¿Qué hace de la obra de Kafka algo tan atrayente para los lectores de toda época? Sin duda, uno de los elementos más importantes es la extrañeza que suscitan sus historias. Una extrañeza que, en palabras de Reiner Stach, lleva al lector a formularse dos preguntas alternativas: ¿Qué significa todo esto?¿Cómo puede escribirse algo así?
En función de la pregunta que formulemos, aquella que primero nos asalte, nos encuadraremos en uno de los dos bandos de la kafkología; aquellos que buscan sentido en la interpretación de sus obras y aquellos otros que rastrean la biografía del autor en cada palabra que escribió para así justificarla.
Salir de este encasillamiento es difícil y sólo recientemente han proliferado los estudios que tratan de romper estas fronteras casi tan intangibles pero no por ello menos ciertas que los lazos que atraen y distancian a K. del castillo. Porque hay otras aproximaciones a Kafka que pueden alumbrar perspectivas inéditas.
Un camino, aún hoy por explorar, es el cinematográfico. El mundo literario de Franz Kafka es tal vez uno de los que más y mejor ha surtido de imágenes nuestro tiempo. Sus pesadillas, sus sombríos paisajes, sus animales fabulosos, forjan visiones que perduran en la imaginación del lector. No olvidemos que esos elementos misteriosos e irracionales van acompañados de precisas descripciones y observaciones de elementos cotidianos que resaltan aún más la extrañeza de la que hablábamos.
Sin embargo, y pese a esta fuerza visual, el cine no ha logrado reflejar de manera satisfactoria (tal vez con la excepción de El proceso de Orson Welles) la riqueza de este mundo tan personal. No es fácil plasmar los terrores que sufren sus personajes ante situaciones aparentemente triviales (La condena) o evitar caer en el ridículo al mostrar un perro parlante o una rata cantante. ¿Cómo reflejar ese marasmo oníricos?¿Cómo evitar que un insecto de tamaño casi humano se convierta en el centro visual de una película distrayendo así la atención de la esencia de la obra?
El propio Kafka era consciente de la importancia de sugerir antes que mostrar, y así pidió encarecidamente a su editor que en la portada de La metamorfosis no apareciese el insecto en que se convierte Gregor Samsa (tampoco específica en ningún momento el insecto en concreto) y ello pese a que en el texto no ahorra detalles biológicos. Acaso quiso reservar a la imaginación de cada lector la reconstrucción del animal, para que cada cual lo adecuase inconscientemente a sus miedos y temores.
Pero todo lo que aleja la Literatura de Kafka del cine, lo aproxima a otro arte como el cómic donde resulta adecuada la distorsión de elementos reconocibles para lograr esa extrañeza.
La mejor prueba de este perfecto maridaje es Kafka, un libro que en un principio fue editado como una introducción popular a la vida y obra de Kafka a cargo de David Zane Mairowitz con dibujos de Robert Crumb como complemento del texto. En posteriores ediciones, con acierto y justicia, las viñetas de Crumb han pasado a ser la parte más reconocida, la que ha dado fama al libro y bajo esta premisa ha sido publicada en España por Ediciones La cúpula con traducción de Leandro Wolfson.
Porque el texto de Zane no deja de ser un resumen biográfico al uso cuya mayor virtud reside en concentrar información relevante en un pequeño texto que, bajo un esquema cronológico, acierta a agrupar temáticamente los aspectos que más influencia tuvieron en su obra (la figura del padre, la religión, el papel de las mujeres, el sexo, ...).
Algunas imprecisiones (Kafka no sólo se planteó emigrar a Palestina en sus últimos años) y afirmaciones algo simples (banaliza el “testamento” de Kafka dando instrucciones para la destrucción de su obra) restan rigor al texto. Igualmente, Zane da una excesiva importancia a factores históricos, sociales o religiosos y a la figura del padre autoritario, aspectos que, siendo capitales, no aciertan a explicar la singularidad de Kafka frente a otros autores de su misma época, ciudad y condición.
David Zane Mairowitz parece centrarse en los aspectos más oscuros y opresivos de su vida y no en todo aquello que, a juicio de sus amigos y conocidos, hacía de él una persona muy alejada del estereotipo al uso.
El texto concluye con una interesante reflexión sobre la indiferencia de los checos ante la figura de su autor más celebre y su interesado redescubrimiento actual como activo turístico que el Zane equipara al último capítulo de América, El gran teatro natural de Oklahoma.
Pero pasemos por fin a los dibujos de Robert Crumb en los que distinguiremos de una parte, las viñetas relativas a la vida de Kafka y, de otra, las que desarrollan brevemente el argumento de obras como La condena o El castillo.
En las primeras, Crumb toma como punto de partida el material fotográfico existente del escritor y reproduce literalmente fotografías conocidas o portadas de libros. Donde no cabe recurrir a este material, Crumb suple con magistral imaginación las escenas. El rostro de Kafka, la crispación de las manos, sus dubitación a la hora de actuar, el intenso mundo interior, la contradicción con el entorno, todo ello queda reflejado de un modo tan evidente y diáfano como una entrada del diario de Kafka.
Si pasamos a los breves resúmenes de los argumentos de las obras de Kafka, la imaginación de Crumb va un paso más allá dado que debe tratar de recrear el mundo que habitaban los sueños de Kafka, sus ambientes asfixiantes y sus absurdos personajes. Los dibujos denotan un profundo conocimiento de las obras que se percibe en los innumerables detalles que pueblan las imágenes y que demoran la lectura tratando de identificarlos.
¿Pero qué nos aporta, en definitiva, este libro? Sinceramente no creo que sea una buena forma de introducirse en Kafka, más bien interesará a quienes ya hayan sido ganados por su obra y deseen conocer una aproximación diferente. ¿Y qué aportará a estos? Sin duda, el placer de contemplar con asombro cómo algunas imágenes coinciden sorprendentemente con las propias y cómo las que difieren aportan detalles que hacen saltar la sonrisa o la sorpresa. No nos ayudará a responder a ninguna de las dos preguntas formuladas por Stach pero sí nos ratificará en nuestro deseo de seguir indagando.