25 de enero de 2009

La verdad de las mentiras (Mario Vargas Llosa)


Para quienes amamos la Literatura, conocer la opinión de otros lectores resulta altamente estimulante; contrastar una opinión, advertir nuevos matices, una interpretación alternativa, algún significado o perspectiva obviadas en nuestra primera lectura... Pero cuando estas opiniones provienen de un novelista, es decir, de un conocedor de la materia, el interés aumenta; en ocasiones, ver cómo afloran las rencillas gremiales no es el menor de los disfrutes.

En este caso, La verdad de las mentiras es un libro escrito por Mario Vargas Llosa en el que se repasan treinta y cinco obras fundamentales de la Literatura del siglo XX a través de otros tantos artículos publicados por el autor peruano en diversos medios durante los últimos años del pasado siglo.

En la relación de títulos comentados se encuentran algunas de las obras más importantes del pasado siglo, primando las breves sobre las extensas. Tal criterio puede deberse a la más fácil relectura de una obra breve, frente a libros de gran extensión. Por otro lado, en una novela de extensión épica la multitud de temas abrazados puede dificultar el análisis y la exposición de los mismos. Finalmente, no olvidemos que durante el siglo XX, el relato ha recuperado impulso de la mano de autores que han sabido convertir este género en uno de los más interesantes de la actualidad renovando sus formas y técnicas en mayor medida incluso que en el caso de la novela.

En ocasiones parecen haber primado motivos extraliterarios en la selección. Así, no son pocas las obras comentadas cuyo mayor atractivo es la descripción de utopías imaginarias (como Un mundo feliz o Rebelión en la granja) o reales (convertidas en infiernos, como Un día en la vida de Iván Denisovich), la decadencia de un mundo burgués, corrompido por su falta de piedad (Opiniones de un payaso) o por la sexualidad (Lolita, La Muerte en Venecia), etc.

Y no es que estas obras no sean brillantes, más bien, la atención de Vargas Llosa se centra en el sentido de las mismas dentro de su contexto histórico, con independencia de que hayan o no perdido su vigencia histórica.

Incluso, en algunos comentarios, los aspectos puramente literarios son dejados en un segundo plano para abrir paso a una reflexión sobre la naturaleza de las utopías del siglo XX frente a las del siglo XVII y XVIII en las que el futuro se veía como una promesa de felicidad. En el siglo XX el futuro ya está aquí y lo que parece dejar intuir no refleja ya esa idea de felicidad, sino más bien la de la dominación y sumisión. Una vena de pesimismo recorre este siglo atravesado por dos terribles conflictos mundiales y multitud de guerras regionales. Por ello, es importante la reflexión sobre el hombre, su papel en el mundo, su sentido. Y a este aspecto también han contribuido numerosas obras que analizan aspectos tan diversos como la espiritualidad (El Poder y la Gloria), la grandeza de la derrota (El viejo y el Mar), los mecanismos de la culpa (Al este del Edén), la violencia (Santuario) o el significado de la moderna vida urbana (Manhattan Transfer o Trópico de Cáncer).

Nada parece escapar a los ojos de los escritores de este siglo, más empeñados si cabe que sus antecesores en interpretar el mundo que les rodea, en dotarlo de sentido a través de unos argumentos y unas técnicas que, en ocasiones, buscan la ruptura con la tradición anterior (Nadja introduce el surrealismo en la novela moderna; Siete cuentos góticos crea un género totalmente ajeno a su época; La señora Dalloway abre la novela a los sorprendentes detalles y minucias que pasaban inadvertidos hasta la fecha, recreándose en la introspección más sutil).

Entre las ausencias más notables, autores como Kafka, alguno de los escritores norteamericanos del último tercio del pasado siglo, Borges o Gabriel García Márquez, de quien se conoce su falta de entusiasmo recíproco, lo que no quita para que sus novelas puedan contarse entre las mejores de este siglo, y merecer un espacio propio entre las aquí comentadas.

Aclaremos, no obstante, que Vargas Llosa en ningún momento pretende hacer una selección de las mejores novelas del siglo XX, más bien se trata de elegir libros al hilo de preferencias personales y reflexionar sobre los mismos. Y es precisamente de su condición de escritor de donde nacen sus más jugosos comentarios y reflexiones sobre cuestiones técnicas, en particular, el papel del narrador, su presencia en el texto, evidente o no, los diversos puntos de vista narrativos, la pretensión de suplantar o subvertir la realidad.

Podemos considerar a Vargas Llosa como un narrador clásico, continuador de la corriente del siglo XIX que viene a colocar al escritor en la omnisciencia en la mayoría de sus escritos y en los que el gusto por la narración sobrepasa con mucho la necesidad de aportar nuevos esquemas formales al mundo de la novela. Por este motivo, es interesante observar cómo Vargas Llosa presta especial interés a obras que parecen alejadas de su universo narrativo; así, sus loas y admiración por Nadja de André Breton o El lobo estepario de Hermann Hesse.

El libro viene prologado por un breve ensayo que da título al conjunto (La verdad de las mentiras) en el que Vargas Llosa reflexiona sobre la pregunta que muchos de sus lectores acostumbran a plantearle: "¿Qué hay de verdad en sus libros?". Y es que la cuestión de si lo que se cuenta en los libros es verdad, mentira, si pretende o no reflejar la realidad o rebatirla, si todo autor anhela escribir sus novelas en clave autobiográfica, son cuestiones casi tan antiguas como el propio oficio del escribiente.

La tesis de Vargas Llosa es que la Literatura representa claramente una mentira, una ficción. Esa mentira puede responder a diversos fines, el escapismo frente a un mundo que nos oprime, el deseo de plantear escenarios más acordes con nuestros deseos, en un voluntarismo optimista. En otras ocasiones, la pretensión es la más feroz e implacable crítica al mundo que nos rodea (y en este aspecto destacan muchas de las obras aquí comentadas) por lo que la relación entre el Poder y la Literatura siempre ha sido delicada. La ironía, como medio de crear distancia y aparentar una escasa beligerancia es uno de los instrumentos más útiles a este fin.

Pero, en un sentido aún más profundo, Vargas Llosa señala que la Literatura es un vehículo de conocimiento. Las Ciencias ofrecen una imagen totalmente parcelaria del conocimiento humano. Su especialización impide al profano estar al tanto, no sólo de los avances más relevantes, sino de tener una visión global. Por ello, la Literatura une a los hombres en su conocimiento, pone de manifiesto aquellos sentimientos e inclinaciones que tienen en común, invita a crear un ámbito de reflexión crítica, de cuestionamiento de los valores que nos son ofrecidos o vendidos como evidentes o necesarios (nuevamente otra fricción con el Poder, cuya máxima expresión es la quema de libros realizada por los nazis en la Babelplatz en 1933).

