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23 de julio de 2025

George Harrison. Conoce la espiritualidad a través de sus canciones (María Jesús Martín)


George Harrison: el beatle que buscó respuestas más allá del aplauso.
Cuando la fama comenzó a devorar a los Beatles, uno de ellos eligió no gritar más fuerte, sino mirar hacia dentro. Esta reseña se adentra en un libro singular: George Harrison. Conoce la espiritualidad a través de sus canciones, de María Jesús Martín. Una lectura que no solo ilumina la música del beatle más introspectivo, sino que también propone un viaje íntimo, donde cada verso se convierte en brújula espiritual. No es solo un libro sobre George. Es una puerta abierta para quien no quiere quedarse solo con el estribillo.


Es sabido que la madre de George escuchaba el servicio de música india de la BBC durante su embarazo, porque notaba que esos extraños sonidos calmaban al bebé que llevaba en su interior. Eran los tiempos del Imperio, previo a la independencia de la India que tendría lugar en 1947. También es conocido que el primer contacto de George con esta música fue en el set de rodaje de Help!, durante una escena en un restaurante en el que unos músicos tocaban con aquellos extraños instrumentos canciones de los propios Beatles.


Y de aquí a que el sitar apareciera en un primer tema del grupo, Norwegian Wood (This Bird Has Flown), tan solo pasaron unos breves meses. Y pronto el interés por esta música arrastró a George a toda una filosofía que resultaba consustancial a aquellos sonidos. El padrinazgo de Ravi Shankar le permitió acercarse a esa espiritualidad por la puerta grande, y de aquí nacieron temas de los Beatles como Love You To, un acercamiento tímido a dicha filosofía.


Este conocimiento llegó en un momento en el que la fama había comenzado a revelarse como un grave inconveniente para los cuatro músicos. A cada uno le afectó de un modo diferente. Al más expuesto, John, le llevó a clamar auxilio por todos los estadios del mundo al tiempo que comenzaba su afición por drogas psicotrópicas. Para George, que también experimentó con LSD, pronto la nueva espiritualidad se conformó como una puerta de escape por la que dejar salir sus frustraciones.  


Su casa se convirtió en un centro de discusiones brahmánicas, reflejadas de algún modo en Within You Without You y devoraba cualquier lectura espiritual que cayese en sus manos, siempre bajo la guía de maestros experimentados. Así, la portada del Sgt. Pepper 's aparecerá poblada de yoguis hindúes, entre ellos el propio Paramahansa Yogananda, de cuya autobiografía George afirmaba tener siempre bastantes ejemplares para poder regalarlos a cuantos consideraba perdidos en sus vidas. The Inner Light también es reflejo de estas lecturas.


Este viaje místico parece tocar techo con la estancia en el ashram de Maharishi Mahesh Yogi en Rishikesh y su final algo decepcionante y extraño. Pero el que el interés público del grupo por estos temas disminuyera no quiere decir que el propio George diera la espalda a ese mundo, al contrario, su compromiso creció aún más, tanto de manera personal como financiera, apoyando causas, creando The Material World Foundation, donando importantes sumas para construir templos Hare Krishna, etc.


Su música perdió la instrumentación india, volvió a conceptos más propios del Occidente pero su mensaje pervivió. Como el propio George señalaba, este mensaje debía hacerse más sutil para llegar a más personas porque, de otro modo, suscitaba rechazo. Así, estas letras comenzaron a reflejar sus experiencias, vaivenes en la fe, nuevos conocimientos, su visión de este mundo material y de la creencia en otro más acorde con sus esperanzas.


Esta influencia es, en ocasiones, discreta, casi imperceptible, como en el caso de Something que George se resistía a reducir a un tema de amor para Pattie. En otros casos, como en los temas Maya Love o Dear One, la referencia resulta más evidente. Pero esta trascendencia siempre estuvo presente en su obra posterior y nacía no tanto de un conocimiento teórico como de su propia experiencia. No puedo dejar de pensar que mientras grababa su versión definitiva de All Things Must Pass, su madre llegaba a la fase final de su enfermedad, que le llegaría apenas tres semanas después de concluir la grabación del tema.


