1 de agosto de 2025

En las Antípodas (Bill Bryson)


 

 

¿Qué queda del viaje cuando el escritor no se ensucia los zapatos?
Bill Bryson aterriza en Australia con su ironía intacta, su curiosidad domesticada y una libreta donde anota más titulares que vivencias. En las antípodas es un libro que entretiene, sí, pero también esquiva lo esencial: el roce con la realidad. Lo que podría haber sido una inmersión literaria se queda en superficie bien escrita, un safari de tópicos y bromas desde el asiento del turista privilegiado.

 

Todos sabemos que las Antípodas son ese lugar que ocupa la posición opuesta en el globo terráqueo a la nuestra, el punto más alejado, aquél en el que nuestra cabeza apunta en la dirección exactamente contraria a la de ellos. Ese punto en el que, según la etimología de la palabra, nuestros pies se contraponen. Y todos sabemos que por fuerza, tanta distancia debe reflejarse en una discrepancia pareja entre nosotros y ellos, nuestro entorno y el suyo.


En el caso de España, bien puede aplicarse este criterio puesto que tenemos la fortuna de contar como antípoda a la tierra austral, ese enorme espacio natural escasamente habitado y tan solo recientemente colonizado en términos históricos que cuenta con una población nativa enigmática y esquiva, a su pesar, y con la fauna más extraña y peculiar que alberga el planeta.


Y éste es, sin duda, el motivo por el que los europeos, en su afán por cartografiar, medir y ocupar el mundo entero, sólo se plantean con seriedad a Australia a mediados del siglo XIX cuando, por erróneas apreciaciones de marinos agotados por una extenuante travesía del Pacífico Sur, creían ver en sus costas un vergel similar al de la campestre Kent o la verde Gales. Y así, algún brillante político propuso colonizar la isla con reclusos y forzados, en una suerte de pena  de exilio. No es que ésta fuera la primera vez en que gente de mal vivir, dañina para su sociedad natal, fuera empleada como mano de obra colonial para ensanchar imperios y agrandar el control económico de las diversas Compañías de las Indias Orientales o las que fuera menester. Pero sí fue la primera vez en que estos proscritos conformaron el principal núcleo poblacional de todo un continente.


Remontarnos a este origen algo deslucido, no parece la mejor carta de presentación ante unos anfitriones que creen encarnar realmente los valores de vida en la naturaleza, sociedad abierta, surf y paraíso prometido. No en vano, la segunda mayor ola de inmigración que recibió Australia llegó desde Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial, un tiempo en el que la pobreza y carestía en la metrópoli contrastaba con la abundancia de la colonia. Muchas familias vieron partir a hijos, hermanas o tíos  abandonando las frías y húmedas tierras británicas, para hacerse de oro, o al menos, presumir por carta de ello, aunque la realidad fuera algo menos lustrosa.


Y como uno más de estos advenedizos desnortados, Bill Bryson se presenta en Australia dispuesto a darle su oportunidad, su pequeño espacio en su extensa obra, a regalarnos sus observaciones sobre cualquier parte del mundo que uno desee. Y de lo primero que se percata Bryson, antes aún de iniciar su viaje desde los Estados Unidos, es de lo poco que conoce de Australia. Apenas nociones vagas sobre canguros, boomerangs, aborígenes, James Cook o esa famosa roca roja que parece ocupar el centro del país y que, junto a la ópera de Sidney, se aúpan como los dos únicos lugares reconocibles mundialmente de esta tierra.


Tratando de indagar un poco más, consulta los registros en el New York Times sobre Australia y descubre que apenas algún acontecimiento luctuoso o deportivo ha aparecido en sus páginas durante los últimos meses, pero nada que deje entender que a los norteamericanos les importe algo esta nación con la que comparte océano y lengua. No hay propiamente un especial sentimiento de amistad, sino ciertamente de antipatía, algo que achaca a que todo norteamericano que visite la gran isla, perderá casi un día completo de su vida, el efecto contrario al que sufrió Phileas Fogg, y que Australia se lo toma prestado, devolviéndolo tan solo en el caso de que torne a su país por el mismo camino, es decir, sobrevolando nuevamente el Pacífico.


