7 de febrero de 2009

Todo fluye (Vasili Grossman)


 
 
Iván Grigórievich regresa al mundo de los vivos tras largos años de confinamiento en la Rusia Oriental, en los campos para disidentes, decadentes, socialdemócratas, judíos o médicos, que se fueron llenando a golpe de paranoia de un Stalin que ha fallecido recientemente permitiendo que el país se recupere levemente del miedo que le mantenía encogido. Y sin embargo, este momento de plenitud, de recuperar la posesión de su destino, no parece alegrar a Iván Grigírievich. Enfrentarse a un mundo que ha cambiado, que ha mantenido su pulso mientras el suyo se debatía a menudo entre la vida y la muerte, entre el hielo y las alambradas, la enfermedad y el hambre, parece una tarea excesiva para un débil Iván; la seguridad, la rutina del campo parece más real que todo aquello que sus ojos ven ahora. Nikolái Andréyevich espera a su primo en Moscú mientras repasa lo que ha sido su vida en estos años. Su carrera científica parecía no tomar la altura que todos aseguraban que le correspondía. Otros más ineptos alcanzaban con facilidad los puestos que creía reservados para él. Como científico no se ve excesivamente envuelto en las convulsiones políticas de los años treinta pero la realidad pronto le alcanza y compañeros suyos brillantes comienzan a caer en desgracia. Primero serán judíos, luego simpatizantes de los judíos, luego otros, como en el famoso poema erróneamente atribuido a Bretch. Nikolái teme haber caído también él en desgracia pero realmente está en el lado de los vencedores; no es que acuse a nadie en particular, que denuncie o promueva persecuciones; aunque sí callará ante acusaciones terribles, no alzará la voz ante bárbaras mentiras ni se interrogará a sí mismo sobre las sorprendentes autoacusaciones de los purgados y no tendrá demasiado tiempo para lamentarse por ello ya que las enhorabuenas y los proyectos científicos que antes le eran arrebatados, le son ahora concedidos con pleno reconocimiento. Y es sólo ahora, cuando la cohorte de Stalin ha desaparecido, cuando los excluidos vuelven a sus casas y, si bien no recuperan lo que les fue arrebatado, su sola presencia resulta vergonzante; cuando los discursos públicos reconocen la manipulación de los juicios, de las confesiones de culpabilidad, es ahora, digo, cuando Nikolái siente el susurro acusador de su conciencia. Y más aún cuando espera a su primo, que nunca transigió, que nunca acusó a nadie ni sacó partido de las acusaciones y por ello vio su vida condenada al infierno de los campos. Y prepara su discurso, su argumentación, su justificación. Para todos fue difícil la vida, para todos hubo sufrimientos, querido primo, para todos, no sólo para quienes os levantabais con los miembros congelados, para los que cavabais con palas rotas en el duro hielo y comíais con las manos lo que os arrojaban los guardias, alimentándoos como a las bestias. No sólo hubo dolor, muerte, hambre y enfermedad en los campos. Aunque me veas grueso, en una casa elegante, con una hermosa mujer que sabe cómo hacer de buena anfitriona, no me juzgues por ello, no te creas mejor, más recto, más noble, sólo porque elegiste el camino en el que lo justo era evidente, en el que no había matices, ni dudas, en el que todo lo que hacías es hoy visto como justo. E Iván Grigórievich abandona la casa de su primo sin haber siquiera acusado a éste de nada. Humilde, sin apenas orgullo (quizá con dignidad, esa dignidad tan grande que apenas le cabría en su pequeña maleta de presidiario excarcelado) abandona el comedor de su primo, pisa la alfombra con cuidado, para no dejar la huella de su zapato, como en la nieve, y escapa de Moscú, a Leningrado, en busca de su pasado y de allí escapará de nuevo, haciendo justicia al título de la novela, al igual que Grossman huirá del planteamiento inicial de la novela aquí relatado, del estilo narrativo empleado hasta el momento y buscará, como Iván, el camino que le permita orientarse en este mundo que precisa de una explicación para tanto horror, que no puede ser contemplado con la tranquilidad del novelista sosegado que despliega con arte y oficio una trama que desvela por sus costuras la realidad social, en definitiva, busca una novela que rompa con la novela para afrontar el desafío de describir la historia de su país, su esperanza de futuro. Como queda dicho, hasta este punto, todo el libro parece discurrir por el cauce más tradicional de la Literatura rusa, en el que dos mundos, el de los acomodados y el de los excluidos, ocasionalmente se cruzan mediante enrevesados argumentos que permiten el libre discurrir de sus personajes atormentados. Pero pronto esta apariencia de tradición salta por los aires y la novela se adentra en un nuevo campo en el que la reflexión política, filosófica, histórica se entrevera con unos personajes cuyos perfiles quedan meramente trazados en su esencia, sin descripciones