desgracia familiar de la que nunca se recuperará y que le obligará a confrontar sus convicciones con las de un mundo enloquecido que ya no obedece a los patrones del pasado y que le dejará aparcado en un infierno dubitativo de inacción.


Este libro inaugura una trilogía de Roth al que siguen Me casé con un comunista y La mancha humana y trata muchos de los temas habituales en la literatura del autor (la ciudad de Newark como representación de un mundo personal, el judaísmo como gueto, el cambio social y moral, etc). Uno de los aspectos más interesantes de la novela es ver cómo el Sueco comprende progresivamente que su honradez y llaneza, su respeto por cualquier punto de vista, su afán por proteger a su familia, etc, lejos de hacerle admirable a los ojos del mundo, son el principal motivo del odio que se vuelve contra él. Esta comprensión aboca al protagonista a una situación sin salida dado que no es capaz de romper con sus ataduras; el Sueco es así. De ahí que este personaje permite tensar al máximo las contradicciones sobre las que escribe Roth.


Como cualquier obra de este autor, su lectura es una oportunidad de ver el mundo a través de los ojos de un cirujano de la Literatura, capaz de abrir las tripas y los sesos de sus personajes y arrojarlos a las páginas de sus libros, con plena naturalidad y neutralidad científica para que el propio lector extraiga sus conclusiones. De ahí que las narraciones de Roth siempre vayan acompañadas de polémica y sean un estímulo para cualquier lector con espíritu crítico.

Otras obras de Philip Roth: