Hay una línea sutil que une obras como Yo que he servido al Rey de Inglaterra, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk o El Pentateuco de Isaac. No es sólo su origen centroeuropeo, su indisimulado pacifismo, la ironía que baña sus páginas y que sirve para distanciarnos del horror que describen. Es también el recorrido que hacen por parte de la historia reciente de este siglo pasado, el XX, vencido ya según el calendario pero aún vigente en sus consecuencias y circunstancias. Y es también, a nivel literario, por sus protagonistas, auténticos héroes de este tiempo en el que sólo los que parecen aquejados de cierta tontuna, logran sobrevivir a las locuras ajenas; sólo quienes se muestran como inofensivos son dejados a un lado ganándose así su supervivencia y sólo ellos, grandes irónicos, penetran y nos ofrecen las verdades que a los serios burócratas o a los visionarios de la política parecen estarles vedadas.
Y esta línea es la misma que une los destinos de millones de personas arrojadas a la muerte en campos de batalla, de concentración o de reeducación; vapuleadas por el debate de las ideas hecho carne y sangre en sus frágiles cuerpos, descuartizados por unos intereses que sólo a unos pocos interesaron y deshumanizados por los bandazos de la arbitrariedad y el azar.
Asomarse a ese marasmo puede hacerse desde los riscos de la Historia, la Política o la Filosofía. Pero otra buena tribuna es la que ofrecen obras como las señaladas, o tantas otras, empeñadas en arrojar luz sobre periodos oscuros, en encerrar sus sombras confusas o en fundir en agua cristalina las más espesas neblinas.
El Pentateuco de Isaac es una de esas atalayas luminosas que nos permiten atisbar de un modo especial las sinrazones de nuestra época (no tantas cosas han cambiado, quizá sí se hayan desplazado geográficamente) a través de los ojos de Isaac Jacob Blumenfeld, que nació austrohúngaro, pasó a ser ciudadano de Polonia, compañero de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, habitante de los Territorios Orientales del Reich y, finalmente, con un breve interludio siberiano, ciudadano austriaco con residencia en Viena. Y en estos cinco episodios o libros, no tan extraños para muchos otros ciudadanos europeos que vieron bailar las fronteras varias veces bajos sus pies temblorosos, llegamos a identificarnos y emocionarnos con las ocurrencias y peripecias de este buen judío hasídico que, a duras penas, logra llevar su narración a su destino, siempre asaltado por anécdotas, chistes o recuerdos que le desvían de su camino y a los que se aferra con fuerza para preservar su identidad, su cordura en definitiva.
"¿Acaso has visto a un judío que se calle lo que ya ha decidido contar?"
Y no es que su vida resulte de especial atractivo, o que haya jugado un papel destacado en los acontecimientos que le zarandean. Todo lo contrario, Isaac es una hoja al viento, un camino sin destino cierto. Pero es su esfuerzo por superar cada obstáculo, por definir ese destino que le resulta esquivo, por aferrarse a la vida cuando ésta le abandona, lo que le convierte en un héroe. Sus reflexiones van ganando fuerza y peso y si bien en un principio son los sermones y las conversaciones con el rabino Samuel Bendavid (su cuñado) el nutriente principal de sus reflexiones, pronto adquiere el hábito de pensar por sí mismo, tomando de quienes le rodean y de sus propias observaciones aquello que precisa para elaborar un mundo propio, sin tomarse a sí mismo excesivamente en serio, con humildad y paciencia.
De todos modos, ¿no cayó en la misma tentación el rabino Ben Zwi al ver en una carnicería cristiana un jamón de Praga rosado y fresco?
- ¿A cuánto es este pescado?- le preguntó al carnicero.
- No es pescado, sino jamón de Praga.
- No te pregunto cómo se llama el pescado, sino a cuánto sale....
El libro toma la forma de un largo discurso que entronca con la tradición oral judía, con las reuniones familiares en torno a una cazuela repleta de pipas de calabaza la noche del viernes, celebrando el sabbath, en las que se repasan las miles de historias familiares o tribales que conforman la identidad de este pueblo. A modo de un Woody Allen lenguaraz, Isaac hace avanzar sus recuerdos desde su infancia en Kolodetz, a sus trabajos como ayudante en la sastrería de su padre, su enamoramiento de Sara, la de los ojos verde-grisáceos, su primera visita a Viena acompañado de su tío que quiere enseñarle el mundo (o sea, las mujeres) antes de ser alistado para participar en la Primera Guerra Mundial, contienda de la que sufre sus consecuencias pero sin llegar a participar en ella, al igual que le ocurrirá en la Segunda Guerra Mundial o incluso en la Guerra Fría.
