23 de julio de 2025

George Harrison. Conoce la espiritualidad a través de sus canciones (María Jesús Martín)


George Harrison: el beatle que buscó respuestas más allá del aplauso.
Cuando la fama comenzó a devorar a los Beatles, uno de ellos eligió no gritar más fuerte, sino mirar hacia dentro. Esta reseña se adentra en un libro singular: George Harrison. Conoce la espiritualidad a través de sus canciones, de María Jesús Martín. Una lectura que no solo ilumina la música del beatle más introspectivo, sino que también propone un viaje íntimo, donde cada verso se convierte en brújula espiritual. No es solo un libro sobre George. Es una puerta abierta para quien no quiere quedarse solo con el estribillo.


Es sabido que la madre de George escuchaba el servicio de música india de la BBC durante su embarazo, porque notaba que esos extraños sonidos calmaban al bebé que llevaba en su interior. Eran los tiempos del Imperio, previo a la independencia de la India que tendría lugar en 1947. También es conocido que el primer contacto de George con esta música fue en el set de rodaje de Help!, durante una escena en un restaurante en el que unos músicos tocaban con aquellos extraños instrumentos canciones de los propios Beatles.


Y de aquí a que el sitar apareciera en un primer tema del grupo, Norwegian Wood (This Bird Has Flown), tan solo pasaron unos breves meses. Y pronto el interés por esta música arrastró a George a toda una filosofía que resultaba consustancial a aquellos sonidos. El padrinazgo de Ravi Shankar le permitió acercarse a esa espiritualidad por la puerta grande, y de aquí nacieron temas de los Beatles como Love You To, un acercamiento tímido a dicha filosofía.


Este conocimiento llegó en un momento en el que la fama había comenzado a revelarse como un grave inconveniente para los cuatro músicos. A cada uno le afectó de un modo diferente. Al más expuesto, John, le llevó a clamar auxilio por todos los estadios del mundo al tiempo que comenzaba su afición por drogas psicotrópicas. Para George, que también experimentó con LSD, pronto la nueva espiritualidad se conformó como una puerta de escape por la que dejar salir sus frustraciones.  


Su casa se convirtió en un centro de discusiones brahmánicas, reflejadas de algún modo en Within You Without You y devoraba cualquier lectura espiritual que cayese en sus manos, siempre bajo la guía de maestros experimentados. Así, la portada del Sgt. Pepper 's aparecerá poblada de yoguis hindúes, entre ellos el propio Paramahansa Yogananda, de cuya autobiografía George afirmaba tener siempre bastantes ejemplares para poder regalarlos a cuantos consideraba perdidos en sus vidas. The Inner Light también es reflejo de estas lecturas.


Este viaje místico parece tocar techo con la estancia en el ashram de Maharishi Mahesh Yogi en Rishikesh y su final algo decepcionante y extraño. Pero el que el interés público del grupo por estos temas disminuyera no quiere decir que el propio George diera la espalda a ese mundo, al contrario, su compromiso creció aún más, tanto de manera personal como financiera, apoyando causas, creando The Material World Foundation, donando importantes sumas para construir templos Hare Krishna, etc.


Su música perdió la instrumentación india, volvió a conceptos más propios del Occidente pero su mensaje pervivió. Como el propio George señalaba, este mensaje debía hacerse más sutil para llegar a más personas porque, de otro modo, suscitaba rechazo. Así, estas letras comenzaron a reflejar sus experiencias, vaivenes en la fe, nuevos conocimientos, su visión de este mundo material y de la creencia en otro más acorde con sus esperanzas.


Esta influencia es, en ocasiones, discreta, casi imperceptible, como en el caso de Something que George se resistía a reducir a un tema de amor para Pattie. En otros casos, como en los temas Maya Love o Dear One, la referencia resulta más evidente. Pero esta trascendencia siempre estuvo presente en su obra posterior y nacía no tanto de un conocimiento teórico como de su propia experiencia. No puedo dejar de pensar que mientras grababa su versión definitiva de All Things Must Pass, su madre llegaba a la fase final de su enfermedad, que le llegaría apenas tres semanas después de concluir la grabación del tema.


Pero tampoco pensemos que George era un santo varón, poseído por la llama de Krishna. Sus romances fuera del matrimonio son conocidos, incluso su segunda esposa Olivia reconocía con tono lastimero que a George le gustaban mucho las mujeres, dando a entender que no fue la única durante su matrimonio.


Más aún, quien hablaba de la entrega, de que la respuesta se encontraba al final, amasaba una fortuna considerable, se quejaba de los altos impuestos que había de pagar, se endeudaba para producir una película de sus amigos los Monty Python o mostraba todo su resentimiento contra Paul en cuanto la ocasión lo permitía.


Pero así somos todos, carnales y mundanos, apresados por este mundo de piedra, por mucho que queramos elevarnos más allá de nuestras propias debilidades y, por ello, tan relevante es su pensamiento y figura, porque precisamente él nos habla desde la experiencia mutable, desde este mundo material, como un igual que recorre un camino complejo, del que nos habla a través de sus canciones.

 

Y aunque todo esto pueda ser más o menos sabido por cualquiera que conozca algo de la historia de los Beatles, lo cierto es que George Harrison. Conoce la espiritualidad a través de sus canciones (Ed. Círculo Rojo) de María Jesús Martín ofrece una nueva perspectiva totalmente novedosa.


Este libro nace de la convergencia de dos caminos, en apariencia no coincidentes. María Jesús es una devota fan de los músicos, ha impulsado diversas iniciativas en torno a ellos, visitado los santos lugares y devorado cuanto sobre ellos aparece, sean libros, música, testimonios y demás. Tal vez, de manera inconsciente, tiene su opción de beatle favorito, el discreto George. En su prólogo, nos narra cómo de muy jovencita contactó con Genesis Publications cuando se anunció la publicación del volumen Songs by George Harrison Volume Two, a un precio astronómico y en una edición limitada firmada por el propio autor. De la conversación llegó el acuerdo de que pagaría en pequeñas cuotas la suma total según pudiera afrontarlas con sus pequeños ingresos (entiendo que la paga semanal) y, cómo finalmente, acudió en persona a la sede de la editorial para recoger su preciado ejemplar.


El segundo camino es más duro ya que se inicia tras el fallecimiento de su padre de manera algo repentina e inesperada en 2020. Esta pérdida le llevó a lo que denomina como un despertar espiritual que describe con detalle en el libro. Este despertar no debe relacionarse con una religión concreta sino con una especie de trascendencia, de consciencia de que este mundo no es sino una estancia temporal, camino de nuestro verdadero fin.


María Jesús ha dedicado dos años al estudio de estos aspectos al tiempo que ha vivido diversas experiencias fenomenológicas que le han llevado a un cambio de ruta en su vida. Y es precisamente en este punto en el que convergemos con la senda beatle y, más en particular, con la música de George. Desde su nueva consciencia, ha podido comprender muchos de los mensajes que el cantante dejó sutilmente, según sus propias palabras, desperdigados por todas sus canciones.



Para compartir este hallazgo, la autora nos hace una primera introducción a esos conceptos trascendentales que nos resultan tan ajenos. La explicación es sencilla, si bien, no debe uno esperar comprenderlo todo a la primera lectura, ni temer pararse a menudo para volver atrás unos cuantos párrafos. Sin duda, ella lo explica mejor y yo no me siento capacitado para reproducir una mínima parte de sus enseñanzas.


La segunda parte del libro es la que va repasando de manera cronológica la discografía en solitario de George Harrison a partir de Living in The Material World, escogiendo los títulos y pasajes sobre los que quiere reflexionar.


La mecánica es siempre la misma. Se expone el texto original en inglés de la canción o las estrofas correspondientes y la traducción propuesta por la autora para, seguidamente, entrar a explicar de manera sencilla y breve cómo encaja lo escrito con los conceptos teóricos expuestos. También se pone en contexto la canción o el disco, los motivos que pudieron llevar a su composición cuando hay información al respecto y otras informaciones curiosas y no muy difundidas. Especialmente interesante me ha resultado la relativa a la portada de Living In The Material World, usando la técnica de Kirian de la mano de George sosteniendo un medallón hindú y la explicación espiritual que de todo ello se deriva.


La autora explica algunas de estas cuestiones y permite la compra del libro, cuyos ingresos son destinados parcialmente a The Material World Foundation. También nos comparte una playlist con las canciones seleccionadas y comentadas en el libro, que comparto igualmente más abajo.


El texto es breve y el estilo sencillo. Que nadie espere beaterismo ni proselitismo, tan solo unas explicaciones sobre unas canciones que nos ofrecen una nueva dimensión que podía habernos pasado por alto. No escondo que algunas de las canciones explicadas como If You Believe to Blow Away nunca me parecieron emparentadas con The Answer 's At The End, por ejemplo. Así que este libro es un perfecto complemento para quienes quieran tan solo acercarse a la música de George desde una perspectiva alternativa.