Pero es que, para los estadounidenses, aunque Australia está lejos, muy lejos, realmente está lejos de todos los sitios y de sí misma, Australia no es la antípoda de Norteamérica. El astuto editor español se ha tomado la licencia de modificar el título original a su antojo y por la conveniencia geográfica española (En las Antípodas, editorial RBA), pero en su versión original, el libro recibe el título de En un país quemado por el sol, derroche de imaginación que podría referirse al Sáhara Occidental, la costa de Almería o al Mojave pero que, desde luego, no parece el mejor de los piropos.

   

Incluso para americanos o ingleses, Australia supone todo un desafío, no es retórico afirmar que probablemente también lo sea para los propios australianos. Bryson se embarca en este viaje después de haber visitado en varias ocasiones el país con motivo de promocionar sus libros, pero en esta ocasión podrá recorrerlo por su cuenta o acompañado por un fotógrafo inglés que le ayudará  en su reconocimiento.


Y seguimos así al perspicaz Bryson en su intento por indagar en el alma austral. Pero si creemos que entramos en páginas similares a Los trazos de la canción, de Chatwin, caeremos en un grave error. La visión de Bryson es más bien la de un viajero circunstancial que visita todo aquello que las Oficinas de Turismo locales recomiendan, dejándose aconsejar por algunos locales, todos ellos conocidos por él de antemano o recomendados. Es decir, estamos ante una recopilación de tópicos, de postales adornadas con algo de gracia e interés, prueba de la profesionalidad del autor, pero poco más.


Sírvanos de ejemplo el mundo de los aborígenes, una especificidad australiana tan relevante y sorprendente, desde cualquier punto de vista, antropológico, cultural, histórico, que sorprende que todo el contacto que tenga Bryson con esta realidad venga de alguna lectura y de cruzarse con aborígenes en estado ebrio o de dudosa sanidad mental a la entrada de algún supermercado.


Sí nos narra la terrible desgracia del pueblo, las masacres de que fueron objeto hasta no hace demasiado tiempo, la lucha por reconocer sus derechos, sus tierras. En suma, nada que requiera la presencia en el país, tan solo datos, sin narrar una experiencia personal directa, sal que alegra y da vida a tantos otros de sus relatos.  


Para continuar con otro foco de interés del autor, tenemos los mil posibles modos de morir en Australia y su afán por localizar noticias de este tipo en los diarios locales. Sea por mordedura de animales, venenos sin antídoto, descargas eléctricas de animales marinos, tiburones de todo tipo, olas imprevistas, sed o hambre en el desierto interior, tal vez el aburrimiento mortal de un lugar en el que no pasa casi nada y en el que solo algunas ciudades permiten mantener un remedo de vida social.


Ese aburrimiento que parece enloquecer a los habitantes al norte de Canberra (habrán quedado encantados con este amable retrato) y que desmiente toda la palabrería de los libros de autoayuda que nos piden una vuelta a la naturaleza, el derribo de los grandes edificios, que todos tengamos un parque a la puerta de casa. Parece que el resultado es una abulia mental total, extenuante y embriagadora hasta la locura. O, al menos, a los ojos de Bryson, un urbanita contumaz, ésta es la conclusión evidente.  


También nos habla de los curiosos viajes en tren y su tercera clase para pobres, esto es, para aborígenes, o el hecho de que uno pueda encontrar un pub en medio de cualquier parte, en un desierto por ejemplo, sin viviendas alrededor, pero que se encuentra lleno de parroquianos que parecen tener que viajar decenas de kilómetros para poder tomar una cerveza fría en compañía de humanos y aún a riesgo de morir arrollados por un canguro despistado. Todo sea en honor de la cada vez más popular cerveza australiana.


También visita una institución peculiar del país, una radio con la que se suplían las carencias educativas en un entorno en el que era totalmente imposible tener escuelas próximas a cada pequeño asentamiento. Hoy en día, la emisora languidece por la competencia de otras tecnologías que hacen más sencilla la educación y que harán mucho por los pequeños de este país que, por otro lado, no parecen tener un problema con el desempleo, sea cual sea el grado de su formación.




Otras peculiaridades que Bryson pone de manifiesto son la existencia real de varios países dentro de Australia. No hace falta más que mirar las concentraciones humanas principales. Al este, al occidente, al norte y sur, separadas por el inmenso outback, esa inmensidad vacía que está en la puerta de atrás de todos los asentamientos principales y que es tan solo atravesada por alocados turistas que sienten la llamada de la naturaleza, a lo Jack London, buscadores de oro nostálgicos y por trenes que comunican todas las zonas del país y que tratan de vertebrarlo en una misión realmente imposible.