Pero tampoco pensemos que George era un santo varón, poseído por la llama de Krishna. Sus romances fuera del matrimonio son conocidos, incluso su segunda esposa Olivia reconocía con tono lastimero que a George le gustaban mucho las mujeres, dando a entender que no fue la única durante su matrimonio.


Más aún, quien hablaba de la entrega, de que la respuesta se encontraba al final, amasaba una fortuna considerable, se quejaba de los altos impuestos que había de pagar, se endeudaba para producir una película de sus amigos los Monty Python o mostraba todo su resentimiento contra Paul en cuanto la ocasión lo permitía.


Pero así somos todos, carnales y mundanos, apresados por este mundo de piedra, por mucho que queramos elevarnos más allá de nuestras propias debilidades y, por ello, tan relevante es su pensamiento y figura, porque precisamente él nos habla desde la experiencia mutable, desde este mundo material, como un igual que recorre un camino complejo, del que nos habla a través de sus canciones.

 

Y aunque todo esto pueda ser más o menos sabido por cualquiera que conozca algo de la historia de los Beatles, lo cierto es que George Harrison. Conoce la espiritualidad a través de sus canciones (Ed. Círculo Rojo) de María Jesús Martín ofrece una nueva perspectiva totalmente novedosa.


Este libro nace de la convergencia de dos caminos, en apariencia no coincidentes. María Jesús es una devota fan de los músicos, ha impulsado diversas iniciativas en torno a ellos, visitado los santos lugares y devorado cuanto sobre ellos aparece, sean libros, música, testimonios y demás. Tal vez, de manera inconsciente, tiene su opción de beatle favorito, el discreto George. En su prólogo, nos narra cómo de muy jovencita contactó con Genesis Publications cuando se anunció la publicación del volumen Songs by George Harrison Volume Two, a un precio astronómico y en una edición limitada firmada por el propio autor. De la conversación llegó el acuerdo de que pagaría en pequeñas cuotas la suma total según pudiera afrontarlas con sus pequeños ingresos (entiendo que la paga semanal) y, cómo finalmente, acudió en persona a la sede de la editorial para recoger su preciado ejemplar.


El segundo camino es más duro ya que se inicia tras el fallecimiento de su padre de manera algo repentina e inesperada en 2020. Esta pérdida le llevó a lo que denomina como un despertar espiritual que describe con detalle en el libro. Este despertar no debe relacionarse con una religión concreta sino con una especie de trascendencia, de consciencia de que este mundo no es sino una estancia temporal, camino de nuestro verdadero fin.


María Jesús ha dedicado dos años al estudio de estos aspectos al tiempo que ha vivido diversas experiencias fenomenológicas que le han llevado a un cambio de ruta en su vida. Y es precisamente en este punto en el que convergemos con la senda beatle y, más en particular, con la música de George. Desde su nueva consciencia, ha podido comprender muchos de los mensajes que el cantante dejó sutilmente, según sus propias palabras, desperdigados por todas sus canciones.



Para compartir este hallazgo, la autora nos hace una primera introducción a esos conceptos trascendentales que nos resultan tan ajenos. La explicación es sencilla, si bien, no debe uno esperar comprenderlo todo a la primera lectura, ni temer pararse a menudo para volver atrás unos cuantos párrafos. Sin duda, ella lo explica mejor y yo no me siento capacitado para reproducir una mínima parte de sus enseñanzas.


La segunda parte del libro es la que va repasando de manera cronológica la discografía en solitario de George Harrison a partir de Living in The Material World, escogiendo los títulos y pasajes sobre los que quiere reflexionar.


