3 de enero de 2008
En busca del barón Corvo. Un experimento biográfico (A.J.A. Symons)
30 de noviembre de 2007
Conversaciones con Kafka (Gustav Janouch)
- Kafka (Nicholas Murray)
25 de noviembre de 2007
Regreso a Babilonia (F. Scott. Fitzgerald)
Algunos críticos consideran Regreso a Babilonia como mi mejor relato; yo no puedo ser objetivo al respecto ya que hay demasiado de mí en él. Supuso el intento de reflejar mi vida tal y como había sido y de proyectar sobre ella un futuro como el que deseaba.
Zelda había sufrido la primera de sus crisis nerviosa lo que la había recluido en un sanatorio, de modo que recuperaba una libertad de acción que no tenía desde hacía años. Superamos así las dificultades de nuestro matrimonio de un modo sencillo, quién sabe si hubiéramos continuado mucho tiempo de haber seguido atados el uno al otro de manera más estrecha. Siempre la amé, pero alejado de ella, con pocas visitas ya que los médicos no las recomendaban en la primera fase de su recuperación, nuestra relación se mantuvo a través de una correspondencia de compleja interpretación pero que nos permitió tomar conciencia de nuestra realidad personal (creo que a Zelda le ocurrió algo parecido, o eso he leído después de mi muerte).
Mi nueva vida pasaba por recuperar mi prestigio de autor con una novela que creía la mejor de todas las que había escrito hasta la fecha pero que luego resultó inapropiada para la época en que se publicó (la Gran Depresión) y tratar de evitar las fiestas y desvaríos a que la intensa vida social que manteníamos Zelda y yo allá donde fuéramos, nos obligaba a asumir.
De nuestro mutuo amor había nacido Scottie a quién tratamos de mantener alejada de toda la locura que nos rodeaba, y creo que lo conseguimos. Pero lo que pudimos salvar para ella, no lo pudimos conseguir para nosotros. El alcohol, como método para superar mi bloqueo de escritor, (¿o quizá fuera el alcohol lo que me bloqueaba como escritor?) acabó por imponerse apartándome definitivamente del sueño de una nueva vida. Pero eso aún no lo sabía aunque ahora todos digan que era tan previsible como inevitable. Quién sabe. Lo cierto es que con todos estos elementos amalgamé una hermosa historia con final amargo como el sabor de la lima en un cóctel.
Charlie Wales regresa a París, escenario de sus mejores días de juerguista, previo al crack del 29, y donde vive su hija -Honoria-, al cuidado de su cuñada (Marion) y su marido. Pretende recuperar la tutela de su hija ya que ha rehecho su vida en Praga, apenas prueba el alcohol (salvo como estímulo para su fuerza de voluntad, cilicio del converso) y para ello debe enfrentarse a la animadversión de Marion quien no puede perdonarle la muerte de su hermana de la que le considera culpable, pese a no guardar relación alguna con ella, al margen de haberse alejado en sus últimos días. Cuando sus planes parecen próximos a cumplirse, el pasado irrumpe en escena, como un enviado del demonio, para torcer la situación y aplazar la decisión sine die.
Como se puede apreciar, hay una larga serie de paralelismos (la mujer desaparecida, la hija alejada de su familia por la que el padre anhela recuperar una vida normal y la superación de los excesos, pero también el destino que golpea incesantemente todos los esfuerzos de Charlie por cumplir sus objetivos, no importa cuánto se esfuerce y luche por ellos). Algún psicoanalista aburrido querrá ver seguramente un intento de “matar” a mi mujer en el relato, pero no hay tal, sólo es una forma de tomar aire después de tantos años juntos.
Evidentemente, la historia se cierra con la derrota de Charlie. Pero sólo se trata de un asalto, queda la libertad soberana del lector para decidir quién ganará finalmente el combate. La lucha por mi vida todos saben quién la ganó, el alcohol, la ruina económica y el corazón que me falló nueve años después. Escribir conjura demonios, pero no los aleja cuando estos ya han sido invocados.
Como soy presuntuoso, y aunque mi fama y reconocimiento son indiscutibles, me permitiré destacar los numerosos méritos que adornan este breve relato, al más puro estilo Fitzgerald. Los diálogos son chispeantes y sustentan toda la acción; sólo algunos pasajes quedan al margen de esta norma, dando paso a la descripción o al relato psicológico. Mi oído siempre estuvo dotado para captar la riqueza y los innumerables matices de una conversación. Pocos como yo han podido reflejarlo en la mortaja que supone para una palabra el papel en el que se congela.