La ironía juega un papel fundamental en esta obra, desde la propia entrada del libro en la que el autor traslada sus agradecimientos al rabino. Esta ironía desempeña una función casi narcotizante, aislando al narrador de una realidad dañina. Pero no sólo de ironía se forma la tradición oral que aflora en las páginas de El Pentateuco de Isaac, también la reflexión filosófica, el manso escepticismo de los oprimidos, la vaga y remota esperanza de remisión, ecos todos ellos de esa tradición citada.
"Si Dios tuviera ventanas, hace tiempo que le hubieran roto los cristales"
En este tono general, Isaac desgrana su vida, una lucha por sobrevivir adaptándose a un entorno siempre hostil, siempre complejo y cambiante pero que afronta con una filosofía que le engrandece. Para cada situación encuentra una anécdota de la que sabe extraer una enseñanza, sabiduría popular en estado puro.
Un buen día, el ciego Iosel, ayudándose con su bastoncito, fue a visitar al rabino y le preguntó:Y es que en este libro, no es sencillo extraer conclusiones ya que poco es lo que parece. Isaac pasa por ser un simple aturullado pero es quien mejor sobrevive a toda la debacle de su siglo. El rabino, el más preparado intelectualmente, no logra asomarse a un atisbo de felicidad, sometido siempre a sus dudas y sus opiniones políticas. Los hijos de Isaac pese a arrimarse al Poder, representado por la patria soviética, son arrasados igualmente.
- Rabí, ¿qué estás haciendo ahora?
- Estoy tomando leche.
- ¿Cómo es la leche, rabí?
- Es un líquido blanco.
- ¿Qué quiere decir "blanco"?
- Blanco, pues... es el color de los cisnes.
- ¿Y qué es un "cisne"?
- Un ave que tiene el cuello curvo.
- ¿Qué es "curvo"?
El rabino dobló su brazo por el codo.
- Anda, tiéntalo y sabrás.
El ciego Iosel palpó atentamente el brazo del rabino y dijo agradecido:
- Gracias, rabí. ¡Ahora ya sé cómo es la leche!
El Pentateuco de Isaac es la novela que abre una trilogía escrita por Angel Wagenstein, conocido realizador búlgaro de origen judío que, a edad tardía, se decidió a fijar en papel los recuerdos de un pueblo y de una época que se deslizaban irremediablemente al mundo del olvido. Las otras dos obras son Lejos de Toledo y Adiós, Shangai, publicadas también por Los Libros del Asteroide, esta estupenda colección de pequeñas grandes obras. La traducción de Liliana Tabákova contribuye a dar ligereza al texto, conservando la frescura de su estilo, la espontaneidad de una narración oral.
Como lector, he de decir que he sentido pena al volver la última página, esa tristeza que se cuela cuando nos separamos de un amigo del que ya no sabremos más, o tan ocasionalmente que, en esencia, sabemos que sus ocurrencias e imágenes se limitarán en el futuro a las que logremos preservar en nuestra frágil memoria. Pocos elogios puedo añadir al ya dicho.
Esto es un polaco y un judío que viajan juntos en un tren. El polaco saca de su cesta una gallina bien cebada y se pone a comer, mientras que el judío, que es un pobretón, se contenta con algo de pan y la cosa más barata del mundo: cabezas de arenque. Entonces el polaco le pregunta:
-¿Por qué vosotros, los judíos, siempre coméis cabezas de arenque?
- Porque le hacen a uno más listo –contesta el judío.
- ¡No me digas! –se sorprende el polaco-. ¡Anda, véndeme unas cuantas cabezas!
- Vale -accede el judío-. Cinco cabezas, cinco rublos.
El otro compra las cabezas y se las come. Pero de repente le pregunta:
- Oye, ¿por qué me has cobrado un rublo por cabeza si un kilo de arenques cuesta un rublo?
-¿Ves? –contesta el judío-, ya te estás volviendo más listo...
