31 de agosto de 2008

El arte de la novela (Milan Kundera)

El arte de la novela recoge siete textos de Milan Kundera que reflexionan en torno a la novela, al menos su concepto de la novela. En ellos dibuja la evolución de la novela y critica a quienes consideran que se trata de un género agotado. Al contrario, Kundera cree que la novela, los novelistas, han abierto posibilidades que en muchas ocasiones han quedado inexploradas, de modo que es posible imaginar o pensar en una evolución de la novela muy diferente de la que ha tenido lugar durante la Edad Moderna. Pero, ¿qué es la novela para Kundera? Él mismo nos aclara el concepto: la novela es una meditación sobre la existencia vista a través de personajes imaginarios. La novela es, por tanto. el esfuerzo supremo por iluminar aquello de lo que no podemos tener conocimiento de otra manera. En su visión, los valores estéticos no quedan relegados a un segundo plano, sino que deben acompañar a esa reflexión sobre la existencia derivada de unos personajes a los que se coloca en un determinado contexto para observar cómo lo “experimentan”. De aquí que todas las obras del autor checo se basen en conceptos (el amor, la fuerza, la debilidad, el cuerpo, el kitsch, etc.) que desarrolla de una manera sistemática, mediante reflexiones de los personajes o del propio autor que acostumbra a "aparecer" de manera sorprendente y aleatoria. Asimismo, este entretejido conceptual se vertebra sobre una estructura muy precisa (normalmente sus novelas se organizan en siete partes) que se asemeja en ocasiones a las construcciones musicales y sus diversas formas (variación, fuga, adagio,...), no en vano, la primera inclinación artística de Kundera fue la música, no la literatura. Dos de los textos aquí reunidos responden al deseo del autor de no conceder entrevistas, salvo aquellas en que se "recrea" un intercambio de ideas de manera extensa y precisa, esto es, donde él redacta sus respuestas, precisamente en un esfuerzo por no ser malinterpretado o erróneamente citado. Este cuidado por su propia obra explica igualmente el periodo de su vida dedicado exclusivamente a poner orden en las traducciones de sus obras a los diferentes idiomas en que puede leer. Este parón creativo respondió al tremendo efecto que le produjo leer las primeras traducciones de La broma en las que se modificó el estilo del autor, se suprimieron párrafos y reflexiones completas alterando definitivamente la intencionalidad de Kundera. En aquella época su editor francés le pidió que volviera a centrarse en la escritura de nuevas obras en lugar de volver a "escribir" las antiguas; ante las reticencias de Kundera, le propuso que redactara un diccionario de conceptos o palabras clave que ayudaran a la interpretación correcta de sus obras. Kundera desoyó el consejo pero lo retomó en otro pequeño texto aquí compilado que reúne sesenta y cinco palabras que compilan algunas de las ideas definitorias de su visión de la novela. El resto de textos varían desde la evolución histórica de la novela (La desprestigiada herencia de Cervantes), reflexiones sobre Los sonámbulos de Herman Broch, obra que Kundera considera una de las mejores novelas de este siglo y que ejemplifica el mundo de posibilidades de este género que aún queda por explotar o, incluso. el papel de la obra de Kafka en entornos tan diversos como la República Checa de la época soviética o Francia (En alguna parte ahí detrás). El arte de la novela está plagado de autoreferencias, lo que puede ser debido al esfuerzo de reflexión sobre la propia obra (fruto de la revisión comentada) o al ego desmedido del autor. En cualquier caso, y como resumen de las ideas de Kundera sobre la novela o el arte de escribir, me parece más acertado Los testamentos traicionados, dotado de una mayor coherencia interna y menos reiterativa. No obstante, El arte de la novela incide más en aspectos tales como la novela como medio de conocimiento. Así, critica el que se considere el siglo XVIII como el comienzo del racionalismo. Por contra, el siglo XVIII también lo es de Goethe, Fielding o Sterne. Frente a certezas, los novelistas ofrecen otra perspectiva compensatoria. Esa línea pasa por Flaubert (descubre la necedad como consustancial al alma humana), Joyce (el diálogo interior) o Kafka (la condición humana) y dicen más sobre el hombre que cualquier movimiento filosófico, psicológico o político coetáneo. Kundera asegura preferir los autores cuyas obras son más inteligentes que sus creadores, dejando así a un lado a aquellos otros que crean obras menos inteligentes que ellos mismos. La sabiduría (y la razón de ser) de la novela es la capacidad de arrojar luz sobre aquello que con anterioridad a ella no podía ser expresado de otro modo. Con independencia de que sus obras logren ese ambicioso objetivo o no, la reflexión merece el interés de cualquier buen lector.