Pero el Poder también trata de hacerse con el mundo que es propio de la Literatura. Observa Vargas Llosa que una de las características definitorias de una sociedad cerrada es la confusión entre Historia y ficción. Cuando el Poder suplanta los hechos por su visión de los mismos, cuando inventa mitos y glorias como si fueran reales para sustentar su ideología, debe crear una Literatura que encarne esos mismos valores, hasta el punto que aquellos que no han caído aún en esa burda manipulación no podrán distinguir una de otra.

El libro se cierra con otro pequeño artículo en el que Vargas Llosa cuestiona la idea que suele ser frecuentemente expuesta cuando alguien le pide que firme un libro para un tercero, al que le gusta mucho la lectura. Vargas Llosa siempre replica: "¿y a Ud. no le gusta?". La respuesta del hombre (siempre un hombre) es que sí, que a él también le gusta, pero que no tiene tiempo. Y es que lo libros, la ficción, la Literatura se ve como un pasatiempo, una ocupación trivial para cuando no tenemos otra cosa mejor que hacer, nada más importante entre manos. Y efectivamente, nada más eficaz que esta idea para dinamitar las bases de la Literatura. Si realmente es un entretenimiento (que también lo es, pero no sólo eso), podemos prescindir de ella, podemos suprimirla sin más coste que el de buscar otro divertimento.

Cuál sea la utilidad de la Literatura es una difícil pregunta. El temor que le profesa el Poder es la mejor expresión de que no es un simple entretenimiento banal. Es un tópico señalar que el fútbol (igual que la guerra) es una vía de escape que es empleada por muchos gobiernos para unir a sus ciudadanos o para oscurecer problemas reales. No conozco de ningún Estado que haya planteado una masiva campaña de lectura con el mismo fin. Más bien, se procura que aquellos envenenados por el terrible vicio de la lectura compulsiva, tengan textos más afines a las ideas del Estado correspondiente o totalmente apolíticos, atemporales. Pero nunca se busca favorecer un incremento del número de pensantes autónomos porque al final, ése es el mayor y mejor fruto de la lectura, el que mejor nos reconcilia con nuestra dignidad humana y ésta es la mayor verdad que emerge de entre todas las mentiras de la Literatura.

17 de enero de 2009

Stasiland (Anna Funder)



El 4 de septiembre de 1989 comenzaron en Leipzig las primeras manifestaciones masivas en contra del régimen comunista que sustentaba a la República Democrática Alemana. Pese a las escasas noticias de los medios oficiales, las demostraciones públicas se contagiaron a otras ciudades de la Alemania Oriental, culminando el 4 de noviembre con una manifestación en la Alexander Platz de Berlín de un millón de personas.

Con el fin de terminar con estas manifestaciones y la pésima imagen que ofrecían en el extranjero, el 9 de noviembre se aprobó una nueva regulación que permitiría el tránsito entre Berlín Este y Berlín Oeste mediante unos pases de visita. Esa misma noche, Günter Schabowski, miembro del Politburó comunista, convocó una rueda de prensa televisada en directo para dar cuenta de dicha normativa (que aún no estaba en vigor ni había sido desarrollada al detalle). Una pregunta indiscreta de un periodista (¿Cuándo entrará en vigor esa medida?) sorprendió a Schabowski, poco acostumbrado a que se le interrogara tan abiertamente y tan fuera de guión. Dudoso, tembloroso, buscó en sus papeles y finalmente de su boca salieron las palabras que adelantarían la inevitable caída del Muro: En cuanto lo diga, ... inmediatamente.

Una riada de alemanes orientales se lanzó a cruzar la frontera y pasar al paraíso occidental representado por los grandes almacenes del Berlín Occidental que lograron sus mejores ventas aquella noche; permanecieron abiertos hasta el amanecer. Los guardas de fronteras se vieron desbordados por la situación, sin recibir órdenes de sus superiores, no tuvieron otra alternativa que franquear el paso a miles de berlineses. De esta manera se ponía fin a un largo paréntesis en el que Alemania había vivido separada dando inicio a un proceso que culminaría en la reunificación bajo un mismo Estado.

Años después de la unificación, una australiana -Anna Funder- trabaja para un canal de televisión alemán que emite para el extranjero. Una de sus tareas consiste en responder las cartas que se reciben de televidentes interesados en cierto programa, datos de un documental, etc. De alguna de esas cartas, recoge la impresión de que el esfuerzo que ha supuesto la reunificación ha tenido su particular precio: el afán por superar (o negar directamente) las diferencias entre los actuales alemanes del Este con los del Oeste y obviar cualquier revisión del pasado. A diferencia del proceso de desnazificación que tuvo lugar al final de la II Guerra Mundial (en particular en la RDA), la vida bajo la Alemania Oriental, los signos de resistencia y subversión, parecen ocultos y vergonzantes ante el desinterés general. Sus propuestas para realizar un programa especial sobre este asunto son rechazadas por la dirección de la cadena lo que la lleva a investigar personalmente. El resultado de esta tarea es Stasiland (aproximadamente, El país de la Stasi, la policía secreta alemana).

Stasiland nace, por tanto, como un libro de investigación que recoge testimonios de quienes vivieron bajo la RDA, lucharon contra ella o, sin oponerse especialmente a lo que representaba, sufrieron las consecuencias de vivir en uno de los regímenes más obsesionados por la amenaza que representaban sus propios ciudadanos (una ironía en un Estado autodenominado República Democrática; hecho que no pasó inadvertido en las manifestaciones de 1989 en las que los asistentes gritaban “nosotros somos el Pueblo”). Noventa y siete mil empleados directos y ciento setenta y tres mil informantes periódicos (ciudadanos con sus propios trabajos, sus familias, que una vez a la semana, acudían a un despacho para contar a un miembro de la Stasi las novedades de sus vecinos, conocidos e incluso familiares) constituyen la mayor proporción de informante por habitante de la Historia.

Pero Stasiland es mucho más que una colección de testimonios, es pura Literatura, si bien, no oculto que el tema me atrae y puede condicionar mi objetividad. Anna Funder es la protagonista indiscutible de su propio libro. Nos cuenta cómo contacta con los entrevistados, cómo se implica con ellos, su interés sincero por conocer las secuelas psicológicas que muchos padecen; también su temor cuando se entrevista con antiguos miembros de la Stasi.