Seguimos a Bryson en su interés por sentarse en un pequeño café local y leer la prensa de la ciudad. Pero, a diferencia de otros libros, o la prensa australiana carece totalmente de interés, salpicada tan solo por noticias sensacionalistas y luctuosas, o la selección que hace el autor tiene esa tendencia morbosa y perezosa de detenerse más en el titular llamativo que en lo que revele las verdaderas esencias.


Uno termina por sentir una amable simpatía por los australianos, creyendo que la visita de Bryson parece más la que hacían los estirados viajeros decimonónicos que viajaban por  nuestro país y basaban sus descripciones en aquello que más les extrañaba, esforzándose por buscar su origen en un pasado de mezcla de sangres judías, árabes y gitanas. Haciendo de la pequeña diferencia una categoría que levantaba una barrera cultural entre la docta metrópoli y la barbarie del Sur. Vemos un escaso interés por conocer la verdadera esencia de Australia, de indagar en sus circunstancias y explicarla. Más bien, parece un catálogo de anécdotas y divertimentos, de observaciones tan cogidas al vuelo que uno no sabe a ciencia cierta si representan algo más allá de la pura excepcionalidad.


Sin duda, éste puede resultar el libro más decepcionante del autor, al menos, el que más dudas me ha suscitado, lo que, en una obra tan extensa no está mal. Y en todo caso la lectura sigue resultando amena, entretenida, la mezcla de historia, datos, contacto con los nativos y anécdotas personales, forman un bosquejo interesante y entretenido, pero sin duda, poco recomendable para quien tenga un interés sincero por conocer este país que, gracias a Bryson, continúa siendo para mí nuestra antípoda desconocida.




 

23 de julio de 2025

George Harrison. Conoce la espiritualidad a través de sus canciones (María Jesús Martín)


George Harrison: el beatle que buscó respuestas más allá del aplauso.
Cuando la fama comenzó a devorar a los Beatles, uno de ellos eligió no gritar más fuerte, sino mirar hacia dentro. Esta reseña se adentra en un libro singular: George Harrison. Conoce la espiritualidad a través de sus canciones, de María Jesús Martín. Una lectura que no solo ilumina la música del beatle más introspectivo, sino que también propone un viaje íntimo, donde cada verso se convierte en brújula espiritual. No es solo un libro sobre George. Es una puerta abierta para quien no quiere quedarse solo con el estribillo.


Es sabido que la madre de George escuchaba el servicio de música india de la BBC durante su embarazo, porque notaba que esos extraños sonidos calmaban al bebé que llevaba en su interior. Eran los tiempos del Imperio, previo a la independencia de la India que tendría lugar en 1947. También es conocido que el primer contacto de George con esta música fue en el set de rodaje de Help!, durante una escena en un restaurante en el que unos músicos tocaban con aquellos extraños instrumentos canciones de los propios Beatles.


Y de aquí a que el sitar apareciera en un primer tema del grupo, Norwegian Wood (This Bird Has Flown), tan solo pasaron unos breves meses. Y pronto el interés por esta música arrastró a George a toda una filosofía que resultaba consustancial a aquellos sonidos. El padrinazgo de Ravi Shankar le permitió acercarse a esa espiritualidad por la puerta grande, y de aquí nacieron temas de los Beatles como Love You To, un acercamiento tímido a dicha filosofía.


Este conocimiento llegó en un momento en el que la fama había comenzado a revelarse como un grave inconveniente para los cuatro músicos. A cada uno le afectó de un modo diferente. Al más expuesto, John, le llevó a clamar auxilio por todos los estadios del mundo al tiempo que comenzaba su afición por drogas psicotrópicas. Para George, que también experimentó con LSD, pronto la nueva espiritualidad se conformó como una puerta de escape por la que dejar salir sus frustraciones.  


Su casa se convirtió en un centro de discusiones brahmánicas, reflejadas de algún modo en Within You Without You y devoraba cualquier lectura espiritual que cayese en sus manos, siempre bajo la guía de maestros experimentados. Así, la portada del Sgt. Pepper 's aparecerá poblada de yoguis hindúes, entre ellos el propio Paramahansa Yogananda, de cuya autobiografía George afirmaba tener siempre bastantes ejemplares para poder regalarlos a cuantos consideraba perdidos en sus vidas. The Inner Light también es reflejo de estas lecturas.


