11 de julio de 2010

La hija de Robert Poste (Stella Gibbons)



¿Qué tenemos si unimos una novela rural inglesa, sus pasiones ocultas y su parte de brutalidad, con las novelas urbanas, mundanas y autocomplacientes de los años de entreguerras? La respuesta es fácil: La hija de Robert Poste. Dos mundos que raramente se encuentran, que más bien se evitan, pero que entran en contacto (ebullición más bien) para disfrute de los lectores

Veamos. La "hija de Robert Poste" (como se empeñan en llamarla los protagonistas de la novela, desdeñando su verdadero nombre, Flora) queda huérfana a la edad de veinte años. Ante lo escaso de la renta anual heredada decide vivir a costa de sus parientes. Para decidir con quiénes de ellos se instalará escribe una misiva a cada rincón de Gran Bretaña y espera a recibir los diversos ofrecimientos antes de tomar la decisión.

La última carta que envía es a una remota granja de Sussex llamada Cold Comfort Warm, precisamente el título original de la novela, habitada por unos parientes a los que no ha conocido hasta la fecha y que resultan los únicos que parecen aceptar su propuesta de acogerla bajo su techo. Pero el ofrecimiento llega envuelto en misterios que aún atraen más el interés de Flora. Ciertos derechos que le corresponden y alguna ofensa contra su padre parecen ser el origen de cierto sentimiento de culpabilidad hacia la joven al tiempo que se la teme.

Instalada poco después en la granja se encontrará con un panorama desolador. La casa es grande, descuidada y sucia. Sus familiares parecen más inclinados a la pendencia y la lucha por el poder de la granja que al trabajo en común. El ambiente opresivo, enrarecido y asfixiante viene presidido por Ada Doom, la tía de Flora, una extraña anciana, encerrada en su habitación, que tan sólo baja a las estancias comunes dos veces al año para llevar a cabo lo que denominan el “recuento”, una ceremonia, con tintes feudales, en la que la tía cuenta a los presentes para comprobar quiénes han muerto desde el último recuento.

Flora deberá enfrentarse a la palpable tensión sexual que parece alentar los movimientos de la mayoría de sus primos. El símbolo de esa represión sexual parece simbolizarse en una extraña planta, la parravirgen, a cuyo florecimiento se desatan las más bajas pasiones de la parte masculina de Cold Comfort Warm. Flora es una joven resuelta y dotada de una firme voluntad por lo que al poco de llegar decide tomar resoluciones firmes para cambiar el estado de las cosas enfrentándose incluso a la tía Ada si fuera necesario.

Si logra o no su objetivo y las artimañas que teje con tal fin quedarán de momento ocultos pues en ellas reside gran parte del interés de la novela. Bástenos saber que los actos de Flora se inspiran en su habilidad para diseccionar los verdaderos sentimientos de sus familiares, sepultados bajo una capa de bestialidad que el ambiente parece propiciar y en las sabias máximas recogidas en El sentido común de índole superior del Abbé Fausse-Maigre. Estas máximas son buena prueba del sentido crítico de la autora contra una literatura moralista aún pujante desde los tiempos victorianos.

Stella Gibbons publicó esta obra en 1932 después de haberse dedicado durante varios años al periodismo en el Evening Standard. De esta época conserva su habilidad para las frases directas y sencillas, su estilo desenvuelto y el ritmo trepidante de la acción. Pero, por encima de todo, Gibbons, destaca por su ironía irreverente. No creamos que esta cosmopolita mujer se pone de parte de Flora en su esfuerzo por civilizar el mundo rural y tenebroso que envuelve a la granja. Antes bien, donde su ironía brilla de manera más elegante y fina es precisamente cuando la emplea en poner en evidencia el mundo de las fiestas londinenses, su frivolidad, el papel de las mujeres en esos ambientes y las intrigas para conseguir un buen matrimonio (no necesariamente un buen marido).

La ironía y el humor de Gibbons se derrama en todas direcciones. Ridiculiza el primitivismo rural, pone en evidencia a sus contemporáneos, a los estirados intelectuales, a los predicadores, a quienes reprueban los métodos anticonceptivos, en fin, una lista interminable.



Y la ironía bien entendida comienza por uno mismo, así que Gibbons se pone a ello. En la dedicatoria del libro (a un ficticio caballero llamado Anthony Pookworthy, trasunto del novelista Hugh S. Walpole con el que la periodista mantuvo serias diferencias) afirma: “he empleado cerca de diez años de mi vida creativa en las tareas vulgares y carentes de sentido propias de los trabajos periodísticos. Sólo Dios sabe el efecto que semejantes ocupaciones habrán tenido en mi producción de verdadera literatura.” Pero la burla va un paso más allá y para facilitar que el lector encuentre aquellos pasajes que la propia autora considera más “literarios”, al igual que la guía Baedeker, señala con una, dos o tres estrellas los mejores párrafos, aquellos en los que su pluma brilla con luz propia; el resto habrá de suponerse mero esbozo de escaso interés.