Pero tampoco se puede descartar que la lectura del libro y la profundización en los conceptos aquí recogidos, las muchas lecturas sugeridas o citadas por la autora o las propias referencias de George puedan iluminar la conciencia. Tengo por cierto que este libro breve se puede leer y releer pasado el tiempo con aún mayor aprovechamiento y disfrute porque es un artefacto de largo efecto y, porque como el dicho hindú expresa, y George cantó en Any Road, cuando uno no sabe a dónde ir, cualquier camino le puede llevar allí.

 

 

 

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    13 de julio de 2025

    Equiridion / Disertaciones (Epicteto)



    Si quieres progresar, permite que por las cosas externas te juzguen estúpido y necio. No quieras parecer sabio; y si se lo parecieras a algunos, desconfía de ti mismo.




    De un tiempo a esta parte ha venido poniéndose de moda la filosofía estoica. Un movimiento que puede entenderse, a decir de algunos, por la confusión de nuestro tiempo, una incertidumbre que nos hace buscar algo inamovible a lo que agarrarnos y esta filosofía o modo de vida parece adecuarse a esa finalidad. Se alega que el estoicismo busca la fuente de la estabilidad en aquello que está en nuestro poder, aprendiendo a no desesperarnos por el resto. Así, en un tiempo en el que la tecnología parece haber dejado al Hombre en una continua y agotadora carrera contra el tiempo que nos deja exhaustos en todos los aspectos, físico, espiritual, anímico, el centrarse en aquello que sí está en nuestra mano, puede resultar un bálsamo.



    Si alguno te anuncia que otro habla mal de ti, no contradigas el anuncio, sino responde: «En verdad que no sabía él de otros vicios que yo tengo; pues, de haberlos sabido, no habría dicho aquellos solo».



    Aunque sin duda, esta idea es un reduccionismo bastante tosco del pensamiento estoico, lo cierto es que tal vez en ninguna época se haya vivido en paz y armonía, por más que ahora resulte conveniente señalar las alteraciones que se vivían en los tiempos estoicos y sus paralelismos con los actuales, lo cierto es que si se preguntara a cualquier persona del pasado, aseguraría que el culmen de la incertidumbre se vive en su época, siempre hay razones para pensar así.


    Hoy vivimos en la creencia de que los años tras la Segunda Guerra Mundial fueron la panacea del Estado del Bienestar y la estabilidad política, olvidando la Guerra Fría, el terrorismo político, las devastadoras consecuencias de la guerra en forma de racionamiento, hambre, enfermedad, desplazamientos masivos de personas y así en cualquier otro tiempo histórico que elijamos.



    Nunca digas sobre nada «Lo he perdido», sino «Lo he restituido». ¿Ha muerto tu hijo? Ha sido restituido.



    Pero volvamos a los estoicos, cuyas principales figuras son el político Cicerón, el emperador Marco Aurelio y el liberto Epicteto. Los dos primeros son conocidos por todos, aunque solo sea por las clases de Historia. Respecto del último, creo poder remontarme a la lectura de La soledad del corredor de fondo de Tony Richardson. Durante mucho tiempo creí que el personaje se había inspirado en Epicteto para su lucha contra el sistema y que de allí había obtenido yo mi referencia a este oscuro filósofo del que apenas se conservan unos fragmentos de su obra.



    Si el sirviente del vecino quiebra un vaso u otra cosa, a la mano tienes decir: «Son cosas que ocurren con frecuencia». Has de saber, pues, que, aunque se quiebre el tuyo, conviene 

    que seas el mismo que fuiste cuando se quebró el ajeno.




    Con el tiempo he descubierto, releyendo el citado relato, que mis recuerdos, una vez más, eran errados y que la referencia a Epicteto que mi memoria desvalida conservaba deberían estar tomados de Todo un hombre, de Tom Wolfe libro que, por otra parte, ni siquiera recuerdo haber leído aunque sí conserve claramente esas referencias al liberto romano, prueba de que sí debí leer aquel libro.


    Pero si mi recuerdo parece vacilar en el tiempo, qué no ha de ocurrir en el transcurso de cerca de dos mil años, desde los días en que Epicteto enseñaba a sus discípulos en Nicópolis y uno de ellos, tal vez el más aplicado, el que logró más fama posterior, Arriano tomaba notas presurosas por las que llegaría a nuestros días la obra de su maestro.