Este viaje místico parece tocar techo con la estancia en el ashram de Maharishi Mahesh Yogi en Rishikesh y su final algo decepcionante y extraño. Pero el que el interés público del grupo por estos temas disminuyera no quiere decir que el propio George diera la espalda a ese mundo, al contrario, su compromiso creció aún más, tanto de manera personal como financiera, apoyando causas, creando The Material World Foundation, donando importantes sumas para construir templos Hare Krishna, etc.


Su música perdió la instrumentación india, volvió a conceptos más propios del Occidente pero su mensaje pervivió. Como el propio George señalaba, este mensaje debía hacerse más sutil para llegar a más personas porque, de otro modo, suscitaba rechazo. Así, estas letras comenzaron a reflejar sus experiencias, vaivenes en la fe, nuevos conocimientos, su visión de este mundo material y de la creencia en otro más acorde con sus esperanzas.


Esta influencia es, en ocasiones, discreta, casi imperceptible, como en el caso de Something que George se resistía a reducir a un tema de amor para Pattie. En otros casos, como en los temas Maya Love o Dear One, la referencia resulta más evidente. Pero esta trascendencia siempre estuvo presente en su obra posterior y nacía no tanto de un conocimiento teórico como de su propia experiencia. No puedo dejar de pensar que mientras grababa su versión definitiva de All Things Must Pass, su madre llegaba a la fase final de su enfermedad, que le llegaría apenas tres semanas después de concluir la grabación del tema.


Pero tampoco pensemos que George era un santo varón, poseído por la llama de Krishna. Sus romances fuera del matrimonio son conocidos, incluso su segunda esposa Olivia reconocía con tono lastimero que a George le gustaban mucho las mujeres, dando a entender que no fue la única durante su matrimonio.


Más aún, quien hablaba de la entrega, de que la respuesta se encontraba al final, amasaba una fortuna considerable, se quejaba de los altos impuestos que había de pagar, se endeudaba para producir una película de sus amigos los Monty Python o mostraba todo su resentimiento contra Paul en cuanto la ocasión lo permitía.


Pero así somos todos, carnales y mundanos, apresados por este mundo de piedra, por mucho que queramos elevarnos más allá de nuestras propias debilidades y, por ello, tan relevante es su pensamiento y figura, porque precisamente él nos habla desde la experiencia mutable, desde este mundo material, como un igual que recorre un camino complejo, del que nos habla a través de sus canciones.

 

Y aunque todo esto pueda ser más o menos sabido por cualquiera que conozca algo de la historia de los Beatles, lo cierto es que George Harrison. Conoce la espiritualidad a través de sus canciones (Ed. Círculo Rojo) de María Jesús Martín ofrece una nueva perspectiva totalmente novedosa.


Este libro nace de la convergencia de dos caminos, en apariencia no coincidentes. María Jesús es una devota fan de los músicos, ha impulsado diversas iniciativas en torno a ellos, visitado los santos lugares y devorado cuanto sobre ellos aparece, sean libros, música, testimonios y demás. Tal vez, de manera inconsciente, tiene su opción de beatle favorito, el discreto George. En su prólogo, nos narra cómo de muy jovencita contactó con Genesis Publications cuando se anunció la publicación del volumen Songs by George Harrison Volume Two, a un precio astronómico y en una edición limitada firmada por el propio autor. De la conversación llegó el acuerdo de que pagaría en pequeñas cuotas la suma total según pudiera afrontarlas con sus pequeños ingresos (entiendo que la paga semanal) y, cómo finalmente, acudió en persona a la sede de la editorial para recoger su preciado ejemplar.


El segundo camino es más duro ya que se inicia tras el fallecimiento de su padre de manera algo repentina e inesperada en 2020. Esta pérdida le llevó a lo que denomina como un despertar espiritual que describe con detalle en el libro. Este despertar no debe relacionarse con una religión concreta sino con una especie de trascendencia, de consciencia de que este mundo no es sino una estancia temporal, camino de nuestro verdadero fin.


