1 de octubre de 2011

El tío Tungsteno (Oliver Sacks)



Oliver Sacks es un reputado neurólogo que reparte su talento entre el ejercicio de su profesión con pacientes que sufren las más extrañas patologías y la labor divulgativa a través de numerosos libros en los que ha descrito muchos de los casos clínicos que trata. Si algo caracteriza a su obra es su humanismo, entendiendo por tal, su capacidad para describir cada caso, por extraordinario y extraño que nos parezca, en el contexto de la vida personal del paciente. Oliver Sacks no nos habla de enfermedades, sino de personas, lo que da a sus libros y conferencias una cualidad especial.

La fama le llegó gracias a su experiencia en el tratamiento de pacientes aquejados de encefalitis letárgica, una enfermedad que afectó a muchas personas en los años veinte y cuya "epidemia" tan pronto como vino se fue. Muchos de los pacientes que sobrevivieron en la ciudad de Nueva York fueron agrupados (o arrinconados más bien) en el Hospital Beth Abraham del Bronx donde llevaban una vida apática, casi vegetal.



Oliver Sacks trabajó en dicho hospital a partir de 1966 y experimentó con estos pacientes el uso de una droga, la L-dopa, empleada para el tratamiento del Parkinson. Los resultados fueron sorprendentes y muchos de los pacientes despertaron a la vida. Sin embargo, efectos secundarios de la droga forzaron a abandonar el experimento reduciendo nuevamente a los pacientes a su estado vegetativo anterior.

Sí, muchos habrán creído reconocer el argumento de Despertares, la película protagonizada por Robert De Niro y Robin Williams y, efectivamente, esta película se basa en la experiencia real de Oliver Sacks y en su libro del mismo título.

Sacks ha dedicado libros al síndrome de Tourette, a las alteraciones en la visión del color, al mundo de los sordos, a las alucinaciones, la música y el cerebro, etc. Sin embargo, en El tío Tungsteno, aborda un género inédito en su obra hasta la fecha: la autobiografía. Este libro no es otra cosa que una colección de recuerdos del joven Sacks, sus aficiones científicas, su vida familiar y sus ensoñaciones sobre el mundo que le esperaba. En sus páginas no encontraremos ninguna de los apasionantes (aún siendo terribles) afecciones que pueblan el resto de su obra, tampoco hay un rastro preciso por el que seguir la pista de su futura profesión en el mundo de la neurología.

Entonces, ¿tiene sentido su lectura?¿Es Sacks una figura tan relevante de nuestro tiempo como para que sus días de infancia merezcan nuestra atención? Hablaré de aquello que he aprendido de este libro y algunas reflexiones que me han surgido durante su lectura.

El tío Tungsteno, como todos sus libros, está impecablemente escrito. Su lectura es fácil y, pese a abordar temas de cierta complejidad para los profanos en Ciencias Químicas, en ningún momento se pierde la comprensión o el interés por lo que cuenta. Sacks nos presenta a su familia, judía ortodoxa, en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, en su enorme casa londinense, siempre llena de invitados, familiares o personal de servicio. Sus padres eran médicos reputados y el ambiente científico se respiraba por toda la casa, alentándose la observación y la experimentación.



Pero no sólo sus padres. La mayoría de sus tíos tienen inclinaciones científicas. Desde la tía Len, apasionada botánica, al tío Abe un enamorado de la “luz fría” o lunibniscencia que comparte la propiedad de una fábrica de iluminación con el tío Dave (el tío tungsteno) enamorado de este extraño metal y que actuará como mentor de Sacks en su introducción al mundo de la experimentación química.