Rompiendo definitivamente las fronteras entre un investigador y sus fuentes, conocemos sus sentimientos, la opresión que en ocasiones se le contagia de las historias que escucha, su necesidad de escapar, desconectar, su afán por comprender el significado que para algunos tiene la palabra perdón, la palabra olvido. Y el lector sigue sus peripecias sabiendo que, a partir de un punto, el inicial objetivo de rendir testimonio ha pasado a un segundo plano, que la búsqueda de Anna se convierte en una obsesión personal.

Y es que los testimonios no resultan fríos, notariales. Incluso los de quienes colaboraron con los servicios de seguridad de la RDA, los de quienes añoran aquel mundo y creen que se avecina el tiempo de un nuevo cambio, del definitivo retorno a la sociedad sin clases tras esta breve y decepcionante aventura capitalista, tienen el calor y la viveza de auténticos personajes literarios. Anna Funder logra dar una hondura literaria a personajes como Miriam, encarcelada siendo aún adolescente por una travesura juvenil y marcada para el resto de su vida por ese hecho y por la extraña muerte de su pareja. O la de Julia, su casera, que pasa de ser una mujer extraña y algo trastornada que no tiene historia que contar, hasta que ésta es desvelada sutilmente y explica tantas cosas.

Anna visita la sede de la Stasi, los aposentos de Mielke, los ficheros con detalles absurdos de ciudadanos anónimos y toda la extraña parafernalia de audífonos, jarras de olor o las salas de interrogatorio. Pero también visita a las "mujeres del puzzle" un grupo de personas (fundamentalmente mujeres) empleados con el fin de reconstruir los miles y miles de pedacitos de papel de los archivos que los miembros de la Stasi rompieron las vísperas de la caída de la RDA y que no tuvieron tiempo de quemar.

En la mano de esas personas, de su laborioso y paciente trabajo, está el reconstruir la paranoia de unos gobernantes que temían a su pueblo. En ellos confía Miriam para conocer la verdad sobre la muerte de Charlie y en ellos confían miles de ciudadanos del Este que desean conocer cómo eran controlados, cómo el Estado conocía sus infidelidades antes que sus mujeres, la radio que escuchaban, los libros que leían o los insultos a los responsables del Partido que se pronunciaban en voz baja, en el comedor de la casa de unos a quienes llamaban amigos.

Es a través de las propias vivencias de Anna como vamos acercándonos realmente al sentimiento de estas personas. Sentimos el frío y humedad de su piso sin calefacción en las afueras de Berlín con las intempestivas visitas de Julia, el miedo que siente al citarse con un antiguo agente secreto que colabora con una asociación que persigue la contrapublicidad frente a las mentiras que el capitalismo difunde de lo que fue la RDA. Sentimos su angustia y dolor cuando no logra despedirse de Miriam, sin duda el personaje que más impacta a Anna.

Historias de madres separadas de sus hijos, de un individuo (el que pintó para Honecker la línea blanca sobre la que se construyó el Muro y que ahora vive obsesionado por su espíritu) conviven con las de antiguos miembros de la Stasi reconvertidos a consultores de empresas de seguridad privada o con paseos por las afueras de Postdam identificando los puestos de salida de los bunkers secretos de la Stasi junto a uno de sus antiguos vigilantes.

También conocemos, a través de un amigo de Anna, antiguo miembro de uno de los grupos más famosos de la RDA, obligado a disolverse por el régimen (ahora han vuelto a reeditarse sus discos), el desolador mundo cultural que pretendían imponer los gobernantes comunistas. Asistimos asombrados al intento de crear un baile (el Lipsi) que compitiera con el twist, baile occidental que amenazaba con corromper las virtudes alemanas recuperando antiguos movimientos de baile tradicional mezclado con un poco de atrevimiento.

El tratamiento que Anna Funder hace de todo ello es, ya se ha puesto de manifiesto, claramente literario, por lo que se pierde parte del realismo, del horror que aquella época supuso, pero se gana en la intensidad de lo descrito, en lo emocional de las historias narradas y, por emocional, no me refiero a que se busquen los aspectos más hirientes, sino a que se crea un claro vínculo entre la narración y el lector.

Stasiland ha ganado varios premios (el Samuel Johnson de la BBC en 2004, mejor libro de no-ficción según el Guardian en 2003, ...), pero el mejor de todos ellos es el recuerdo que dejan sus páginas. No he podido localizar traducción al español, probablemente porque no resulta un tema de interés en nuestro país, aquejado de diferentes (pero similares) problemas de ajuste con su pasado. Por ello, el esfuerzo de Anna Funder tiene un especial calado en quienes podemos identificar situaciones similares algo más próximas y que no han merecido un tratamiento similar sino más bien el propio del panfleto.


8 de enero de 2009

El mundo según Monsanto (Marie-Monique Robin)


I

Toda nueva tecnología que se presente al mundo debe contar a priori con la existencia de dos corrientes enfrentadas. De una parte, la de aquellos que se oponen a la misma por sistema (luddistas es la denominación anglosajona), que consideran que los avances alterarán definitivamente nuestro sistema de valores, nuestro modo de vida o, simplemente, su bienestar económico y sus privilegios. De otro lado, habrá quienes valoren positivamente cualquier innovación sin atender a sus consecuencias a medio plazo, a la falta de pruebas suficientes que determinen su inocuidad, que pretenden su imposición desde arriba, al modo del Despotismo Ilustrado.

Las promesas de hace unos años sobre alimentos que actuarían como medicamentos para prevenir el raquitismo o el escorbuto o la promesa de semillas milagrosas que darían cosechas capaces de paliar el hambre en el mundo han caído en el olvido, pero muchos ciudadanos conservan la idea de que los OGM (alimentos manipulados genéticamente) son altamente beneficiosos para la salud y un avance para toda la Humanidad.

Es claro que el interés de las empresas de biotecnología está en que esa buena imagen se mantenga, responda o no a la realidad. También es admisible que haya organizaciones que traten de negar esa imagen idílica, que defiendan una agricultura no industrial que permita un margen de supervivencia a pequeños campesinos que no pueden pagar el alto coste de estas nuevas semillas y que para ello defiendan que los OGM son perjudiciales para la salud (y para las economías de muchos agricultores del Tercer y el Segundo Mundo).

