Stefan Zweig terminó sus días en Petrópolis, Brasil. Se suicidó junto a su esposa ya que, según sus palabras, “es mejor finalizar en un buen momento y de pie una vida en la cual la labor intelectual significó el gozo más puro y la libertad personal el bien más preciado sobre la Tierra”. En febrero de 1942 la victoria del Eje parecía inevitable y Zweig no quiso afrontar su triunfo ni el declive físico que se avecinaba. No quiso ver cómo la Europa que conoció se desmoronaba.
Quizá le hubiera gustado saber que finalmente el totalitarismo no se impuso, pero probablemente la Europa que surgió de las ruinas de la guerra tampoco no le habría satisfecho plenamente.
Lo cierto es que entre los papeles que dejó a su muerte con la intención de ser publicados -como la célebre Novela de ajedrez- no se encontraba el fajo correspondiente a La embriaguez de la metamorfosis que no sería publicada hasta los años ochenta, todo un acontecimiento editorial. Zweig dedicó un gran esfuerzo a esta obra que abandonó y recuperó a lo largo de más de 15 años. Podemos conjeturar sobre los motivos por los que no quiso verla publicada, si consideraba que no estaba plenamente desarrollada, si no reflejaba su verdadera intención, ...
Pero frente a preguntas de incierta respuesta tenemos un texto que nos espera y que pronto nos introduce de lleno en la historia con la calidad de la prosa de Zweig. Nos encontramos con una historia gris, reflejo del mundo de entreguerras en el que las familias apenas pueden pensar en ocios y disfrutes ajenos a la mera supervivencia; en el que la ausencia de los varones muertos en la guerra pesa como una losa en los hogares que han sufrido tal desgracia. Y allí, en un pueblo alejado de Viena malvive como empleada de Correos Christine, una joven que ha perdido a su padre y que comparte un miserable hogar con su madre, gravemente enferma; cuyo sueldo apenas alcanza para cubrir las necesidades básicas; que ha perdido la alegría por la vida y la pasión propia de su edad; que se ha resignado a una vida que le ha sido impuesta ante la falta de oportunidades pero que tampoco rechaza pues no conoce otra.
Y, repentinamente, se ve abocada a un mundo diferente cuando recibe una invitación para visitar a su tía, que emigró a Estados Unidos e hizo un buen matrimonio y que ahora regresa a Europa por una temporada residiendo en un lujoso hotel suizo. Pese a su escaso entusiasmo, Christine emprende el viaje con el fin de no enfadar a su madre. Llegando a la misma recepción del hotel se ve a sí misma, en contraste con quienes le rodean, como la basta, torpe y atolondrada campesina que es en realidad.
Pero en su corazón no surge el odio y la rebelión frente a quienes gastan en una sola noche lo que ella gana en varios meses de duro trabajo. No nace el orgullo de los humildes frente a quienes visten a diario ropas tan caras y elegantes que Christine cree dignas de la realeza. No es el rechazo de lo que le está vedado lo que se impone, sino la pregunta de qué le separa a ella de aquellos afortunados.
Y la respuesta se la ofrece su tía que percibe la reserva y timidez de su sobrina y sabe interpretarla. La toma bajo su protección y la somete a un profundo cambio: peluquería, manicura, ropa comprada o prestada de lo que ha comprado durante su estancia en París. Christine puede comprobar cómo quienes hace unas horas apenas dejaban resbalar una mirada cansina sobre ella, ahora se deleitan observando a una hermosa joven, fresca y alegre.
No es sólo la apariencia física lo que ha cambiado en Christine, todo lo contrario, el mayor cambio lo ha dado su confianza. De creer que no puede compartir estancia con estos caballeros elegantes o con las refinadas mujeres que les acompañan, ha pasado a aceptar elogios e invitaciones con la plena naturalidad de quien cree merecerlos. Aunque a ratos aún se pregunta cómo se ha producido esta transformación, asume que debe disfrutar de la misma en tanto dure y por ello se lanza y entrega plenamente a esta vida que le hace renacer hasta el punto de causar el enojo de sus tíos que apenas se ven atendidos por una sobrina tan atareada en su agitada vida social.
Como muy bien deja entrever la traducción del título al castellano, obra de Adan Kovacsics, toda embriaguez lleva inevitablemente su cruz: la resaca. Y ésta es terrible para Christine que se ve rechazada y desposeída de todo lo maravilloso que acaba de descubrir. Y es arrojada a su ruinosa oficina postal en un pueblo donde el más refinado de sus habitantes es el maestro de la escuela cuya vulgaridad y bajeza ahora apenas puede soportar, revelada a la luz de su nueva experiencia.
El modo en que Christine da salida a la rabia contenida y a su dolor por no poder optar a ese mundo anhelado, reflejado en la pregunta con que se tortura -¿Por qué yo no?- queda pendiente para que el lector que no conozca esta novela pueda disfrutar del inesperado giro de acontecimientos con que Zweig dirige la obra hacia su final.
Cabe incluso preguntarse si el escritor austriaco tenía previsto que la novela no finalizase de un modo tan abrupto, si bien, tal y como quedó, la brusquedad de este final conviene a la trama puesto que lo realmente relevante de La embriaguez de la metamorfosis no es el acontecer de los hechos, sino la transformación psicológica de Christine. Zweig no toma el mito de Pigmalión para remedarlo con simpleza y recrearse en los cambios externos de la joven. Todo lo contrario, estos ocupan un papel destacado, pero el verdadero objeto de estudio es cómo afronta el cambio la protagonista y cómo va asumiendo y haciendo propia su nueva identidad renunciando a los vestigios de una insegura y apesadumbrada joven.
La agudeza psicológica de Zweig se revela a cada momento. El proceso de ascenso y caída es revelado a través de los sentimientos de la joven Christine siendo el resto de personajes meras comparsas que dotan de contenido externo a este relato. ¿Qué enseña La embriaguez de la metamorfosis? El mensaje puede ser ambiguo. Una lectura simplista podría dirigirnos al tópico de que es preferible aceptar la realidad para saber sobrellevarla y no abrumarse con el deseo de lo que no es posible. Otra interpretación igual de tópica, nos conduce por los caminos de la superación personal: no son las ropas o joyas las que hacen de Christine el foco de la atención social en el hotel, es su seguridad y confianza las que le permiten sacar partido a los aderezos externos; es decir, la fuera del cambio nace de ella, de su voluntad, perdida ésta, la fuerza se transforma en odio y rabia tan intensos como estériles.
Quizá el verdadero mensaje sea algo más complejo, quizá Zweig, tan mesurado, creyera preferible una combinación de fortaleza interior con cierta estabilidad social. Quizá la realidad social tras la Primera Guerra Mundial comenzaba a amenazar los cimientos de las sociedades europeas y Zweig anticipa el cambio. La inconformidad y la revuelta pueden surgir, igual que la rabia de Christine, de vislumbrar la vida de las élites, de creerse con derecho a ella. Pero también, sin metamorfosis no hay posibilidad de cambio y el estancamiento lleva al derrumbe de las sociedades, y esta verdad chocaba demasiado con la ideología de Zweig y por ello esta obra quedó en el tintero del tiempo sin que el autor pudiera decidir definirse claramente.
Pero no es por la ideología del escritor (o nuestras elucubraciones sobre la misma) como ha de juzgarse una obra, sino por los méritos de ésta. La embriaguez de la metamorfosis bien merece su lectura, pese a no ser la mejor de sus obras, por la calidad de un texto que sabe tratar un tema relativamente manido de modo que el lector cree estar descubriendo un argumento original al tiempo que enfrenta a quien lee la novela al dilema de enjuiciar la rabia de Christine y juzgarla legítima o fruto de una enfermiza envidia. Pero enjuiciar a otros concluye siempre por enjuiciarnos a nosotros mismos, de ahí que la lectura sea siempre una actividad de riesgo.
Quizá le hubiera gustado saber que finalmente el totalitarismo no se impuso, pero probablemente la Europa que surgió de las ruinas de la guerra tampoco no le habría satisfecho plenamente.
Lo cierto es que entre los papeles que dejó a su muerte con la intención de ser publicados -como la célebre Novela de ajedrez- no se encontraba el fajo correspondiente a La embriaguez de la metamorfosis que no sería publicada hasta los años ochenta, todo un acontecimiento editorial. Zweig dedicó un gran esfuerzo a esta obra que abandonó y recuperó a lo largo de más de 15 años. Podemos conjeturar sobre los motivos por los que no quiso verla publicada, si consideraba que no estaba plenamente desarrollada, si no reflejaba su verdadera intención, ...
