29 de marzo de 2009

La carretera (Cormac McCarthy)


El viaje como metáfora, como símbolo de un proceso, una evolución, es una constante en la Literatura; clásicos son la Odisea, el Quijote o Los viajes de Gulliver. Sin embargo, han sido los norteamericanos quienes han creado una metáfora específica y propia de un país de grandes dimensiones, donde la Naturaleza es la norma y la Civilización, el confín. La carretera es el camino del progreso, de la unión entre comunidades dispersas, la promesa de una vida mejor; no en vano los caminos de hierro marcaron el avance hacia el Oeste y la progresiva inclusión de nuevos Estados a la Unión, al destino moderno y ordenado. Pero también, la carretera ha simbolizado la libertad, el deseo de huida, la esperanza de una salida, una Utopía.

Por ello, los viejos bluesmen cantaron a la carretera (la famosa ruta 61) que marcaba el viaje al Norte en el que las fábricas de automóviles hicieron olvidar las manos encallecidas por la cosecha de algodón, y los escritores de varias generaciones convirtieron a la carretera (la más famosa aún ruta 66) en el eje central de sus escritos (Kerouac o Steinbeck).

McCarthy retoma esta imagen de la carretera con un cambio sutil pero trascendental. Los protagonistas de esta novela (un padre y su hijo arrojados a un mundo desolado por una hecatombe de origen apenas intuido) se aferran a la carretera como único modo de sobrevivir. La carretera que les acercará al Sur, al calor y a la esperanza de que los rescoldos de un mundo abrasado aún sobrevivan. La carretera que hace del avance un esfuerzo menos penoso, que atraviesa ciudades abandonadas en las que poder rebuscar alguna conserva que a otros pasó inadvertida, que transcurre entre antiguas estaciones de servicio que guardan aceite en el fondo de bidones corroídos por la herrumbre. Pero es la misma carretera por la que viajan otros hombres que luchan por la supervivencia, que se alimentan de otros hombres, agotada toda provisión, que surgen como una última plaga bíblica cuando todas las demás han arrasado aquello que conocíamos y de la que lo único cierto es que hay que huir, esconderse, alejarse.

Ésta es la dicotomía que vertebra La carretera. La tensión entre la imposibilidad de alejarse de la carretera, de afrontar la naturaleza agreste que se extiende más allá de ella, de la promesa de una posible comida al final del día y el peligro cierto del encuentro con otros hombres que dejaron de serlo. La disyuntiva se aplica también a los hombres. La supervivencia es imposible por sí mismos, la marcha al Sur es, sin duda, la marcha al encuentro de otros, de un mundo posible, en el que haya esperanza de sobrevivir; pero al mismo tiempo, cualquier encuentro es una amenaza directa a sus vidas; la carretera es el camino de la vida y en él se puede encontrar la muerte.

Estas ideas resumen la brutalidad sobre la que los protagonistas caminan, con la que conviven, reforzando unos lazos de difícil comprensión pero que McCarthy sabe dibujar con unos diálogos mínimos, repetitivos, plenos de silencios y tremendamente efectivos para reflejar la realidad de un padre que trata de mantener la ilusión de un hijo cuando nada parece contribuir a ello, que trata de conservar su influencia, su autoridad cuando la realidad desdice sus palabras.

Padre e hijo, carentes de nombre, casi de pasado y probablemente de futuro, se apoyan mutuamente. El hijo es la razón de que el padre continúe en una huida que conoce imposible; el hijo es quien depende de su padre, no sólo para su sustento en este entorno hostil, sino para recibir una interpretación de una realidad que le desborda. Y aunque el padre no siempre lo consiga, aunque el hijo comience a hacerse sus propias preguntas, a sus palabras se aferra con fuerza.

Y junto a este punto de unión que representan ambos protagonistas, la legión de hambrientos, solitarios o en manada, tan sólo son lo ajeno, el otro, un enemigo a evitar o, si no queda otra alternativa, a combatir. La muerte de uno es la vida para otro por lo que queda poco espacio para una moral, para un sentimiento de compasión, de empatía. Y aquí es donde las explicaciones de un padre fracasan en su intento por recrear un mundo de orden que se rige por unas reglas que ya no son válidas, un mundo en el que los buenos (ellos y otros que están por llegar) se enfrentan a los malos y siempre vencen, no importa las penalidades que se sufran.