La mecánica es siempre la misma. Se expone el texto original en inglés de la canción o las estrofas correspondientes y la traducción propuesta por la autora para, seguidamente, entrar a explicar de manera sencilla y breve cómo encaja lo escrito con los conceptos teóricos expuestos. También se pone en contexto la canción o el disco, los motivos que pudieron llevar a su composición cuando hay información al respecto y otras informaciones curiosas y no muy difundidas. Especialmente interesante me ha resultado la relativa a la portada de Living In The Material World, usando la técnica de Kirian de la mano de George sosteniendo un medallón hindú y la explicación espiritual que de todo ello se deriva.


La autora explica algunas de estas cuestiones y permite la compra del libro, cuyos ingresos son destinados parcialmente a The Material World Foundation. También nos comparte una playlist con las canciones seleccionadas y comentadas en el libro, que comparto igualmente más abajo.


El texto es breve y el estilo sencillo. Que nadie espere beaterismo ni proselitismo, tan solo unas explicaciones sobre unas canciones que nos ofrecen una nueva dimensión que podía habernos pasado por alto. No escondo que algunas de las canciones explicadas como If You Believe to Blow Away nunca me parecieron emparentadas con The Answer 's At The End, por ejemplo. Así que este libro es un perfecto complemento para quienes quieran tan solo acercarse a la música de George desde una perspectiva alternativa.


Pero tampoco se puede descartar que la lectura del libro y la profundización en los conceptos aquí recogidos, las muchas lecturas sugeridas o citadas por la autora o las propias referencias de George puedan iluminar la conciencia. Tengo por cierto que este libro breve se puede leer y releer pasado el tiempo con aún mayor aprovechamiento y disfrute porque es un artefacto de largo efecto y, porque como el dicho hindú expresa, y George cantó en Any Road, cuando uno no sabe a dónde ir, cualquier camino le puede llevar allí.

 

 

 

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    8 de octubre de 2024

    En casa de John Lennon (Rosaura López Lorenzo)



     

    Imagina ser una joven gallega en Nueva York, trabajando en el legendario edificio Dakota. Ahora, imagina que tu jefe es nada menos que John Lennon. Rosaura López Lorenzo vivió esa increíble casualidad y nos lo cuenta con detalle en "En casa de John Lennon", un libro que revela la intimidad del icónico músico, lejos de los flashes y los mitos, a través de los ojos de alguien que compartió con él la simplicidad del día a día.




    En la vida se producen casualidades. Algunas de ellas se concatenan y nos regalan cosas hermosas como este libro, En casa de John Lennon (editorial Hércules), escrito por Rosaura López Lorenzo con la colaboración de Eduardo Herrero.


    Porque casualidad es que la hija de unos panaderos de Pontevedra termine trabajando como personal de servicio de John Lennon y Yoko Ono en el edificio Dakota de Nueva York durante el periodo en el que el músico se retiró de la vida pública, en la segunda parte de los setenta, hasta su regreso en 1980, retorno truncado por su asesinato.


    Pero también es casualidad que Eduardo Herrero fuera enviado por la televisión autonómica gallega (TVG) a Newark para grabar un pequeño reportaje sobre una reunión de gallegos residentes en la costa este norteamericana, y dar con una pandereteira septuagenaria a la que decide entrevistar de manera casual y que ésta le desvele sin más emoción, sólo como un hecho más de su biografía, que fue empleada de John Lennon y que vivió precisamente en el apartamento del que tantas noticias falsas, rumores y leyendas se cuentan. Y no es menos casual que Herrero resultase ser un fiel admirador y conocedor de John y su obra, por lo que se impuso la tarea de dar a conocer la historia de Rosaura.


    Ya para terminar, casi resulta más determinante que, como prueba de su buena voluntad, Rosaura solicitara permiso previo a Yoko Ono para despachar estas memorias, aprobación que recibió sin mayor problema, hecho sorprendente cuando es conocida la notable animadversión que Yoko siente por cualquier biógrafo, prueba de la enorme confianza que tenía en Rosaura, en su discreción y buenafe.


