10 de octubre de 2025

La ciudad sin judíos (Hugo Bettauer)



Las novelas en torno a la Shoah y el nazismo forman un género en sí mismas, muy apreciado por los lectores. Estas obras suelen ser bastante conocidas y accesibles y cuentan con notables propagandistas y fieles prescriptores, de ahí que el género parezca no tener fin. Por eso, sorprende notablemente que La ciudad sin judíos (Hugo Brautter), publicada por Cátedra con traducción de Miguel Ángel Vega Cernuda, no sea célebre, ni tan siquiera muy conocida, más bien lo contrario, ni siquiera en su país de origen, Austria.


A su favor tiene el tratarse de un texto breve, de muy fácil lectura, sin especiales complejidades estilísticas. No debemos olvidar en este punto el enorme mérito de esta edición de Cátedra. La breve extensión de la novela queda compensada por el abundante texto introductorio que aborda este libro desde muy diversos puntos de vista. La obra del autor, sus adaptaciones fílmicas, las implicaciones políticas, el asesinato del autor, el éxito de ventas, la caída en el olvido, la traducción, las relaciones de ida y vuelta entre las letras castellanas y las austríacas, etc. Asimismo, las notas son abundantísimas, tal vez excesivas al detallar cada mínimo aspecto que el autor cita, sea una calle, un modismo austriaco, un periódico, un personaje célebre, un edificio, un monte o un recodo de un río.


Pero el principal pensamiento que le viene a la mente a uno tras concluir la lectura de esta novela es cómo ha podido pasarle inadvertida por tanto tiempo. Y es que, al margen de la calidad del texto en sí a la que luego nos referiremos, esta obrita tiene todo para ser un título reconocido y leído por un público siempre ávido de lecturas en torno al judaísmo y la Segunda Guerra Mundial.


Comencemos por su argumento. En la Austria posterior al desmembramiento del Imperio austrohúngaro, la necesidad de recuperar el orgullo herido, de evocar una grandeza pasada que la estrechez territorial a que ahora se ve reducida es una afrenta continua y en la que la hiperinflación deja maltrecha la economía, los políticos mayoritarios encuentran una fácil solución: expulsar a todos los judíos, practicantes o asimilados, descendientes incluidos, incluso los convertidos al cristianismo y bautizados, de modo que la pureza de la raza cristiana se convierta en el factor aglutinador que permita dar el salto a una nación ávida de recuperar esplendor y riqueza de manera rápida y sencilla.

 

Evidentemente, las motivaciones raciales, la secular desconfianza, la acusación velada de que los judíos no penan por la crisis igual que los honrados austriacos cristianos, no esconde que esta migración forzosa y repentina viene acompañada por la expropiación de facto de todas las riquezas y propiedades judías, incluyendo empresas, grandes o pequeñas.

 

Pero los planes mejor trazados a menudo se tuercen y pronto se ve que los empresarios que sustituyen a los judíos no son tan avezados, que la crisis internacional golpea aún con mayor crudeza a Austria que ha perdido parte de su apoyo financiero internacional que lograban los judíos con sus empresas multinacionales. Pronto se ve que la vida, no solo en lo económico, también en lo mundano, decae y que las turbas, tan fáciles de manejar como complicadas de controlar cuando se vuelven contra uno, pronto buscarán culpables de las consecuencias de una decisión no muy bien meditada.

 

Continuemos por el contexto histórico de la obra. Ésta fue publicada en una fecha tan temprana como 1924, es decir, cuando los nazis apenas eran vistos como una facción más de los múltiples extremistas que trataban de obtener rédito político del descontento popular por la pérdida de la guerra en todos los países de habla germánica, así como por las terribles consecuencias de la crisis económica, acuciada por las indemnizaciones y desmantelamiento industrial que llegaron tras la firma del Pacto de Versalles.

 

Llegamos ya al autor, Hugo Bettauer un polemista, escritor de éxito, judío por más señas, que supo ver como nadie antes cuáles serían las dinámicas que paso a paso seguirían los miembros del NSDAP, los propagandistas de Goebbels, las camisas pardas de las SA. Todo esto lo vio con terrible premonición, o al menos lo puso por escrito, tal vez para conjurar sus miedos, tal vez para tratar de alentar una reacción que hiciera imposible su visión.

 

Pero Bettauer encarna de otro modo la tragedia que se cerniría sobre el pueblo judío. Su fama y posición militante le llevaron a ser asesinado poco después de la publicación de esta obra, es decir, Bettauer fue una de las primeras víctimas del nazismo en Austria y pagó por su denuncia, la que el lector tiene ahora entre sus manos.

 



 

Continuemos con los aspectos más formales de la obra. Ésta es breve, amena, muy ligera pese a que el tema parece de difícil tratamiento. Pero esa liviandad no deriva tanto de la maestría de Bettauer sino más bien de su manejo sencillo, casi simple, del argumento. La trama es sencilla y lineal, apropiada para los libros publicados a modo de folletines y que se vendían a miles en los quioscos de toda Austria. No se buscaba la maestría formal, tan solo la inmediatez y el entretenimiento. Pero aquí Bettauer nos ofrecía algo más, una advertencia, una señal que traía la imagen de un futuro que muchos leerían más bien como ciencia ficción.  


Los aspectos más generales del argumento tienen su correspondiente trama a nivel individual, en forma de una pareja de enamorados que han de separarse por esta incomprensible expulsión. En suma, la obra no es excesivamente meritoria, aunque sin duda, tampoco lo son muchas de las que abordan el tema judío. Así pues, ¿qué es lo que hace que este libro no sea más conocido, aunque solo sea por su carácter casi profético?.

 

Tal vez la razón se encuentre en la solución que propone el autor, ese desenlace happy-end con el que rebaja de golpe toda la gravedad y denuncia que se esconde bajo el planteamiento argumental. Pero, sin duda, este reproche es injusto y solo cobra todo su sentido desde nuestros días, desde nuestro conocimiento de lo que estaba por llegar. No podemos aceptar que, tras una conciencia tan reveladora, Bettauer no nos hable de cámaras de gas, de campos de exterminio y carteras hechas con piel humana. Por el contrario, en esta página se destila un humor e ironía que nos extrañan, precisamente porque creemos que este tema está reñido con esa ironía, porque no podemos aceptar un final feliz sabiendo que éste nunca llegó y que la inocencia del autor rebaja el don de la adivinación y presciencia que le atribuimos al leer las primeras páginas.

 

Sin embargo, Bettauer pagó con su vida por poner de manifiesto tendencias que se harían realidad en poco tiempo. Como tantas veces hemos comentado en estas reseñas, lo que seguramente más enfurecía a sus detractores era el humor. Los políticos partidarios de la expulsión de los judíos son retratados como torpes burócratas, borrachos, simples y codiciosos. Explicitan el deseo de expulsar a los judíos porque estos son mejores, más inteligentes y capaces que ellos, una competencia desleal en suma. Un supremacista tolerará pocas cosas, pero la burla no es una de ellas.    


La ciudad sin judíos es una lectura extraña por tanto, que nos gusta y nos causa incomodidad al tiempo, que nos coloca ante unos hechos tan reveladores y bien argumentados que casi olvidamos que en 1924 nadie parecía capaz de anticiparlo, pero si Bettauer lo hizo, tal vez todos pudieron, todos debieron poder hacerlo, ….. Muchas preguntas, escasas respuestas que Bettauer no nos pudo dar.





 





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