Igual que todos los consumados escritores de relatos desde Chéjov en adelante, sabemos que una historia breve debe callar más de lo que cuenta (justamente lo contrario del prototipo de mujer, la flapper, que puebla muchos de mis relatos y que también supo reflejar Zelda). De este modo, los sobreentendidos juegan un papel esencial, y los elementos más triviales pasan a ser los más relevantes. Si lo he logrado o no en este caso, lo dejo al criterio del lector.
El Saturday Evening Post publicó Regreso a Babilonia el 21 de febrero de 1931, nunca volvería a escribir otro relato que resumiera de igual modo toda mi vida pasada y mis esperanzas de futuro, quizá porque ya no me quedaron esperanzas. Le deseo lo mejor a Charlie Wales, le deseo que permanezca el resto de su vida alejado de la Babilonia que le privó de su hija pero a la que se la supo arrebatar (ese relato quedó por escribir). A mí, a F. Scott Fitzgerald, me tocó la peor parte, vagar eternamente por la Babilonia pecaminosa, la del vicio y el goce, la del placer sin culpa y las rameras. Tampoco está tan mal.
- Zeda y Francis (Kyra Stromberg)
22 de noviembre de 2007
Zelda y Francis Scott Fitzgerald (Kyra Stromberg)
Francis Scott Fitzgeral resume ejemplarmente la mayoría de las virtudes y defectos de su época, hasta el punto de que su asociación con los "felices veinte" o la era del jazz toma rasgos de simbiosis.
- Regreso a Babilonia (F. Scott. Fitzgerald)
11 de noviembre de 2007
Kafka en la orilla (Hareki Murakami)
Kafka en la orilla recoge infinidad de referencias a la cultura occidental, alejándose su autor del mundo cultural oriental que le es más propio, probablemente buscando un público más amplio y una obra más universal. La referencia más inmediata es al mito de Edipo, con quien se identifica Kafka Tamura y cuyos pasos trata de evitar (no desvelamos el grado de éxito de su empeño por no estropear la lectura). Sófocles nos habla del destino como una fuerza superior a la voluntad del hombre, Murakami somete al protagonista a una prueba similar pero no acaba de desvelar la causa de la maldición Por otro lado, el protagonista del final de la novela no parece muy diferente del de las primeras páginas en cuanto a sabiduría (aunque el autor pretenda hacerlo parecer) o experiencia
8 de noviembre de 2007
La Gran Vía es New York (Raúl Guerra Garrido)
22 de octubre de 2007
París no se acaba nunca (Enrique Vila-Matas)
- Bartleby y compañía (Enrique Vila-Matas)
6 de octubre de 2007
El banquero de los pobres (Muhammad Yunus)
Muhammad Yunus recibió en 2006 el Premio Nobel de la Paz y en 1998 el Príncipe de Asturias de la Concordia por su contribución a la erradicación de la pobreza mediante un innovador mecanismo de préstamos denominado "microcréditos".
El banquero de los pobres describe el nacimiento del proyecto del banco Grameen desde su primera fase experimental en el pueblo de Jobra en 1977 hasta su consolidación actual en numerosos países (alguno de ellos sorprendentes como los Estados Unidos o Noruega). Anteriormente, Yunus era profesor de economía del desarrollo en la Universidad de Chittagong en Bangladesh tras realizar estudios en los Estados Unidos. Sin embargo, día a día observaba cómo sus “bellas teorías” no servían más allá de la pizarra del aula en la que cómodamente enseñaba al margen de la pobreza que acuciaba a la mayoría de sus conciudadanos.
Investigando los motivos de dicha pobreza comprendió varias reglas que forman la base del ideario del banco Grameen. Los pobres, por el hecho de serlo, no son menos innovadores o emprendedores que los grandes empresarios de una sociedad moderna, el mero hecho de seguir vivos en sus circunstancias les acredita como extraordinarios luchadores. Por otro lado, para poder mantener sus pequeñas actividades (venta ambulante, venta de leche, fabricación de sillas de paja, etc) necesitan de dinero para comprar las materias primas. Su única fuente de financiación son los prestamistas locales ya que la banca comercial les está vedada (carecen de antecedentes comerciales, los préstamos que necesitan son de importes tan bajos que el coste de la maquinaria burocrática que estas entidades necesitan excede el importe del préstamo) por lo que las condiciones económicas de dichos préstamos son tan draconianas que apenas les permiten obtener lo necesario para devolver las cuotas correspondientes y sobrevivir hasta el siguiente préstamo.