    Llegando ya al libro en cuestión, En casa de John Lennon, nos encontramos con los recuerdos de Rosaura, agrupados por capítulos temáticos encabezados por alguna cita del propio John. La redacción es sencilla y transparente, sin que apenas se pueda apreciar la mano de un profesional en la posible reelaboración de los mismos, más bien tan solo en forma de poder apuntar algún dato, entresacar citas y otras cuestiones menores como las explicaciones al impresionante apéndice fotográfico que da prueba de muchas de las afirmaciones vertidas en el libro sobre la familiaridad que los Lennon derrocharon con la autora.  


    Rosaura, que había llegado a Nueva York en 1962, se había desempeñado como empleada de hogar de diversas familias pudientes, hasta que terminó con los Stanley en el famoso Dakota. Cuando los Stanley deciden mudarse temporalmente a Gran Bretaña, alquilan y luego venden el piso a los Lennon que ya vivían en el edificio pero a condición de que mantenga a Rosaura como empleada. Este compromiso no parece del todo confirmado puesto que la propia Rosaura reconoce que su primer contacto con sus futuros empleadores fue una entrevista con Yoko quien le hizo diversas preguntas con las que poder encargar su carta astral y decidir así si era o no conveniente para la familia. No desvelaremos mucho más sobre este tema y cómo se resuelve, pero sí que pone un toque de atención sobre alguna de las peculiaridades en la vida espiritual de John y Yoko como delicadamente apunta Rosaura. Tal vez a Yoko le debería haber bastado tener en cuenta que Rosaura venía recomendada por los Stanley, el nombre de soltera de Julia, la madre de John, coincidencia que éste no debió pasar por alto.


    Pero pese a este comienzo algo azaroso, la vida laboral de Rosaura en el Dakota se convirtió en una agradable sucesión de anécdotas, vivencias y experiencias que atesora con cariño. Pese a que el episodio astrológico citado parece corroborar muchas de las extrañas historias sobre la vida en el Dakota, lo cierto es que gran parte del libro orbita en torno al deseo de rebatir de las mismas. De hecho, no sería mala opción leer este libro al tiempo que se hace lo propio con el infame Las vidas de John Lennon de Albert Goldman.


    Así, Rosaura nos señala cómo ninguno de los Lennon acostumbraba a pasearse desnudo por la casa, cómo habría de hacerlo con la cantidad de ropa que tenían.  También asegura que nunca vio a John ebrio o drogado, que su dieta era sana y que la comida que compraban siempre estaba entre lo mejor. Descarta que Yoko ejerciera un papel tiránico sobre John y, por contra, defiende su labor para protegerle de los estragos de la fama, siempre preocupada por su seguridad, por evitar incidentes, por desgracia nunca lo suficiente.


    Rosaura nos cuenta cómo enseñó a John a preparar pan al estilo tradicional gallego y como aquél aseguraba que la actividad de amasar le relajaba y hacía sentir enormemente bien. También conocemos cómo ambos se preocupaban por Julian, quien visitó a la pareja en varias ocasiones en el Dakota forjando una buena relación con Sean, su medio hermano. Rosaura tiene también sus anécdotas sobre Julian, pero no podemos contar aquí todo.  


    Las memorias no pretenden ser una exhaustiva visión cronológica, todo lo contrario. Estamos ante recuerdos y anécdotas mínimamente organizadas en torno a temas y anécdotas. Rosaura narra cómo John le pidió ayuda para desatascar un retrete en el que había arrojado la bolsita en la que le entregaban la marihuana que consumía. Y, pese a negar que en ningún momento le viera consumir otro tipo de sustancias, ni que jamás percibiera ningún comportamiento propio de una persona drogodependiente, lo cierto es que describe con gracia la vergüenza y cara de chiquillo travieso pillado en falta con la que John le pidió el favor para evitar que Yoko se enterara.