Y entre medias queda un amplio campo de batalla en el que se debaten aquellos que no se oponen por principio a ninguna novedad pero que no están dispuestos a pagar cualquier precio, que prefieren conocer toda la información para poder valorar la conveniencia o no de la aplicación de una nueva tecnología. Para esta enorme masa de población, la información científica fiable y la credibilidad de los reguladores públicos debieran ser el puntal en el que se basara su confianza. Por desgracia, como veremos y pone de manifiesto este libro, hay sobrados motivos para creer que ni contamos con información fidedigna (por parte de ninguno de los implicados), ni podemos confiar plenamente en la bondad de nuestras autoridades sanitarias y alimentarias.

También podríamos creer también que los científicos, las Universidades, las revistas especializadas, pondrían de manifiesto con pruebas irrefutables la inocuidad de estos alimentos (o su peligrosidad). Vivimos en un cómodo entorno en el que nos consideramos protegidos suficientemente de cualquier peligro y, por tanto, parece que si estos alimentos se van imponiendo, es porque son más rentables e incluso más beneficiosos para nuestra salud. Pero el problema es que todas esas premisas son falsas.

No hay realmente un control de las autoridades alimentarias ni hay un auténtico control de la comunidad científica internacional, como explicaremos más adelante. Sólo parece haber un tremendo pulso mercantil en el que el juego de las patentes, el dumping o la connivencia con los estamentos políticos parecen ser las reglas del juego. En definitiva, la introducción de los OGM supone un tremendo cambio que ha sido substraído del debate político y, en sociedades civiles débiles, del debate social. La información de que se dispone es altamente sesgada e interesada por lo que formarse una opinión es extremadamente difícil y costoso. Esta indefinición e ignorancia es el perfecto campo de cultivo para el abuso y la manipulación.

El mundo según Monsanto, de la investigadora francesa Marie-Monique Robin, se acerca a este oscuro mundo a través de uno de sus mejores exponentes, la empresa de Saint. Louis que parece aproximarse a pasos de gigante a una situación de monopolio de facto en determinados mercados (algunos asesores bursátiles creen que será la siguiente gran empresa, tras Microsoft, en sufrir el rigor de las leyes americanas anti-trust). Este libro describe la historia de Monsanto desde su nacimiento, su evolución como empresa de pesticidas y su conversión a empresa biotecnológica tras diversos reveses legales por variados problemas con sus pesticidas.

Repasando la historia de esta empresa, su tradición acreditada judicialmente de manipulación de estudios científicos, ocultamiento de pruebas, etc., la autora concluye que su actuación con los OGM sigue las mismas pautas que en su pasado inmediato y que sólo cuando la presión social y las acciones legales logren acorralar a Monsanto se logrará que ésta reconozca haber conocido los efectos de sus productos y no haber hecho nada al respecto. Para entonces será demasiado tarde para todos aquellos que hayan fallecido o nacido con malformaciones congénitas, o que hayan perdido sus tierras o hayan visto sus cosechas arruinadas.

Este libro ha sido redactado con gran lujo de detalles, información científica, histórica, judicial, etc., por lo que no entraremos en precisiones excesivas. Para no caer en el mismo error que denunciamos, tampoco daremos credibilidad absoluta a lo que en el libro se plantea, pues se coloca a la vanguardia de la lucha contra los OGM y quizá lo necesario sea una mayor inversión en investigación y una moratoria en su comercialización. Sin embargo, la autora pone en el centro del debate algunas cuestiones que afectan no sólo a Monsanto, sino a todas las empresas de biotecnología y no sólo al sector de los OGM y que, por su indubitabilidad, parecen más estremecedoras que los propios OGM en sí, puesto que ponen en tela de juicio todo el sistema científico, público y sanitario de nuestras sociedades.

En estos aspectos me centraré, dejando los concretos detalles sobre Monsanto para quien desee adentrarse con la lectura de este libro en su tenebrosa historia y su incierto futuro.

II

- Sistema de puertas giratorias ("revolving doors"): así se conoce en los Estados Unidos a los saltos entre la empresa privada y la actividad política y viceversa. Así, es tan probable que el responsable de una empresa de biotecnología pase a ocupar un alto cargo en la FAD (autoridad alimentaria de los Estados Unidos) en el momento en el que ésta debate la autorización de determinado componente que fabrica la empresa del "prófugo" como que, tras una actuación política a favor de los alimentos transgénicos, el cargo político pase a ocupar un puesto de responsabilidad en la empresa directamente beneficiada por su decisión. En ocasiones el camino de ida y vuelta llega a repetirse varias veces.

La sospecha de trato de favor no parece desencaminada, al igual que la impresión de que una empresa puede presionar para lograr colocar a hombres de su confianza en puestos clave relacionados con su actividad. La falta de una normativa clara que defina incompatibilidades juega en contra del interés público y a favor de la manipulación de las empresas.

Como contrapeso a esta confusión entre lo público y lo privado, hay una figura regulada jurídicamente en los Estados Unidos, denominada Whistleblowers (lanzador de alertas) referida a aquellas personas que, trabajando para una administración pública o una gran corporación privada, en un determinado momento, constatan que sus responsables adoptan decisiones claramente ilegales o contrarias al interés público denunciándolo. Estas personas sufren un inmediato ostracismo del que las asociaciones de whistleblowers tratan de protegerlos, no siempre con éxito, por el alto coste de los procedimientos judiciales que conlleva. En El mundo según Monsanto se recogen tristemente numerosos ejemplos de científicos o periodistas que denunciaron la actuación de Monsanto y otras empresas, o las decisiones de la Administración al respecto, y sufrieron una persecución que les llevó a la degradación laboral, al despido encubierto, o a la supresión de financiación para nuevos estudios.


- Consenso científico: La Ciencia se ha ganado una merecida reputación de exactitud. Parece inconcebible que dos científicos mantengan opiniones diferentes sobre un mismo aspecto. Sin embargo, la controversia y los resultados totalmente opuestos es la norma cuando se trata de determinar los efectos sobre la salud en humanos o animales de determinado medicamento, componentes químicos, etc. La razón es clara, ante la imposibilidad de pruebas directas, se realizan estudios sobre animales de laboratorio cuyas reacciones se estiman similares a las humanas y se les expone de diversas maneras al agente novedoso, comparando los efectos con una población de control -es decir, con un grupo similar de animales que no sufre exposición al elemento objeto del estudio-. Pasado un tiempo, se estudian y comparan diversos aspectos del metabolismo de ambos grupos para apreciar las diferencias significativas.