La idea de Muhammad Yunus es sustituir a estos financieros locales prestando fondos a un interés más bajo sin las complicaciones que suele imponer la banca tradicional. En su sistema, el banco Grameen, no hay contratos firmados (la mayoría de los prestatarios no sabe escribir), sus préstamos son de muy poco importe (“microcréditos”) y a corto plazo. Si un prestamista no puede pagar un plazo no se le lleva a los tribunales, se estudia su caso y se le concede una moratoria de los intereses, o se le hace un nuevo préstamo o se prolonga la vigencia del mismo para ajustar la cuota a un importe asumible por el prestatario. De este modo, la filosofía convencional según la cuál el prestamista debe tomar todas las garantías precisas para recuperar lo prestado se torna en la contraria: el prestatario no impagará salvo que le sea totalmente imposible porque precisamente este préstamo es su única oportunidad para salir de la pobreza, no se ve al deudor como un riesgo en potencia sino como un emprendedor en potencia que sólo necesita combustible financiero. Actualmente, tal y como ha ocurrido a lo largo de toda su historia, el banco Grameen, cuenta con el ratio de morosidad más bajo de todo Bangladesh.
El libro describe el proceso por el cuál el proyecto se extendió desde la localidad de Jobra a la región de Tangail, al resto de Bangladesh y a otros países del mundo. Yunus narra cómo tuvieron que luchar para conseguir financiación de los bancos nacionales y cómo obtuvieron la independencia económica a partir de los años 90. También se explica el crecimiento de la entidad a la hora de ofrecer nuevos servicios, las sociedades que se están creando en torno al banco (p. ej. el de suministro de telefonía móvil o de internet, sanidad, etc). Se recoge el balance del banco en el año 2004 y se da cuentas del proceso de transformación del banco Grameen en Grameen II, básicamente la misma entidad pero como mayor capacidad de adaptarse a las necesidades de sus clientes.
Son innumerables las lecciones que se extraen de la lectura del libro por lo que me limitaré a comentar algunas de ellas dejando al lector que descubra directamente en el libro de Yunus todo lo que de aprovechable hay en él.
El banco Grameen se dirige fundamentalmente a las mujeres de los extractos más pobres de la sociedad (una sociedad, por otro lado, fundamentalmente musulmana en la que el papel de la mujer es ajeno al manejo de la economía familiar, privilegio reservado al varón). Para obtener un préstamo Grameen, se debe formar un grupo de 4-5 prestamistas potenciales que acuden a unos cursillos de información sobre la operativa del banco, tras los que se realizan unos exámenes que deben aprobar todos los integrantes del grupo. El préstamo se concede individualmente pero el grupo toma un papel fundamental dado que si uno de sus integrantes tiene dificultades para pagar sus cuotas, impide que el resto de miembros del grupo puedan mejorar las condiciones de sus propios préstamos. De este modo se fomenta la cooperación mutua y el aprendizaje de errores ajenos. Estos grupos se unen a otros de la misma localidad eligiendo un representante (todo un honor) y el esquema se repite hasta llegar a agrupaciones de ámbito nacional.
Las sociedades que prestan servicios accesorios siguen la misma filosofía que el banco Grameen. Como ejemplo, parecería que en pueblos en los que apenas hay medios para garantizar la salud o la educación, la telefonía móvil es un lujo superfluo o frívolo. Sin embargo, Grameen ha optado por un modelo que acerca las nuevas tecnologías a los estratos más pobres de la sociedad de modo que les sean rentables. Así, en cada pueblo hay una persona con un teléfono móvil de la operadora de Grameen, que es el “negocio” de una mujer cuyo trabajo consiste en cobrar dinero por dejar utilizar su móvil y actuar como recadera del resto de vecinos. De este modo, el pueblo se beneficia de las ventajas de la comunicación (principalmente en casos de necesidad) y una persona puede salir de la pobreza gracias a ello.
Esta filosofía de obtener un beneficio para repartirlo entre los que lo generan es la clave en la distinción de las empresas tradicionales (volcadas a la obtención de beneficios para el empresario, al margen de cualquier tipo de “beneficio social”) y el nuevo modelo de empresa que representa Grameen. El propio autor ve un futuro en el que, cada vez más, las empresas del primer tipo incorporarán objetivos sociales (de hecho, las nuevas tendencias en materia de responsabilidad social corporativa parecen encaminarse en este sentido).
