Imagina
un mundo donde la Naturaleza es tan protagonista como el héroe que
empuña la espada, donde la venganza y el honor se entrelazan en un Japón
feudal que parece tan lejano como familiar. En su debut literario,
David B. Gil logra introducirnos en esta atmósfera, en una historia que
nos envuelve y atrapa con una maestría sorprendente para una
primera novela. Si crees que ya lo has leído todo en la narrativa
histórica, este libro te hará reconsiderarlo.
La historia de la Literatura está repleta de grandes personajes capaces de empujar una trama a lo largo de centenares de páginas. Desde los griegos hasta los más recientes éxitos de ventas, estas novelas acostumbran a enganchar a los lectores con una trama adictiva en la que cada capítulo, al modo del astuto Dickens, deja al desprevenido lector con el veneno del deseo de continuar leyendo, sea la semana próxima comprando el fascículo correspondiente, sea avanzando capítulos de manera desbocada.
También es frecuente que estos libros se conformen como grandes paisajes llenos de personajes cuyas vidas se entrecruzan, partiendo de un inicio en el que las relaciones no resultan evidentes, hasta entretejerse de manera orgánica y alcanzar asi el clímax.
Y esto es así como decimos, desde la Odisea, en la que los flashback y tramas paralelas resultan una novedad, hasta las más recientes sagas como Los hijos de la Tierra, Los hijos del Grial o la trilogía de El ocho, por citar solo algunos ejemplos de los que tengo referencia directa.
Es a la vista de esos antecedentes cuando uno pierde la sorpresa por la forma pero nunca por la trama que cada autor pretende trasladar. Y esta es la validez del género. Así como el rock entendido en un sentido amplio no deja de ser una variación sobre tres acordes con infinitas posibilidades, la habilidad del autor de este género logra idénticos resultados renovando el género, no tanto en los aspectos estéticos sino añadiendo nuevas tramas, personajes inolvidables o finales épicos.
Y nada de esto se ve entorpecido por el hecho de que casi siempre podamos anticipar el final del libro, porque los personajes sigan unos patrones más que predecibles o por la química combinación equilibrada de elementos como sexo, amor, amistad, ...
Esta habilidad no es fácil de conseguir y sorprende que en este caso, David B. Gil lo logre con su primera novela, El guerrero a la sombra del cerezo (Ed. Suma), un esfuerzo enorme según él mismo relata, que sorprendentemente fue rechazado por muchas editoriales y que vio la luz primeramente como autopublicación antes de ser rescatado por Suma de Letras para su publicación en 2016 tras alzarse con el Premio Hislibris de Novela Histórica y haber sumado un notable número de lectores.
En este caso, uno de los principales atractivos de esta historia es su ubicación, temporal y geográfica. Nos remontamos al Japón del siglo XVI, un momento en el que los diferentes señores feudales luchan entre ellos y contra la creciente influencia del shogunato en su afán por recortar los privilegios de las facciones que habían llevado al país a una continua guerra civil, a que muchos de los samuráis que perdían a su señor vagaran por los caminos creando problemas e inseguridad y en el que toda la vida civil parecía tambalearse sin una autoridad de referencia.
Seizo Ikeda verá cómo su vida será dirigida por un plan para vengar la desaparición de su clan. En este viaje contará con la ayuda de su maestro, Kenzaburo Arima. Conocedor de que la vida que espera a su pupilo no será fácil, reclamará ayuda de otro maestro, aunque tal vez éste sea un término inapropiado para el tipo de saberes que este nuevo personaje inculcará a Seizo, pero que le resultarán imprescindibles en su vida futura.
La trama del libro se entrecruza con la historia de Ekei Inafume, un médico que es reclutado como espía para tratar de instalarse en un feudo rival y así conocer las verdaderas intenciones del señor. Este peculiar médico, que ha conocido la ciencia médica de los occidentales, lo que le permite contar con una pequeña ventaja competitiva respecto de los médicos locales, que le abrirá un pequeño resquicio para cumplir su misión.
Cómo convergen estas historias y si el joven logra llevar hasta el fin su venganza queda en manos del lector ya que precisamente el encanto del libro se encuentra en seguir el discurso narrativo del autor. Pero sí vamos a destacar algunos aspectos de los que el lector podrá disfrutar si inicia la lectura del libro.
En primer lugar, es conocido que en el Japón y en general en todas las culturas orientales, la Naturaleza desempeña un papel fundamental hasta el punto de convertirse en una realidad pareja a un personaje. En este libro la Naturaleza se convierte en refugio, en el lugar en el que uno se recluye cuando quiere coger fuerzas, pero también cuando requiere apartarse de las maldades y mendacidad de la civilización o cuando quiere huir de la culpa y el remordimiento.
Otro aspecto en el que uno ha de detenerse por fuerza al leer estas páginas es la excelente ambientación, no tanto de la época sino en general de la cultura japonesa. Para acompañar al lector, David B. Gil nos ofrece un completo glosario al final del libro con el que ayudar a descifrar algunos términos o costumbres, lo que viene francamente bien a cualquiera que no sea un conocedor de esta cultura. Y es en esos pequeños detalles tan bien definidos, fruto de la ingente labor de documentación y corrección a que fue sometido el manuscrito de la obra, en lo que hayamos gran parte de la veracidad que arrojan estas páginas. La ambientación, las precisas descripciones de ropas, instrumentos, prácticas y rituales no sirven como interludios sacados de una página de internet con el fin de adornar la historia, sino que la dotan de sentido y armonía, dan coherencia a lo que se narra e incluso sirve como elemento que empuja la trama.
Aquí queda reflejado ese escrupuloso respeto por los ancianos, por las tradiciones, por los superiores que todavía hoy identificamos con la cultura japonesa. El no dar la espalda nunca al anfitrión, no mirar directamente a los ojos, los largos preámbulos antes de abordar una conversación más directa para no incomodar al interpelado, las maravillosas enseñanzas de los sabios espirituales orientales y tantas otras cuestiones que harán la lectura un placer para los amantes de ese mundo exótico.
Cierto es que los personajes vienen a ser algo prototípicos como no puede ser de otro modo y que los giros del argumento no alteran esta conclusión aunque puedan parecer relevantes. Pero lo cierto es que el libro se disfruta tanto por su argumento como por el lento discurrir de los acontecimientos engarzados en un contexto espléndidamente retratado.
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