Y aquí es donde comienzan los problemas. La variedad del animal escogido para la prueba no siempre es inocente (p. ej. hay variedades de ratas más resistentes a determinados agentes), la duración del estudio puede ser manipulado de manera que los resultados se "corten" antes de que los efectos nocivos se manifiesten. En ocasiones, Robin denuncia que se ha retirado del cómputo de los resultados de estos estudios a animales que morían durante el estudio (¿consecuencia de la exposición al elemento objeto de la prueba?) como ocurrió en ciertos experimentos relacionados con la hormona del crecimiento bovino.

Estudios que pretendían determinar si el trabajo en una planta de Monsanto afectaba a la salud de los empleados, se vieron manipulados al incluir a personal que no trabajaba en plantas de producción o no computar a los fallecidos.

De estas sospechas no escapan las grandes (y reputadas) revistas científicas. Para la publicación de un estudio en sus páginas se requiere la previa valoración de un comité editorial formado por varios científicos expertos en la materia. La elección de estos no es siempre casual y el deber de secreto sobre el contenido del artículo cuya publicación se evalúa se infringe sistemáticamente con filtraciones que permiten la entrada en juego de las presiones sobre el consejo editorial de las revistas por parte de las grandes empresas. Precisamente son las empresas de biotecnología, farmacéuticas, etc., las que aportan el mayor volumen de publicidad con la que se financian estas revistas. ¿Quién se atreverá a desafiar a quien le da de comer? En los pocos casos en que se ha publicado un estudio en contra de los OGM han surgido inmediatamente estudios que pretenden desacreditar los resultados publicados, poner en duda la pericia de los científicos implicados y sembrar un mar de confusión.

- Autoridades públicas: finalmente, la imparcialidad de las autoridades sanitarias y alimentarias y su defensa del interés público se ven amenazadas por diferentes vías. Tenemos, de un lado, las ya citadas "puertas giratorias" que cuestionan la independencia de criterio de estos organismos. Marie-Monique Robin describe espeluznantes ejemplos de esta perversión.

Pero no sólo eso, cuando organismos como la FAD americana o sus equivalentes europeos deben decidir sobre la comercialización de un nuevo aditamento, pesticida o alimento, no realizan directamente las pruebas que consideran oportunas sino que es la propia empresa solicitante de la autorización la que aporta la documentación científica que considera oportuna (eso sí, hay unos mínimos establecidos legalmente y la administración puede pedir más información si lo considera oportuno). A la vista de lo comentado anteriormente sobre la fiabilidad de este tipo de estudios, podemos concluir que no es imposible que estos organismos públicos decidan sobre una base, digámoslo así, parcial e interesada.

En el caso de los OGM, la industria de la biotecnología ha dado un paso más. Ha logrado la imposición del principio de la equivalencia en sustancia que puede enunciarse aproximadamente de la siguiente manera: "los componentes de los alimentos procedentes de una planta modificada genéticamente serán los mismos o similares en sustancia que aquellos que se encuentran en los alimentos". Es decir, se exige autorización para la comercialización de un zumo de tomate al que se añada un determinado aditivo pero no se exige autorización alguna en el caso de que se modifique genéticamente el tomate empleado para fabricar dicho zumo con el fin de que genere una sustancia que haga los efectos de pesticida y le proteja de determinadas plagas. Esta modificación, en apariencia más relevante, no precisa de autorización alguna en gran parte del mundo "por principio".

Consecuencia casi inmediata de este principio es la no obligatoriedad de que los productos manipulados genéticamente lleven indicación en su etiquetado que los identifique (esta normativa no se aplica en la Unión Europea). De este modo se impide que los consumidores puedan evitar (si así lo desean) los productos manipulados genéticamente. Pero no sólo eso, en Estados Unidos se prohíbe cualquier etiquetado del que se desprenda que el producto comercializado no ha sido manipulado genéticamente. Y, si admitimos que los OGM son idénticos a los productos no manipulados genéticamente, parece coherente que no se hagan distinciones en su etiquetado. De este modo se hurta al público su derecho a conocer y elegir qué compra (las encuestas ponen de manifiesto un creciente y mayoritario rechazo a estos productos).

- La Ley de hierro de las patentes: en aparente contradicción con el principio de equivalencia en esencia, las empresas biotecnológicas han logrado lo impensable hace años: patentar especies vegetales, organismos vivos, alegando que, al introducir una modificación genética, han aportado una novedad a una semilla que preexistía pero creando una semilla nueva, objeto de patente.

Las consecuencias comerciales de estas patentes son evidentes. La práctica agrícola de reservar parte de las semillas para el cultivo del año siguiente pasa a estar prohibida puesto que se infringen los derechos de propiedad del patentador. De este modo, los agricultores deben comprar cada año las semillas de la próxima cosecha al precio que marque la empresa (Monsanto establece contratos de varios años de duración).

Peor aún, Monsanto ha contratado en Estados Unidos los servicios de varias agencias de detectives privados que recorren los campos a la búsqueda de agricultores que infrinjan la prohibición de reservar semillas. Los procedimientos judiciales largos, complejos y caros pueden llevar a la ruina a los agricultores; la jurisdicción de los contratos de Monsanto se fija en St. Louis, sede social de la empresa, lo que puede dar una idea de la sensibilidad de los jueces y jurados que fallan estos procedimientos judiciales.

Pero, rizando más el rizo, nadie puede impedir que en un campo en el que se han cultivado semillas manipuladas genéticamente hace años, comiencen a germinar espontáneamente; o que el aire o los animales expandan estos cultivos a tierras vecinas. Monsanto ha llevado a los tribunales exitosamente a estos campesinos totalmente ajenos a los OGM.

- Rentabilidad de los OGM: Otro grave problema al que se enfrentan los agricultores en el medio plazo es el de la resistencia a los pesticidas. La principal modificación genética introducida en las semillas de maíz o soja es la de un gen con efecto pesticida. La exposición continuada a este gen lleva a que las plagas (malas hierbas, pulgones, ...) se adapten al pesticida con mayor facilidad, lo que obliga a los campesinos a volver a gastar cada vez más dinero en nuevos pesticidas (esto afecta tanto a los que emplean OGM como a los que no).

Más problemas para el futuro: La proliferación de estas semillas supone la eliminación de muchas variedades autóctonas lo que, no sólo empobrece nuestra cultura, sino que puede llevar a que una plaga que afecte exclusivamente a estas semillas provoque una hambruna mundial de dimensiones desconocidas.

Y otro más: parece que el deterioro de determinados suelos, su empobrecimiento, está llevando a unos rendimientos decrecientes con un mayor coste lo que pone en peligro la viabilidad de muchos productores que confiaron en las promesas de futuro.