Igualmente, respecto de la clásica distinción ideológica entre derecha e izquierda, Yunus se sitúa en un nuevo paradigma. Admite valores considerados como propios de izquierda (solidaridad, lucha contra la discriminación, etc) pero discrepa del modo en el que la izquierda concibe la labor del Estado como proveedor de servicios para los desfavorecidos. Así, considera que cualquier ayuda que se pretenda conceder, desde el Estado o instituciones internacionales, para luchar contra la pobreza sólo sirve para expulsar de la recepción de las mismas a los más pobres del colectivo objeto de la ayuda. Igual ocurre con los servicios de los estados desarrollados, la Seguridad Social, por ejemplo, no es un mecanismo de ayuda para los más desfavorecidos sino para consolidar los beneficios de muchos que no lo son.
Por otro lado considera, al igual que los ideólogos del liberalismo más estricto, que cualquier ayuda que se conceda sólo sirve para acomodar en esa situación al receptor de la misma. Yunus describe los problemas que se encuentra cuando proyectos como el del banco Grameen pretenden instalarse en países prósperos. En el caso de Estados Unidos se sorprendió de que, inicialmente, nadie estaba dispuesto a luchar para salir adelante con un pequeño negocio (p. ej. venta ambulante de tacos, o arreglos de ropa a domicilio, reparación de muebles, etc) porque al comenzar una actividad deberían renunciar a todo o parte del subsidio de desempleo. ¿Son menos emprendedores los pobres de Estados Unidos que los de Bangladesh? No, simplemente, el emprendedor que todos llevamos dentro se repliega cuando el Estado nos subvenciona.
Ideas como ésta hacen de la lectura del libro un revulsivo y un desafío a las ideas establecidas. Por otro lado, Yunus combina las grandes ideas y los proyectos generales del banco con las pequeñas historias de muchos de los prestatarios de Grameen que han logrado salir adelante gracias a sus propios esfuerzos (nada deben a la caridad o al voluntarismo de ONG alguna). Las vidas de estas personas son las que abren una ventana a la realidad de modo, que al igual que Yunus, decidió dejar sus “bellas teorías macroeconómicas”, podamos entrar y salir de estos debates ideológicos con la mente un poco más clara y menos dogmática.
1 de octubre de 2007
Una soledad muy ruidosa (Bohumil Hrabal)
La vida del escritor checo fue una colección de trabajos variopintos hasta los años 50. La experiencia de estos primeros años de formación le sirvió de caldo de cultivo para muchos de sus textos entre los que se encuentra Una soledad muy ruidosa cuyo protagonista es el trabajador de una prensa de papel en un frío y húmedo sótano por cuyo techo caen desde la calle los papeles y libros, desechados por el mundo exterior, que deben ser prensados y empaquetados.
Estos libros son una de sus pequeñas ventanas al mundo. Cada día lleva a su casa algún ejemplar indultado y con él tapiza las paredes de su habitación, su salón e incluso su cuarto de baño, con riesgo continuo de desprendimientos. En ellos aprende las palabras de Jesucristo y Buda, Schiller y Kant o Goethe entre otros muchos. Como él mismo asegura, ha asimilado sus palabras hasta el punto de ser incapaz de reconocer cuáles son sus propios pensamientos, y así sufre inusitadas batallas mentales entre ideas contrapuestas y sus respectivos filósofos adalides. Éste es precisamente el ruido que inunda la soledad de este pequeño hombre.
Pero también hay vida fuera del sótano y de los libros, y así a veces visita a un tío suyo que, ya retirado de su trabajo en los ferrocarriles, ha instalado raíles, una pequeña estación y un tren en el terreno adyacente a su casa. Este entrañable personaje es la semblanza de un familiar de Hrabal con el que vivió durante el final de la Segunda Guerra Mundial y que trabajaba de guardavías de una pequeña estación y en el que se inspiró para escribir la que es quizá su obra más conocida, Trenes rigurosamente vigilados.
Al igual que su tío, cuando se retire del trabajo que ama por encima de todas las cosas, comprará la máquina de prensar (para ello ya está ahorrando) y la instalará en su propio jardín y, una vez al año, enseñara a sus vecinos los secretos del prensado del papel y les dejará hacer su propio fardo por un módico precio.
Otros personajes pueblan las páginas del libro ofreciendo ese fresco a medio camino entre una comedia amable y un amargo sabor que no sabemos de donde procede. Y es que, finalmente, la desgracia se precipita sobre nuestro hombre feliz. Ha oído hablar de una enorme prensadora de papel instalada en una ciudad cercana, capaz de hacer en un día el trabajo que una máquina como la suya hace en una semana.