    Y es que la vida doméstica no estaba hecha para John pese a que nos quisiera hacer creer que se pasó cinco años horneando pasteles. Si bien pudo aprender en alguna ocasión a amasar pan, lo cierto es que Rosaura nos cuenta cómo era casi incapaz de prepararse un café narrando la vez en que John olvidó poner agua en la cafetera lo que casi provoca un accidente en la casa. La autora recuperó de la basura la cafetera que estaba totalmente abrasada en su parte inferior y, como nos cuenta, la continuó empleando en su casa cuando recibía visitas ocasionales.


    Pero la actividad principal de John parecía la de leer revistas y periódicos (al parecer, estaba suscrito a casi todos los que se publicaban en la ciudad), a hacer sus graciosos bosquejos, con los que se entretenía a todas horas o a tocar o escuchar música. Rosaura sabía bien que ninguno de los montones de papeles tirados por el suelo en la habitación de John debían ser arrojados a la papelera porque John podía querer recuperarlos al día siguiente para retomar una idea, recomponer el texto de una canción inédita o destruirlo de manera definitiva.


    Descarta la afirmación de que John era un vago indolente que pasaba gran parte del día tirado en su cama en un sopor somnoliento, viendo la televisión y sin mayor actividad. Por contra, señala que cuando ella llegaba temprano a la casa, John solía estar ya en la cocina leyendo la prensa. También John dedicaba gran parte de su tiempo a Sean, de quien solo quería su felicidad y el tratar de brindarle una infancia como la que él no había tenido y como la que le había hurtado a su primer hijo, Julian.


    Pero tal vez los pasajes más entretenidos y enternecedores del libro son los que cuentan las relaciones y conversaciones entre empleadores y empleada. Rosaura nos cuenta cómo un constipado llevó a Yoko a dejarle su tarjeta de crédito junto a una carta autorizando su uso para que pudiera comprarse un abrigo en condiciones que le protegiera del frío invernal neoyorquino, con la aclaración de que no comprara un abrigo de pieles, que ella ya era una mujer casada. Rosaura guarda con cariño ese abrigo, prueba de una confianza y generosidad que muchos discuten. También nos cuenta cómo en una ocasión pasó con el pequeño Sean mucho tiempo jugando en brazos delante de un espejo y que luego llegó a encontrarse fatigada y dolorida. Inmediatamente los Lennon le organizaron una visita a su masajista.


    También Rosaura nos describe cómo John se interesaba por su vida, cómo le aconsejaba sobre el modo de  tratar a su hijo, que ya estaba entrando en la adolescencia y del que Rosaura comenzaba a sentirse algo extrañada y separada, como les ocurre a todos los padres de adolescentes. Como John bien le recordó, nadie quiere hablar a sus padres en esa edad de qué chica le gusta, de sus verdaderas preocupaciones y anhelos, bien lo sabía él que no tuvo con quién hacerlo. Incluso Rosaura llevó a su hijo a la casa para que conociera a Sean y pudieran tratarse ocasionalmente, con gran contento de John y Yoko que querían que su hijo se relacionara con todo tipo de personas, no solo con hijos de famosos.


    Rosaura se conmueve al recordar cuándo John le decía que le gustaría conocer su pueblo y ella le invitaba con total sinceridad, asegurándole que allí no tendrían muchas comodidades pero que gozarían de una gran paz y de espacio y naturaleza para disfrutar al aire libre. También recuerda con gracia cómo John se maravillaba de que ella no conociera Manitas de plata, un guitarrista flamenco por el que John parecía sentir auténtica devoción.

     

     



    El libro continúa por estos derroteros, con invitaciones recíprocas a cumpleaños y aniversarios de boda, con postales y regalos cuando los lennon viajaban a Japón, hasta que la cosa se tuerce y en 1980 Rosaura abandona el servicio de la casa por un incidente del que nos da cuenta y que, desgraciadamente, solo quedó aclarado tras la muerte de John.