Sus disparos alcanzan también al mundo intelectual del Londres de su época no quedando bien parados los miembros del Círculo de Bloomsbury o aquellos otros excéntricos que tratan de escandalizar a la sociedad con sus teorías o su conducta. Así, crea la figura de Myburg, escritor londinense residente temporal en un pueblo próximo a la granja que trata de cortejar a Flora y cuyas obsesiones sexuales le colocan de hecho al mismo o más bajo nivel que el de la mayoría de los rústicos aldeanos que le rodean y a los que desprecia.

Myburg está embarcado en la escritura de un libro sosteniendo una curiosa teoría sobre las obras de las hermanas Brontë. Según sus investigaciones, apoyadas en unas cartas recientemente descubiertas, el alcoholismo de Branwell no era sino una estratagema para ocultar el de sus hermanas. Con similar fin, las obras que él escribía se publicaban a nombre de las hermanas. Se cree que este personaje (y su perversa idea de las relaciones amorosas) es una burla sobre D.H. Lawrence pero sirve principalmente para conectar la trama de La hija de Robert Poste con Cumbres Borrascosas, obra con la que comparte numerosos elementos, salvo la mirada irónica e irreverente, claro está.

La Literatura parece, por tanto, uno de los principales nutrientes de esta novela ya que, igual que ocurre con el Quijote (no nos alarmemos, las distancias son evidentes), toma elementos de aquellos géneros que la autora desea ridiculizar y con su sentido del humor los pone al descubierto ridiculizándolos.

Esta obra pasa por ser una de las novelas más divertidas de la Literatura inglesa del siglo XX y su éxito inmediato llevó a Gibbons a una fama y reconocimiento de los que aún goza en los países anglosajones, pese a que no volvió a repetir semejante éxito con sus obras posteriores de similar estilo. Sin embargo, no creo que por divertida el lector deba esperar una comedia desenfrenada que levante carcajadas que entorpezcan la lectura. Más bien el divertimento vendrá de la mano de eso que algunos conocen como “humor inglés” y que aunque no sepamos definir nítidamente consiste, entre otras cosas, en combinar situaciones cotidianas con grandes absurdos, un generoso recurso a los juegos de palabras e ingenio, oponer nuestras ideas y costumbres al filtro de la ironía y, en definitiva, tomarnos un poco menos en serio.



Lo que Stella Gibbons no pudo vislumbrar fue que, pese a que su novela transcurre en un futuro próximo a la fecha de su publicación, la Inglaterra real de finales de los años treinta y comienzos de los cuarenta viviría trágicas escenas bajo los bombardeos nazis que se llevarían por delante gran parte del mundo que describe. Los lectores actuales apenas pueden sentirse identificados con el ambiente recreado por Gibbons lo que no impide que saquen provecho de su lectura.

Impedimenta ha preparado una espléndida edición de esta novela con un breve prólogo y traducción de José C. Vales. Por lo general, un traductor debe pasar inadvertido (aunque entiendo que no todos opinarán del mismo modo) logrando que el lector apenas perciba que el texto que lee ha sido escrito en idioma diferente al que tiene ante sus ojos. Sin embargo, en ocasiones es preciso que el traductor (a veces también el editor) salga a la luz para aclarar determinados aspectos que, de otro modo, pueden resultar confusos o dificultan la comprensión y disfrute del texto. Por ejemplo, gran parte del humor de la novela reside en la elección de los nombres de sus actores o de los lugares. En este caso, Vales ha sabido aportar las pinceladas necesarias para lograr ese propósito, aclarando algunos juegos de palabras o precisando aspectos familiares para los lectores de su tiempo, no para los actuales, evitando un protagonismo que corresponde a un texto que, por otro lado, ha sabido traducir de un modo que Flora habría descrito con sus propias palabras como “encantador”.


16 comentarios:

Vero dijo...

Tengo muchas ganas de leer el libro y tu reseña. He empezado a hacerlo y como es tan completa, la he dejado de leer. Volveré a tu blog cuando lo lea.

Un saludo,

laqua dijo...

Me gustó mucho tu reseña.
¿Podré conseguir el libro? Se lee muy interesante.

C.C.Buxter dijo...

Con la tuya, son ya varias las reseñas positivas que leo de este libro, así que tendré que ir poniéndolo en la lista de futuribles. Antes de saber que existía el libro, hace ya muchos años, vi la versión cinematográfica de "La hija de Robert Poste". Como no he leído el libro, no sé si es una buena adaptación o no, pero a mí me gustó mucho.

RebecaTz dijo...

No conocía al libro ni a la escritora pero por tu reseña sé que me va a encantar; esos ambientes bestiales siempre resultan muy reveladores y además me llama mucho la atención lo que dices acerca del sentido crítico de la autora.
¡Un saludo!!

Gonzalo Muro dijo...

Vero, espero que vuelvas a contarnos qué te ha parecido el libro y compartirlo con todos.

laqua, gracias por tu comentario. Impedimenta no es una editorial de las grande pero seguro que puedes localizar algún ejemplar.

C.C. Buxter, supe que había adaptación cinematográfica buscando en Google la imagen del libro. Lo que aún no he averiguado es si se estrenó en España. Si te gustó la película, seguro que disfrutas con le libro.