Cuando decide visitar la máquina queda sorprendido, no sólo por su tamaño y eficiencia, sino por los propios trabajadores, jóvenes, limpios y ¡bebiendo leche en lugar de cerveza!. Incluso con vacaciones pagadas por el sindicato que les organiza viajes al extranjero, el último año a Grecia. Y comprende que él nunca ha disfrutado de un viaje al extranjero, conoce de Grecia a sus autores y sueña que podría acompañar al grupo y mostrarles las ruinas y los lugares en los que Platón y Sócrates ofrecían su sabiduría, o donde se representaban las obras de Sófocles. Pero nada de ello ha visto y sólo tiene sus libros y sus ideas. Y decide volver a su sótano, y rendir como estos jóvenes, abandonar la cerveza por la leche y trabajar a destajo. Pero ya es tarde, su jefe que nunca le ha respetado no aprecia su esfuerzo, le insulta y decide contratar a dos nuevos empleados relegándole a él a tareas de limpieza y al despido. Es el fin.
La prosa poética de Hrabal plantea en cierto modo el mismo problema que Alonso Quijano: la imposición de la literatura sobre la vida. El amor por las historias, por los libros, pero al tiempo, la imposibilidad de crear; el protagonista de Una soledad muy ruidosa no escribe, carece de originalidad y pensamiento propio, sorbido su seso. Sin lugar a dudas se trata de una maldición que muchos desearían disfrutar.
- Yo que he servido al Rey de Inglaterra (Bohumil Hrabal)
16 de septiembre de 2007
Un antropólogo en Marte (Oliver Sacks)
Ha creado una fachada que le permite pasar por uno más, a costa del tremendo esfuerzo de "aprender" comportamientos sociales que observa e imita. Esta extrañeza ante el mundo es lo que la convierte en un antropólogo en Marte.
En la misma situación se encuentra el autor, Oliver Sacks que contempla y nos relata con asombro y cariño las tremendas historias que conforman este volumen y que, al igual que ocurre en El hombre que confundía a su mujer con un sombrero, nos enfrentan a un mundo sobrecogedor del que apenas podemos atisbar una sombra gracias a divulgadores como Sacks.
Las historias de Un antropólogo en Marte vuelven a recoger casos clínicos realmente sorprendentes sin perder nunca la perspectiva humana. El autor acude a casa de los protagonistas, convive con ellos y de ellos aprende que, en muchas ocasiones, lo que parece una grave "deficiencia" no es más que una forma diferente de ser, de comprender o percibir el mundo. ¿De poder superar el autismo, Temple aceptaría la propuesta? La respuesta clara y directa de la bióloga es inmediata: No. No está dispuesta a renunciar a las “ventajas” de su autismo (capacidad de análisis, dedicación a su trabajo, pensamiento visual, retentiva, etc) a cambio de unas aptitudes que parece no necesitar.
Paradójico resulta también el caso del pintor que, tras un leve accidente de tráfico, pierde la percepción del color. Este pintor, cuya obra se basaba en el extenso uso de colores brillantes, reconstruye su vida y obra, sobre el blanco y negro. Sus cuadros ganan fuerza y expresividad y su ambiente social pasa a ser el nocturno dado que la luz del sol le molesta y dificulta la visión. El proceso de adaptación a las nuevas circunstancias es largo y no está exento de dificultades, de pruebas y errores, pero finalmente le conduce a un nuevo equilibrio que le permite sacar partido a una grave incapacidad. ¿Cabe definir su percepción como atrofiada o anormal?¿Desearía volver a ver el color? Nuevamente la respuesta es clara: No.
Otro pintor en apuros es Magnani quien abandonó de niño el pueblo de la Toscana en el que había nacido y en el que su padre había fallecido dejando a su madre abandonada con todos sus hijos por criar. Magnani "congeló" el pueblo de su infancia y lo guardó en su memoria tal cuál quedó a finales de los años 40 con una precisión tal que sus cuadros (cuyo único tema es Pontito) pueden ser vistos como fotografías, reproduciendo detalles nimios con fiel precisión. Su cerebro "vive" en Pontito de modo que, cuando está ante un lienzo, incluso gira la cabeza para poder ver lo que hay a los lados del camino que está pintando. Magnani hace girar toda su vida sobre Pontito al igual que hace su obra pese a no haberlo visitado en decenios. Cuando finalmente acude al pueblo en dos ocasiones, sufre un choque tremendo dado que el pueblo ha seguido el curso de la historia, a diferencia de lo que ocurre con los cuadros que lo representan, y la realidad lucha por abrirse paso. Después de un parón en su obra, Magnani vuelve a pintar como lo hacía antes, añadiendo algún nuevo detalle que ha visto en sus visitas (por ejemplo una antena de televisión, un poste de electricidad) pero dejando la esencia de "su pueblo" intacta, su cerebro se ha impuesto a la realidad.