Pero frente a preguntas de incierta respuesta tenemos un texto que nos espera y que pronto nos introduce de lleno en la historia con la calidad de la prosa de Zweig. Nos encontramos con una historia gris, reflejo del mundo de entreguerras en el que las familias apenas pueden pensar en ocios y disfrutes ajenos a la mera supervivencia; en el que la ausencia de los varones muertos en la guerra pesa como una losa en los hogares que han sufrido tal desgracia. Y allí, en un pueblo alejado de Viena malvive como empleada de Correos Christine, una joven que ha perdido a su padre y que comparte un miserable hogar con su madre, gravemente enferma; cuyo sueldo apenas alcanza para cubrir las necesidades básicas; que ha perdido la alegría por la vida y la pasión propia de su edad; que se ha resignado a una vida que le ha sido impuesta ante la falta de oportunidades pero que tampoco rechaza pues no conoce otra.
Y, repentinamente, se ve abocada a un mundo diferente cuando recibe una invitación para visitar a su tía, que emigró a Estados Unidos e hizo un buen matrimonio y que ahora regresa a Europa por una temporada residiendo en un lujoso hotel suizo. Pese a su escaso entusiasmo, Christine emprende el viaje con el fin de no enfadar a su madre. Llegando a la misma recepción del hotel se ve a sí misma, en contraste con quienes le rodean, como la basta, torpe y atolondrada campesina que es en realidad.
Pero en su corazón no surge el odio y la rebelión frente a quienes gastan en una sola noche lo que ella gana en varios meses de duro trabajo. No nace el orgullo de los humildes frente a quienes visten a diario ropas tan caras y elegantes que Christine cree dignas de la realeza. No es el rechazo de lo que le está vedado lo que se impone, sino la pregunta de qué le separa a ella de aquellos afortunados.
Y la respuesta se la ofrece su tía que percibe la reserva y timidez de su sobrina y sabe interpretarla. La toma bajo su protección y la somete a un profundo cambio: peluquería, manicura, ropa comprada o prestada de lo que ha comprado durante su estancia en París. Christine puede comprobar cómo quienes hace unas horas apenas dejaban resbalar una mirada cansina sobre ella, ahora se deleitan observando a una hermosa joven, fresca y alegre.
No es sólo la apariencia física lo que ha cambiado en Christine, todo lo contrario, el mayor cambio lo ha dado su confianza. De creer que no puede compartir estancia con estos caballeros elegantes o con las refinadas mujeres que les acompañan, ha pasado a aceptar elogios e invitaciones con la plena naturalidad de quien cree merecerlos. Aunque a ratos aún se pregunta cómo se ha producido esta transformación, asume que debe disfrutar de la misma en tanto dure y por ello se lanza y entrega plenamente a esta vida que le hace renacer hasta el punto de causar el enojo de sus tíos que apenas se ven atendidos por una sobrina tan atareada en su agitada vida social.
Como muy bien deja entrever la traducción del título al castellano, obra de Adan Kovacsics, toda embriaguez lleva inevitablemente su cruz: la resaca. Y ésta es terrible para Christine que se ve rechazada y desposeída de todo lo maravilloso que acaba de descubrir. Y es arrojada a su ruinosa oficina postal en un pueblo donde el más refinado de sus habitantes es el maestro de la escuela cuya vulgaridad y bajeza ahora apenas puede soportar, revelada a la luz de su nueva experiencia.
El modo en que Christine da salida a la rabia contenida y a su dolor por no poder optar a ese mundo anhelado, reflejado en la pregunta con que se tortura -¿Por qué yo no?- queda pendiente para que el lector que no conozca esta novela pueda disfrutar del inesperado giro de acontecimientos con que Zweig dirige la obra hacia su final.
Cabe incluso preguntarse si el escritor austriaco tenía previsto que la novela no finalizase de un modo tan abrupto, si bien, tal y como quedó, la brusquedad de este final conviene a la trama puesto que lo realmente relevante de La embriaguez de la metamorfosis no es el acontecer de los hechos, sino la transformación psicológica de Christine. Zweig no toma el mito de Pigmalión para remedarlo con simpleza y recrearse en los cambios externos de la joven. Todo lo contrario, estos ocupan un papel destacado, pero el verdadero objeto de estudio es cómo afronta el cambio la protagonista y cómo va asumiendo y haciendo propia su nueva identidad renunciando a los vestigios de una insegura y apesadumbrada joven.