Tan sólo el niño a veces se preguntará si sólo ellos son los buenos en el mundo, si los que quedan detrás en la carretera, muertos, heridos o desnutridos, no serán también buenos en busca de una esperanza. Es en esos momentos en los que la relación padre e hijo parece a punto de saltar por los aires, siendo preciso cada vez un mayor esfuerzo para recomponerla.

Pero en esta fábula hobbesiana también queda espacio para el lirismo; para las descripciones de un paisaje, de recuerdos de otra época o de la antigua casa de la niñez; para la fuerte dependencia entre el padre y su hijo expresada sabiamente en breves diálogos llenos de emoción.

La obra se vertebra formalmente en breves retazos, a veces meramente descriptivos, en otras verdaderas secuencias que construyen episodios más amplios, ayudando a crear un sentimiento de apremiante urgencia, de inevitabilidad. En las primeras páginas,los pasajes son primordialmente descriptivos y esquemáticos, dibujando a pinceladas el fondo sobre el que se desarrollará el argumento. Sin embargo, en gran medida, el estilo de las primeras páginas (duro, de gran expresividad y viveza) se prolonga a lo largo de toda la novela, que en ocasiones puede parecer una sucesión de apuntes para una obra de mayor extensión; pero precisamente de ahí nace gran parte de la fuerza de La carretera, de ese paisaje grisáceo, cenizo, húmedo y ventoso, de la enemistosa Naturaleza y sus temibles habitantes. Mérito es de Luis Morillo Fort haber sabido trasladar esas características del texto original al castellano.

Algunos han visto en La carretera una incursión del autor en el mundo de la ciencia-ficción, pese a que nada en ella invita a creer que Cormac McCarthy se haya planteado como posible el escenario que describe; antes bien, creo (y, por tanto, puedo errar) que su intención es la de enfrentar a un hombre con la inmensidad, con lo incomprensible, con su propio destino sobre la Tierra, estudiar los motivos que le impulsan a enfrentarse a todo ello (cuando sabe que no queda esperanza (no pienso sólo en el padre y su hijo, sino en todos los que comparten su mundo y tratan de sobrevivir en él), la adaptación de la Ética y la Moral a dicho entorno y tantas otras cosas. En ocasiones, cierto simplismo se entrevera en las páginas, quizá la visión del hijo lo justifique, quizá simplemente la novela ofrece alternativas que el lector debe tomar o desechar, pero sólo quienes la lean tendrán el privilegio de juzgarla.

15 comentarios:

molinos dijo...

Te felicito por esta crítica. Muy acertada.
A mi me encantó ese libro. Me pareció algo nuevo, original, profundamente desasosegante, triste y sin embargo tierno por la relación entre los dos personajes. McCarthy crea un universo nuevo ligeramente reconocible pero extrañamente ajeno.

¿sabes que han hecho una película con Viggo Mortensen en el papel del padre?.
http://www.imdb.com/title/tt0898367/


Saludos

Gonzalo Muro dijo...

Me alegra que te hay gustado el comentario y que compartamos gustos literarios.

Lo de la película sí lo había oído pero no sabía quién era el protagonista (voy a lanzarme al link que has dejado).

Parece que McCarthy ha saltado de los márgenes de la fama a su centro mismo gracias al cine.

Un saludo .

Ybrim dijo...

Me gustó mucho el libro, son de esos que no olvidas. Creo que es una parábola sobre la vida del ser humano, una reflexión sobre lo que nos motiva a seguir, a luchar, a hacer las cosas dentro de una moral y una ética a pesar de los pesares, vaya el mundo como vaya, a que no todo vale. Y me gustó el final, sí, quizás un poco de cuento con final feliz pero es que yo soy de las que les gusta mantener la esperanza en los seres humanos.

Un saludo.

molinos dijo...

Ahora estoy leyendo " Meridiano de Sangre" de McCarthy. Segunda parte de la trilogía de la frontera y en muchos aspectos me recuerda a La Carretera. Intentaré colgar en mi blog una comentario aunque ni de lejos será como los tuyos.

Saludos

Leox dijo...

Este fue el primero de McCarthy que lei y me gusto muchos. Despues segui con Suttre y no hay pais para viejo y no me agradaron mucho.
McCarthy , tarea pendiente

Gonzalo Muro dijo...

Ybrim, el libro es, como dices, una lucha continua por el continuar, la constancia. Y el final, aunque he leído que hay quines lo consideran propio de "final feliz", tengo mis dudas. ¿Acaso han finalizado las penurias del pobre hojo?¿No comenzará de nuevo la lucha? Esa ambigüedad es lo que más me gustó del final, pero quizá lo haya interpretado mal.