2 de agosto de 2008

El asombroso viaje de Pomponio Flato (Eduardo Mendoza)



Eduardo Mendoza, a pesar de su prestigio y edad, es uno de los pocos escritores españoles actuales capaz de arriesgar en el proceso creativo. Su obra engloba novelas admirables (La verdad sobre el caso Savolta, Mauricio o las elecciones primarias, La ciudad de los prodigios), obras teatrales (Restauraciò), estudios biográficos (Baroja, la contradicción), folletines de ciencia ficción (El último trayecto del Horacio Dos, Sin noticias de Gurb), una saga detectivesca (El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas o La aventura del tocador de señoras) o un libro sobre el modernismo en Barcelona.

Y cada una de estas obras, pese a la vasta diversidad de temas y estilos, tienen una nota en común: su altísima calidad literaria. No se trata por tanto de que Mendoza se relaje ocasionalmente publicando algún librillo con el que dar rienda suelta a sus excentricidades o hacer caja. Todo lo contrario, ninguna de las obras citadas (o del resto de escritos del autor) chirría por su extemporaneidad, si bien, cada lector tendrá su preferencia, su Mendoza favorito.

Con El asombroso viaje de Pomponio Flato retoma la senda más humorística y gamberra de Sin noticias de Gurb combinándola con las aventuras detectivescas de El laberinto de las aceitunas llegando a un resultado sorprendente que con seguridad disgustará a los fanáticos de cualquiera de estas dos ramas de la obra literaria de Mendoza: ni tan divertida como la primera, ni tan intrigante y cautivadora como la segunda. Y sin embargo, quien así piense, estará pasando por alto todos aquellos aspectos en los que supera a ambas.

El argumento de la novela es sencillo de explicar: un estrambótico noble romano busca en el Asia Menor una fuente de aguas que le calme las molestias intestinales a que hace referencia su nombre. Dicho noble tiene, al tiempo, aspiraciones filosóficas y fisiológicas por lo que aprovecha el viaje como objeto de investigación. Por diversos avatares para en una aldea de Judea llamada Nazaret. Las autoridades romanas se aprestan a crucificar al carpintero del pueblo, José, a quien consideran el autor de la muerte de un acaudalado ciudadano. Contratado por el hijo del carpintero, llamado Jesús, Pomponio comienza a investigar llevado por su natural inclinación a la verdad y, todo hay que decirlo, por su precaria situación económica, tratando de descubrir al verdadero asesino. En sus investigaciones conocerá a María, la madre de Jesús, y a otros personajes que años después aparecerán en otro libro, el Nuevo Testamento, como son Barrabás, Mateo, Juan, María Magdalena, ... Como es de esperar, Pomponio logra su objetivo y salva al carpintero de una muerte segura, al tiempo que sirve de ejemplo perdurable al niño Jesús quien no dejará caer en saco roto las enseñanzas que recibe de Pomponio.

La obra se escribe en forma de epístola del propio Pomponio a Fabio (desconocido corresponsal), años después de haber concluido la aventura. Pese a dicho formato, sólo ocasionalmente recurre Mendoza a recordarnos, mediante divertidos formulismos, dicho formato, resultando el resto de la narración ágil y con abundantes diálogos.

La elección del tema y los personajes bíblicos que aparecen en el libro son otra muestra del riesgo que asume Eduardo Mendoza en sus creaciones. La visión desacralizada y pagana que Pomponio tiene de la sagrada familia hace que la historia resulte natural, no forzada, nada en ella anticipa el papel que les reserva la historia; sólo un lector contemporáneo disfrutará con las coincidencias y casualidades que pasan por alto a los ojos del atento Pomponio.

Si bien la trama argumental no carece de atractivo, quizá el principal protagonista de la obra sea el lenguaje. Mendoza parece escoger la palabra exacta con el mimo y cuidado de un artesano. El texto ha sido desbrozado a conciencia, lo accesorio queda prohibido en sus páginas, cada oración parece tener significado, sentido propio y la riqueza léxica es embriagadora. A muchos les parecerá que el precio del libro no viene justificado por su brevedad, en comparación con cualquier otra novedad que le acompañe en el escaparate de una gran superficie. Propongo un criterio alternativo: contar el número de palabras diferentes que aparecen en El asombroso viaje de Pomponio Flato y en cualquiera de esos otros libros, así sabremos un poco mejor por qué estamos pagando.

En sentido opuesto, también parece excesivo comparar el libro con El Quijote en su intención por acabar con las novelas consumistas mediante su ridiculización, como se asegura en la publicidad de la editorial. Tras su lectura no aparecen adivinarse tales intenciones en la mente de Mendoza, antes bien, parece innecesario justificar así el libro, con una treta consumista tan obvia.

En definitiva, El asombroso viaje de Pomponio Flato es una novela breve, extraordinariamente bien escrita, con un estilo impecable y un argumento entretenido que permite una lectura satisfactoria y gratificante para cualquier tipo de público, con independiencia de su exigencia.

PD. Pese a la etiqueta de "libro veraniego", esta novela puede ser leída también en invierno o en países de limitado horario solar.