Su pasión por la Química crece poco a poco y sus visitas al Museo de Ciencias Naturales se convierten en verdaderos festines. También se aficiona a los libros antiguos de química, tanto a los Principios de autores reconocidos, como a los pequeños manuales que recopilan experimentos que el joven Sacks no duda en llevar a la práctica, en ocasiones con excesivo entusiasmo y escasas precauciones. En su narración dedica muchas páginas a relatar cómo surge la Química, mezclada en sus inicios con la tradición de la alquimia, el proceso de prueba y error que va completando la tabla periódica que conocemos actualmente. Sacks logra unir la personalidad extravagante de muchos genios de siglos pasados como John Dalton, Robert Boyle o Mendeléiev con explicaciones científicas que resultan interesantes incluso para los que apenas recordamos las clases de Química.


En este entorno acomodado irrumpe la guerra y el traslado forzoso de los menores fuera de Londres para evitar los bombardeos alemanes. Los dos hijos más pequeños del matrimonio Sacks (Oliver y Michael) asistirán a una escuela especial para niños refugiados en Braefield donde el trato vejatorio e intimidatorio reforzará la introversión de Sacks. La arbitrariedad de los profesores, y en especial del director del centro, le harán querer aferrarse a un mundo previsible y sujeto a normas claras y controlables, como es el de las Ciencias, fortaleciendo así una afición que pasa a convertirse en una verdadera obsesión.

Parece claro que el amor por la Ciencia, por extensión podríamos hablar de cualquier otra disciplina, no le viene de la escuela (luego la educación reglada no siempre es la culpable de todo), tampoco de modernas y amenas obras divulgativas (Sacks manejaba textos escritos ochenta años antes, probablemente poco didácticos, incluso desfasados pero que para él eran tan apasionantes como la mejor lectura) sino de la experimentación en primera persona y de un ambiente propicio. Cuando sus padres encendían la chimenea, le hablaban de los gases culpables de los diversos colores de las llamas, arrojaban sal para que viera las reacciones, … No todos somos químicos, pero todos podemos ser embajadores de nuestras aficiones y pasiones, podemos hacerlas vivas e interesantes, no desde la imposición o la teoría, sino desde el día a día.

En las comidas familiares no era infrecuente que sus padres hablaran de sus pacientes, a los que en muchos casos conocían personalmente y que los comentarios entremezclasen la medicina y la biografía a partes iguales. Sin duda, de esto Sacks aprendió mucho para su futura carrera. Pero también, la pasión de sus padres tuvo sus excesos. Apenas adolescente, su madre le empujó a diseccionar fetos y, posteriormente, cuerpos adultos, lo que suscitó un profundo rechazo y aversión en el joven. Todo debe tener su medida.


La timidez e introspección de Sacks (que es perceptible incluso en las charlas y conferencias que imparte) le empujó a las Ciencias (como a muchos otros científicos) pero ello no le convirtió en un frío observador, en un teórico airado. Todo lo contrario, su conocimiento le afincó más en el terreno de la práctica, en la vida diaria. ¿A qué se debe? Tal vez a su ambiente familiar (sus tíos combinaban la labor científica con la mercantil, sus padres atendían a personas, no a pacientes), tal vez a una inclinación personal propia. Lo cierto es que su perspectiva es notablemente enriquecedora y pone de manifiesto que las Ciencias, los avances, no deben hacernos temer un mundo más frío e insensible si así no lo deseamos e investigadores como Sacks son la mejor prueba que enlaza con una tradición ancestral en este sentido.
El carácter reservado de Sacks le aleja progresivamente de la religión de sus padres en la que sólo ve un ritualismo de escaso valor y otra fuente de intranquilidad con un Dios omnisciente y vengativo. Las discusiones sobre el naciente sionismo (una de sus tías fue una gran impulsora en Inglaterra) que alteraban algunas reuniones familiares, le alejan igualmente de la controversia pública. Por el contrario, la demencia de su hermano mayor, Michael, le causará un profundo impacto ya que la cree debida a las condiciones que sufrió en las escuelas durante la guerra y, por tanto, intuye que él sufrirá la misma suerte.

Sin duda este libro no atraerá la atención de muchos, de hecho, sería deseable que Anagrama conservara el ubtítulo de la obra (Recuerdos de un químico precoz) en la portaqda de su edición de bolsillo para evitar confusiones.