- Otras Críticas
- Yo que he servido al Rey de Inglaterra (Bohumil Hrabal)
- Las aventuras del valeroso soldado Schwejk (Jaroslav Hasek)
Excelente reseña, como siempre, GWW. Y me acabas de descubrir un autor, mira por dónde, que no conocía ¡en absoluto! Y que me interesa sobremanera, ya que está, por lo que leo, en la línea de otros autores que sí he leído y me gustan. Creo que en general, los autores judíos -espero que no le suene mal a nadie- tienen un no sé qué de familiar en su escritura, una serie de obsesiones o temas que les preocupan en mayor o menor medida, pero que les unifican, aunque luego cada uno los trate a su manera. Del mismo modo ocurre con los autores católicos británicos (no los españoles, ni los italianos), al pertencer a una minoría religiosa, tambien tienen sus obsesiones en común, y es algo que hace que Chesterton, Greene, Waugh, etc. tengan un aire de familia. ¿Compartes lo que intento explicar, GWW?
ResponderEliminarCreo que te explicas perfectamente Ariodante. Un autor que pertenezca a una minoría siempre tratará de definirse a sí mismo (uno que pertenezca a la generalidad no tiene necesidad de ello, todo lo contrario, buscará diferenciarse) en relación a "los otros", pero también respecto a los de su grupo. Por ello la variedad de la obra de los autores que citas es tan abrumadora y va desde la seriedad al humor, de la reflexión al cinismo.
ResponderEliminar¿Qué habría sido de Kafka si hubiera sido cristiano y de lengua checa? Probablemente su talento no hubiera cristalizado.
Muy oportuna tu reflexión, como siempre y abre un montón de posibilidades.
Un abrazo.
Poco puedo aportar a esta entrada, excepto que espero empezar en breve Adios, Shangai, que compré por recomendación de mi librera. Según ella se trata de un libro muy bueno aunque durísimo.
ResponderEliminarMe gustaría resaltar la editorial -Libros del Asteroide, que junto con algunas otras como Acantilado, están apostando por la edición de libros de calidad que salen de los circuitos y títulos más comerciales.
Hay una zona de la literatura de europa central y del este que desconozco. Sé que Acantilado publica y no tengo idea si la colección que mencionas llega hasta argentina.
ResponderEliminarMe gustó mucho la reseña, pinta un libro con una visión del mundo muy distinta y el último párrafa entre el polaco y el judio estuvo mundial. Anoto Hasek, Wagenstein.
saludos
Pasaba a darte un saludo, ya que veo que fuiste a visitarme antes de dejar de escribir!! Porque no volviste a Memphis Blues?
ResponderEliminarUn Abrazo niño!!
Me ha gustado mucho esta entrada. Confieso que no sabía nada de este libro ni de su autor, pero me han entrado unas ganas irresistibles de leerlo. La historia del rabino que quiere comprar "pescado" me ha encantado... Creo que mereces que la editorial te pague comisión, te la has ganado :-)
ResponderEliminarPor cierto, ya que comentabais lo de Kafka, yo hago otra pregunta: y si Kafka hubiese sido feliz, ¿hubiese escrito lo que escribió? ¿Tenemos que alegrarnos de que Kafka -una persona como otra cualquiera, al fin y al cabo- fuese desgraciado durante la mayor parte de su vida? Mmm, da que pensar...
Hola lammermoor, coincido contigo en resaltar la labor de Libros del Asteroide y Acantilado. Y espero con ansia tu opinión sobre Adios Shangai. Esta semana estuve en la presentación de Lejos de Toledo y Wagenstein señaló que Adios Shangai realmente era el guión para una película que no se pudo rodar por la muerte del producto. Al quedarse sin película, decidió escribir el libro. A ver qué te parece.
ResponderEliminarmario, la verdad es que es una lástima esa dificultad de acceso a este tipo de Literatura. Tampoco en España es muy frecuente aunque editoriales como éstas vienen realizando una estupenda labor de difusión. Todo el tono de El Pentateuco es como los párrafos que he entresacado. Se trata de confrontar la tragedia con el humos, un dificil juego que este autor domina, sin lugar a dudas.
Milezz, ¡cuánto tiempo! Ya ves, tú también dejaste de escribir y ahora has vuelto. Supongo que es saber encontrar el momento para cada cosa. Mientras tanto, espero verte por este otro blog.
