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2 de agosto de 2008

El asombroso viaje de Pomponio Flato (Eduardo Mendoza)



Eduardo Mendoza, a pesar de su prestigio y edad, es uno de los pocos escritores españoles actuales capaz de arriesgar en el proceso creativo. Su obra engloba novelas admirables (La verdad sobre el caso Savolta, Mauricio o las elecciones primarias, La ciudad de los prodigios), obras teatrales (Restauraciò), estudios biográficos (Baroja, la contradicción), folletines de ciencia ficción (El último trayecto del Horacio Dos, Sin noticias de Gurb), una saga detectivesca (El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas o La aventura del tocador de señoras) o un libro sobre el modernismo en Barcelona.

Y cada una de estas obras, pese a la vasta diversidad de temas y estilos, tienen una nota en común: su altísima calidad literaria. No se trata por tanto de que Mendoza se relaje ocasionalmente publicando algún librillo con el que dar rienda suelta a sus excentricidades o hacer caja. Todo lo contrario, ninguna de las obras citadas (o del resto de escritos del autor) chirría por su extemporaneidad, si bien, cada lector tendrá su preferencia, su Mendoza favorito.

Con El asombroso viaje de Pomponio Flato retoma la senda más humorística y gamberra de Sin noticias de Gurb combinándola con las aventuras detectivescas de El laberinto de las aceitunas llegando a un resultado sorprendente que con seguridad disgustará a los fanáticos de cualquiera de estas dos ramas de la obra literaria de Mendoza: ni tan divertida como la primera, ni tan intrigante y cautivadora como la segunda. Y sin embargo, quien así piense, estará pasando por alto todos aquellos aspectos en los que supera a ambas.

El argumento de la novela es sencillo de explicar: un estrambótico noble romano busca en el Asia Menor una fuente de aguas que le calme las molestias intestinales a que hace referencia su nombre. Dicho noble tiene, al tiempo, aspiraciones filosóficas y fisiológicas por lo que aprovecha el viaje como objeto de investigación. Por diversos avatares para en una aldea de Judea llamada Nazaret. Las autoridades romanas se aprestan a crucificar al carpintero del pueblo, José, a quien consideran el autor de la muerte de un acaudalado ciudadano. Contratado por el hijo del carpintero, llamado Jesús, Pomponio comienza a investigar llevado por su natural inclinación a la verdad y, todo hay que decirlo, por su precaria situación económica, tratando de descubrir al verdadero asesino. En sus investigaciones conocerá a María, la madre de Jesús, y a otros personajes que años después aparecerán en otro libro, el Nuevo Testamento, como son Barrabás, Mateo, Juan, María Magdalena, ... Como es de esperar, Pomponio logra su objetivo y salva al carpintero de una muerte segura, al tiempo que sirve de ejemplo perdurable al niño Jesús quien no dejará caer en saco roto las enseñanzas que recibe de Pomponio.

La obra se escribe en forma de epístola del propio Pomponio a Fabio (desconocido corresponsal), años después de haber concluido la aventura. Pese a dicho formato, sólo ocasionalmente recurre Mendoza a recordarnos, mediante divertidos formulismos, dicho formato, resultando el resto de la narración ágil y con abundantes diálogos.

La elección del tema y los personajes bíblicos que aparecen en el libro son otra muestra del riesgo que asume Eduardo Mendoza en sus creaciones. La visión desacralizada y pagana que Pomponio tiene de la sagrada familia hace que la historia resulte natural, no forzada, nada en ella anticipa el papel que les reserva la historia; sólo un lector contemporáneo disfrutará con las coincidencias y casualidades que pasan por alto a los ojos del atento Pomponio.

Si bien la trama argumental no carece de atractivo, quizá el principal protagonista de la obra sea el lenguaje. Mendoza parece escoger la palabra exacta con el mimo y cuidado de un artesano. El texto ha sido desbrozado a conciencia, lo accesorio queda prohibido en sus páginas, cada oración parece tener significado, sentido propio y la riqueza léxica es embriagadora. A muchos les parecerá que el precio del libro no viene justificado por su brevedad, en comparación con cualquier otra novedad que le acompañe en el escaparate de una gran superficie. Propongo un criterio alternativo: contar el número de palabras diferentes que aparecen en El asombroso viaje de Pomponio Flato y en cualquiera de esos otros libros, así sabremos un poco mejor por qué estamos pagando.

En sentido opuesto, también parece excesivo comparar el libro con El Quijote en su intención por acabar con las novelas consumistas mediante su ridiculización, como se asegura en la publicidad de la editorial. Tras su lectura no aparecen adivinarse tales intenciones en la mente de Mendoza, antes bien, parece innecesario justificar así el libro, con una treta consumista tan obvia.