María Jesús ha dedicado dos años al estudio de estos aspectos al tiempo que ha vivido diversas experiencias fenomenológicas que le han llevado a un cambio de ruta en su vida. Y es precisamente en este punto en el que convergemos con la senda beatle y, más en particular, con la música de George. Desde su nueva consciencia, ha podido comprender muchos de los mensajes que el cantante dejó sutilmente, según sus propias palabras, desperdigados por todas sus canciones.



Para compartir este hallazgo, la autora nos hace una primera introducción a esos conceptos trascendentales que nos resultan tan ajenos. La explicación es sencilla, si bien, no debe uno esperar comprenderlo todo a la primera lectura, ni temer pararse a menudo para volver atrás unos cuantos párrafos. Sin duda, ella lo explica mejor y yo no me siento capacitado para reproducir una mínima parte de sus enseñanzas.


La segunda parte del libro es la que va repasando de manera cronológica la discografía en solitario de George Harrison a partir de Living in The Material World, escogiendo los títulos y pasajes sobre los que quiere reflexionar.


La mecánica es siempre la misma. Se expone el texto original en inglés de la canción o las estrofas correspondientes y la traducción propuesta por la autora para, seguidamente, entrar a explicar de manera sencilla y breve cómo encaja lo escrito con los conceptos teóricos expuestos. También se pone en contexto la canción o el disco, los motivos que pudieron llevar a su composición cuando hay información al respecto y otras informaciones curiosas y no muy difundidas. Especialmente interesante me ha resultado la relativa a la portada de Living In The Material World, usando la técnica de Kirian de la mano de George sosteniendo un medallón hindú y la explicación espiritual que de todo ello se deriva.


La autora explica algunas de estas cuestiones y permite la compra del libro, cuyos ingresos son destinados parcialmente a The Material World Foundation. También nos comparte una playlist con las canciones seleccionadas y comentadas en el libro, que comparto igualmente más abajo.


El texto es breve y el estilo sencillo. Que nadie espere beaterismo ni proselitismo, tan solo unas explicaciones sobre unas canciones que nos ofrecen una nueva dimensión que podía habernos pasado por alto. No escondo que algunas de las canciones explicadas como If You Believe to Blow Away nunca me parecieron emparentadas con The Answer 's At The End, por ejemplo. Así que este libro es un perfecto complemento para quienes quieran tan solo acercarse a la música de George desde una perspectiva alternativa.


Pero tampoco se puede descartar que la lectura del libro y la profundización en los conceptos aquí recogidos, las muchas lecturas sugeridas o citadas por la autora o las propias referencias de George puedan iluminar la conciencia. Tengo por cierto que este libro breve se puede leer y releer pasado el tiempo con aún mayor aprovechamiento y disfrute porque es un artefacto de largo efecto y, porque como el dicho hindú expresa, y George cantó en Any Road, cuando uno no sabe a dónde ir, cualquier camino le puede llevar allí.

 

 

 

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    13 de julio de 2025

    Equiridion / Disertaciones (Epicteto)



    Si quieres progresar, permite que por las cosas externas te juzguen estúpido y necio. No quieras parecer sabio; y si se lo parecieras a algunos, desconfía de ti mismo.




    De un tiempo a esta parte ha venido poniéndose de moda la filosofía estoica. Un movimiento que puede entenderse, a decir de algunos, por la confusión de nuestro tiempo, una incertidumbre que nos hace buscar algo inamovible a lo que agarrarnos y esta filosofía o modo de vida parece adecuarse a esa finalidad. Se alega que el estoicismo busca la fuente de la estabilidad en aquello que está en nuestro poder, aprendiendo a no desesperarnos por el resto. Así, en un tiempo en el que la tecnología parece haber dejado al Hombre en una continua y agotadora carrera contra el tiempo que nos deja exhaustos en todos los aspectos, físico, espiritual, anímico, el centrarse en aquello que sí está en nuestra mano, puede resultar un bálsamo.



    Si alguno te anuncia que otro habla mal de ti, no contradigas el anuncio, sino responde: «En verdad que no sabía él de otros vicios que yo tengo; pues, de haberlos sabido, no habría dicho aquellos solo».



    Aunque sin duda, esta idea es un reduccionismo bastante tosco del pensamiento estoico, lo cierto es que tal vez en ninguna época se haya vivido en paz y armonía, por más que ahora resulte conveniente señalar las alteraciones que se vivían en los tiempos estoicos y sus paralelismos con los actuales, lo cierto es que si se preguntara a cualquier persona del pasado, aseguraría que el culmen de la incertidumbre se vive en su época, siempre hay razones para pensar así.