     


    En las Disertaciones, Arriano recoge las enseñanzas de Epicteto de forma dialogada, casi como si el alumno estuviera siendo aleccionado en directo por su maestro, interrogado y cuestionado, y podemos asistir a ese proceso de enseñanza tan distinto del actual en el que el poseedor del conocimiento lo imparte como lo haría un Dios todopoderosos sobre la inculta grey soportando con paciencia y cierta benevolencia condescendiente la estupidez de sus alumnos.  



    Acuérdate de que no es quien injuria o hiere el autor de la ofensa, sino la opinión del que considera estas cosas ofensivas.




    Estas disertaciones se contenían originalmente en ocho libros, de los que hasta el momento solo conservamos cuatro. En ellos Epicteto da cuenta de su filosofía, una aproximación práctica alejada de las diatribas sofistas más enfocadas al alarde verbal y al silogismo, para volcarse en la definición de reglas de comportamiento, de modos de conducirse por la vida para hacer honor a esa idea de filósofo. En ellas trata todo tipo de cuestiones prácticas mediante ejemplos perfectamente comprensibles aún hoy en nuestros días y, sin duda, esto ha permitido la vigencia de sus ideas frente a la de otros filósofos. Dado que es un rasgo también extensible a otras figuras del estoicismo, podemos hacernos una idea de las razones que hacen de esta filosofía  algo tan afín a nuestros días, tan alejado de las disquisiciones sobre el ser, la materia, lo ontológico y lo contingente.  


    Cuando nace el estoicismo, más o menos al tiempo que lo hacen otras escuelas de filosofía helenística, el periodo de gracia de la democracia había concluido. La política se había convertido en una disciplina complicada que podía generar problemas con el tirano de turno. Por ello, estos filósofos se volcaron en su propio interior, en buscar el modo de hallar la felicidad individual ya que de la colectiva se ocupaban por su cuenta y riesgo los gobernantes sin dar cabida a opiniones ajenas. Otro tanto pasaría en los comienzos de nuestra era, cuando el poder del César había acabado con la agotada República. De ahí ese cambio respecto de los filósofos anteriores, más dados a cuestiones externas, como la materia y la política, más proclives a expresar el mejor modo de organizar la república, tal y como hacían Platón y Aristóteles.  



    No tienen coherencia ni rigen estas proposiciones: «Soy más rico que tú, luego soy mejor que tú», «Soy más elocuente que tú, luego también mejor». Pero rigen estas: «Soy más rico que tú, luego tengo más dinero», «Soy más elocuente que tú, luego mi decir es mejor que el tuyo». Pero tú ni eres dinero ni dicción.



    Si bien las Disertaciones no encierran una especial complejidad, es cierto que pueden no ser una lectura fluida conforme a lo que estamos acostumbrados en nuestros días y, tal vez, sea necesario consultar las notas a pie de página que generosamente se reparten por la edición de Gredos a cargo de Paloma Ortiz García y que también traduce la obra al castellano. Por otro lado, esa edición recoge una introducción también a cargo de la traductora que aborda diversas cuestiones interesantes como el empleo de la variante del griego empleada, la koiné, una especie de versión internacional, la misma a la que pronto se vertieron los evangelios cristianos.  



    En ningún modo te llames filósofo, ni sobre principios o doctrinas discurras mucho con idiotas. Por ejemplo, en un convite no digas de qué modo se debe comer, sino come tú como se debe.



    Pero Epicteto tiene una especie de as en la manga. su famoso manual o Enquiridion, es decir, una pequeña obra para llevar a mano o para emplear como arma defensiva según la etimología que cada uno prefiera y que condensa en breves frases. en muchos casos auténticos aforismos, toda su filosofía. Esta obra ha gozado de continuo éxito, desde su primera versión. Es sabido que en las bibliotecas medievales de los monasterios siempre había algún ejemplar que era costosamente copiado. De ahí venga probablemente la falsa idea de que el filósofo era un cristiano oculto, un convertido a la fe auténtica que escondía su creencia  bajo la apariencia de una filosofía práctica pero que, y esto sí es cierto, tenía numerosas similitudes con el mensaje del Evangelio.


    Sin duda, el tono general y sentencioso de la obra puede asemejarse a ciertos pasajes del Nuevo Testamento. Su esfuerzo por separar lo que es del César y lo que es de Dios podía sentar una nueva coincidencia, al igual que muchas de las enseñanzas, tendentes a la moderación y la templanza, a evitar el lujo pero esconder las obras de caridad para evitar el halago ajeno, el pecado de orgullo.