C.C. Buxter, enviaré tu recomendación a la editorial, a ver si me ponen un sueldito, jeje. En cuanto a Kafka, no creo que fuera tan infeliz como sus diarios dan a entender (quizá volcaba en ellos su frustración). Los testimonios de sus amigos y de gente que le conocíó al margen de su vida literaria no ofrecen esa imagen tan deprimente como la que él tenía o dejaba escrita sobre sí mismo. En cualquier caso, su vida no fue fácil y desde luego que de no haber sido como fue habría escrito diferente (quizá no habría encontrado ni tan siquiera el estímulo para escribir). Pero, ¿es lícito y moral alegrarnos de su desgracia porque nos permite leer El Proceso? Te respondería como el rabino del jamón de Praga que cito en la reseña: l"No te pregunto si Kafka era o no feliz, sólo sigue leyendo".
Saludos a todos.
hermosa reseña de un libro que difícilmente llegue a mis manos en Argentina, pero he disfrutado de tu reseña como el ciego de la descripción de la leche!
ResponderEliminarEs verdad que libros esperanzadores dan esa nostalgia al terminarlos. Que vidas sencillas que sobrevivieron a los "grandes" sucesos del siglo suenan paradojales pero muchas veces son las más verdaderas y realistas.
Gracias por la reseña, le hizo bien a mi alma. Gracias por el de Mozart, otro inalcanzable (esto de vivir en las antípodas...!)
Hola josebla. Espero que pronto podáis disponer en tu país de este libro. Y estoy totalmente de acuerdo con lo que señalas sobre que los libros esperanzadores siempre dan nostalgia al finalizarlo. Creo que has dado con la clave con el adjetivo "esperanzadores", recordando muchos de esos libros que me dolió concluir, creo que a la mayoría podría aplicárseles ese calificativo. Gracias por la reflexión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo, por suerte, lo he tenido en mis manos en las librerías, aunque no me había decidido a comprarlo. El tema me fascina; algunos lo encuentran repetitivo pero yo nunca me cansaré de recorrer los matices de esos procesos de adaptación y esas luchas por sobrevivir.
ResponderEliminarNo puedo irme sin decir que tu poder descriptivo y crítico es genial.
¡Un saludo!
Andrómeda, gracias por tus palabras. Estoy seguro de que este libro no te decepcionará, precisamente porque evita caer en los tópicos ya conocidos. Seguro que no te equivocas.
ResponderEliminarOs voy a contar una anécdota: Mi librero favorito de La Vila (Alicante) me lo aconsejó, antes mis dudas en mi elección, en el día del libro; me comentó que lo había aconsejado, a mí y otros 200 más, porque le pareció excepcional, divertido,... y que la editorial le había llamado para felicitarle porque, gracias a ese boca oìdo, se había convertido en la librería que más libros había vendido en España. Así es Josep, mi librero.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo. Es un libro para recomendar, excelente, de gran calidad, que envuelve y que nos cuenta una historia dura pero aderezada con algo de ironía y humor. Para mí es todo un descubrimiento tanto el autor como la trilogía, y por supuesto que voy a continuar con él. Recomendable al 100%.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Nicolás, pues tu librero hace unas estupendas recomendaciones. ¿Alguna otra que te haya hecho y haya acertado plenamente?
ResponderEliminarlahierbaroja, gracias por tu visita. Yo también continuaré con la trilogía aunque de momento me he comprado Lejos de Toledo que es el último libro y me saltaré el de Shangai de momento.
Un abrazo.
Hola Gww:
ResponderEliminarCreo que en su día se me pasó esta reseña, tal vez porque no conocía a D. Angel. Me parece que Wagenstein es un autor excepcional. Ya he escrito en mi blog que si me quedaba con una novela de todas las que había leído este verano era con "Lejos de Toledo". Te la recomiendo sin reservas. Y después de leer tu crónica me reafirmo en lo dicho.
Un saludo.
Golem, tengo pendiente Lejos de Toledo (creo que la de Adios Shanghai es algo más floja por lo que he leído). Ya te contaré qué me parece.
ResponderEliminarEstoy terminando "Adiós, Shanghai". Me está gustando, pero realmente poco tiene que ver con "El pentateuco...". Me sorprende comprobar que nada tiene que ver con el estilo de Wagenstein de "El pentateuco" porque esta novela es una novela coral, con varios personajes que se entrecruzan...
ResponderEliminarHola! Yo sólo he leído este libro de la trilogía pero sé que ni estilísta ni temáticamente guardan mayor relación. En tanto que no lea el resto la verdad es que tengo que decir que El pentateuco de Isaac es un libro verdaramente magnífico.
ResponderEliminarSaludos.