que les pongan cara, sin perfil biográfico que les ubique, simples sombras portadoras de historias o reflexiones que son el sustento de Todo fluye. Grossman, al igual que Iván Grigórievich, tampoco juzga. En uno de los pasajes más célebres del libro, describe las maldades de los informantes, de los delatores, de los simples envidiosos que inventaron acusaciones infundadas, de aquellos que inflamados por el ardor de la Revolución llevaron demasiado lejos sus fines, de quienes antepusieron sus intereses profesionales a los humanitarios y acusaron a colegas que les entorpecían y así, hasta casi agotar los tipos de canalla. Pero no, nosotros tampoco juzguemos, Grossman asegura por boca de uno de estos personajes que no hay inocentes en el mundo de los vivos, todos son, somos, culpables. Sin embargo, tras este trágico enunciado parece no esconderse otra cosa que la dificultad de enjuiciar a cada hombre en sus circunstancias ya que los planteamientos de Todo fluye toman otro derrotero y comienza la implacable denuncia que constituye su parte central. Desde los albores de la Revolución, sus primeros pasos, los regímenes de Lenin -un delicado admirador de la música de Beethoven- y de Stalin, Grossman analiza sagazmente el origen de sus dictados, la discrepancia entre sus políticas y sus vidas personales y los fundamentos de su poder. Grossman, pues no es otro quien actúa como verdadera voz narrativa, describe su teoría sobre el alma esclava de Rusia que la Revolución no hizo otra cosa que perpetuar sojuzgando a millones de ciudadanos, arrojando a la muerte a otros tantos en los campos de prisioneros o matando de hambre a millones de campesinos (la descripción de la extinción de los kulaks es estremecedora). Pudiendo haber optado por el camino de la libertad, abriendo un futuro nuevo para Rusia, se prefirió la más conocida vía de la opresión y la esclavitud a través de las leyes escritas pero también de la política de los hechos, de las denuncias y las amenazas, de la acusación de antipatriotas... Todo ello para mantener al pueblo esclavizado, para impulsar una industria pesada, una economía que permitiera el sostenimiento de una clase privilegiada y de un peso internacional que no sirve para beneficiar al pueblo oprimido. Parece el propio Vasili Grossman quien habla por boca de Iván cuando dice: "Y ahí estoy, acostado en la litera, medio muerto, y siento que en mí sólo queda viva mi fe: la historia de los hombres es la historia de la libertad, de la más pequeña a la más grande; la historia de toda la vida, desde la ameba hasta el género humano, es la historia de la libertad, es el paso de una libertad menor a otra libertad mayor; que la vida en sí misma es libertad. Esa fe me da fuerzas, palpo la preciosa, espléndida, luminosa idea escondida en mis andrajos carcelarios: Todo lo que es inhumano es absurdo e inútil". Ese anhelo de libertad que empañó la vida de Grossman (en lo personal y en lo literario ya que no pudo ver publicada en vida su principal obra, Vida y destino) resulta el oscuro objeto de deseo, el monumental altar ante el que se postra Todo fluye. Pero no sólo reflexiones de este tipo forman el cuerpo central de Todo fluye. Numerosos pasajes de hermosa belleza y lirismo contrastan con la dureza de lo narrado y crean un ambiente de ensoñación continua en el que es difícil no perder el sentido de la realidad, el no olvidar que lo narrado corresponde a una verdad histórica dolorosa. Es en estos momentos en los que mejor se revela el talento literario de Grossman. Este talento permite combinar todos los elementos citados (política, historia, moral, ...) sin desmerecer los aspectos estéticos, creando una obra literaria de gran altura y originalidad cuya lectura es un constante desafío a nuestra comodidad y pereza. Pese a que la fama de Vida y destino, y el reciente éxito editorial en España de la traducción directa del ruso, puede empañar Todo fluye, creo que esta última resume de mejor modo todas las cualidades de su autor. Su estilo literario avanzado, su delicadeza y atención por los pequeños detalles que iluminan toda una escena, su complejo juego de voces narrativas, la inclusión de largos (pero amenos) excursos metaliterarios tienen un mejor campo de juego en Todo fluye. Tal y como se señala en la solapa de la edición, esta obra es el testamento literario de Grossman que ya conocía que Vida y destino no sería publicada (pese a sus numerosos intentos cada vez que se abría un breve periodo de distensión política; sorprendente resulta que Todo fluye sí obtuviera el beneplácito para su publicación ), por lo que no es difícil conjeturar que en ella sintetizó todas sus ideas sobre la vida y la literatura. Sería lamentable por tanto, dejarla de lado como mero apéndice para seguidores incondicionales de este autor o para quienes la prefieran a Vida y destino por su brevedad.

12 comentarios:

Nínive dijo...