    Procura con todas tus fuerzas conservarte puro de las cosas venéreas mientras no estés casado. Si las tocas, que sea legítimamente. Pero no molestes ni reprendas a los que las usan, ni te alabes de tu continencia.



    Este libro, que en función de las versiones puede ir desde las cincuenta a las ochenta páginas, algunas de ellas ocupadas tan solo por un par de líneas,  se asemeja a esos libros de la New Age, sembrando algo de confusión, lo que viene a unirse a los títulos llamativos que los editores le han dado para poder asentarlo en ese nicho de mercado que parece capaz de comerse el mercado. Así, tenemos desde El arte de vivir en tiempos difíciles (Editorial Alianza), El arte de ser libre (Koani Libros) o el Manual de vida (Taurus).


    Y lo cierto es que, superando el rechazo que este tipo de títulos despierta en mí, he de reconocer que su lectura es adictiva. En él se recogen citas literales de las Disertaciones o reelaboraciones de las ideas allí contenidas, recordemos que de éstas tan sólo se conserva la mitad del corpus original. Y la concisión y belleza del lenguaje destaca por encima de todo. En las Disertaciones estas frases aparecen dentro de un contexto general mayor por lo que tienden a no resultar tan impactantes, pero aquí, en forma de pequeños esbozos resultan demoledoras.



    Guarda silencio en cuanto puedas o habla lo necesario solamente, con las menos palabras posibles. Rara vez, y solo si lo pide la ocasión, sal a hablar de las cosas de las que se suele: no de gladiadores, ni de circenses, ni de atletas, ni de comidas ni bebidas. Y si hablas de personas, no reprendas ni alabes ni hagas comparaciones entre ellas.



    Aunque no pretendo hacer un análisis de la filosofía de Epicteto, trataré de ofrecer algunas de sus ideas, al menos las que me resultan más atractivas tras la lectura del Enquiridion. El hombre debe distinguir aquello que está dentro de su arbitrio, en lo que puede cambiar, y centrarse en ello, dejando de lado aquello sobre lo que no tiene capacidad. Así, la muerte, sobre la que no tenemos soberanía alguna, no es una desgracia en sí, sino que ésta viene de la idea que de ella nos hacemos.


    Debemos aplicarnos a nosotros mismos los consejos que damos a otros que han sufrido una pérdida puesto que lo que creemos que a ellos sirve, también ha de hacerlo para nosotros. La pérdida ha de ser interpretada como la devolución de algo que nos fue prestado por un tiempo determinado. Ésta es la idea del memento mori, esa frase que en las comedias le susurra al oído del César un esclavo para que no pierda la ecuanimidad de los humanos y no olvide que es tan mortal como cualquiera de sus gobernados.  


    Si quieres progresar, olvídate de los siguientes pensamientos: «Si descuido mis cosas, no tendré qué comer». «Si no castigo a mi sirviente, será malo». Mejor es morir de hambre, libre de aflicción y miedo, que vivir entre abundancia con el ánimo turbado. Mejor es que tu sirviente sea malo que tú infeliz.


    Las lecciones son prácticas y actuales. Predica que uno tiene que valorar lo que está en la naturaleza de las cosas antes de decidir las acciones. Así, si uno quiere ir a los baños, ha de considerar que allí hay gente que se comporta groseramente, que puede haber salpicaduras e incluso hurtos y que, por tanto, si cualquiera de esas cosas sucede y, pese a ello, uno ha querido acudir a los baños, no tiene sentido quejarse o perturbarse porque ocurra lo que está en la naturaleza de las cosas.



    No fuiste convidado al banquete, pero tampoco pagaste su coste, que es el de la adulación y la lisonja. Paga, pues, ese escote si te conviene. Pero, si no quieres dar esa paga, y sí disfrutar de la comida, es que eres avaro y necio.



    Ha de evitarse la relación social por sí misma ya que quien se junta con animales no puede sino convertirse en uno de ellos, pero si uno no tuviera ocasión de excusarse, ha de comportarse con comedimiento, tratar de evitar hablar y si ha de hacerlo, no criticar ni excederse, no ser el primero en reírse, no contar chismes. En la comida, no ha de abalanzarse sobre las fuentes que sirvan los esclavos sino dejar pasar los platos, pero tampoco pretender dar lecciones en la mesa ya que esto solo responde al propio ego, las lecciones han de darse con el ejemplo, no con la lengua.



    Por ejemplo, si estimas una vasija, piensa que no es más que una vasija que estimas; no te inquietes aunque se quiebre. Si amas a tu hijo o a tu mujer, piensa que amas a un ser mortal; así, no perderás la calma aunque muera.