La agudeza psicológica de Zweig se revela a cada momento. El proceso de ascenso y caída es revelado a través de los sentimientos de la joven Christine siendo el resto de personajes meras comparsas que dotan de contenido externo a este relato. ¿Qué enseña La embriaguez de la metamorfosis? El mensaje puede ser ambiguo. Una lectura simplista podría dirigirnos al tópico de que es preferible aceptar la realidad para saber sobrellevarla y no abrumarse con el deseo de lo que no es posible. Otra interpretación igual de tópica, nos conduce por los caminos de la superación personal: no son las ropas o joyas las que hacen de Christine el foco de la atención social en el hotel, es su seguridad y confianza las que le permiten sacar partido a los aderezos externos; es decir, la fuera del cambio nace de ella, de su voluntad, perdida ésta, la fuerza se transforma en odio y rabia tan intensos como estériles.
Quizá el verdadero mensaje sea algo más complejo, quizá Zweig, tan mesurado, creyera preferible una combinación de fortaleza interior con cierta estabilidad social. Quizá la realidad social tras la Primera Guerra Mundial comenzaba a amenazar los cimientos de las sociedades europeas y Zweig anticipa el cambio. La inconformidad y la revuelta pueden surgir, igual que la rabia de Christine, de vislumbrar la vida de las élites, de creerse con derecho a ella. Pero también, sin metamorfosis no hay posibilidad de cambio y el estancamiento lleva al derrumbe de las sociedades, y esta verdad chocaba demasiado con la ideología de Zweig y por ello esta obra quedó en el tintero del tiempo sin que el autor pudiera decidir definirse claramente.
Pero no es por la ideología del escritor (o nuestras elucubraciones sobre la misma) como ha de juzgarse una obra, sino por los méritos de ésta. La embriaguez de la metamorfosis bien merece su lectura, pese a no ser la mejor de sus obras, por la calidad de un texto que sabe tratar un tema relativamente manido de modo que el lector cree estar descubriendo un argumento original al tiempo que enfrenta a quien lee la novela al dilema de enjuiciar la rabia de Christine y juzgarla legítima o fruto de una enfermiza envidia. Pero enjuiciar a otros concluye siempre por enjuiciarnos a nosotros mismos, de ahí que la lectura sea siempre una actividad de riesgo.
Magnífica entrada, no he leído nada de este autor, pero tras leer tus palabras conseguiste despertar mi curiosidad por el libro y por el destino de su protagonista.
ResponderEliminarIntentaré conseguirlo y encontrar tiempo para leerlo.
Gracias por traerlo hoy aquí y descubrírmelo.
Saludos
¡ Que casualidad! Yo estoy leyendo " La impaciencia del corazón" que por lo que veo se parece mucho a este que comentas. Lo apunto porque de Zweig lo leo todo, es una apuesta segura aunque unos sean mejores que otros.
ResponderEliminarTe sigo recomendando sus memorias.
Gran crítica como siempre.
Espléndido texto, GWW; leí hace tiempo esta novela, y coincido casi plenamente con lo que dices. No está claro cuál es la intención de Zweig (la intención moral) pero lo que nos muestra en la novela existe; existe el deseo de ocupar un espacio que no es el nuestro, y a veces lo ocupamos por casualidad o por un golpe de fortuna; y volver al espacio anterior es duro. Por otra parte, tampoco se puede negar el deseo o la necesidad de prosperar, de mejorar el tipo de vida, pero cuando esto es fruto de la suerte, no del trabajo, del tesón y del esfuerzo, parece que igual que se consigue, se pierde. De ahi, quizás, el resentimiento. Bueno, es lo que se me acaba de ocurrir y quizás no son horas.
ResponderEliminarTe felicito, es una entrada muy buena, y un análisis, como siempre, bastante acertado lúcido.
En mi lista de blogs amigos llevo viendo reseñas de libros de este autor una y otra vez.
ResponderEliminarSiempre que leo una de sus reseñas digo "A ver si leo algo de Zweig".
Este libro no lo había visto comentado, pero a ver si me animo con él o con algún otro del autor
Zweig es uno de esos autores que te atrapa desde su primera lectura. Después de leer Carta de una desconocida supe que quería leer toda su obra.
ResponderEliminarCatorce momentos estelares de la humanidad me pareció magnífica. Tu reseña hace que tome nota de esta, que no conocía.
De momento quiero probar con una de sus biografías.
(por un momento mientras leía, me acordaba de Irene Nemirovsky y sus personajes -esos nuevos ricos que aspiran a integrarse en la alta sociedad,sin éxito.
Se que no tienen nada que ver pero, como dije más de una vez, mi mecanismo asocialibros funciona a pesar de mí misma)
Qué buena reseña, admiro enormmente a este escritor, he leído "24 horas en la vida de una mujer" y " Carta de una desconocida" y los dos me estremecieron.