    Hoy vivimos en la creencia de que los años tras la Segunda Guerra Mundial fueron la panacea del Estado del Bienestar y la estabilidad política, olvidando la Guerra Fría, el terrorismo político, las devastadoras consecuencias de la guerra en forma de racionamiento, hambre, enfermedad, desplazamientos masivos de personas y así en cualquier otro tiempo histórico que elijamos.



    Nunca digas sobre nada «Lo he perdido», sino «Lo he restituido». ¿Ha muerto tu hijo? Ha sido restituido.



    Pero volvamos a los estoicos, cuyas principales figuras son el político Cicerón, el emperador Marco Aurelio y el liberto Epicteto. Los dos primeros son conocidos por todos, aunque solo sea por las clases de Historia. Respecto del último, creo poder remontarme a la lectura de La soledad del corredor de fondo de Tony Richardson. Durante mucho tiempo creí que el personaje se había inspirado en Epicteto para su lucha contra el sistema y que de allí había obtenido yo mi referencia a este oscuro filósofo del que apenas se conservan unos fragmentos de su obra.



    Si el sirviente del vecino quiebra un vaso u otra cosa, a la mano tienes decir: «Son cosas que ocurren con frecuencia». Has de saber, pues, que, aunque se quiebre el tuyo, conviene 

    que seas el mismo que fuiste cuando se quebró el ajeno.




    Con el tiempo he descubierto, releyendo el citado relato, que mis recuerdos, una vez más, eran errados y que la referencia a Epicteto que mi memoria desvalida conservaba deberían estar tomados de Todo un hombre, de Tom Wolfe libro que, por otra parte, ni siquiera recuerdo haber leído aunque sí conserve claramente esas referencias al liberto romano, prueba de que sí debí leer aquel libro.


    Pero si mi recuerdo parece vacilar en el tiempo, qué no ha de ocurrir en el transcurso de cerca de dos mil años, desde los días en que Epicteto enseñaba a sus discípulos en Nicópolis y uno de ellos, tal vez el más aplicado, el que logró más fama posterior, Arriano tomaba notas presurosas por las que llegaría a nuestros días la obra de su maestro.

     


    En las Disertaciones, Arriano recoge las enseñanzas de Epicteto de forma dialogada, casi como si el alumno estuviera siendo aleccionado en directo por su maestro, interrogado y cuestionado, y podemos asistir a ese proceso de enseñanza tan distinto del actual en el que el poseedor del conocimiento lo imparte como lo haría un Dios todopoderosos sobre la inculta grey soportando con paciencia y cierta benevolencia condescendiente la estupidez de sus alumnos.  



    Acuérdate de que no es quien injuria o hiere el autor de la ofensa, sino la opinión del que considera estas cosas ofensivas.




    Estas disertaciones se contenían originalmente en ocho libros, de los que hasta el momento solo conservamos cuatro. En ellos Epicteto da cuenta de su filosofía, una aproximación práctica alejada de las diatribas sofistas más enfocadas al alarde verbal y al silogismo, para volcarse en la definición de reglas de comportamiento, de modos de conducirse por la vida para hacer honor a esa idea de filósofo. En ellas trata todo tipo de cuestiones prácticas mediante ejemplos perfectamente comprensibles aún hoy en nuestros días y, sin duda, esto ha permitido la vigencia de sus ideas frente a la de otros filósofos. Dado que es un rasgo también extensible a otras figuras del estoicismo, podemos hacernos una idea de las razones que hacen de esta filosofía  algo tan afín a nuestros días, tan alejado de las disquisiciones sobre el ser, la materia, lo ontológico y lo contingente.  


    Cuando nace el estoicismo, más o menos al tiempo que lo hacen otras escuelas de filosofía helenística, el periodo de gracia de la democracia había concluido. La política se había convertido en una disciplina complicada que podía generar problemas con el tirano de turno. Por ello, estos filósofos se volcaron en su propio interior, en buscar el modo de hallar la felicidad individual ya que de la colectiva se ocupaban por su cuenta y riesgo los gobernantes sin dar cabida a opiniones ajenas. Otro tanto pasaría en los comienzos de nuestra era, cuando el poder del César había acabado con la agotada República. De ahí ese cambio respecto de los filósofos anteriores, más dados a cuestiones externas, como la materia y la política, más proclives a expresar el mejor modo de organizar la república, tal y como hacían Platón y Aristóteles.  