Andrómeda, la ironía de Stella Gibbons es devastodar con todo tipo de ambientes, seguro que te gusta este libro.

¡Saludos!

lammermoor dijo...

HOla, Gww. HAce poco estuve en una mesa redonda con los editores de Impedimenta, Libros del Asteroide y Nórdica. Muy interesante (tengo pendiente la reseña) y salí de allí con un montón de títulos apuntados-este entre otros.
Tendré que hacerle un hueco aunque mi atasco de lecturas se parece a las entradas a Madrid al final de un puente.

mario skan dijo...

Hola Gww: en argentina hay un género que se llama gauchesco y que tiene que ver con el campo y el gaucho, totalmente diferente al género de literatura rural inglesa, que aqui también se cultivó pero a través de sus viajeros, por ejemplo la obra de Hudson. Vuelvo.
Un libro curioso sobre todo por lo de iconoclasta, me encanta este tipo de historias.

un saludos y muy buena reseña

Fuensanta Niñirola dijo...

Vaya, lo tengo a punto para leer, te me has adelantado...Ya te comentaré y compararemos versiones. Un abrazo, GWW!

Anónimo dijo...

Por segunda vez consecutiva tu post me anima a leer un libro del que he dudado. Impedimenta también publica Botchan de Soseki como la obra cumbre del humor japonés del siglo pasado y no me hizo ninguna gracia, de ahí mi desconfianza. Hudson del que habla antes Mario tampoco me convenció, me pareció muy elemental. Me fío más del humor inglés.

Gonzalo Muro dijo...

lammermoor, interesante compañía la que comentas. ¿Atascos a la entrada de Madrid? Si sólo fuera a la entrada, no a la salida o para ir al centro... ¡qué ciudad Dios mío!

Hola mario skan, gracias por tu comentario. He leído algo sobre el género gauchesco del que hablas (aunque ya no recuerdo dónde) y puede guardar parecidos con esta historia en tanto que "choque de culturas". Es una historia interesante, seguro que la disfrutas.

Ariodante. ¡Lo logré! Le tomé la delantera a tu voracidad lectora. Espero que te guste. Es una historia sencilla y entretenida, bien escrita aunque no una joya de la literatura universal. Ya nos contarás.

Oesido, en la Feria del Libro compré este año Soy un gato de Soseke (espero haber acertado). En cuanto a esta novela, como digo en el comentario no me parece que sea divertida en el sentido que podemos interpretarlo tradicionalmente sino en un sentido más irónico. Espero que te guste.

Un abrazo a todos.

Magda Díaz Morales dijo...

No he leido nada de esta escritora. Leo en tu reseña que posee humor e ironía, figuras que son un deleite en la lectura.

Qué bella foto la de la ventana.

Tropiezos y trapecios dijo...

No he leído la novela, pero tras tu interesante reseña creo que la buscaré en la biblioteca.

En cuanto a lo que cuentas del traductor, es cierto que debe pasar inadvertido, pero cuando hay juegos de palabras que no puede traducir o ciertos comentarios que en nuestro idioma no entenderíamos es hora de que salga a escena y lo tengamos en cuenta.

Un saludo.

Oski

Fuensanta Niñirola dijo...

Aaaah, acabo de devorarla. A pesar de lo que dices de su humor, yo tengo que reconocer que me he reído a carcajadas en varios momentos de la lectura. Me ha parecido divertidísima a la vez que demoledora, de verdad. Siempre he disfrutado del buen humor británico, que juega con el absurdo y con la ironía...Ahora sí que he leído al completo tu reseña y puedo decirte que es magnífica. Pensaba escribir una y me has dejado sin palabras...veremos que se me ocurre que no hayas dicho tú ya.

Gonzalo Muro dijo...

Hola Magda. La foto es preciosa (creo que es la más común que hay en Internet de ella) y resulta muy evocadora ya que parece la imagen de una persona que se ha retirado del mundo tras su ventana lo que contrasta enormemente con la vida real de Stella.

Oski, totalmente de acuerdo. El traductor debe salir a la palestra en determinadas ocasiones para aclarar la comprensión de la obra, pero su presencia excesiva (igual se puede decir de las notas del editor) puede conseguir el efecto contrario.

Ariodante, pues me alegro de que te haya gustado el libro y estaré atento a tu reseña, seguro que es interesantísima y muy completa, como todas las que haces. Lo qu equería decor en cuanto al humor es que se trata más de una novela irónica que simplemente humorística (yo también dejé escapar alguna que otra carcajda) aunque en esto del sentido del humor cada uno tiene el suyo.

Un abrazo.

Vero dijo...

Gww, por cierto... que se me olvidó...
A mí las notas a pie no me suelen gustar mucho a no ser que sea un libro tipo "student's edition" en el que se analice todo.
Sin embargo por lo que cuentas aquí el traductor sí que ha aportado mucho ya que estas cosas se nos escaparían y dan otro color al texto.

Gonzalo Muro dijo...

Hola Vero! En este libro las notas son muy poquitas y se reciben bien. Ayudan, no entorpecen.

Un abrazo.