    Rosaura asegura haber hablado con el asesino de John la víspera del fatídico día, cuando Chapman se encontraba merodeando en el vestíbulo del Dakota sin que pudiera advertir ninguna muestra de excitación, locura o instinto asesino. Como tantos otros, llora la muerte de John, en su caso, no tanto por su música o su simbolismo para muchas causas, sino por la pérdida de una vida a la que fue muy próxima y a quien admiró por su carácter y bondad, su fidelidad y preocupación auténtica por sus semejantes. Sin duda, esto le habría encantado a John, acostumbrado a que tantos se acercaran a él tan solo por la sombra beatle.


    La historia continúa más allá de la muerte de John puesto que se reencuentra con Yoko y aclaran los motivos de la disputa citada, vuelve temporalmente al servicio de Sean cuando éste se muda.




    El libro concluye con una emotiva carta de Rosaura a John y con un abundante material fotográfico, parte propiedad de Rosaura.


    Y dejamos al lector devoto que descubra por sí mismo las otras muchas historias que aquí se cuentan si bien, por encima de todo, el libro da cuenta de la autora más que de John, de cómo Rosaura se labró una carrera, un futuro, gracias a su carácter llano y sencillo, a su fidelidad y a su cercanía. Como bien dice, el tiempo coloca a todos en su sitio, y a ella le deja en un buen lugar dentro del panorama de las buenas personas de las que siempre se vieron rodeados los chicos. De gente como Mal Evans, Pete Shotton, Brian Epstein , Neil Aspinall, George Martin, Derek Taylor, Freda Kelly y tantos otros, que pese a los muchos inconvenientes y problemas que sin duda trae trabajar con cualquiera de ellos, siempre prefirieron no defraudar la confianza que les fue depositada.





    1 de septiembre de 2024

    Filosofía de la canción moderna (Bob Dylan)

     

     

    Bob Dylan no es un autor cualquiera, y su último libro, Filosofía de la canción moderna, no es un libro cualquiera. ¿Qué pasa cuando el polémico Nobel de Literatura decide desentrañar los secretos de la música popular? El resultado es una obra tan intrigante como provocadora. En esta reseña, nos sumergimos en un viaje literario donde las canciones son más que melodías: son las llaves que abren las puertas de la mente de un genio. ¿Está Dylan a la altura de su propio mito o suena más como un eco perdido en la fama? Vamos a descubrirlo.

     

    La publicación de un libro por parte de un premiado con el Nobel de Literatura siempre parece un acontecimiento. En especial, se espera que se cumpla la supuesta maldición que asegura que este premio trae la sequía creativa a su receptor. Tal vez esto se deba a la promoción incesante, giras internacionales, reediciones, homenajes, etc.


    Pero cuando realmente no hay un mérito relevante previo, poco o nada se debe esperar. Tampoco el autor debe tener una especial presión por tratar de estar a la altura del reconocimiento. Más aún cuando uno no se ha tomado la molestia de rechazar el premio y ni tan siquiera la de recogerlo ni ofrecer el discurso de cortesía. Y qué decir si los dos únicos libros previos publicados por él son el inclasificable Tarántula, un galimatías que probablemente tenga la misma incoherencia que una noche de alcohol y póker, o Crónicas, una especie de personal autobiografía tan solo interesante para los seguidores del artista, pero no relevante a efectos literarios.



    En años recientes, este premio ha estado salpicado por continuas controversias, bien por preterir a autores con inconmensurables méritos, bien por cederse a cuestiones tan extraliterarias como el género del autor, su ideología, religión o su procedencia religiosa. Y, pese a ello, el reconocimiento a favor de Bob Dylan llevó a una casi sospechosa unanimidad en cuanto a su rechazo.