    No tienen coherencia ni rigen estas proposiciones: «Soy más rico que tú, luego soy mejor que tú», «Soy más elocuente que tú, luego también mejor». Pero rigen estas: «Soy más rico que tú, luego tengo más dinero», «Soy más elocuente que tú, luego mi decir es mejor que el tuyo». Pero tú ni eres dinero ni dicción.



    Si bien las Disertaciones no encierran una especial complejidad, es cierto que pueden no ser una lectura fluida conforme a lo que estamos acostumbrados en nuestros días y, tal vez, sea necesario consultar las notas a pie de página que generosamente se reparten por la edición de Gredos a cargo de Paloma Ortiz García y que también traduce la obra al castellano. Por otro lado, esa edición recoge una introducción también a cargo de la traductora que aborda diversas cuestiones interesantes como el empleo de la variante del griego empleada, la koiné, una especie de versión internacional, la misma a la que pronto se vertieron los evangelios cristianos.  



    En ningún modo te llames filósofo, ni sobre principios o doctrinas discurras mucho con idiotas. Por ejemplo, en un convite no digas de qué modo se debe comer, sino come tú como se debe.



    Pero Epicteto tiene una especie de as en la manga. su famoso manual o Enquiridion, es decir, una pequeña obra para llevar a mano o para emplear como arma defensiva según la etimología que cada uno prefiera y que condensa en breves frases. en muchos casos auténticos aforismos, toda su filosofía. Esta obra ha gozado de continuo éxito, desde su primera versión. Es sabido que en las bibliotecas medievales de los monasterios siempre había algún ejemplar que era costosamente copiado. De ahí venga probablemente la falsa idea de que el filósofo era un cristiano oculto, un convertido a la fe auténtica que escondía su creencia  bajo la apariencia de una filosofía práctica pero que, y esto sí es cierto, tenía numerosas similitudes con el mensaje del Evangelio.


    Sin duda, el tono general y sentencioso de la obra puede asemejarse a ciertos pasajes del Nuevo Testamento. Su esfuerzo por separar lo que es del César y lo que es de Dios podía sentar una nueva coincidencia, al igual que muchas de las enseñanzas, tendentes a la moderación y la templanza, a evitar el lujo pero esconder las obras de caridad para evitar el halago ajeno, el pecado de orgullo.


    Procura con todas tus fuerzas conservarte puro de las cosas venéreas mientras no estés casado. Si las tocas, que sea legítimamente. Pero no molestes ni reprendas a los que las usan, ni te alabes de tu continencia.



    Este libro, que en función de las versiones puede ir desde las cincuenta a las ochenta páginas, algunas de ellas ocupadas tan solo por un par de líneas,  se asemeja a esos libros de la New Age, sembrando algo de confusión, lo que viene a unirse a los títulos llamativos que los editores le han dado para poder asentarlo en ese nicho de mercado que parece capaz de comerse el mercado. Así, tenemos desde El arte de vivir en tiempos difíciles (Editorial Alianza), El arte de ser libre (Koani Libros) o el Manual de vida (Taurus).


    Y lo cierto es que, superando el rechazo que este tipo de títulos despierta en mí, he de reconocer que su lectura es adictiva. En él se recogen citas literales de las Disertaciones o reelaboraciones de las ideas allí contenidas, recordemos que de éstas tan sólo se conserva la mitad del corpus original. Y la concisión y belleza del lenguaje destaca por encima de todo. En las Disertaciones estas frases aparecen dentro de un contexto general mayor por lo que tienden a no resultar tan impactantes, pero aquí, en forma de pequeños esbozos resultan demoledoras.



    Guarda silencio en cuanto puedas o habla lo necesario solamente, con las menos palabras posibles. Rara vez, y solo si lo pide la ocasión, sal a hablar de las cosas de las que se suele: no de gladiadores, ni de circenses, ni de atletas, ni de comidas ni bebidas. Y si hablas de personas, no reprendas ni alabes ni hagas comparaciones entre ellas.