    Y así se van desgranando las lecciones del antiguo esclavo de Epafrodito, que sufrió en su propio cuerpo los castigos de su amo, que quedó medio cojo por las palizas y que cuando fue libertado se dedicó a enseñar filosofía, marchando a Nicópolis cuando el emperador Domiciano decretó la expulsión de los filósofos de Roma. Epicteto, de quien apenas se sabe poco más de lo que acabo de mencionar, ni siquiera hay seguridad sobre si tuvo esposa, se cree que nació esclavo puesto que Epicteto deriva del término griego "adquirido" y murió en el 135 d. C. pero su legado perdura aún hoy en día con más fuerza que la de otros filósofos de quien conocemos su obra y milagros al detalle y que tuvieron la fortuna de poder legarnos directamente su obra escrita y no recogida años después de su muerte por la mano de un alumno.


    La traducción de los párrafos aquí seleccionados es la correspondiente al volumen Manual de Vida, de la editorial Taurus, con traducción de José Ortiz y Sanz, no sé si es la más ajustada a los conceptos filosóficos, pero desde luego es la más hermosa de las que he leído. Espero que estos ejemplos sean la mejor invitación para el lector.   



    Acuérdate de que tú eres el actor de un drama tal como lo quiso plantear su autor, ya sea breve o largo. Si quiere que representes a un mendigo, represéntalo bien; y lo mismo si un cojo, si un príncipe, si un plebeyo. Lo que te incumbe a ti es representar bien el papel que te encargan, pero elegirlo le corresponde a otro.






    2 de julio de 2025

    El gran engaño: Cómo la industria de la consultoría debilita las empresas, infantiliza a los gobiernos y pervierte la economía (Mariana Mazzucato y Rosie Collington)


    Muchos habrán pasado por una experiencia similar en sus lugares de trabajo. Un día se anuncia la llegada de una consultora, una empresa —normalmente de gran renombre y altos costes— que viene para ayudar a "mejorar el trabajo", el modo en que se hace. Que nadie se preocupe: solo vienen a ayudar, a cambiar desde fuera, con otros ojos, con ideas frescas, sin los vicios que arrastramos en nuestro día a día.


    Y llegan. Se sientan con todas las personas. Entrevistan, tomando infinidad de notas, mostrando un interés genuino y sincero. Se nota que no tienen mucha idea: sus preguntas denotan un sesgo muy claro y evidencian una falta absoluta de interés por el propósito del trabajo que uno desempeña, por el impacto en el cliente o en el resto de áreas con las que te relacionas.


    Y así, un día aparece el informe de la consultora. En ese informe uno confirma sus intuiciones: falta de conocimiento sobre el contenido del trabajo, sobre las complejidades en determinados puntos o las ineficiencias en otros. Todo ello ha sido normalmente obviado por una mezcla de desconocimiento e interés por cumplir con la finalidad por la que fueron llamados por el equipo de dirección.


    Porque no es cuestión de culparles. A fin de cuentas, tú puedes trabajar en el sector de la distribución de mercancías peligrosas y ellos vienen de eficientar una empresa de congelación de esperma. Y tampoco es para molestarse si en la mayoría de las preciosas diapositivas que han utilizado han sustituido sin más los iconos de condones por los de camiones.


    Y resulta que luego se quedan también para implantar, porque tal vez sus brillantes ideas necesiten de alguien que las impulse, que no las sabotee. Y se quedan para asegurar que todo sale como ellos lo han dibujado. Y, entre tanto, terminan por convertirse en unos compañeros más, empleados que suplen a los que ya no se pueden contratar por restricciones presupuestarias. Y aunque vayan identificados con una tarjeta para que quede claro que no son empleados sino “externos” y así evitar los riesgos de demanda por cesión ilegal de trabajadores, a todos los efectos son uno más.


    Entre tanto, siguen generando ideas, en ocasiones hasta alterando sus propuestas iniciales, siempre con la promesa, como la zanahoria de la fábula de Esopo, de que el paso definitivo hacia la suprema eficiencia está a la vuelta de la esquina, a la vuelta del último PowerPoint, tal vez el que han empleado hace poco para otro cliente, pongamos que de una cadena de restaurantes de comida rápida, porque ya se sabe que los secretos de la eficiencia valen en todo lugar y circunstancia.