III

Como se pone de manifiesto en El mundo según Monsanto, hay muchos claroscuros en todo lo que rodea los OGM, no siendo la transparencia la norma de actuación de las empresas de biotecnología. La falta de información clara e independiente impide la existencia de un debate social sobre los OGM, lo que los convierte en objeto de controversias en muchas ocasiones apriorísticas y demagógicas. Desbrozar la compleja trama de intereses subyacentes (políticos, económicos, científicos, patentes, ...) favorecería ese necesario debate y este libro permite hacer luz sobre algunos de esos intereses creados.

El mundo según Monsanto dedica un amplio espacio a describir los orígenes de Monsanto y su implicación en diversos escándalos relacionados con los pesticidas que ha venido comercializando con anterioridad a su reconversión en empresa biotecnológica. Los últimos capítulos se dedican a estudiar los efectos de los OGM en países como México, Argentina, Paraguay, Brasil o India. En ocasiones, el texto se torna excesivamente técnico, con un gusto por la precisión que excede una finalidad meramente divulgativa; pero lo cierto es que tras su lectura cientos de preguntas saltarán a la boca del lector atento, … y ya sabemos que el primer paso para obtener respuestas adecuadas es la formulación de las preguntas pertinentes.


30 de diciembre de 2008

Bienvenidos al planeta Mod (Marcos Ruano)



¿Qué es ser Mod? Para la mayoría, esa palabra les traerá a la memoria las peleas entre mods y rockers en la España de los años ochenta; algunos más avispados relacionarán esas peleas con otras que hubo años atrás (¿en los 70 quizá?) en las playas inglesas. Otros serán capaces de distinguir algunos elementos de la vestimenta y estética de esta "tribu urbana" (tal vez recuerden la foto de un mod con un texto explicativo junto a la foto de un grunge o un punkie en el dominical de cualquier periódico). Otros pocos identificarán lo Mod con símbolos más concretos, como la diana de la RAF, las flechas, las scooters o vespas; finalmente, los menos, podrán enumerar al menos dos grupos mod (The Who y The Jam) aunque la mayoría se conformará con la vaga idea de que lo Mod es una especie de pasión por los años sesenta (así, en general) de algunos chicos jóvenes que añoran lo que no vivieron.

Para cubrir este vacío de información nace Bienvenidos al planeta Mod en el que Marcos Ruano, en un esfuerzo sin precedentes en la bibliografía española (superando definitivamente al, por otra parte estupendo y recientemente reeditado, I got my mojo working). Pero este libro, se entiende bien una vez leído, nace también (o quizá como primer impulso) de la necesidad de su autor por reflexionar sobre qué es ser Mod en nuestros días, cuál es elemento esencial que lo define, que le define a él, y que debe ser algo más que una apariencia estética fácilmente manipulable por los medios de comunicación e inmediatamente imitada por quienes no pueden ser considerados Mod auténticos.

En ese intento por formular una definición precisa e inmutable, Marcos Ruano hace remontar los orígenes del movimiento a los años 50, donde los Modernistas se conformaron como un grupo interesado por aquello que venía del Continente y que asociaban a un modo de vida (no sólo a una estética) alejado de la pobreza y uniformidad británica de la posguerra. Las motos, los cortes de los trajes y del pelo, las camisas italianas, determinados zapatos, el café frente al té, poses aprendidas de actores franceses o cigarrillos continentales, junto a la literatura existencialista o los poetas Beat. Todo ello forma un combinado del que se puede destilar una esencia que Ruano define como el intento por vivir la vida de manera consciente, disfrutando de pequeñas cosas que marcan una diferencia con los otros (esa obsesión por la diferenciación, por marcar una frontera entre el nosotros -mejor aún, entre el yo- y los otros), tal y como cantaban Los Negativos refiriéndose a "esas pequeñas cosas que nos dan la felicidad".

En este primer estadio, la individualidad es la clave ya que el movimiento es underground, no hay prácticamente medios que reflejen esta corriente. Sólo una búsqueda personal de la diferencia, del detalle, de la elegancia, sirven como motor para difundir lo Mod. En pequeños clubes puedes ver a otros como tú, copiarás de ellos lo que te guste y ellos harán lo propio, en un avance que nace del individuo y llega al grupo. Y la música pronto sustituye a Sartre y el Jazz de Parker o Monk se relegan al olvido en favor del Rhythm&Blues o el Early Soul previo a la explosión que supusieron sellos como Stax o la Tamla.

La música será el elemento de cohesión de esta tendencia, el gusto por el sonido americano (contradicción con la adoración por todo lo que venía del continente) lleva al nacimiento de muchos grupos musicales que tratan de capturar este sonido efervescente y que pueblan los muchos clubes que surgen, principalmente en Londres, y en los que se agolpan estos Mod (muchos de ellos recién unidos al movimiento y, por tanto, alejados de las características descritas anteriormente) cuyo principal objeto es sentir –y hacer sentir la diferencia- frente a una sociedad estrecha, forjar una identidad de grupo que de cobertura a las ganas de diversión y de rebeldía, sin por ello convertirse en auténticos revolucionarios.

Y así es como se va creando un "mercado" Mod, tanto de ropa y complementos, como de música. Jóvenes con ciertas posibilidades económicas (los Mod suelen tener trabajos mejor pagados, en el sector servicios, y se lo gastan todo tratando de colmar esa necesidad de ir un paso por delante del resto). Las tiendas de moda comienzan a abarrotar Carnaby Street y los manager más espabilados tratan de encontrar un grupo que canalice (y rentabilice) esta marea.

Al tiempo, los medios de comunicación se hacen eco del nuevo estilo, lo que supone para muchos, su certificado de defunción, justo cuando el movimiento gana su reconocimiento. La prensa ofrece una imagen estereotipada y uniforme de unos jóvenes amigos de violentas confrontaciones playeras con otro grupo juvenil, los Rockers. Desde ese momento, la atención de la "cultura oficial" lleva al vaciado del sentido de los símbolos Mod. Ya no se busca deslumbrar con un peinado propio y Moderno, al contrario, muchos jóvenes buscan la réplica del cliché, parecerse lo más posible al Modelo difundido por los medios. Muchos se denominarán Mod por llevar una parka y varios parches y cantar My generation (hoy ocurre algo parecido).

Marcos Ruano señala este momento como el de la muerte de la Escena. Y, efectivamente, los símbolos popularizados por el mundo empresarial pierden su razón de ser. No hay más que ver cómo actualmente se pueden comprar camisetas de marca con la estrella roja soviética, la imagen de Mao o que la camiseta de los Ramones la compran personas que, o no conocen ni siquiera que se trata de un grupo musical o que creen que eran españoles ... ¡¡¡verídico!!!.