La infancia de Sacks parece guardar poca relación con su labor neurológica que es lo que más puede interesarnos, pero no puedo evitar simpatizar con ese niño aterrado por las presiones y violencias de su entorno, que llena los bolsillos de su chaqueta de todo tipo de minerales, que observa las luces del Metro de Londres con un pequeño espectroscopio o que copia en su cuaderno escolar afanosamente la Tabla Periódica de los Elementos en el Museo de Ciencias. Puedo seguir sus miedos y sus pequeñas rutas de escape, sus noches en vela observando las estrellas y sus intentos por dominar una parte del vasto Universo para ganar una tranquilidad que le sirviera para extraer fortaleza, quizá para sentirse especial y valioso a sus propios ojos.

Este niño se identifica con los esforzados investigadores de otras épocas a los que trata de emular pero  también es capaz de emocionarse con la Literatura (no sorprende que sea Dickens el autor más citado en estas páginas). Y creo que este niño, algo regordete a la vista de sus fotos familiares, explica a la perfección al adulto Sacks. Y la lectura del libro me ha obligado a buscar también mis propias raíces y qué hay del niño que fui en el adulto que soy. Y me ha hecho añorar muchas de las cualidades que he perdido por el camino (tal vez sólo a cambio de unas pocas nuevas) y me ha obligado a tener presente que el futuro siempre es un campo de posibilidades, no de amenazas, si así lo queremos.




Comprar El tío Tungsteno

Un antropólogo en Marte
El hombre que confundió a su mujer con un sombrero

Otras reseñas

17 comentarios:

Elena Rius dijo...

Me ha gustado mucho tu entrada. Soy fiel seguidora de Oliver Sacks y ya conocía esta obra, pero creo que le dedicas unas líneas muy sentidas y resumens perfectamente lo que uno puede encontara en ella.

Gonzalo Muro dijo...

Gracias por tu comentario Elena. Sacks es un escritor brillante, pero ahora que he leído este libro, aún le aprecio más como persona.

Un abrazo.

alestedemadrid dijo...

Muy interesante tu comentario sobre estas memorias de Sacks y los enlaces a dos entrevistas. Estoy de acuerdo contigo en que es de esos escritores a los que uno aprecia y admira como ser humano. Un saludo

Gonzalo Muro dijo...

Gracias por el comentarios. Sacks se deja querer o quizá sólo sea una debilidad de algunos, pero lo cierto es que sus libros son una delicia.

¡Saludos!

Paseo por las nubes dijo...

Yo no sé si el libro nos ofrecerá una lectura fluida y amena, pero, desde luego, tu entrada me ha parecido una joya. Suelo pasearme por los blogs y detenerme sobre todo en aquellos que me atrapan por algún motivo, aunque pocas veces encuentro una referencia tan magistralmente elaborada como ésta. Yo creo que ni el propio Sacks nos hubiera relatado su vida de una forma tan amena, interesante y plagada de detalles que consiguen acercarnos al personaje de una manera tan cautelosa, admirable y compasiva.
¡Enhorabuena! por esta entrada (y por el resto, que ya voy disfrutando a ratitos.

RebecaTz dijo...

Hola, Gww, ¡Qué interesante!
Tal parece que soy la única que no he leído a Sacks, gracias por introducirme en el mundo de este neurólogo/escritor.
Un saludo.

Al calor de los libros dijo...

Gracias a tu entrada he conocido a este personaje tan interesante. Es más mi ignorancia llegaba a que he visto "Despertares" pero ni idea que estaba basado en un libro de este señor.
El que hable de personas y no de enfermedades es lo que más me ha gustado.
Un abrazo

Gonzalo Muro dijo...

Paseo por las nubes, gracias por tus palabras. Creo que tengo debilidad por este hombre y se me nota... me alegra que te haya gustado la reseña y ¡anímate con alguno de sus libros!