    En este punto se ha de tomar partido, y el mío es claro. Dylan ha hecho mucho por la poesía, por el lenguaje poético al menos, por su difusión entre personas que, de otro modo, tan solo habrían tenido como referencia literaria los guiones de series de televisión o las rimas de una canción de Shakira. Mucho más que cualquier rapsoda albanés que cante desde lo alto de una montaña para que le oigan las nubes y las piedras, más que un pastor de cabras somalí que haya escrito las más hermosas palabras en la corteza de un baobab antes de que las borrara el orín de un ñu.


    Dicho esto, ya podemos comenzar por comentar el último libro publicado por Dylan, Filosofía de la canción moderna.


    Dar cuenta de la idea y pretensión del libro es sencillo. Se trata de seleccionar 66 canciones que, de algún modo, representen aspectos relevantes de la vida moderna y reflexionar así sobre ellos. Subyace esa idea de que la canción popular ofrece una visión más real y fidedigna de nuestra vida que cualquier texto filosófico, que ese saber popular que se recoge por parte de los compositores y cantantes tiene mayor valor que cualquier otro modo de analizar la sociedad en que vivimos. Que estas personalidades, muchas veces en los márgenes de la vida social, son como zahoríes dotados de un don para apreciar las trampas y engaños de nuestra vida que al resto de comunes mortales nos son vedados debido a nuestra insustancialidad.



    Y ésta es la explicación de esa supuesta filosofía que se desprende de la canción

    moderna tal y como aquí la concibe Dylan. Porque la música siempre refleja los sueños, los anhelos de una sociedad, más aún cuando el negocio siempre ha tenido un pie dentro de la ley y otro algo fuera y cuando sus principales próceres no han sido en la mayoría de los casos ejemplos de vida, desde el bien vestido Sinatra al desastrado Howlin` Wolf.


    Es decir, la canción moderna ha venido a inclinarse por algunas anomalías de la vida en contra de otras circunstancias más habituales. Si pudiéramos hacer recuento de las canciones sobre rupturas y desengaños, infidelidades, asesinatos, robos y demás, tendríamos un escenario que, de ser verídico en su totalidad, haría dar la vuelta a cualquiera que viniera de otra galaxia. También es cierto que si las canciones tratasen sobre estar sentado viendo la televisión mientras tu pareja ronca o que hay que acordarse de cambiar el abrillantador del lavavajillas, la industria musical nunca habría existido.


    El esquema del libro es sencillo. Se enuncia la canción, sus datos de publicación y autoría y seguidamente entramos en un primer apartado en el que Dylan se dirige, según el caso, al protagonista de la canción o al destinatario de la misma, siempre empleando la segunda persona del singular, generando un efecto de cuestionamiento al lector que termina por verse interpelado por el autor. Es en estos apartados en los que Dylan da rienda suelta a su palabrería, asociaciones libres, acumulación de imágenes y demás recursos estilísticos con

    el fin de imprimir un cierto tono y carácter a la escritura.


    Seguidamente, pasa a detallar cuestiones varias sobre la grabación, el artista, el sello, el contexto de la época o lo que proceda según la materia de la canción. Podemos hablar de la fuerza del cine tomando como disculpas Saturday Night At The Movies por The Drifters, la vida en la frontera mexicana a comienzos de siglo con El Paso o los problemas de la guerra de Vietnam a través de Waist Deep in The Big Muddy de Pete Seeger.


    En pocas ocasiones se permite el lujo de hablar de los aspectos musicales, dejando claro que de lo que aquí se trata es de reflexionar sobre ese mensaje de la canción moderna y los valores que representa. Tan solo ocasionalmente dedica algunas palabras a la instrumentación, la importancia del ritmo de guitarra acústica de Johnny Cash o las ligaduras y modulación de Perry Como. Los conflictos raciales (Tutti Frutti), la vida acelerada con los autos (I Got A Woman), las infidelidades y los amores difíciles (Money Honey, Long Tall Sally), el alcohol y la perseverancia en los valores propios (Big River), la frustración juvenil (My Generation), la moda como representación de rebeldía (Blue Suede Shoes), todo ello tiene aquí su lugar.