ResponderEliminarEn pocas páginas te mete en la historia de una manera fascinante.
Me lo apunto porque quiero ler más de este escritor.
Gracias por traerlo aquí y de hacer que nos enteremos.
Un saludo
Teresa
Stefan Zweig terminando sus días en Petropolis.
ResponderEliminarMarai terminando sus días en San Diego.
Uno se imagina a personas terminando sus días en realidades totalmente diferentes a las que nació y ruega al cielo.
De Zweig , quiero comenzar como lo dije en anteriores entradas , con carta a una desconocida
Excelente reseña, Gww, tal parece que esta novela incursiona en aspectos muy humanos; me gustaría penetrar en la complejidad del mensaje, la conclusión que haces en el penúltimo párrafo es realmente interesante.
ResponderEliminar¡Un saludo!
Hola Gww. Sabes, por lo que describes de la situación que afronta la protagonista de la historia, se me parece mucho -salvando épocas y géneros- al Eugene de "Papá Goriot": ambos personajes se desenvuelven dentro de una tensión que los atrae y separa del mundo pomposo de las ciudades, siendo ellos de origen campesino. Habrá que tratar esto en un examen más extenso. Saludos desde Colombia.
ResponderEliminarHola Gww. Sabes, por lo que describes de la situación que afronta la protagonista de la historia, se me parece mucho -salvando épocas y géneros- al Eugene de "Papá Goriot": ambos personajes se desenvuelven dentro de una tensión que los atrae y separa del mundo pomposo de las ciudades, siendo ellos de origen campesino. Habrá que tratar esto en un examen más extenso. Saludos desde Colombia.
ResponderEliminarLo que comentas sobre las distintas interpretaciones más o menos simplistas de la novela podría hacerse extensivo a toda la obra de Zweig. Existe una cierta tendencia por pate de algunos a ver a Zweig como un escritor superficial y romántico, un ecritor "para señoritas", como decía un amigo. En mi opinión hay más en sus libros de lo que se percibe a simple vista, pero, al margen de interpretaciones, es un gran escritor. Excelente reseña, intentaré leer el libro.
ResponderEliminarSaludos,
Javier BR
Gracias por vuestros comentarios y disculpad el retraso en responderos.
ResponderEliminarVivian, yo también me he resistido bastante tiempo a Zweig pero al final todo llega, espero que su lectura merezca la pena.
molinos, gracias por tus palabras. Las memorias de Zweig me las recomienda también mi hermano, así que no tengo escapatoria. A ver qué tal resulta La impaciencia del corazón, ya nos contarás.
Ariodante, gracias por tus palabras. Creo que parte de las lecciones que se pueden extraer de este libro son las que citas (la rabia y el resentimiento no son la menor de todas ellas) con independencia de la intención de Zweig. La obra fue fruto de un largo periodo de tiempo por lo que la amalgama debió ser grande y quizá por ello no estuvo muy satisfecho del resultado y no quiso verla publicada.
Hola César, anímate a leer a Zweig (aunque no sé si este libro es la mejor opción para comenzar) porque en este caso el "esfuerzo" se desvanece fácilmente y no resulta un autor pedante o anticuado como, por desgracia, le tenía de algún modo tachado.
lammermoor, ¿terminó bien tu mudanza? Es gracioso pero la asociación que haces no es tan descabellada. El maestro de almas debió escribirse al tiempo que Zweig trabajaba en el manuscrito de este libro y tiene algunos elementos comunes aunque la perspectiva del protagonista sea diferente.
Hola Teresa! Tengo pendiente el de "24 horas", parece un argumento interesante y además creo que debe ser muy parecido en cuanto a estilo a la Carta de una desconocida. Me alegra verte por aquí.
Leox, es una reflexión muy interesante la que haces y que puede aplicarse a muchos escritores. Quizá la realidad que les era más propia se había desvanecido y por ello preferían huir a paisajes con los que no tuvieran implicación emocional (o quizá es una tontería lo que digo). La Carta es una estupenda elección para comenzar con Zweig (al menos, por ella comencé yo).
Gracias por el elogio Andrómeda. Realmente este libro toca puntos muy profundos de los sentimientos humanos; quizá aquéllos que más duelen (el orgullo propio, le rechazo, la envidia y el resentimiento), aquellos capaces de convertir en estéril y árida una vida. Por ello es interesante su lectura, un pequeño experimento controlado en la persona de Christine.