Andromeda, gracias también a tí por tu comentario. Hasta la fecha, ningún libro de este autor me ha decepcionado, pero creo que guardo el mejor recuerdo del primero que leí, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, tal vez porque me sorprendió su estilo. Creo que es buena elección para comenzar a conocerle.

Blanca, gracias por tus palabras. Sí te gustan las historias de personas (no de pacientes), Sacks te fascinará.

Un abrazo.

Gonzalo Muro dijo...

Paseo por las nubes, gracias por tus palabras. Creo que tengo debilidad por este hombre y se me nota... me alegra que te haya gustado la reseña y ¡anímate con alguno de sus libros!

Andromeda, gracias también a tí por tu comentario. Hasta la fecha, ningún libro de este autor me ha decepcionado, pero creo que guardo el mejor recuerdo del primero que leí, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, tal vez porque me sorprendió su estilo. Creo que es buena elección para comenzar a conocerle.

Blanca, gracias por tus palabras. Sí te gustan las historias de personas (no de pacientes), Sacks te fascinará.

Un abrazo.

LQVL dijo...

Me ha encantado tu entrada, conozco a Oliver Sacks, pero me ha gustado leer algunas cosas que no conocía de él. Me apunto el libro, estoy segura que me encantará

Te sigo

Un beso!
Lourdes

Gonzalo Muro dijo...

Lourdes, gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado esta entrada y espero que el libro (hecha la salvedad de que no guarda relación con el Sacks que conocemos) te guste.

Un abrazo.

Josebla dijo...

Hola GWW.
Tus reseñas, hombre, tus reseñas!
De Oliver Sacks leí El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, y no me gustó. La verdad sea dicha.
Vi la peli con Robin Williams y De Niro y me conmovió hasta los huesos. Es una reflexión profunda sobre el mundo ingnorado de esas personas que consideramos minusválidos mentales. ¿Cuál será REALMENTE su mundo, sus sensaciones, su vida??

Y de Sacks, digo poco. Es probable que No me enganche con este libro. Soy médico, y en general le huyo a los que tienen esa temática.

O sea, que leo tus reseñas por tus reseñas mismas. Paso cada tanto, y las disfruto.
Así que dejo constancia de mi paso, y de mi gusto.
Saludos

Gonzalo Muro dijo...

Gracias por tu comentario Josebla. Es probable que en tu caso, a mí tampoco me apasionase Sacks. Para mí, sus libros son realmente impresionantes.

Por lo mismo, creo que Despertares tiene también una perspectiva que desde el punto de vista de la deontología médica puede resultar censurable.

Y dicho lo cuál, te agradezco el comentaio y puedes dejar constancia de tu paso siempre que quieras.

Saludos.

Vino y rosas dijo...

Me ha parecido muy interesante tu reseña. Leí hace años "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero" y me impresionó porque me permitió atisbar un mundo alucinante y a la vez inquietante que desconocía por completo, logrando además que la lectura fuera amena. El Tío Tungsteno tiene buena pinta, esta clase de libros nos permiten distanciarnos del autor que conocemos y acercarnos un poco más a la persona que hay detrás.
Gracias por tu blog.
Un saludo.
Un saludo.

Gonzalo Muro dijo...

Vino y Rosas, es muy cierto lo que dices. Tomar distancia de la figura pública del autor para acercarnos a alguien más íntimo. Todo un regalo.
Saludos.

Dr. Fabián dijo...

hola gww.
como a mi colega de más arriba, me cuesta "engancharme" literariamente con los libros de casos clínicos.No es el caso del tío tungsteno, que es mucho más cálido y muestra su propio costado.
Recomiendo fervorosamente, aún para el colega , VEO UNA VOZ, que te lleva a cambiar la "visión" sobre el mundo de los sordos y el lado ideológico de la cuestión.
saludos

Gonzalo Muro dijo...

Dr. Fabián, gracias por la recomendación. De sacks me apetece especialmente ese título y el más reciente sobre la música. Caerán en breve.

Saludos.