El último hippie es incapaz de vivir más allá de los primeros años 70, su mundo quedó congelado en aquella época en la que comenzaron sus mareos y fiebres y en que los Grateful Dead eran el grupo de moda en la Costa Oeste con todos sus miembros al completo, mientras para el resto del mundo son recuerdo de una época muerta, al igual que varios de sus integrantes. Greg parece comportarse como las personas lobotomizadas de los años 40 y 50, sin impulsos propios, totalmente ausente y pasivo. Sin embargo, al primer estímulo (unas palabras que se le dirijan, música que suene al fondo de la sala) se convierte en una persona expansiva, atenta y conversadora, aunque anclada en los 70. ¿Sería más feliz en su vida sabiendo que los Dead dejaron de ser lo que representaron para él? Greg no está en disposición de contestar por sí mismo a esta pregunta pero adivinamos la respuesta.
Bennet padece el síndrome de Tourette, una afección neurológica que reduce al individuo a una serie de tics gestuales, orales y de todo tipo que parecen hacer imposible una vida sosegada. Sin embargo, Bennett está felizmente casado, conduce un coche, pilota una pequeña avioneta, da clases en la universidad local y es el cirujano de mayor prestigio en todo su hospital. En las reuniones semanales con sus colegas alarga los brazos hacia el techo, estira las piernas de manera compulsiva, lleva la cabeza hacia el suelo mientras sus hombros se agitan pero su opinión es respetada y nadie parece sorprenderse de su comportamiento. Para poder estudiar y preparar las operaciones más complejas debe consultar sus libros de medicina sentado en una bicicleta estática preparada a tal efecto mientras fuma en pipa. La realización de movimientos mecánicos y rítmicos parece concederle un poco de paz para poder leer sin que su cabeza salte a otra parte. ¿Renunciaría a todo lo que ha conseguido a cambio de perder esas "pequeñas rarezas" como las define su feliz esposa? Seguramente no.
La adaptación no siempre resulta feliz y en ocasiones fracasa. Virgil fue operado de cataratas con más de 40 años tras haber vivido sin visión prácticamente desde los 6 años. Su vida era estable, a punto de casarse, trabajaba como masajista para la YMCA que, al tiempo, le facilitaba una casa, había aprendido a leer en Braille y era autónomo. Su cerebro había hiperdesarrollado el tacto ocupando parte de las zonas que correspondían a la visión. Tras las operación Virgil no logró ver correctamente ni dar coherencia al mundo que se le presentaba ante sus ojos. Incapaz de comprender que la conjunción de dos ojos, una nariz y una boca eran una cara, o de tener una visión tridimensional que le permitiera distinguir qué objeto está cerca, cuál lejos, etc, acabó retornando a su mundo de tinieblas con graves problemas de autoestima y una creciente frustración. Problemas de salud previos (peso excesivo, presión arterial, ...) agravados por su desánimo acabaron por poner punto y final a su vida sin que su cerebro pudiera "recuperarse" de los años que había vivido ciego.
El cerebro es en ocasiones capaz de utilizar sus recursos libres concentrándolos en una determinada aptitud. La capacidad memorística o la habilidad de cálculo más prodigiosa son características comunes a muchos savants generalmente despreciados como espectáculos circenses. Stephen es un niño incapaz de comunicarse pero con unas dotes especiales para el dibujo que suscita interés y se ve alentado a desarrollar una brillante carrera con la publicación de varios libros de dibujos y viajes alrededor del mundo en busca de temas para sus ilustraciones. Stephen es capaz de "atrapar" el estilo de Matisse y hacerlo suyo. No copia los originales, asume su estilo y le agrega el suyo propio. Incluso se aprecia cierta ironía en sus retratos que, sin embargo, no es capaz de transmitir en su vida cotidiana, circunscrito a su condición de adolescente asocial con los conflictos y represiones que ello supone. ¿Tiene capacidad de empatizar o de sentir apego por las personas?¿Siente verdadero aprecio por quienes se esfuerzan por atenderle?¿El contacto social podrá modelar su cerebro para dotarle de cierta capacidad de sentimientos?