Hola Alejandro, se agradecen los saludos transoceánicos. Desgraciadamente no he leído Papa Goriot pero sí que se da esa tensión que mencionas. En el caso de La embriaguez de la metamorfosis más que plantearse en el binomio campo-ciudad se centra más en la contraposición entre la clase privilegiada y los dejados a un lado por la marea del éxito. Uno de los personajes se presenta bajo la apariencia de revolucionario, opuesto a todo lo que Christine admira, y su odio le hace casi comulgar con él. En definitiva, la propia Christine vive esa contradicción que señalas entre desear pertenecer a los jóvenes y hermosos ricos y despreciarlos al no poder entrar en dicho círculo.
Libros y literatura, qué gran verdad la que señalas. Los simplismos han acabado con el reconocimiento debido a muchos grandes escritores (otros muchos se habrán beneficiado de una fama que no merecen). En el caso de Zweig, tildarle de escritor sensiblero y apropiado para "señoritas" es desconocer que el motor de los hombres siempre nace de un sentimiento profundo y que Zweig ayuda a darle forma y ponerle nombre. Reflexionar sobre esos sentimientos no es sensiblería (o eso creo yo).
Un abrazo a todos y gracias por haberos tomado el tiempo para dejar vuestros comentarios.
La frase “la pregunta de qué le separa a ella de aquellos afortunados”, así como el tema de la novela me ha interesado por aquello de que en muchas ocasiones es un tema de sobremesa o tertulias con amigos. Además enlaza con el siguiente libro, la emigración, el derecho a tener el sueño de una vida mejor, el “Tren de la Ilusión”, y en lo que a me toca, de ahí mi interés, en eso que hacemos, con la mejor de las voluntades, de traer niños de los campamentos saharauis, pongo por caso.
ResponderEliminarComo siempre temas eternos y problemáticos pero por lo que cuentas bien plasmados, con todas sus aristas que no son pocas.
Yo he leído carta de una desconocida. Fue hace unos años, pero me marcó, sé que resulta impredecible, pero es un relato muy sensible.
ResponderEliminarÚltimamente tengo ganas de leer algo de Zweig, hace mucho que leí "24 horas en la vida de una mujer" y no he vuelto con él. No por falta de ganas sino porque hay tanto que quiero leer... Este título me parece muy, muy interesante, y más con la reseña que le has hecho, a ver si lo consigo. Gracias GWW. XD
ResponderEliminarsehilaallande, este libro también resulta muy sensible ya que recurre a las consecuencias del despecho y la rabia. Es muy delicado, y en ocasiones, muy duro.
ResponderEliminarLolahay tanto por leer que a veces es dificil marcar prioridades. Con Zweig tendrás en cualquier caso una apuesta segura.
Un abrazo.
Extraordinario escritor, este verano leí su autobiografía, El mundo de ayer, aún estoy inmersa en esa atmósfera, que crea y recrea, envolviendo al lector. Muy buen post.
ResponderEliminarGww, que sepas que ya lo he leído. XD. ¡Genial! No será lo mejor de Zweig, pero incluso lo peor de Zweig queda alto para muchos otros. La historia de Christine es impresionante pero me impactó mucho más el personaje de Ferdinand y el desenlace que no me esperaba, la verdad. Los dos últimos párrafos de tu reseña me han hecho pensar en un aspecto de la novela en el que no había reparado. Mil gracias.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado esta novela. La historia de Ferninand es realmente curiosa porque me parece una extravagancia en la obra de Zweig introducir a un pesonaje tan peculiar y que éste tenga la capacidad de reconducir de ese modo la frustración de Christine. Creo que en esto Zweig recogió muy bien el sentimiento de un tiempo en el que todos esos sentimientos habían puesto patas arriba el mundo conocido hasta entonces.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola palabrascromáticas, gracias por tu comentario. La biografía de Zweig tiene una pinta estupenda porque, según tengo entendido, refleja todo lo que el mundo fue cambiando en su tiempo, con cierta pena y nostalgia pero también algo de crítica. Otra lectura pendiente que tengo.
ResponderEliminarSaludos.
Me parece interesante tu lectura psicológica de esta novela, sin embargo, si hay que delimitar un tema, creo que la crítica al capitalismo estatalizado y a la falsa conciencia es quizá el gran tema del periplo de la protagonista.
ResponderEliminarUn saludo y buena lectura.
gracias por el comentario, es una estupenda perspectiva para interpretar el texto.
ResponderEliminarSaludos.