En definitiva, El asombroso viaje de Pomponio Flato es una novela breve, extraordinariamente bien escrita, con un estilo impecable y un argumento entretenido que permite una lectura satisfactoria y gratificante para cualquier tipo de público, con independiencia de su exigencia.

PD. Pese a la etiqueta de "libro veraniego", esta novela puede ser leída también en invierno o en países de limitado horario solar.


27 de marzo de 2007

Mauricio o las elecciones primarias (Eduardo Mendoza)


Mauricio o las elecciones primarias es la última novela de Eduardo Mendoza, el autor que declaró la muerte del género a pesar de ser (o precisamente por serlo) uno de sus exponentes más lúcidos, y con una obra que se aproxima al género desde su perspectiva más clásica.

Según afirma la solapa del libro, y las numerosas críticas y reseñas publicadas en el momento de la aparición de la obra, el texto se centra en la España de los años ochenta y en el papel de la política en aquellos años desde el punto de vista de un profesional que, desde su idealismo, participa en unas elecciones autonómicas en Cataluña

Tras la lectura de la novela, no puedo decir que su contenido se corresponda con dicha temática. Más bien, y desde mi punto de vista, el texto nos habla del compromiso. Mauricio es un dentista (hoy diríamos odontólogo) que disfruta de una relativa prosperidad económica y una vida notablemente aburrida. Carga con un pasado universitario activo políticamente pero del que ya se ha desentendido y su breve intervención en unas elecciones autonómicas catalanas como candidato socialista de relleno no hace otra cosa que confirmar y reforzar su decepción por la política.

Superado el trauma del fin de la Dictadura y del intento de golpe de estado de 1982, el logro de la tan ansiada libertad dejó en la cuneta las ilusiones e ideales de una generación que ansiaba un cambio social y que, una vez logrado superficialmente el cambio democrático, abandonó la gestión de la democracia a una nueva especie de políticos sin alma ni escrúpulos, pendientes tan sólo del juego de poder y de su propia supervivencia.

Una época que, en contraste con los años setenta, se refugió en el hedonismo y la autocomplacencia con el afán de engañar el vacío que la pérdida de los ideales había supuesto, dejando el campo abierto para los medrosos de siempre.

No obstante, Mauricio intenta construir un marco ético sobre el que sustentar su existencia. No sólo se compromete con su profesión, por la que siente una infinita pasión, sino que se hace responsable de sus propios errores, cuidando a una enferma terminal aún poniendo en riesgo la relación con la mujer que ama. Intenta actuar de acuerdo a sus convicciones y, aunque no lucha por ellas, trata de no quebrantarlas.

Por las páginas de la novela aparecen y desaparecen numerosos personajes que dotan de contenido y variedad a la trama. El abogado que emplea a la novia de Mauricio, un detective privado que trabaja para ese bufete, los padres y hermana de Mauricio, un primo de éste que vive en Israel y muchos más. Precisamente esta variedad logra amenizar la insípida vida de Mauricio y el argumento de la obra, a costa de perder coherencia dado que, en muchas ocasiones, la aparición de estos secundarios parece tomada por los pelos y no acaba de entenderse la aportación a la novela que suponen algunas derivaciones del argumento que no acaban por resolverse.

Por ejemplo, no parece excesivamente justificada la peripecia de la novia de Mauricio en Ginebra y sus ambiguos sentimientos hacia un joven abogado al que conoce en ese viaje. Este abogado vuelve a aparecer posteriormente como presunto traidor a la firma barcelonesa para la que supuestamente trabajaba. Y todo ello parece servir como vehículo para poner de manifiesto la contradicción entre los ideales de unos y la venalidad y miserias de otros.

Sin embargo, la maestría de Mendoza contribuye a hacer olvidar esos aspectos y empuja el interés del lector hacia una trama que, en manos de otros, resultaría perfectamente olvidable. La escritura de Mendoza es de apariencia sencilla pero sólo porque en el proceso de escritura depura el estilo y el lenguaje hasta hacer honor a la máxima de la Real Academia (“Limpia, brilla y da esplendor”).

Aunque la fama del autor no se cimentará en esta novela, se puede tener por bien leída dado que supera en concepción y estilo a la mayoría de obras que pueblan las estanterías de superventas en los grandes almacenes y, con mejor o peor fortuna, aborda temas que merecen una reflexión. La voz de Mauricio puede ser la de una parte de la sociedad que no está de acuerdo, ni con lo que hacen sus gobiernos, sus empresarios, sus intelectuales o sus medios de comunicación pero que, hastiados, abandonan la lucha permitiendo la supervivencia de los peores.