Muy interesante, el binomio Grossman- Revolución rusa suena bastante bien. Un saludo

Gonzalo Muro dijo...

Gracias por tu visita Nínive y sí, se trata de un libro muy recomendable, en forma y fondo.

Hasta la próxima.

Humanoide dijo...

Aquí no se consigue esa obra, pero Vida y destino es uno de esos libros imprescindibles. Aplaudo su blog, un hallazgo.

Saludos, colega.

Gonzalo Muro dijo...

Pues espero que pronto podáis tener la edición de esta novela.

Un abrazo y muy agradecido por tu visita y tu comentario.

Anónimo dijo...

"Vida y destino" me produjo una gran conmoción, pondré este en la lista de espera, no asi el de Amis que veo que carece de lo que más me gusta a mí, a saber, vida, es decir, que el libro este vivo, que se mueva por si mismo, que crezca y se desarrolle dentro de mí con naturalidad, como si yo misma estuviera contando la historia.

Un saludo.

Gonzalo Muro dijo...

Bienvenido Ybrim. La verdad es que Todo fluye me ha resultado un libro extraordinario. La casa de los encuentros tiene otras virtudes pero, como dices, le falta algo de vida, de pulso y veracidad.

Así que disfrutes de la lectura y vuelve cuando quieras.

C.C.Buxter dijo...

Comparar "Todo fluye" con "Vida y destino" no es justo, porque son muy pocos los libros que pueden resistir esa comparación. Al menos, esperemos que el boom de "Vida y destino" sirva para que se traduzcan más obras de Grossman.

"Todo fluye" me ha parecido una buena novela, aunque el final es un poco abrupto, porque durante ochenta páginas Grossman expone su teoría sobre el alma esclava de Rusia y el legado de Lenin y parece olvidarse algo de Iván. Sin embargo, está presente en ella ese calor humano que desprende Grossman al escribir sobre tragedias, esa compasión hacia los seres desfavorecidos. Me parece muy acertada la técnica que utiliza en varias ocasiones de describir digamos que en abstracto la Historia (p. ej., la hambruna en Ucrania) y, posteriormente, contar una historia, con ojos y caras, de alguien que la vivió en primera persona (la familia que muere de hambre). Otro de los momentos que más me ha gustado es cuando compara la represión del Estado contra los primeros bolcheviques, con la ira del dueño que quiere abandonar a su perro y, pese a ello, éste sigue siendo fiel y le adora...

Gonzalo Muro dijo...

C.C.Buxter, es cierto que no es justo (ni procedente) comparar ambas obras, mi deseo es que tampoco una haga sombra a la otra.

Y es cierto también lo que comentas sobre Todo fluye, su libertad expresiva (el comienzo clasicista, los cambios bruscos, los intermedios históricos, los pasajes líricos, etc), la combinación de una historia general con sus casos particulares, todo ello es una proeza en manos de Grossman.

Un saludo y gracias por tu visita.

RebecaTz dijo...

Tengo pendiente este libro tras la fascinante lectura de Vida y destino, aunque literalmente volaron los pocos ejemplares que llegaron a mi librería. Espero conseguirlo pronto.
Excelente reseña, veo que tengo un blog muy interesante por descubrir. :)

¡Saludos!

Gonzalo Muro dijo...

Hola Andrómeda. Gracias por tu visita y tu comentario. Aunque no todo el mundo comparte la opinión de que éste es un libro meritorio (algunos creen que es algo fragmentario y un poco panfletario), creo que realmente Grossman se propuso un intento renovador muy importante y meritorio teniendo en cuenta su situación personal.

Un saludo y vuelve cuando quieras.

Borja Pérez dijo...

Me ha parecido un libro muy interesante,como no otra gran obra maestra del genio Grossman, sin embargo me he quedado con una serie de dudas. Si alguien puede responder se lo agradecería
¿que os parece cómo refleja el libro la represión del sistema stalinista?
¿el análisis del protagonista y su primo?
¿qué personas engrosaban las listas de los gulags?
¿qué represión se llevó a cabo con los campesinos kulaks?

Gonzalo Muro dijo...

Hola Borja, me alegra que te haya gustado el libro. Respecto a las preguntas que formulas, la verdad es que no soy un experto en el tema. La visión que Grossman ofrece del stalinismo es devastadora y sólo se puede entender su publicación por los cambios políticos a la muerte de Stalin. Claro que si eso es lo que publicó, ¡qué pensaría realmente!

Respecto de las otras cuestiones te pego un par de links que explican bastante bien la situación de los campesinos ucranianos (su exterminio más bien) y la cruel historia de los gulags. Espero que te sirvan de algo.

Un saludo.

http://es.wikipedia.org/wiki/Holodomor

http://es.wikipedia.org/wiki/Holodomor