La manipulación del movimiento fuerza el rechazo por los auténticos Mod que deben retirarse a los cuarteles de invierno. Para entonces, grupos como The Who, Small Faces o los Yardbirds gozan de reconocido prestigio, más allá de un público genuinamente Mod. Este éxito comercial (representado por la popularidad del Ready, Steady, Go! nacido en 1963) supone de una parte, el rechazo de los más puristas que ven amenazada su exclusividad y, de otra, la llegada de nuevos adeptos que adoptan la visión estandarizada y vacía de la Escena.

Cuando a finales de 1966 y 1967 la música evoluciona hacia la Psicodelia, se pierden los elementos más definitorios de la música Mod, su energía, su sonido de guitarras, sus letras rebeldes. Pero queda una llama, lejos de Londres, en el Norte de Inglaterra. Alejados de las tiendas hippies, muchos jóvenes se reúnen en pequeños clubes y salas de baile para escuchar y moverse al ritmo de viejos discos de Soul americanos que ni siquiera llegaron a ser un éxito en Estados Unidos y que, con cuentagotas, llegan años después a Inglaterra traídos por soldados americanos de servicio en las Islas.

Esta música, basada en discos, no en grupos que actuaran en directo y publicasen nuevos discos, favoreció una obsesión por el coleccionismo. La clave era localizar y comprar esos pequeños singles viejos, lo más desconocidos y oscuros que fuera posible. Este extraño movimiento no fue trivializado por los medios ya que se encontraban lejos de los focos londinenses y se veía como algo más bien antiguo y sin posibilidades de comercialización (no se podían grabar discos con ese estilo, los Northern boys sólo admitían originales). Si bien, el Northern Soul mantuvo la llama del Soul, del baile y de la diversión, los presupuestos estéticos se adaptaron a la nueva necesidad, los gustos musicales se anquilosaron y se perdieron muchos aspectos de la Cultura Mod, reduciéndose al tiempo la ambición del movimiento como tributo y precio a pagar por dejar una pequeña llama que perduró hasta la siguiente oleada (el Revival Mod) y que fue un antecedente claro de la cultura del Club de Baile que se desarrollaría en los 70 y 80 pasando a otros estilos (Modern Jazz, Acid Jazz, House, etc).

A finales de los 70, grupos como los Jam (principal aglutinador del resurgimiento Mod) y la popularidad de la película Quadrophenia llevan a un renacer del movimiento. Sin embargo, Marcos Ruano no se engaña. Estos nuevos Mod no buscaban, en la mayoría de los casos, otra cosa que la imitación más o menos precisa de los modelos previos. Su música, salvo contadas excepciones, no era demasiado buena y, en muchos casos, se trataba de grupos que buscaban la estética Mod como pura estrategia comercial. Es precisamente esta oleada algo alicaída y plastificada la que llega a España en los años 80, aprovechando el cambio político, social y económico, encontrando en la Movida madrileña su mejor caldo de cultivo.

Faltos de referente previo (Ruano se moja al negar la existencia de una Escena Mod en la España de los sesenta), los Mod españoles adoptan los clichés más simples como estandarte de su rebelión (se reproducen con fatales consecuencias las peleas entre Mods y Rockers). Los grupos de referencia no son puramente Mod pero tampoco los Mod españoles son demasiado agradecidos con sus grupos, rechazando cualquier atisbo comercial y consolidando la idea de que la Escena española viene definida por un gran inmovilismo.

Por ello, Marcos Ruano se toma una gran molestia en el último capítulo de su libro para tratar de definir qué es para él ser Mod hoy en día, más allá de la parafernalia de dianas y Fred Perry. Concluye así afirmando que, junto con una estética ("elegantes y limpios bajo circunstancias difíciles"), el Modernismo se define por la fidelidad a uno mismo, a la búsqueda continua del propio camino, a cierta rebeldía contra lo establecido, mejor aún, contra lo que nos es impuesto.

Definido en estos términos tan ambiguos, Mod podría ser casi cualquiera y muchos que se consideran Mod, apegados a una estética pasada y manida por los medios, quedan fuera de la misma. Y creo que, como por otro parte tampoco esconde Bienvenidos al planeta Mod, el gran problema de este movimiento es que sus raíces son totalmente individualistas y en su éxito radica su propia muerte. La búsqueda debe ser individual y posteriormente compartido en pequeños círculos. La exclusividad y la diferencia no se compadecen con la generalización de una moda o un estilo excesivamente definido. La búsqueda y el cultivo de un gusto propio, el tomar las riendas de tu propia vida y el sentimiento de diferencia (no necesariamente de superioridad) definen claramente lo que Ruano considera ser Mod hoy en día y, seguramente, razón no le falte.

Autopublicado (se puede comprar aquí), Bienvenidos al planeta Mod tiene la ventaja de contar la historia desde dentro del movimiento, lo que le aporta sinceridad y frescura, pero en ocasiones puede ser un inconveniente ya que no le impide caer en contradicciones internas: la visión del movimiento Mod en España es bastante más crítica que la de su homólogo británico, se critica el inmovilismo al tiempo que se pone en solfa a quienes traicionan los ideales Mod; no se admite que otros definan las reglas de qué se debe escuchar y cómo se debe vestir, pero en otro nivel se actúa de manera similar. En fin, quizá la esencia del movimiento Mod sea ésa (o debiera ser), un géiser en el que borbotean ideas, algunas saltan disparadas en cualquier dirección, otras se cuecen sin saltar de la marmita y mueren sólo conocidas y compartidas por unos pocos. Esa ebullición (Explosión juvenil cantaban los Brighton 64) explica la periódica vuelta del estilo y la música Mod, respete totalmente o no las raíces y justifica la vigencia de ciertos ideales y el atractivo que, aunque sea superficialmente, representa para muchos jóvenes la música y la cultura Mod.

Finalmente, destacar que el libro merece una segunda edición de la que se supriman las numerosas reiteraciones que, en ocasiones dan la impresión de responder a un inicial planteamiento de los capítulos como artículos independientes, corrija errores dolorosos (Los tiempos están cambiando no es del año 65). También sería un placer ver más referencias a la literatura relacionada con la materia y aumentar los capítulos dedicados a la música (un mayor espacio para cada grupo y ampliar la información a los grupos y solistas de Soul y Rhythm&Blues que influyeron en los grupos británicos). Con un mayor esfuerzo se podría incluir un capítulo que haga referencia a la recepción del movimiento Mod en otros países, lo que permitiría una comparación con lo acontecido en España y apreciar así las diferencias. Pero en fin, a la espera de este sueño, Bienvenidos al planeta Mod cumple con las mayores expectativas.


