10 de febrero de 2008

Las aventuras del valeroso soldado Schwejk (Jaroslav Hašek)


El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona imperial austríaca fue asesinado en Sarajevo por un nacionalista serbio dando comienzo en la práctica, la Primera Guerra Mundial. Ese mismo día comienza igualmente Las aventuras del valeroso soldado Schwejk, libro que narra las aventuras (y desventuras) del soldado Schwejk en esta contienda.

La Primera Guerra Mundial supuso el comienzo real del siglo XX, que hasta 1914 había continuado con la dinámica del siglo anterior. Los horrores de una guerra deshumanizada que afectó tanto a civiles como a militares, el nacimiento de la Unión Soviética y las revoluciones consiguientes. los fascismos, la tecnificación de la sociedad son sólo algunos de los nuevos rasgos que definirán este siglo. Pero también, la Gran Guerra supuso el fin de una época, de un modo de entender las relaciones internacionales, la estructura de los estados, etc. Nada como el final del Imperio Austrohúngaro ejemplifica mejor este derrumbe. La monarquía austriaca agrupaba diferentes nacionalidades (checos, bohemios, húngaros, austriacos, ..) que ya desde finales del siglo XIX trataban de abrirse paso y consolidarse como realidades jurídicas independientes y soberanas a todos los niveles, tanto cultural como político.

Por ello no es de extrañar que el comienzo de la guerra fuera acogido con tremendo desentendimiento por parte del pueblo checo, que se vio inmerso en un conflicto con el que nada ganaba y mucho perdía. El reclutamiento obligatorio llevó a muchos checos a los campos de batalla en defensa de un Imperio con el que no se identificaban y que usaba como lengua oficial el alemán con claro desprecio del resto de lenguas nacionales. El propio Hašek participó en la guerra, primero como soldado del ejército austriaco para desertar posteriormente y pasarse a las filas rusas donde se integró en una unidad militar formada por desertores checos. El fin de la guerra trajo consigo la caída del Imperio Austrohúngaro y la proclamación de la República Checa.

Y es en este momento, cuando el nuevo Estado comienza a dar sus pasos y la nación checa aprende a ser libre y dueña de su destino, cuando Hašek comienza a inicia la escritura de este libro. Los lectores contemporáneos del soldado Schwejk pudieron disfrutar de la enorme carga política que rezuma la obra. Los mandos del ejército austriaco son mostrados como maniáticos, borrachos, indolentes, incapaces o, simplemente, locos; su organización militar es caótica y nada consigue resultar como se planea: los transportes militares se extravían, la intendencia es corrupta, la formación de los oficiales es nula, el sistema de claves es risible y las altas instancias son incapaces de situar la línea del frente en un mapa. Todo ello es descrito por Hašek bañado por una ironía tal que, en lugar de rebosar crueldad y ánimo de revancha, destila comicidad.

La novela se iba publicando por fascículos según iba siendo escrita. Hašek se instalaba en cervecerías y tugurios sin parar de beber y escribir. Cuando completaba unas páginas las leía a sus amigos quienes se morían de la risa según oían las locuras extravagantes del buen Schwejk. Muchos personajes populares de la Praga de entonces aparecen retratados en la novela (con cariño o saña, según la estima que les tuviera el autor). Tenderos, panaderos, empleados públicos, policías, etc, desfilan por sus páginas haciendo que la lectura actual pierda gran parte del encanto que pudo tener en su día pero dejando una idea de los tipos populares checos.

En este ambiente tabernario fue creciendo la historia del soldado Schwejk hasta comenzar a ser publicada y distribuida de puerta en puerta por el propio Hašek y ver la luz como libro una vez muerto el autor. De hecho, la obra quedó incompleta al fallecer éste en 1923 en la población de Lipnice a donde se había trasladado precisamente para conseguir (sin éxito) alejarse del alcohol.

Muchas de las anécdotas y gamberradas que se cuentan en el libro fueron hechos reales de la vida de Hašek. Así, se cuenta la anécdota de un redactor de la conocida revista Mundo Animal que comenzó a inventar extraños animales como una ballena del tamaño del bacalao, a cambiar el nombre de los ya existentes o a imaginar extravagantes descubrimientos del reino animal. Por increíble que parezca, Hašek fue ese redactor calavera. También Hašek se inspira en sí mismo cuando describe la actividad de Schwejk traficando con perros que secuestra con engaños arrebatándoselos a damas descuidadas, falsificando razas o engordando el pedigrí de perros vagabundos.