Molinos, tengo pendiente la lectura de Meridiano de sangre que pasa por ser su mejor novela, así que esperaré tu comentario con ansia (y seguro que es como el mejor de cualquier otro). Un besazo .

Leox, lo primero gracias por tu visita. No conozco mucho de este autor pero tengo seguro que el próximo libro suyo que lea será Meridiano de Sangre que parece tener la misma épica y fuerza que La carretera. Un saludo .

Ybrim dijo...

Lo he expresado mal, Gww. No es tanto un final feliz de cuento como que el padre al fin puede encontrar a un grupo que no han perdido su caracter de seres humanos con los que dejar a su hijo y poder morir en paz. Entiendo lo que quieres decir y lo comparto, la lucha por la existencia no ha acabado pero no no será en soledad. Eso me gustó y es donde veía yo ese toque de esperanza.

Un abrazo.

molinos dijo...

Gww, meditaré mi crítica durante las vacaciones, a ver si sale algo decente.
Me acabo de dar cuenta de que en tu lista de blogs..todo son de libros/literatura..menos el mío..que es de chorradas.
Gracias por el honor :)

Gonzalo Muro dijo...

Ybrim, te había entendido bien, a mí también me gusta el final ya que deja abiertas todas las esperanzas y creo que sin demasiado conformismo. Me refería a que en alguna revista he leído que ese final estropeaba toda la novela ya que era un final feliz. Ni creo que estropee la novela, ni creo que sea un final tan feliz¨; así que estamos de acuerdo.

Molinos, esperaré tu crítica con impaciencia a ni vuelta. Y en cuanto a tu blog, a mí no me parecen tonterías. Aunque no siempre tengo tiempo para leer todas las entradas, siempre encuentro motivo de reflexión entre risa y risa.

Un abrazo para ambos.

Fuensanta Niñirola dijo...

No he leído La Carretera, pero he oido hablar tanto de ella que la tengo en mi lista de pendientes; y tengo en casa La oscuridad exterior, que tampoco he leído aún. Tu reseña, muy atractiva, me hace sentirme más atraida al libro. Me han gustado siempre las road movies, y los libros que las sustentan. Por ejemplo, la peli de David Lynch Una historia verdadera, ¿la viste? Me encantó...

Gonzalo Muro dijo...

Fuencisla, seguro que disfrutas de este libro y, sí, he visto Una historia verdadera y me fascinó la historia, los paisajes, la música, .. TODO. Te alabo el gustocinematográfico.

Saludos.

Fuensanta Niñirola dijo...

Jajaja, no es Fuencisla, es Fuensanta...mucha gente me lo confunde. Pues es que dedico muchas horas al cine, es otra de mis pasiones. Todos los días una peli...si nada lo impide. Aunque el forofo de Lynch es mi cónyuge, porque a mi no todo lo de Lynch me gusta, he de decirlo. Mi marido y yo somos grandes cinéfilos y nuestra cinemateca suele despertar silbidos de admiración en los qu ela ven y la consabida pregunta "y ¿las habeis visto todas?" ¡Jajaja!
como cuando ven nuestra biblioteca los no demasiado lectores "¿los habeis leido tooodos?" En fin..

Gonzalo Muro dijo...

Fuensanta, disculpa el error uno ya no sabe ni a quién escribe ni lo que dice. Y qué envidia lo de las películas... ¿de verdad las habéis visto todas?

Sí, envidia sí, pero de la sana. Ya nos contarás más aficiones "ocultas".

Un abrazo.

Salvatore dijo...

No he tenido oportunidad de leer nada de este autor, pero sé que es muy bueno.
A mí me gustó la adaptación que hicieron los Coen de su novela "No country for old men".
Gracias por pasar a saludar, aquí van los regresos desde una Ciudad de México lluviosa y melancólica, cual si de una ciudad europea se tratase.

Gonzalo Muro dijo...

Hola Salvatore¡¡ Gracias por tu visita. No he visto la famosa película aunque sé que el libro tuvo muy buenas críticas. Creo que ahora mismo se está rodando la versión cinematográfica de La carretera, así que pronto podremos verla.

Y, por cierto, si viera el día que hace hoy en Madrid, cambiarías de idea de lo que es una ciudad europea, ¡¡puro fuego!!

Un saludo.