    Aunque no pretendo hacer un análisis de la filosofía de Epicteto, trataré de ofrecer algunas de sus ideas, al menos las que me resultan más atractivas tras la lectura del Enquiridion. El hombre debe distinguir aquello que está dentro de su arbitrio, en lo que puede cambiar, y centrarse en ello, dejando de lado aquello sobre lo que no tiene capacidad. Así, la muerte, sobre la que no tenemos soberanía alguna, no es una desgracia en sí, sino que ésta viene de la idea que de ella nos hacemos.


    Debemos aplicarnos a nosotros mismos los consejos que damos a otros que han sufrido una pérdida puesto que lo que creemos que a ellos sirve, también ha de hacerlo para nosotros. La pérdida ha de ser interpretada como la devolución de algo que nos fue prestado por un tiempo determinado. Ésta es la idea del memento mori, esa frase que en las comedias le susurra al oído del César un esclavo para que no pierda la ecuanimidad de los humanos y no olvide que es tan mortal como cualquiera de sus gobernados.  


    Si quieres progresar, olvídate de los siguientes pensamientos: «Si descuido mis cosas, no tendré qué comer». «Si no castigo a mi sirviente, será malo». Mejor es morir de hambre, libre de aflicción y miedo, que vivir entre abundancia con el ánimo turbado. Mejor es que tu sirviente sea malo que tú infeliz.


    Las lecciones son prácticas y actuales. Predica que uno tiene que valorar lo que está en la naturaleza de las cosas antes de decidir las acciones. Así, si uno quiere ir a los baños, ha de considerar que allí hay gente que se comporta groseramente, que puede haber salpicaduras e incluso hurtos y que, por tanto, si cualquiera de esas cosas sucede y, pese a ello, uno ha querido acudir a los baños, no tiene sentido quejarse o perturbarse porque ocurra lo que está en la naturaleza de las cosas.



    No fuiste convidado al banquete, pero tampoco pagaste su coste, que es el de la adulación y la lisonja. Paga, pues, ese escote si te conviene. Pero, si no quieres dar esa paga, y sí disfrutar de la comida, es que eres avaro y necio.



    Ha de evitarse la relación social por sí misma ya que quien se junta con animales no puede sino convertirse en uno de ellos, pero si uno no tuviera ocasión de excusarse, ha de comportarse con comedimiento, tratar de evitar hablar y si ha de hacerlo, no criticar ni excederse, no ser el primero en reírse, no contar chismes. En la comida, no ha de abalanzarse sobre las fuentes que sirvan los esclavos sino dejar pasar los platos, pero tampoco pretender dar lecciones en la mesa ya que esto solo responde al propio ego, las lecciones han de darse con el ejemplo, no con la lengua.



    Por ejemplo, si estimas una vasija, piensa que no es más que una vasija que estimas; no te inquietes aunque se quiebre. Si amas a tu hijo o a tu mujer, piensa que amas a un ser mortal; así, no perderás la calma aunque muera.



    Y así se van desgranando las lecciones del antiguo esclavo de Epafrodito, que sufrió en su propio cuerpo los castigos de su amo, que quedó medio cojo por las palizas y que cuando fue libertado se dedicó a enseñar filosofía, marchando a Nicópolis cuando el emperador Domiciano decretó la expulsión de los filósofos de Roma. Epicteto, de quien apenas se sabe poco más de lo que acabo de mencionar, ni siquiera hay seguridad sobre si tuvo esposa, se cree que nació esclavo puesto que Epicteto deriva del término griego "adquirido" y murió en el 135 d. C. pero su legado perdura aún hoy en día con más fuerza que la de otros filósofos de quien conocemos su obra y milagros al detalle y que tuvieron la fortuna de poder legarnos directamente su obra escrita y no recogida años después de su muerte por la mano de un alumno.


    La traducción de los párrafos aquí seleccionados es la correspondiente al volumen Manual de Vida, de la editorial Taurus, con traducción de José Ortiz y Sanz, no sé si es la más ajustada a los conceptos filosóficos, pero desde luego es la más hermosa de las que he leído. Espero que estos ejemplos sean la mejor invitación para el lector.   



    Acuérdate de que tú eres el actor de un drama tal como lo quiso plantear su autor, ya sea breve o largo. Si quiere que representes a un mendigo, represéntalo bien; y lo mismo si un cojo, si un príncipe, si un plebeyo. Lo que te incumbe a ti es representar bien el papel que te encargan, pero elegirlo le corresponde a otro.