13 de diciembre de 2008

Los artistas de la memoria (Jeffrey Moore)



La mente humana esconde secretos que aún no nos han sido revelados, pero sus enfermedades o anomalías, aún sin determinar exactamente su origen o tratamiento, han sido conocidas desde siempre. Bajo el estigma del poseso, el endemoniado o incluso el melancólico, se han cobijado enfermedades mentales que sólo desde la segunda mitad del siglo XIX comenzaron a estudiarse de manera científica.

Si bien la literatura divulgativa al respecto es muy abundante, el tratamiento “literario” no es tan frecuente, y cuando se aborda suele pesar menos el aspecto científico que el “dramático”; parece buscarse más la metáfora que la realidad. Así, el cerebro de don Quijote es sorbido por los libros que lee, de manera que sus actos se explican por esa locura y permiten el libre vuelo de Cervantes. La locura es el medio por el que se permite la crítica a la sociedad de su tiempo, a las novelas de caballerías, etc. Igual ocurre con otras obras como Las aventuras del valeroso soldado Schwejk o El misterio de la cripta embrujada en las que se busca un efecto cómico.

Los artistas de la memoria nace con la intención de superar dicha limitación y unir cierta rigurosidad científica con una trama literaria protagonizada por personajes - digámoslo así- peculiares, sin caer en los tópicos citados. Su argumento puede resumirse de la siguiente manera: Noel Burun trata de socorrer a su madre que comienza a ser consumida por el Alzheimer.

Frente a las crecientes limitaciones de la memoria de su madre, Noel es un joven sinestésico hipemnésico; en otras palabras, une a la incapacidad de olvidar ningún dato o acontecimiento de su vida, la confusión de sus sentidos, en especial, los sonidos se convierten en colores. En definitiva, la imposibilidad del olvidar (y los problemas que ello supone) en pie de guerra contra el olvido, el abandono del mundo y el sentimiento de pertenencia a una familia y a un tiempo.

Noel, pese a sus graves limitaciones sociales, contará con la ayuda de tres amigos no menos peculiares (no en vano, la amistad es la protagonista implícita de toda la novela). Una actriz juvenil de poca monta, Samira, que trata de recuperar su propio rumbo y sentido vital al tiempo que se recupera de un incidente que ha afectado profundamente a su identidad (y que no quedará excesivamente aclarado en el curso de la novela), de la que Noel caerá enamorado, adentrándose por primera vez en su vida en el incierto campo de las relaciones amorosas, las insinuaciones y requiebros, la comunicación de los sentimientos y todos esos pequeños secretos que al resto del mundo parecen haberles sido confiados, pero que al pobre Noel le resultan totalmente incomprensibles.

Pero en su tarea de atraer la atención de Samira competirá con un consumado seductor, Norval, quien parece concentrar todo el cinismo y hedonismo del que carece Noel, una incapacidad de enamorarse de cualquiera que no sea el mismo pero, al tiempo, un afán desmedido por conquistar mujeres en un loco proyecto alfabético que le financia una Universidad. Norval, como contrapeso de Noel, aportará una perspectiva más realista y, de todos lo personajes de la novela, parece ser el menos plano y previsible. A lo largo de las páginas llegaremos a conocer incluso su otra cara.

El último "colaborador" de Noel será JJ, un adulto que no ha llegado a serlo realmente. Su grave inmadurez (a veces simple infantilismo), su hiperactividad y el afán por desbrozar los problemas y no descartar ninguna alternativa, por más disparatada que parezca, será la mayor y mejor ayuda de Noel en la búsqueda de un remedio eficaz contra el Alzheimer de su madre.

Stella Burun, pese a ser el personaje sobre el que confluyen los citados anteriormente, apenas tiene un papel relevante debido a su enfermedad. Ocasionalmente Moore le dará voz a través del diario que, una vez diagnosticada la enfermedad, comienza a escribir con el fin de retrasar sus efectos y aferrarse a los recuerdos y a lo vivido.

Finalmente, tenemos a Vorta, el neuropsicólogo que trata a todos los personajes del libro y que sobrevuela la trama prologando la novela y añadiendo una generosa colección de notas al final de la novela, precisando detalles científicos (y ocasionalmente matizando las referencias del manuscrito a su persona).

Simulando una técnica desconstructivista, Jeffrey Moore combina a lo largo de la novela diferentes puntos de vista gracias al recurso de incluir fragmentos de los diarios de los protagonistas, artículos periodísticos o anuncios. Así, de un mismo suceso podemos tener varias perspectivas que enriquecen y matizan la lectura. Este efecto se acentúa se va avanzando en la novela dado que los personajes establecen relaciones entre ellos, de manera muy especial Noel y Samira. Asistimos al enamoramiento del primero mientras se nos permite ver los pensamientos reales de Samira y cómo varía su actitud hacia el primero.

El lector pronto quedará atrapado por la historia que se le ofrece y por los personajes, encerrados en sus propias limitaciones, tratando de liberarse de ellas para lo que sólo contarán con la ayuda del resto de protagonistas Los diferentes estilos empleados aumentan el atractivo e incluso algunos momentos resultan realmente brillantes (especialmente determinados fragmentos del diario de Stella son conmovedores y de una tremenda fuerza dramática).

Sin embargo, en algún punto, la novela comienza a parecer perder impulso. Los personajes -con la excepción de Norval- no terminan de presentar matices, pareciendo más bien caricaturas a medio dibujar. Algunas historias quedan inconclusas y otras se diluyen sin dejar rastro, no justificando su presencia. El final parece excesivamente precipitado (bastante inverosímil también) y breve, en comparación con la extensión del libro (y la tranquilidad con la que se van presentando los temas y los personajes en los primeros capítulos).

El balance debe ser positivo puesto que en las páginas de Los artistas de la memoria se esconde un gran argumento, unos personajes realmente interesante; referencias a famosos literatos sinestésicos (Byron, Baudelaire, Rimbaud); información científica relevante sobre trastornos neurológicos y, sobre un todo, un gran talento narrativo que quizá no haya sabido (o querido) dibujar unos personajes de manera más realista y que no ha medido adecuadamente la estructura de la novela.

Los artistas de la memoria ha ganado el premio de la Asociación de Autores Canadienses de 2005 y el Daily Telegraph seleccionó la obra como el mejor libro del año por lo que uno también puede estar equivocado.