Cuando sus hermanos acaban por abandonar la librería para labrarse el futuro en los alrededores de la plaza Scollay de Boston, Firmin queda como rata soberana de la vieja tienda de libros del excéntrico Norman Shine. Tanto lee la pequeña rata que acaba por convertirse en un ser humano, con sus complejidades morales y psicológicas. Su cuerpo sigue, sin embargo, apresado en la fisonomía de una rata lo que le lleva a evitar con espanto los espejos y reflejos que le recuerdan su triste realidad, mientras sueña con hermosas mujeres desnudas -que conoce gracias a las sesiones nocturnas de un cine al que llaman la “casa de los picores”- y, fundamentalmente, con Ginger Rogers de quien se enamora perdidamente gracias a las proyecciones que contempla extasiado mientras rebusca comida en el suelo del patio de butacas.
Esta locura le lleva al convencimiento de que Norman, el librero, acabará por aceptar su presencia como la de un igual, un colega literario. La realidad se impone dramáticamente cuando el librero descubre a la rata y casi logra matarla con un veneno.
Pero no es éste el final de Firmin. Como un humano, logra rehacer su maltrecha estima y es “adoptada” por un escritor de poco éxito que malvive con la venta ambulante de sus obras y que reside en el mismo edificio donde se ubica la librería. Jerry acepta a la rata como tal, y apenas se sorprende de que lea. Ambos son parias de una sociedad que no les acepta y la victoria de Firmin es pírrica: finalmente no se sabe a ciencia cierta quién cuida de quién, ha entrado en el mundo de los humanos por la puerta falsa.
Entre tanto, la política urbanística de Boston lleva al saneamiento de la degradada plaza Scollay, paisaje vital de Firmin y de los personajes que le rodean. Su vida se precipita, como el final de un libro, inexorablemente. Ni siquiera el milagro de una rata lectora sirve para evitar la última hora; al contrario, a diferencia que el resto de ratas, Firmin sufre la conciencia de su propio fin, muere, por tanto, con sufrimiento exclusivamente humano.
El protagonismo de un animal nos lleva a una rica y larga tradición que se remonta a las fábulas de la Antigüedad. En la mayoría de los casos se sobreentiende que la referencia a un animal es el modo idóneo de aludir a la especie humana marcando una distancia que permita objetivizar hechos, opiniones o conductas que, de no mediar tal recurso, nos parecerían corrientes. La finalidad es, por tanto, la de poner de manifiesto las contradicciones del hombre, denunciar la hipocresía o extraer lecciones sobre el comportamiento humano.
Kafka tomó esta forma literaria y la reelaboró completamente. Frente a una fábula que persigue un mensaje general, Kafka adopta la fórmula animal con un fin más intimista, como una explicación de su visión particular y privativa del mundo. La fábula deja de ser vehículo de denuncia o instrumento moralizador para convertirse en un género exclusivamente literario.
Savage emplea a Firmin con muy diversos fines. De una parte, le permite comentar libros y autores (son curiosas las relaciones que establece entre algunos libros y el gusto que sus páginas dejan en Firmin) lo que hará las delicias de quienes disfrutan compartiendo opiniones sobre lecturas comunes o aprendiendo nuevos nombres. De otra parte, Firmin, esa rata que no pertenece al mundo de las ratas, pero tampoco al de los hombres, que vive, por tanto, en un terreno propio pero incierto, simboliza esa extrañeza que, en algún momento, todo buen lector ha sentido. Aferrado a un libro, en atenta lectura, esa actividad sedentaria e individual por excelencia que nos aleja de nuestros amigos y familiares (aunque, qué duda cabe, también nos acerca más a ellos).
Firmin se ha ganado un lugar en los puestos más altos de las listas de ventas a pesar de ser un libro con escaso apoyo publicitario en un primer momento. El boca a boca funcionó convirtiendo la novela en un superventas de Amazon y de ahí si salto a otras lenguas donde, ya con las técnicas de marketing correspondientes, ha reproducido el éxito.
Su autor, Sam Savage, se estrena a una edad ya madura, en el mundo editorial. Escrita sin pretensiones y con el fin de disfrutar durante el proceso, Firmin es el resultado del amor de su creador por la lectura, los libros y las librerías y su deseo de compartir ese acervo con sus lectores que, cual ratas lectoras, se identificarán con el idealismo de su protagonista y sus contradicciones, nuestras contradicciones.