Éstas son las historias que nos presenta Sacks y éstas las cuestiones a las que, en ocasiones responde, y en otras deja para futuras investigaciones o para la simple especulación. Una idea subyace, nuestra concepción de integridad y plenitud, de normalidad, determinan lo que, a sensu contrario, es anormal o deficiente. Los personajes de este libro nos hacen ver que no ser réplicas de nuestro modelo no las hace imperfectas, minusválidas o incapaces. Como un antropólogo, deberíamos abstenernos de juzgar con nuestros prejuicios y etnocentrismo. Este libro es un estupendo antídoto contra esa amenaza y un ejercicio para conocer mejor a nuestros semejantes o a nosotros mismos.
- El tío Tungsteno (Oliver Sacks)
- Otras críticas
2 de septiembre de 2007
Arthur & George (Julian Barnes)
- Inglaterra, Inglaterra (Julian Barnes)
30 de agosto de 2007
Días memorables (Michael Cunningham)
Cunningham ha intentado repetir la fórmula del éxito que le llegó con Las horas en esta novela compuesta igualmente sobre la base de tres historias independientes pero, de algún modo, relacionadas entre sí. En Días memorables los elementos cohesionadores de la historia son Nueva York y Walt Whitman. Sin embargo, y a diferencia de su obra anterior, no parecen ser suficientes para dotar de un sentido al libro como conjunto ni aportan un significado especial a esta pequeña trilogía.
Las tres historias transcurren en Nueva York en diferentes momentos históricos (el despunte de la Revolución Industrial, el periodo posterior al 11-S y un futuro en el que Nueva York se convierte en una especie de parque temático testimonio de un tiempo que ha pasado y que se contempla con asombro y curiosidad).
En la máquina es la primera de estas historias en la que su protagonista es un niño que, tras la muerte de su hermano en un accidente laboral, ocupa el lugar de éste tanto en la fábrica como en la familia y, de algún modo, pretende asumirlo también protegiendo a la prometida de su hermano. Lucas tiene dificultades para expresar sus ideas de modo que recurre a los versos de Whitman para expresar sus emociones y para tratar de entender lo que le rodea. La historia se desarrolla con la constante presencia del espíritu del hermano ausente y su influencia.
Sin duda, la mejor de las tres pequeñas novelas por su belleza y lirismo y en la que la presencia de Whitman (tanto a través de sus versos, como física) contribuye a lograr ese objetivo). Cabe destacar que, mientras transcurre esta época, Whitman está aún revisando y completando Hojas de Hierba y en sus versos se refleja igualmente ese mundo naciente de los obreros y las máquinas, frente a la imagen excesivamente pastoral y campestre que se suele atribuir a su obra poética.
La cruzada de los niños es la segunda historia que narra cómo una psicóloga que trabaja para la policía atendiendo llamadas de psicópatas y terroristas, se ve afectada por sus conversaciones con un niño que amenaza con saltar por los aires explotando un bomba en el centro de Nueva York. El pasado de la mujer y su vida insatisfecha llevan a Catherine a tomar la decisión equivocada, y lo que es peor, ser consciente de ello cuando ya es demasiado tarde. Whitman se manifiesta a través del lenguaje de los niños, debidamente manipulados, que pretenden con sus atentados crear una nueva Arcadia rural y poder vivir sobre la hierba como en tiempos pasados.
Esta segunda historia no llega a la altura de la primera pero resulta sumamente interesante el modo en que se va gestando, casi inevitablemente, la decisión de Cat quien, a su vez también busca su propia Arcadia.
Finalmente, Cual belleza es la tercera historia, ambientada en un futuro no muy lejano, tras un desastre que ha exterminado la vida de gran parte del planeta, en el que conviven humanos, humanoides y seres de otro planeta en condición de semi-siervos. Nueva York es, prácticamente, un destino turístico en el que se puede observar cómo era la vida anterior al desastre, a través de figurantes que pueblan sus calles y visten y actúan tal y como se hacía en aquella época. Un miembro de cada de una de estas “especies” forman el trío que tratan de huir de la ciudad en busca de un mejor destino.
