Evidentemente, no todas las novelas de un autor pueden brillar al mismo nivel. García Márquez nunca ha vuelto a escribir Cien años de soledad y, con toda seguridad, ha renunciado a hacerlo. Sin embargo, de todo gran autor se espera un mínimo rescoldo de respeto a sus lectores. Arrojar al mercado unas páginas como las que nos regala Auster es una afrenta para quienes conocen de lo que es capaz. Y pese a esta inmensa decepción, no albergo duda, nos volverá a sorprender con brillantes historias y personajes inolvidables. De ahí la irritación que asalta mientras se leen sus páginas, ¿por qué?, ¿con qué fin? Quizá una forma de cerrar un ciclo, quizá un divertimento del autor (no del lector, por supuesto).
En una habitación (se desconoce en qué época y lugar) un anciano envuelto en las brumas del olvido trata de recordar quién es, quiénes son los personajes que le rodean y visitan, al tiempo que ojea unas fotografías y un manuscrito dejado con alguna intención en el escritorio de su habitación y que parecen guardar una remota relación con su pasado y con su actual situación.
La figura de un hombre asaltado en su habitación por desconocidos que parecen conocer más de su vida que él mismo, y la asunción de la situación por parte del protagonista, nos remite directamente a las primeras páginas de El Proceso. Sin embargo, lo que en Kafka se convierte en una pesadilla y una reflexión sobre el sentido de la vida (o lo que cada uno prefiera en virtud de las múltiples interpretaciones a las que este libro se presta), en Viajes por el Scriptorium se convierte en una vaciedad al no plantear ninguna cuestión relevante al lector, que asiste impávido a los acontecimientos.
El tema de la novela puede ser una reflexión sobre la escritura, a modo de novela dentro de la novela, en la que el autor pasa a convertirse en un personaje literario más. Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurría a los personajes de la célebre obra de Pirandello, en esta ocasión parece ser el autor el que busca desesperadamente actores de su repertorio pasado que justifiquen este viaje.
No basta el guiño a la propia obra (¿egolatría o paradoja humorística?) o tratar de establecer conexiones con obras ya publicadas por el autor. Tampoco sirve remedar el propio estilo. La fórmula debe renovarse en cada libro para no perder el interés.
Para reconciliarme con Auster, releo el pequeño volumen que publicó Anagrama con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias al autor en 2006. Este pequeño libro recoge un artículo de Justo Navarro sobre diversos aspectos de la vida de Paul Auster que han influido en su modo de ver el mundo y de transmitirlo o convertirlo en palabras. Así, la muerte de su padre, sus estancias en Europa o la muerte fortuita de un compañero en un campamento de verano, entre otras, van conformando un mapa de sucesos que nos lleva a entender algo mejor la obra de Auster.
Le sigue una entrevista realizada por Eduardo Lago con motivo de la publicación en España de la obra Brooklyn Follies en la que se plantean igualmente diversas cuestiones referentes a la concepción de la novela. Asimismo, el propio Auster anuncia el contenido de su próxima novela (Viajes por el Scriptorium) de la que dice que, a diferencia del resto de sus obras que son de elaboración lenta y sosegada, ésta surgió de su pluma con una facilidad sorprendente (sorpresa que, como ya he indicado, se desvanece al leerla y encuentra una lógica explicación, su escaso interés). En la entrevista Paul Auster hace referencia a la importancia del Quijote como obra fundamental de la literatura moderna (algunos comparan a los protagonistas de Tombuctú con don Quijote y Sancho).
A continuación Jorge Herralde incluye dos textos que recogen la presentación que éste hizo del autor americano en el Círculo de Bellas Artes tras la publicación en España de El libro de las ilusiones con alguna reflexión sobre la obra del autor. También se recoge la presentación de Herralde en un diálogo abierto entre Paul Auster, Pedro Almodóvar y el público tras la entrega de los premios Príncipe de Asturias.
A renglón seguido se recoge el discurso de Paul Auster en la ceremonia de entrega de los premios Príncipe de Asturias. En este discurso, trata de explicar por qué escribe y cuál es la utilidad de la escritura. La respuesta es que todo Arte es útil por su inutilidad. La actividad carente de utilidad inmediata es la que nos separa de los demás animales. La narración responde a una necesidad humana y los escritores no hacen sino responder a dicha llamada.
Finalmente se recoge una cronología/bibliografía comentada del autor que permite comprobar cómo el éxito le llega tras innumerables tentativas, en el teatro, los guiones mudos, la traducción, la poesía, etc.
De este pequeño homenaje obtengo el consuelo de que podremos ver en breve nuevamente al mejor Auster, el que bebe en las fuentes de la cotidianeidad y nos la explica de manera amena y elegante.
- Timbuktu (Paul Auster)
- Brooklyn Follies (Paul Auster)