Pero la novela es mucho más que un conjunto de chascarrillos populares y de una crítica a la vencida armada austriaca. Para los lectores no checos, y para los que no conocieron los sufrimientos de la Primera Guerra Mundial, el soldado Schwejk tiene aún mucho que enseñar. Tradicionalmente, esta novela se ha presentado como una inolvidable sátira antimilitarista. Los lectores ven lo absurdo de la maquinaria militar, sus métodos alienantes en los que la violencia de los oficiales con sus soldados es proverbial o cómo los abusos con la población civil son vistos como normales por la jerarquía militar. Y este discurso antimilitarista es tanto más meritorio cuanto que, en todo el libro, sus protagonistas no se enfrentan con ningún soldado enemigo, la violencia siempre se ejerce dentro de la propia fuerza austriaca, sea en luchas y disputas entre soldados de distintas nacionalidades, por parte de los oficiales, etc.

Sin embargo, el auténtico valor que hace que esta novela sea perdurable y que su lectura resulte provechosa, al margen de las concretas circunstancias históricas que la engendraron, es la fuerza de su protagonista. El libro carece de argumento como tal: Schwejk, bondadoso praguense, aquejado de tontura como él mismo reconoce y algo mayor para verse llamado a filas, acaba (fruto de su propia estupidez) enrolado en el ejército austriaco donde pasará a servir a diversos oficiales y acabará siendo ordenanza de su batallón, ocasionando el caos allá por donde pase pese a su buena voluntad y a su fidelidad al emperador. 

Acepta todas las tareas y castigos que le son impuestos, con franqueza (e incluso con alegría), tratando de consolar a quienes le rodean con anécdotas de su Praga natal encadenando historias hasta que se le ordena callar.

Fiel a una tradición literaria que se remonta a Cervantes y a Rabelais, Hašek hace avanzar toda la obra por la mera fuerza de su protagonista que va saltando de desastre en desastre sobre un fondo rico en detalles, personajes secundarios, reflexiones, etc. La obra carece de un plan predeterminado, es pura invención. Al igual que en las obras de los autores clásicos citados y sus coetáneos, el humor es la piedra fundamental, un humor ácido que muchas veces se asienta en el surrealismo. Las borracheras son pantagruélicas, las bofetadas dignas de gigantes, la locura de algunos oficiales, propia de un caballero andante. Hašek no busca describir la realidad, pero quiere que el lector la descubra sutilmente a través de sus palabras. Discernir las grandes verdades que esconde el discurso del estúpido Schwejk es una tarea que se impone del mismo modo en que un lector del Quijote se pregunta a menudo quién es el loco.

Schwejk nos recuerda a Sancho Panza por su figura rechoncha, su zafiedad y su gusto por la comida y la bebida, pero también por su locuacidad indominable. Donde Sancho Panza hilvana refranes con la habilidad y rapidez de un chamarilero, Schwejk recita atropelladamente divertidísimas historias de personajes de su Praga natal; no hay afirmación que escuche o pregunta que se le formule que no le remita de manera inmediata a lo que le aconteció a Zarka, empleado de la estación de gas, o a Tynezkej que había bebido agua de pantano y creía reconocer a todo aquél con quien se cruzara, o al decano que en su vejez estudiaba a san Agustín y dedujo que Australia no existía y que era una invención del diablo.

Pero, de entre tanta palabrería, uno no puede dejar de admitir que sus juicios son, a menudo, certeros y dotados de mayor cordura que los de quienes le rodean. Sancho casi nunca cede a las locuras de su señor, permaneciendo anclado en el terreno de la cordura. Por el contrario, Schwejk aúna la figura sensata y prosaica de Sancho con el romanticismo idealista de don Quijote, de ahí que su personalidad sea tan atrayente y que, en todo momento, debamos preguntarnos ante qué Schwejk nos encontramos.

El paisaje de fondo de la novela es muy rico, no sólo gracias a estas anécdotas, sino en gran medida por los numerosos personajes que siempre rodean a Schwejk. Muchos de ellos son meras caricaturas, como el teniente Dub, preocupado por el modo de imponer disciplina a sus soldados pero que siempre termina por quedar en evidencia, o el gigante Baloun, que pese a su fuerza y tamaño llora desconsolado si no logra saciar su infatigable apetito. Peculiar resulta también el voluntario de un año Marek, a quien se le encomienda escribir la crónica del batallón y que, en sus ratos libres, se dedica a redactar los gloriosos hechos de guerra del batallón que aún no han tenido lugar. También lee a sus compañeros cómo morirán heroicamente ante la indiferencia de estos más preocupados por el tamaño de sus ranchos.