    Y un día proponen, como si nada, que todos los procedimientos, los protocolos, las dailys, weeklys, monthlys, las BR y los entregables, que todos los puntos de control y situación, los pains y dashboards, no son más que una prueba de que el trabajo se ha vuelto muy complejo, de que no hay foco en el cliente y de que corremos el riesgo de volvernos unos funcionarios. Y, en una última pirueta, se propone la vuelta a un modelo más sencillo, más ágil, que suele parecerse bastante al que regía el día en que ellos llegaron.


    Y eso, solo si entre medias el directivo de turno no ha cambiado y se ha llevado consigo a su consultora de confianza, y el nuevo se ha traído la suya. Porque, para gustos, consultoras.


    En El gran engaño: Cómo la industria de la consultoría debilita las empresas, infantiliza a los gobiernos y pervierte la economía (Taurus, 2023), Mariana Mazzucato  y Rosie Collington desmontan esa gran obra de teatro contemporáneo que es el negocio de la consultoría global. Lo hacen con una mezcla brillante de rigor académico y narración escandalizada, rozando la conspiranoia del Código Da Vinci.


    Desde la profesionalización del management en el siglo XX hasta el auge actual de las grandes firmas como McKinsey, BCG, Bain o Deloitte, el libro traza una genealogía crítica del papel que las consultoras han jugado en la transformación del mundo del trabajo. Lo que empieza como un proceso de racionalización termina convirtiéndose en una forma de dominación simbólica en la que los saberes se externalizan, las decisiones se despolitizan y el poder se esconde detrás de informes de cien páginas con iconografía de colores.


    Como bien apuntan Mazzucato y Collington, las consultoras no tienen toda la culpa. En muchas ocasiones, las decisiones complejas y arriesgadas, las que impliquen inversiones millonarias, necesitan de un tercero al que poder echar la culpa si algo sale mal, o de alguien que justifique con su caro sello las decisiones que previamente ya ha tomado la dirección. Así, estas consultoras, cuyas finanzas son siempre más opacas que las de las empresas a las que asesoran, se convierten en portavoces de los deseos que los directivos sin ideas y sin valor no se atreven a expresar.


    Estas empresas se afanan por vender imagen, gestionar sus logros más allá de cualquier duda. Los socios, tan interesados en establecer métricas para cuantificar cualquier aspecto de la empresa asesorada, serán muy reacios a la hora de establecer el mismo rigor para medir sus propios éxitos. Mazzucato señala con descaro que la aportación de valor para sus clientes de estas empresas debería ser, como mínimo, igual o inferior al coste que les facturan. Y sin embargo, nada hace creer que esto sea así.


    Entonces, ¿son imbéciles los directivos? Ya se ha dicho que en muchas ocasiones se trata de cobardía a la hora de adoptar decisiones, falta de ideas o carencia de liderazgo para imponerlas. Pero en otras ocasiones estamos ante las puertas giratorias del negocio. Los directivos muchas veces provienen de estas mismas consultoras, son ellos quienes les generan negocio; en suma, creen realmente que aportan un valor considerable ya que, a fin de cuentas, nadie en su sano juicio creería que su trabajo no vale nada y ellos crecieron profesionalmente en estas firmas. No nos gusta mirarnos al espejo y que éste se rompa.


    Las consultoras crean apariencia de ciencia. Sus escuelas de formación interna se abren al exterior y se rebautizan como "universidades" para dotarlas de un prestigio que no merecen. Sus publicaciones, bajo nombres que las equiparan a revistas de rigor científico, no son sino publicidad continua, con artículos que no son revisados por pares, con autobombo y autocomplacencia.

     



     

    Las consultoras, en suma, no ayudan a pensar: ayudan a evitar pensar. Y en esa evasión, gobiernos y empresas se deslizan por la pendiente de la irresponsabilidad. Cuando un cambio no funciona, se culpa a la ejecución. Cuando el impacto es negativo, se culpa a la resistencia cultural. Cuando hay un escándalo, se niega que la consultora tuviera poder real. Pero El gran engaño demuestra que ese poder existe, y se ejerce de forma opaca, extractiva y peligrosamente desregulada.


    Uno de los capítulos más demoledores del libro es el que relata el caso de Puerto Rico. Tras el huracán María, McKinsey participó en el diseño de las medidas de ajuste presupuestario que afectaron dramáticamente a los servicios públicos. Lo inquietante no es solo que se aplicaran recetas propias del mundo empresarial a un país devastado, sino que la propia consultora tenía intereses financieros en los bonos de deuda puertorriqueños. Es decir, ayudaba a definir políticas que afectaban el valor de unos activos de los que, en secreto, era beneficiaria. Más que conflicto de interés, se trata de una captura corporativa sin máscaras.