En esta huida atisban un mundo asolado, poblado por bandas sin ley, autoridades impenetrables o grupos de cristianos primitivos. En su destino, Denver, contactan con el creador de Simon quien, para dotarle de algún tipo de sentimiento o sensibilidad, le incluyó en su memoria y circuitos, la obra de Whitman. En el momento de su llegada, el científico está preparando el viaje a un planeta remoto que les permita vivir alejados de la locura en que se ha convertido la Tierra (otra Arcadia imaginaria). Simon decide finalmente no acompañarles en el viaje logrando así superar su condición mecánica de hombre de hojalata.
De las tres historias la primera es ciertamente memorable, como el título del libro indica, la segunda es interesante y bien construida, la tercera parece un tanto forzada al plan prediseñado por el autor. En cualquier caso, cabe destacar que la maestría de la escritura de Cunningham hace de la lectura de todas ellas un placer que recompensa con creces el esfuerzo.
26 de agosto de 2007
Historias de Winny de Puh (A.A. Milne)
En una sociedad cada vez más inmadura e infantilizada, incapaz de asumir sus propias responsabilidades, sorprende el menosprecio que recibe la literatura infantil clásica. Cualquiera se sonroja leyendo las aventuras de Alicia, las delirantes peripecias de Peter Pan o las simpáticas canciones del oso Puh. Y sin embargo, los padres ríen y alientan en sus hijos la visión más adulterada que de estos personajes nos ofrece el cine de animación o los parques temáticos, hasta el punto de que los mismo que considerarían impropio de su madurez la lectura de los cuentos de los hermanos Grimm acuden a las salas de cine para ver cómo una rata se convierte en un cocinero – perdón, un restaurador- de éxito.
En fin, uno considera que la madurez estriba en elegir qué leer o qué ver con independencia de lo que haga el vecino y, en consecuencia, no se niega el placer de dedicar parte de su limitado tiempo de ocio a leer las ocurrencias del sombrerero loco, las historias de Long John Silver o las inteligentes conclusiones de Christopher Robin.
Y todo ello por dos razones. El puro ocio en primer lugar. Frente a la visión almibarada y vacía que de estos clásicos ofrecen los medios de comunicación, los originales resultan siempre enormemente frescos y sorprendentes. La acidez y la ternura se combinan al igual que lo hacen en la vida adulta, nunca desprenden ese regusto a moralina nauseabunda que tanto gusta a quienes no los han leído pero pretenden instruirnos.
A.A. Milne dibujó el plano de un bosque mágico habitado por unos seres llenos de buenas intenciones pero tan reales como para estar dotados de todos los defectos que son propios de los humanos. La soberbia, la ignorancia, la envidia o el egocentrismo conviven con la alegría por vivir, el deseo de ayudar, de compartir un proyecto de modo desinteresado. Todo ello bajo la atenta mirada de un ser superior, que aunque vive en ese otro extraño mundo que representan los humanos, suele dejar a un lado sus humanas preocupaciones para compartir su tiempo, su sabiduría y sus temores, con sus mejores amigos, fruto de su propia imaginación.
Milne escribió estos breves cuentos en torno a la figura de su hijo Cristopher Robin y su peluche favorito, el oso Puh, un oso sin Cerebro pero capaz de las mejores ideas. Junto al bueno de Puh creó a su compañero inseparable, Porquete. También se acordó de los canguros Ruth y Kanga, del saltarín Tigle, del sabio Búho, del introvertido y resentido burro Iíyoo o del sabio y parlanchín Conejo entre otros. En sus aventuras, caminan en busca del Polo Norte, a la caza de un Pelifante o a la búsqueda del mejor método para robar la miel a las abejas. Pero también buscarán una casa para Búho o la cola perdida de Iíyoo, celebrarán su cumpleaños y jugarán arrojando palos al río desde un puente.
¿Por qué leer las historias de Winny de Puh? Porque, al igual que ocurre con la literatura adulta, al volver la última página, uno se siente acompañado por sus protagonistas. Su espíritu y personalidad contradictoria iluminan nuestras propias contradicciones, porque cada uno de estos peluches representa una parte de nuestra personalidad no siempre evidente. Una razón más, porque podemos sentirnos de nuevo niños o leerles estas historias a nuestros hijos sin sentir que les estamos vendiendo un puñado de mentiras que de nada les servirán en esta vida, ni les harán mejores, ni más sabios ni más prudentes y que sólo les acercarán más a todo a quello de lo que les queremos preservar. Sólo por eso….
Finalmente, una recomendación: cualquier lectura de las aventuras de Winny, debe comprender los dos libros publicados por Milne (Winny De Puh y El rincón de Winny), y deben ir acompañadas por las impagables ilustraciones de E.H. Shepard, fiel reflejo del texto.