    Tan solo ocasionalmente dedica algunas palabras a la instrumentación, la importancia del ritmo de guitarra acústica de Johnny Cash en Big River o las ligaduras y modulación de Perry Como.


    En el momento de la publicación de este libro resultó muy criticada la selección de los artistas y canciones. En efecto, prácticamente todas ellas son de origen norteamericano, apenas si aparecen The Clash, The Who o Elvis Costello, y aún en estos casos la selección parece casi algo forzada, una forma de dar la cuota correspondiente a la música extranjera o de autohomenajearse como en el caso de Pump It Up, una clara versión de su Subterranean Homesick Blues. No olvidemos que en los Estados Unidos no siempre es fácil escuchar música foránea y por ello la British Invasion fue un acontecimiento por su excepcionalidad.


    También hay selecciones sospechosas por desentonar en el contexto de la obra, como The Fugees o la canción elegida de Cher, cuando parecería que I Got You, Babe habría sido la elección preferida al destacarse en la época su parecido sospechoso con el estribillo de Like A Rolling Stone.


    Pero es que no estamos ante una lista de las mejores canciones de la historia, sino ante una selección personal. No aparecen los Beatles ni los Stones, tampoco el propio Dylan un rasgo de modestia de agradecer, pero en cambio, sí todos los héroes que Dylan admiraba en los años cincuenta como Roy Orbison, Little Richard, Elvis Presley, Johnny Cash, Vince Taylor o Carl Perkins.



    También da buena cuenta de toda la música negra con la que creció como Ray Charles, Jimmy Reed o Sonny Burgess. No echamos en falta tampoco a los ídolos de juventud como Ricky Nelson o a los crooners a los que recientemente, y de manera bastante Incomprendida e incomprensible, le ha dado por versionar, comenzando por Sinatra y siguiendo por Perry Como, Dean Martin o incluso Domenico Modugno.


    Como es de esperar, hay una presencia generosa del country y el bluegrass, en sus

    versiones más antiguas, ofreciendo un abanico que abarca desde los años veinte hasta la actualidad, pero con un peso especial para los años cuarenta y cincuenta.


    Pero vayamos acabando. ¿A quién puede interesar este libro? En su intento original de tratar de desvelar la filosofía de nuestros tiempos a través de sus canciones, creo que no hay un logro reseñable. Ni el libro tiene la sistemática debida, ni los temas parecen elegidos por su representatividad. Como esfuerzo literario no parece tampoco muy logrado. Como selección musical para aprender diversas cuestiones sobre música, hacer descubrimientos de joyas perdidas, tampoco parece cumplir con unas expectativas básicas. Ni siquiera acompañando la lectura de las innumerables listas de reproducción que existen en Spotify o YouTube se logra el fin pretendido.


    Y, sin embargo, he disfrutado de la lectura. Me he sorprendido por alguna canción, por determinadas historias que desconocía tras títulos que escuchaba por primera vez o que tenía más que sabidos. He tenido que revisitar muchas de estas canciones al ofrecerse una interpretación original que nunca creí posible de temas tan conocidos como Blue Moon o Don`t Let Me Be Misunderstood, y aunque no me ha convencido la propuesta de Dylan, es cierto que fuerzan a reconsiderar tu opinión sobre dichos temas.


    Y dicho esto, tan solo para fans acérrimos puede recomendarse este libro sin riesgo de que te lo devuelvan arrojado a la cabeza. Pero así es Dylan, capaz de escribir Visions Of Johanna y Country Pie, de cantar a Sinatra con una voz propia de un tío borracho en la cena de Navidad y de susurrar mágicamente la letra de I Threw It All Away.