    Y este no es un caso aislado. Como advierte el libro, buena parte del modelo de negocio de las consultoras se basa en esa zona gris donde se mezclan “recomendaciones estratégicas” y “valor compartido”. Como bien explica el libro, muchas de estas firmas viven de replicar soluciones prefabricadas y maquillarlas con un nuevo logo y un par de anécdotas personalizadas.


    Estas empresas han logrado entrar incluso en mercados en vías de desarrollo donde aparentemente poco tendrían que aportar. Sin embargo, lo hacen de la mano de las multinacionales que se instalan en esos países, pero también para implementar los planes de ahorro que las organizaciones como el Banco Mundial o el FMI imponen a los Estados en vías de desarrollo para concederles ayudas, moratorias.


    Otras técnicas que emplean estas empresas son las de asesorar a gobiernos a muy bajo coste, ofrecer incluso materiales y guías gratuitas para lograr un conocimiento de la estructura de sus clientes que les terminará por colocar en una buena posición cuando se abra un concurso público o cuando otro cliente requiera de sus servicios. Publicitarse como colaborador en proyectos altruistas es una buena inversión publicitaria. Igualmente, Mazzucato se recrea en cómo los apartados de las páginas de estas grandes consultoras ponen un énfasis desmedido en el medio ambiente, el cambio climático, con sorna asegura que a veces duda de si está en la página de Greenpeace o en la de Deloitte. Y es que el negocio de la sostenibilidad es demasiado jugoso como para andarse con tonterías y, a fin de cuentas, uno tiene que vender las recetas que curen los males que ayudamos a provocar.


    Por otro lado, las conexiones entre el mundo de la auditoría y el de la consultoría han traído escándalos y dudas más que razonables sobre la honestidad del modelo de negocio en sí de estas grandes empresas. El resultado es paradójico: más consultoría, menos inteligencia institucional.


    Lo que Mazzucato y Collington denuncian no es solo una práctica empresarial dudosa, sino una transformación profunda de cómo se gobiernan nuestras instituciones. Las consultoras han colonizado no sólo la empresa privada, sino también el Estado. Bajo la lógica de “modernización”, se han vaciado ministerios, se han debilitado servicios públicos y se ha infantilizado al poder político. Se les convence de que no saben, de que no pueden, de que alguien de fuera, más joven, más caro, más “data driven”, lo hará mejor.


    Pero como tantas veces ocurre, el resultado es el contrario: menos capacidad técnica, menos memoria institucional, más dependencia. El libro sugiere que este proceso tiene consecuencias incluso sobre la calidad de nuestras democracias. La externalización sistemática de la toma de decisiones diluye la responsabilidad pública. ¿Quién votó a Accenture? ¿Quién eligió a McKinsey? ¿A quién se le exige cuentas cuando fallan?


    Los errores en las decisiones públicas, como demuestran varios de los ejemplos citados en el libro, no son pagados por los responsables públicos que eligieron a las consultoras; tampoco lo pagan estas, ya hemos hablado de que no es fácil medir su grado de éxito o fracaso; lo terminan pagando los ciudadanos que no han intervenido en este proceso, en forma de sobrecarga de impuestos o peores servicios públicos.


    Mariana Mazzucato ya ha venido demostrando su interés por la economía pública y los falsos mitos que la rodean como ya hizo en El Estado emprendedor, y aquí continúa exponiendo su reivindicación del papel del Estado, papel que se ve socavado por la injerencia de estas consultoras. 


    El gran engaño no es solo un ensayo sobre el mundo de la consultoría, es una advertencia sobre un modelo económico que ha sustituido la reflexión por el protocolo, la política por la presentación, el compromiso por la palabrería hueca. Un libro como este incomoda, y esa es una de sus grandes virtudes. Porque incomoda a los tecnócratas, a los directivos acomodados, a los gobiernos débiles. Pero, sobre todo, incomoda a quienes aún creen que el conocimiento importa, que la decisión democrática vale más que la receta genérica, y que no todo lo que brilla en un PowerPoint debe regir nuestras vidas.


    Lo que Mazzucato y Collington ponen sobre la mesa es una llamada a recuperar el control, a defender la inteligencia colectiva frente a la subcontratación del pensamiento. Y así,  quizá, solo quizá, la próxima vez que una consultora cruce la puerta, alguien tenga el valor de preguntar: ¿y si no los necesitamos?