La vida es aquello que nos ocurre mientras estamos ocupados haciendo otras cosas, como dijo John Lennon. En algunos casos, esas otras cosas pueden ser hornear pan o elegir esmalte de uñas, en África suele ser tratar de sobrevivir, de salir adelante frente a las circunstancias y el entorno.
En su contacto con el continente, Xavier Aldekoa ha tenido la oportunidad de conocer a infinidad de africanos que hacen bandera de esa fuerza interior que les lleva a convertirse en referencia para su comunidad, en pequeños héroes que se imponen frente a todo tipo de dificultades, pero también a muchos otros que, pese a estar dotados de la misma fuerza e impulso, no logran salir adelante, fracasan y pierden aunque vuelven a intentarlo, a erguirse una y otra vez. También ha conocido muchos otros casos de quienes matan y violan sin apenas conocer el motivo, solo por hacerlo, por pasar el tiempo, porque saben que sus actos no tendrán consecuencias, personas que se enriquecen con la miseria de sus vecinos, con la trata de humanos, con viajes por el desierto en busca de un futuro que normalmente termina mal. Y de todos ellos nos habla en este su segundo libro sobre África, Indestructibles (Ed. Península).
Indestructibles presenta el mismo esquema que Océano África, si bien se aprecia una mayor soltura de Aldekoa a la hora de unir sus propias experiencias personales con las de las vidas que nos narra. Así, Lena, su primera hija, se convierte en elemento crucial de la narración. Y no solo sirve como medio de conectar esa experiencia personal del autor, más próxima a la que podamos tener como lectores occidentales que las de las vidas que luego nos contará, sino porque evidencia que los niños, africanos, españoles o de cualquier parte del mundo, comparten prácticamente los mismos rasgos, una capacidad para el juego, la sorpresa, la inocencia y ese punto de ingenuidad que solo se corrompe con el correr de los años o el acumulo de desgracias, guerras, violencia, torturas y abusos.
Pero el proyecto Indestructibles va más allá de este libro. Toda la información se recoge en la página web del proyecto, con un archivo fotográfico memorable y con información sobre el documental que aborda el mismo tema. Visitar esta página nos permite conocer de primera mano las realidades de algunos de los protagonistas de estas historias, ponerles cara y contexto, una lectura, por tanto, obligada tras concluir el libro.
Muchos de los protagonistas de los breves capítulos en que se descompone la obra están protagonizados por niños. Pero no pensemos en esos vientres hinchados o en las caras llenas de moscas. Porque miseria y tristeza sobra en África, sobra en todo el mundo, pero dice Aldekoa con razón que las veces en que se habla de la felicidad al contar África son rarísimas porque se habla demasiado de dolor y poco de seres humanos, y aquí, por encima de todo, tenemos historias de seres humanos.
Aldekoa nos cuenta la historia de la niña que camina horas para poder llegar a su escuela en Madagascar, que sufre cada vez que un corrimiento de tierras fruto de la deforestación, del cambio climático, complica su trayecto, lo impide, le fuerza a hacer un mayor rodeo, pero nada tuerce su férrea voluntad de formarse para devolver a su tierra una dignidad y una esperanza de futuro. Y también conocemos la historia de un joven que camino de Libia para, tal vez, dar el salto a Europa, a esos tristes titulares sobre Lampedusa, decide interrumpir su viaje y ayudar a una joven a la que no conoce, ni siquiera de su propio país, de su misma etnia, a la que solo el destino le ha unido en un jeep de una mafia de tráfico de inmigrantes, y trunca su viaje, su huida, tan solo por una solidaridad que llevará a ambos a una vida mísera, a un retorno vergonzante al pueblo del que partió, sin lograr cumplir las expectativas de familiares, de amigos, sin convertirse en otro que logre llegar a la tan ansiada Europa y a mandar alguna foto por el móvil omnipresente, que acredite un éxito a sus ojos y esconda una realidad casi tan terrible como la que se vive en su interminable periplo de huida de África.
La emigración es un punto importante del libro. Y, sin embargo, aunque de algún modo Europa aparece en ese imaginario colectivo africano como una tierra de promisión, lo cierto es que la mayoría del movimiento migratorio africano se produce dentro del continente, de un país a otro, sea para mejorar la fortuna, sea para salvar la propia vida, huir de la guerra o del hambre y la enfermedad, la sequía o el empeoramiento de las condiciones climáticas.
Aquí, la visión humana y próxima de Aldekoa ofrece sus mejores frutos. Aplicando la vista con cuidado y saliendo de las grandes cifras, del horror inmediato, pronto aflora una realidad sensible, humana, un sentimiento con el que nos podemos identificar.Y este libro nos arroja la pregunta eterna de El mercader de Venecia, es que acaso un africano ¿no tiene sentidos, órganos, miembros, deseos? Aldekoa nos contesta con sus historias, algunas hermosas, algunas trágicas, todas válidas para dar cuenta de una realidad multiforme y compleja, como todas las realidades, pero que puede hacerse comprensible con dedicación y esmero, bajando al barro, compartiendo tiempo, hablando de fútbol, enseñando fotos, simplemente acompañando en silencio, hasta que la coraza se resquebraja y la comunicación se establece en términos de igualdad.
Sin duda, Indestructibles sigue los pasos de Océano África y funciona como perfecta continuación, en una lectura absorbente, a ratos culpable, a ratos divertida, siempre invitando a la reflexión y logrando que uno quiera saber más, investigar ya por su cuenta, sea en la página del proyecto, sea por otros medios, conocer mejor esa realidad, tan próxima, pero tan desconocida.
Al igual que ocurre en el libro anterior, el autor demuestra un talento natural para recoger en breves frases conceptos completos que te sacuden y dejan poso. Aquí van algunos ejemplos.
Si más allá de contar el sufrimiento, las conversaciones giran también alrededor de la vida, algo mágico ocurre: la superviviente se convierte en una niña que odia las espinacas, que baila y canta y que hace trampas al parchís cuando su hermana no mira. Que tiene problemas, miedos y dudas, por supuesto, pero también sueños. Como nosotros.
Pero también ésta otra, tan aplicable a todo lo que nos rodea: La inteligencia es un don pero la generosidad es una opción.
Aldekoa aprendió una bonita historia sobre cómo en África todo sirve para algo, incluso un árbol carcomido por un rayo que lo secó sigue teniendo utilidad y permite que los pájaros se posen en sus ramas muertas. Así también son todas estas historias, todas útiles, todas necesarias, todas incluso hermosas e indestructibles.
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- Océano África (Xavier Aldekoa)