Quizá el personaje más complejo de todos ellos sea el teniente Lukasch quien soporta todas las locuras de Schwejk sin apartarle de su lado, sospechamos que siente por él cierto cariño pese a los insultos que le regala a menudo. A pesar de ser un militar fiel al régimen imperial, no puede disimular su desprecio por el resto de oficiales y su incompetencia. También tiene su lado humano cuando intenta seducir a una hermosa joven casada con un hombre de avanzada edad al que claramente no ama. Sin embargo, el atolondrado Schwejk se interpondrá involuntariamente para frustrar el éxito de esta aventura amorosa.

Al igual que ocurre con otras obras de escritores checos (Yo que he servido al Rey de Inglaterra), los personajes son tratados de manera humorística y cariñosa al mismo tiempo, de manera que, pese a su crueldad, parecen completamente inofensivos. Y es en esta tradición, heredera de la corriente clásica citada anteriormente, en la que debemos enmarcar esta obra. Su lectura puede resultar tremendamente entretenida pero, entre sus páginas, de manera casual, nos asaltarán preguntas que alentarán reflexiones varias sobre muy diversas cuestiones que, sin duda, harán enriquecedor el esfuerzo de seguir a este esforzado buen soldado Schwejk.



10 comentarios:

jmsunico dijo...

Aprovecho la ocasión para agradecerte tus visitas y comentarios en mi blog y transmitirte que no es fácil encontrar en la web sitios que, como el tuyo, contribuyan a culturizarnos un poquito con comentarios literarios, que considero de mucho interés.

Tras leer este artículo tuyo sobre este fantástico libro, me pareció recordar que, además, hubo una serie de televisión allá por los 80 y buscando en la wikipedia encontré la referencia "http://es.wikipedia.org/wiki/El_buen_soldado_%C5%A0vejk".

La verdad es que echo de menos esos días, y días anteriores en los que se nos amenizaban las tardes y las noches con estupendas series de televisión que nos ayudaban a crecer, no como ahora, que nuestros hijos tienen que conformarse con programas de cotilleos y prensa amarilla/rosa aunque, bien pensado, la programación televisiva actual quizá sea la mejor motivación para adquirir el entrañable vicio de la lectura.

Gonzalo Muro dijo...

Muchas gracias por tu comentario y por la aportación que haces. Estoy muy de acuerdo en que la televisión que tenemos es un factor que hace más por la lectura que la mayoría de las "campañas oficiales".

Un saludo.

Filisteum dijo...

Muchas gracias por el magnífico comentario de este viejo clásico, intencionadamente olvidado.

Porque hay sátiras que llegan más allá de los autores. Hay sátiras, como esta, que se hacen más ácidas cada día, me temo.

me lo temo por todos.

Un saludo

Gonzalo Muro dijo...

Tienes toda la razón Javier, creo que esta obra tiene algo terrible para quienes aman la guerra y la violencia, y es que el humor y la ironía es algo que se escapa a quienes se dedican a predicar el odio y la muerte.

Humanoide dijo...

Para los que quieran ampliar:

http://librerohumanoide.blogspot.com/2008/04/el-buen-soldado-shveik.html

Saludos, colega.

Gonzalo Muro dijo...

Humanoide, vengo de leer tu entrada sobre este libro y no puedo estar más de acuerdo con ella. Muy interesantes los links.

Un abrazo.

Juegos de Ben 10 dijo...

No hay duda de que " y es que el humor y la ironía es algo que se escapa a quienes se dedican a predicar el odio y la muerte. "

mensajes claro dijo...

Tienes mucha razon Gww , Aun en el mundo existen personas que se dedican al odio como seres humanos es una verguenza muy grande.

lammermoor dijo...

Hola, Gww. Llevaba con ganas de comentar esta entrada hace dos o tres meses -desde que acabé el libro.
He disfrutado muchísimo con él. Es cierto que la historia avanza sin plan definido pero aún así Svejk te atrapa.
Cargado de humor e ironía que hacen su crítica aún más demoledora.

Como siempre, un comentario estupendo.

Gonzalo Muro dijo...

lammermoor, gracias por tus palabras. Hay tantos grandes libros que crecen sin plan definido que éste sólo honra esa larga tradición. Es el puro placer de narrar (y leer) una historia divertidísima (y demoledora).

Un abrazo.